Capítulo 11
El almuerzo con los chicos no estaba siendo para nada agradable, se sentía la tensión entre Bucky y Zemo, el moreno aun no entendía por qué su novio sentía tantos celos del otro castaño platinado. Él se iría en una corta semana, después de eso volverían a ser Sam y Bucky, claro más él pequeño creciendo dentro de su amando novio.
Todos comían concentrados, con la vista en sus platos sin decir una palabra, el único sonido proveniente de la mesa era el de los cubiertos al chocar con los platos de porcelana.
—Y dime, Sam... ¿Cómo estuvo Los Ángeles? —preguntó Clint, para iniciar una conversación y tal vez así, eliminar la tensión casi palpable.
—Agradable —sonrió—, pero no volvería a ir, a menos que vaya Bucky.
—Oh, bueno, entonces ¿Dices que Zemo trabajaba en la misma área que tú? —siguió cuestionando a la vez que cortaba un pedazo de su carne marinada y se la llevaba a la boca.
Bucky rodó los ojos al escuchar tal nombre, para todos estaba claro de que aquel muchacho no era para nada de su agrado.
—Sí, prácticamente yo era su jefe —se burló Zemo y río.
—¡No digas eso! Se supone que nadie debería saberlo —negó riendo. Sam en verdad se divertía hablando con su amigo nuevo.
El pequeño castaño suspiró sonoramente llamando la atención del Sam.
—¿Pasa algo, amor? ¿Te sientes mal? —Sam se volteó a verlo con cierta preocupación, el menor negó con una pequeña sonrisa. El más alto se acercó a su cara y beso su mejilla castamente repetidas veces, causando en Bucky una risilla infantil— Termina de comer, quiero ir a casa a descansar —ordenó a su novio.
—Sam... —susurró Bucky cerca de su oído, el nombrado volteó levemente y alzó las cejas, dándole a entender que tenía toda su atención— El jueves tengo una cita con el doctor, quería saber si ¿quieres venir conmigo?
A Sam se le iluminó la cara, claro que quería ir, de ahora en adelante no se perdería ni una sola oportunidad de ver a su bebé.
—Claro que sí, amor —asentía y sonreía efusivamente, su alegría era notoria.
—Perfecto.
Se reacomodó en su asiento para seguir comiendo. Se sentía feliz, seguro y tranquilo de tener a Sam ahí a su lado, le gustaba su presencia, le hacía sentir cálido por más que estuviera lejos. Con el simple hecho de saber que su novio estaba en la misma habitación que él lo ponía alegre y de buen humor.
Bucky suspiró, comiendo y pensando en su bebé, ya quería saber si sería niño o niña, quería tener su pancita abultada y que Sam lo mimara todo el tiempo sin chistar, el menor estaba muy seguro de que el más alto lo haría con gusto.
Steve fue el primero en terminar su almuerzo, dejó el dinero necesario para pagar y dar un poco de propina y sin más, salió del establecimiento dejando a cuatro chicos confundidos y uno triste y cabizbajo. Decidieron no darle importancia, y tampoco es que lo vayan a dejar pasar, pero esperarían a que él diga cuál es su preocupación.
Preocupación la cual sólo Bucky estaba enterado.
—Bien, nos vamos, adiós —se despidieron todos parándose ya pagando la cuenta, dejando una jugosa propina para el mesero.
Sam manejó nuevamente, esta vez se dirigió a la casa del Bucky. En ese mismo instante recordó que no contaba con muchas cosas ahí, pronto se iba a ver obligado de pasar unas cuantas cosas hasta ahí.
—¿Cómo se conocieron? —Zemo sentando en la parte trasera del auto, preguntó.
El castaño recordando la loca noche que conoció a Sam, sonrió.
—En la comisaría —contestó Bucky, sereno.
—Inusual, loco —rio—. ¿Cuánto llevan saliendo? Sam me ha comentado que no mucho.
—Estamos yendo por los cuatro meses, algo así —Sam asintió con la cabeza, viendo por el espejo retrovisor a Zemo y sonriéndole.
—No es tan poco, cuatro meses es muy bueno —le devolvió la sonrisa a Sam— ¿Cómo vas con tu embarazo, Bucky?
—James —corrigió—. Hasta, ahora bien, no he tenido molestias.
—Asombroso... —no volvió a hablar en todo el camino, Bucky pareció agradecido con eso.
No es que odiaran a Zemo, pero había algo que no le hacía confiar del todo en él. Bucky no era una persona prejuiciosa, claro que no, sólo que sentía que algo iba mal con el amigo de Sam. No desconfiaba ni un poco Sam, de Zemo sí.
El menor suspiró relajado, se sentía bien llegar a casa. Sam le mostró al inquilino la habitación que ocuparía el tiempo que tardaría ahí, dijo que era agradable y mejor de lo que esperaba.
Al entrar al cuarto que -ahora- compartía con Bucky, escucho el sonido de la regadera prendida. Su novio de estaba dando una ducha, y él como buen ciudadano que ahorra agua, se unió a él. Quitó su ropa completamente sin hacer mucho ruido, corrió la cortina de baño azul con franjas verdes y entró.
Puso los brazo alrededor de las caderas de Bucky, quien primero se vio asustado, después de darse cuenta quien era se relajó y apoyó su cabeza con cabellera castaña en el hombro del otro.
Sam acariciaba el vientre de Bucky, besando a lo largo de su cuello y hombro, no era nada sexual, sólo aprovechaba y disfrutaba ese momento acompañado de la persona que más quería.
—Ya quiero verte con tu pancita —dijo bajito Sam en el oído de Bucky, haciéndolo sonreír.
—¿Seguro? Estás a tiempo de arrepentirte —bromeó el castaño, volteándose para quedar cara a cara con el castaño oscuro.
—Sabes que jamás haría eso —comentó, regalándole a su novio en tierno beso esquimal. Besó sus labios pausadamente, acariciando a lo largo de su espalda hasta su trasero.
Le gustaba sentir cerca a Bucky, demasiado cerca, a decir verdad. Tenerlo entre sus brazos, suspirando por los cálidos besos y abrazos que le brindaba a su pequeño.
—Es hora de salir, no queremos que te enfermes, nene —estiró la mano, alcanzando la llave y la cerró. Buscó unas toallas blancas en los cajones debajo del lavamanos y envolvió en ellas a Bucky como si de un recién nacido se tratase, él se enrolló una en la cadera y con mucho cuidado ayudó a Bucky a salir para que no cayera.
—Eres muy dulce, Sam —dijo Bucky una vez ya cambiado y acurrucado con su novio.
—Todo por mis bebés —besó los labios de Bucky, suspirando por el dulce sabor a casa que tenían, cuanto lo había extrañado...
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