OO11.

Carrot observaba a su amiga con el ceño fruncido, mientras Nami probaba un lápiz que encontró bajo su mesa, rayando casi violentamente sobre su cuaderno. La peliblanca se preguntó si Nami tal vez estaba pasando por alguna crisis, pero luego recordó que la pelinaranja vivía en una crisis constante, por lo que desechó esa idea.

La pelinaranja anotaba tranquilamente los detalles de su proyecto de biología, como si el momento de "Odio trabajar con Monkey D. Luffy" fuera un vago recuerdo ahora, cuando en verdad había pasado hace sólo un par de capítulos.

—Nami-chan... —comenzó, necesitando comprender por qué su mejor amiga estaba tan tranquila como aquella vez que su personaje favorito de one piece murió, para luego explotar como un volcán. — ¿Por qué no estás quejándote?

—No tengo alguna razón para quejarme, Carrot.

Carrot contuvo la respiración por unos segundos. —Trabajas con Luffy-kun...

—Bueno... Trabajar juntos no está tan... ¿Malo? Sí, eso.

Carrot abrió sus ojos en demasía y llevó su mano a su boca en horror.

No daba crédito a lo que estaba escuchando por parte de Nami...

Su amiga estaba siendo despreocupada...

Charlotte Nami estaba aceptando que trabajar con Monkey D. Luffy no estaba mal.

— ¡Devuélveme a mi Nami-chan! ¡Vade retro satanás!

Nami la miró unos segundos y suspiró profundamente. —Te quejas de que me quejo, te quejas de que no me quejo... ¿Qué quieres de mí?

Y entonces, como si algo hubiese hecho click en su peliblanca cabecita de mochi, un rayo de luz la iluminó ante la repentina realización.

Su amiga no estaba conteniendo el enojo como siempre.

Tampoco estaba frunciendo el ceño como la pequeña gruñoncita que era.

Y definitivamente, Nami no estaba enojada.

—OH POR DIOSSSSSSSSS —dijo extendiendo innecesariamente las S de su frase. —Tú... y Luffy-kun tuvieron...

Repitió cada palabra con firmeza, y sus cejas se alzaron por su estado de estupefacción.

Nami paró de escribir, demorando unos segundos en encontrar su actitud de siempre. —Ugh, Carrot... Por qué yo iría a...

—Presidenta, dejaste esto en casa.

Nami se tensó al ver entrar a Luffy y lanzarle su estuche a la mesa antes de salir del salón como si no tuviese que permanecer en el mismo lugar.

Carrot ahogó la risa al ver el rostro de su amiga enrojecer y tomar su estuche con fuerza, como si pudiese esconderse y desaparecer dentro de ella. Monkey D. Luffy había arruinado su perfecto estado de "Sigo siendo la intachable Presidenta de la Junta de Estudiantes" con un estuche.

—Así que...

—No, Carrot, no.

Nami evitaba por completo mirar a su amiga; desde aquel viernes de perdición, no había hablado con Luffy porque el arrepentimiento la carcomía de manera impresionante; le costaba conciliar el sueño y cuando al fin lo conseguía, soñaba aquel momento como si estuviese reviviéndolo. Los avances del proyecto los enviaba a través de email, de ese modo evitaba tener contacto innecesario con el pelinegro y había estado todo perfecto de ese modo; tosió exageradamente, intentando librar la tensión que la mirada de su mejor amiga provocaba.

Ni siquiera sus pandas y sus flores lograban calmarla. Estaba jodida.

Porque no sólo había hecho cosas que no debía, sino que las había hecho con la peor persona y, sumado a eso, lo había disfrutado.

Sí, porque Monkey D. Luffy sabía lo que hacía y muy a su pesar, su experiencia la había subido de una vez al cielo, había visto malditas estrellas orgásmicas gracias al maldito idiota...

Y habían dormido abrazados como si fuesen... una... pareja...

Eres tan débil, Nami...

Y ahí estaba ahora, recibiendo la mirada inquisitiva de su mejor amiga entre risas, mientras ella intentaba sacar de su mente lo mucho muy interesante que había sido estar con Luffy y lo terriblemente malo que era arrepentirse mientras otra parte de ella rogaba por repetirlo.

—Nami-chan... Escúpelo.

—Carrot... Sabo pensará que soy lo peor... Oh, Dios... Él creerá que soy una... Una cerdo.

Carrot rodó los ojos. —Dudo que Sabo-kun sepa en qué andas metida de todos modos.

— ¡PERO SI LE CUENTAS TODO!

—Oh, bueno... Touché. Como sea... ¿Qué fue eso? Te veías tan súper tensa con Luffy-kun.

—Moneky D. Luffy es el demonio del que habla la biblia, Carrot... Viene disfrazado en su atractivo exterior, con su mente idiota que te idiotiza a ti también y luego... Luego... Tú sólo... Tú sólo caes en sus muy habilidosas manos... Aish... Soy lo peor.

Carrot rió. — ¿En serio te lo fo...? Bueno, sabes a lo que me refiero —Por supuesto, con Nami no podía hablar en términos generales

—¡NO! —gritó molesta— nosotros sólo llegamos... a... tercera... fase...

Dijo como si eso cambiara en parte lo sucedido y le restara importancia. Porque un inocente toqueteo no era igual que hacer eso...

La carcajada de Carrot resonó en todo el salón; sus pequeños y tiernos deditos sujetaron el rostro de su amiga y presionaron sus mejillas con orgullo. Ahora entendía el relajo en su mejor amiga y también por qué cada músculo de su rostro parecía tan relajado; había recibido terapia de Luffshock a la vena.

— ¿Han hablado?

— ¿Qué? ¡No! ¿Por qué le hablaría? No se repetirá... Fue una idiotez...

—Nami-chan... Te gusta.

—No me gusta, lo odio. Más ahora... Yo no soy así, Carrot. No me gusta porque es un idiota que no entiende de consecuencias. Además tú lo dijiste, es un idiota mujeriego.

—Corregiré entonces. Es un mujeriego MUY selectivo.

Nami rió recordando las palabras de Luffy, pero al ver el rostro de Carrot calló inmediatamente, sonrojándose. No podía creer que se había alegrado del recuerdo de Luffy diciendo una estupidez cuando estaba a punto de tocarla.

—Es un idiota... Eso es todo...

~•~•~

Habían salido de clases y Carrot había ido a alguna cita con un chico de otro salón y ahora, Nami caminaba por el parque cercano a su casa, escuchando su música y moviendo sus manos como ton... Eh, al ritmo de la música, ganándose risas de los niños pequeños que la veían moverse.

—¡Oye! ¡Eres divertida! —. Un mocoso molesto e irritante como cada niño de su edad, dijo imitando su paso de baile súper original nunca antes visto al cual ingeniosamente Nami bautizó como Dab.

—Hazlo conmigo, es entretenido.

—¿También puedo?

Nami se giró sólo para encontrarse con Sabo. Una amplia sonrisa se formó en sus labios, sus ojos brillaron mientras asentía y entonces, junto al niño y al amor de su vida comenzaron su baile urbano.

Luego de unos minutos, el niño se alejó dejando solos a Sabo y Nami; la pelinaranja lo observó unos segundos con emoción. Su corazón latía rápido, reafirmándole lo mucho que quería a su lindo rubio y lo lindo y perfecto que lo encontraba.

Aunque no es sexy como Luffy...

Se detuvo unos segundos ante ese pensamiento y suspiró, llamando la atención de Sabo, quien con una sonrisa la invitó a acercarse a la heladería que estaba frente al parque.

—Te dije que continuaríamos la cita otro, día ¿No? Éste es un buen momento.

Nami rió nerviosa. — ¿Es una cita?

—Claro que sí, lo que quiera mi pequeña Nami.

—No soy pequeña...

Ay, dijo que soy suya...

—Bueno, tengo veinticuatro años así que para mí lo eres.

—Tal vez tú eres muy anciano.

Sabo rió, dejando que Nami eligiera su helado y pagando para entregárselo. Se sentía tan feliz estando con su hombre perfecto y amor de su vida. —Como anciano, puedo querer robar tu juventud, ¿Sabes?

—¿Cómo harías es...o? —Nami se sonrojó hasta las orejas cuando Sabo deslizó uno de sus dedos por sus labios, limpiando la pequeña mancha de helado y luego lo llevó a su boca de la forma más casual que pudo existir.

—Sigues comiendo como un pequeño.

Se quedó en trance observándolo. Realmente Stelly Sabo era lo que quería en su vida, lo había decidido al salir de ese armario —sí, cuando la encerró ahí—, en el que jugando, Sabo las encerrara junto a Carrot en una broma muy perturbadora.

Sabo se había disculpado al escucharlas llorar como las nenas lloronas que según muchos mangas ellas eran y las había abrazado a ambas prometiendo que nunca volvería a hacer algo así y que las cuidaría, y para Nami eso había sido el paraíso.

—Creo que debemos volver, Nami.

—¿Eh? Ah, sí... —dijo decepcionada, saliendo de su burbuja.

Sabo sonrió y sacudió su cabeza, despejándose. Eso había estado demasiado cerca y Nami seguía siendo como su hermana pequeña... Sin el detalle de tener la misma sangre. El mayor miró de soslayo Nami y entrecerró sus ojos. Realmente no eran hermanos... Y realmente no la veía ni siquiera como la pequeña mejor amiga de su primita...

—Nami...

La pelinaranja se giró sonriendo y cuando la mano de Sabo rodeó su rostro con suavidad, acunándolo y acariciando suavemente, su corazón dejó de latir normalmente y el suelo dio vueltas.

¡VA A BESARME!

Nami tragó saliva y relamió sus labios. Estaba lista para aquello.

Era el amor de su vida, claramente no se negaría a entregarse plenamente si Sabo lo quería; la edad no era problema, podrían escapar si les prohibían amarse. Había leído suficientes historias para sacar ideas, descartando de plano la del suicidio junto a su amado... No, escaparían juntos, se casarían en una bella playa de arenas blancas, tendrían dos hijos que adoptarían de algún orfanato para darles la alegría que esos dos niños merecían porque debían enseñarles a amar, comprarían una casa con un gran jardín y tendrían un lindo Boyero de Berna que correría tras los niños felices y... Bueno, quizá debía esperar primero el beso.

Y ahí venía, el rostro de Sabo acercándose al suyo en cámara lenta, sus labios preparados para recibir su primer beso de amor —porque Luffy no contaba—, cuando algo golpeó su cabeza. Se sobresaltó y miró el suelo donde había caído una bola de papel perfectamente arrugada. Se giró para ver al idiota que interrumpiera el comienzo de su historia de amor y como diría Arjona, mira que es grande el destino y esta ciudad es chica, era mi mu... eh... Era Luffy, que observaba con una sonrisa sarcástica la escena.

—Ah, de nuevo el asalta cunas Stelly Gabo.

—Luffy... —Nami dijo molesta, sus mejillas sonrojadas. —¿Qué quieres?

Luffy chasqueó la lengua; por supuesto que quería algo, partiendo por encerrar al Gabo ese en algún lugar donde nadie pudiese encontrarlo por estar interrumpiendo su historia de amor de once capítulos hasta el momento. —Nada, simplemente están en la pasada, par de idiotas.

Sabo observó con una ceja arqueada la interacción entre los dos adolescentes antes de suspirar, notoriamente cansado de la interrupción.

—Nami, vamos a casa—, Miró a Luffy unos segundos y luego cruzó su brazo por sobre los hombros de Nami, alcanzando a captar la forma en que la mandíbula del pelinegro se tensó. Una sonrisa curvó sus labios ante esto.

Caminó con Nami, pasando de Luffy y ampliando su sonrisa con la arrogancia que sólo un campeón podría tener. Nami miró una última vez a Luffy y por primera vez desde que lo conociera, se sintió incómoda por la situación. Luffy no sonreía como siempre y la forma en que la miró fue de completo enojo, juzgándola. No alcanzó ni a despedirse cuando se encontró doblando la esquina junto a Sabo.

— ¿Ése no es el chico del cigarro?

—Sí, es él...

—Se veía molesto, ¿No?

—No... Él no es así...

Nami guardó silencio; estaba siendo soberbia. Porque una tarde de entretención no la hacía conocedora de Luffy y eso en cierta forma le molesto. Realmente le hubiese gustado decir que lo conocía...

Y ahí estaba, siendo abrazada por Sabo sin dejar de pensar en el estúpido que había interrumpido su beso; torturándose por su falta de conocimiento sobre el pelinegro en vez de estar sufriendo por no haber sido besada.

Era horrible...

Idiota Monkey D. Luffy... Por qué tenías que llegar a mi Instituto.

No puedo cuando le dice Gabo JAKSJAKAJSDKA

¡Mucho amor para ustedes!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top