XXV

🌙 LA OSCURIDAD QUE HABITA EN MÍ 🌙

       Ya había caído la noche. Maison se veía inquieta esperando a su "contacto". Hacía poco que se había separado de Will, pero parecía que había sido una eternidad. Tras marcharse con Gabriel de la casa que habían alquilado, desapareció. Ni una llamada, ni un mensaje, ni si quiera una denuncia de desaparición. Nada. Llegó a pensar incluso que, simplemente, había continuado con su vida. Pensándolo bien, fue por Gavin por lo que empezó todo aquello. Gracias a Gavin, Maison y Will se conocieron, porque él tenía que cuidar de ella, y ella de él. Al no verse obligado ya a cuidar de la chica, quizás Will solo se hubiera liberado de su promesa. Ahora Maison se había reunido con los suyos, su familia y no necesitaba a nadie más, o eso podría pensar.

       En realidad, en el fondo a Maison le daba pena cómo había acabado todo y quisiera disculparse con él. Lo extrañaba. Pero su cabezonería y orgullo no se lo iban a permitir... Y tampoco su demonio de bolsillo:

       — ¿Y qué harás? ¿Te vas a arrodillar a sus pies? ¿Te vas a tirar dramáticamente a sus brazos a besarlo y decirle que siempre lo amaste?

       —Oh, por favor, cierra el pico, Crowley. No estoy para chorradas.

       Se apoyó en la pared. Miró al cielo, algo agotada, física y anímicamente. ¿Cuándo acabaría todo? Si tan solo pudiera ser como los otros, una chica normal. No estaba desesperada, pero sí muy, muy cansada. 

       —Vaya, vaya... Mira quién se ha dignado a aparecer... —murmuró Crowley a su oído.

       Maison bajó la vista. Saliendo de un taxi, con rostro serio, arisco, dolido, con las manos en los bolsillos de su cazadora, Will la observaba con resquemor y algo de resistencia a acercarse a ella. Maison se separó de la pared y lo miró un poco avergonzado, tratando de apelar a su perdón, al menos a su compasión. Finalmente, negando con la cabeza, Will se acercó brusco a la chica. Ella quiso sonreírle, pero no era un buen momento, él no parecía querer recibir ninguna sonrisa.

       —Sé rápida, no tengo demasiado tiempo.

       —Hola a ti también —Will la miró fijamente. Por su mirada se veía muy afectado. No como para romper a llorar, pero aún le escocía que ella lo hubiera abandonado, y más, de la forma en que lo hizo. Maison suspiró —Vale... Para empezar, quiero pedirte...

       —Sí, perdón, disculpas aceptadas. Ahora, qué quieres.

       —Will, solo intento...

       —O me dices lo que quieres o me largo. Si solo era eso, podías habérmelo mandado por mensaje.

       Maison miró para otro lado. Se había cerrado en banda. Y si no aceptaba sus disculpas, ¿cómo iba a hacerle ningún favor?

       —Está bien... Tenemos problemas. El FBI, tus padres, están buscándonos a mí y a mi familia —Will miró a su alrededor —. Necesitamos que dejen de hacerlo.

       — ¿Están ellos por aquí?

       —No. En realidad... No saben dónde estamos, y es prácticamente imposible encontrar nuestro escondite...

       —Nuestro... ¿Cuánto tiempo llevas con esos Winchester? ¿Una semana, quizás? Sí, algo así más o menos. No has hecho más que llegar a sus vidas y ya te consideras una de ellos.

       —Soy una de ellos.

       — ¿Sabes ya cuál es tu padre?

       Maison miró de nuevo hacia otro lado.

       —Eso no implica nada, Will. Pero sé que estoy donde debo estar. Es mi casa, son mi familia... —sacudió la cabeza —Yo tampoco tengo mucho tiempo. Llevo ya un par de días fuera y tengo que volver pronto. ¿Me vas a ayudar?

       Will se cruzó de brazos y suspiró profundamente. Maison sabía que no iba a ponérselo fácil, pero tenía que volver a casa pronto. Probablemente ya estuvieran de vuelta y quería estar allí para reunirse con Jack... Y, bueno, también el resto. Pero sentía que aún no podía. Tenía que solucionar este problema, sentía que era como su iniciación, debía demostrarles a todos que era capaz de resolver cualquier situación por dura que se plantease.

       — ¿Y qué gano yo a cambio?

      — ¿Qué es lo que quieres?

      —Me basta con una explicación.

      Maison lo miró extrañada.

       —No te fíes de él —murmuró  Crowley de nuevo.

       —Ven conmigo. Vayamos a un lugar más privado y hablemos más tranquilamente...

       Will fue a cogerla del brazo pero ella se retiró rápidamente. Él la observó extrañado por sus reflejos.

       — ¿No tenías prisa? Hablemos aquí, rápido. ¿Quieres una explicación? Te explicaré lo que quieras. Pero debes prometerme que harás todo lo posible por alejar al FBI.

       —No es tan sencillo, Maison. Mi familia y yo no somos una piña como la tuya —Maison se sintió un poco atacada por su sarcástica forma de hablar —. Por eso tenemos que trazar un plan.

       —Maison... —La chica lo miraba, pero no prestaba atención al chico que tenía delante. Tras ella, Crowley trataba de frenarla —No está solo.

       Maison se giró con los ojos de color dorado y atacó al par de federales que trataban de atraparla por la espalda.

       — ¡Eh, Maison! —se volvió a girar, junto a Will se encontraba el federal más mayor. Mulder alzaba las manos y se acercaba a ella con cuidado —No queremos hacerte daño. Solo queremos hablar.

       — ¡Que yo sepa esos dos no querían hablar conmigo! 

       —Cierto... Perdona por eso. No creo que fuera la mejor forma de acercarnos, pero, Will nos advirtió que eras demasiado fuerte como para cogerte desprevenida.

       Will la miraba con lástima.

       —Me has tendido una trampa...

       —No estás bien. ¡No estás a salvo con ellos! ¡Son unos asesinos!

       — ¡Son héroes! De no ser por ellos, ahora mismo este mundo habría sido reducido a cenizas.

       — ¿Y cómo quieres que me crea eso? No tiene sentido, ¿no lo ves, Maison? Las pruebas. Sí lo tienen. Y todas las pruebas dicen que son unos tipos malos, asesinos, monstruos sin escrúpulos.

       —No los conoces...

       — ¡Y tú tampoco!

       Eso era cierto. En realidad, solo sabía lo que Crowley le decía de ellos, y no es que fueran cosas buenas tampoco...

       —Maison. Olvida lo que te dije —de nuevo, Crowley intervenía en el momento preciso —. A pesar de todo, Sam y Dean son buenos, como has dicho, son héroes. ¡¿Por qué te crees que estoy muerto?! Decidí apostar por quienes salvarían el mundo. Mi vida a cambio de las suyas, a cambio de encerrar a Lucifer para siempre. Yo decidí este destino para que ellos pudieran seguir salvando el del resto del mundo, ¡el tuyo! —Maison lo miró de reojo —Sigue tu instinto —se miraron en silencio —, nunca se ha equivocado.

       Miró de nuevo a Will y Mulder. Expertos en lo paranormal, los expedientes X. Los aliens habían ocupado la mayor parte de sus pensamientos, pero toda actividad sobrenatural también llamaba su atención. No los culpaba, pero Maison sabía, que a pesar de todo, el alma de Will era tan humana como la de Mulder.

       —Sí que los conozco. Son Sam y Dean Winchester. Fueron el dolor de muelas de mi mejor amigo, por quienes decidió sacrificarse. Porque confió en ellos. Dejó mi vida en sus manos... Y si Crowley confiaba en ellos... ¡Yo también! —Crowley sonrió desde las sombras; los ojos de Maison brillaron con más fuerza todavía — ¡Y yo no puedo mentir, Will!

       Will dio un paso al frente, molesto. Mulder lo observó desde la distancia.

       —Dijiste que considerabas a Jack un hermano o un primo. Pero resulta que no, que sientes... Algo especial por él, ¿cómo explicas eso?

       —No es mentir cuando uno no sabe —respondió a la defensiva —. Yo... ¡No sé ni lo que siento! Nunca he sentido estas cosas y supongo que es amor... Pero tampoco he tenido nunca a mi auténtica familia delante...

       —Esas cosas nunca te han importado... Esta estupidez de la sangre.

       —Y no me importan. Pero debes comprender que, para mí fue importante. No creí que fuera a verlos nunca.

       Sí. Iba a ser duro. Pero tenía por donde agarrarse, no estaba todo perdido aún. Will estaba llevando aquella situación a motivos personales, emocionales. Avispada, viendo esto, detectó una debilidad.

       —Will. Todo esto, venderme, ¿lo haces porque no sentía lo mismo que tú?

       —Lo hago porque ya no tengo que protegerte.

       — ¡Imbécil, nunca has tenido que hacerlo! Puedo protegerme sola; si aún seguís en pie es porque yo quiero, ¿entiendes? Gavin quería que nos encontrásemos porque podíamos entendernos y ayudarnos, mutuamente.

       —Necesitas que alguien te proteja. Por eso te has ido con los Winchester.

       —Te digo, ¡que no! ¡No necesito que nadie me proteja! ¡Me valgo por mí misma!

       Algo extraño empezó a suceder. A su alrededor empezó a levantarse aire, cada vez más deprisa. Mulder quedó fuera del cerco que éste creaba girando entorno a los dos adolescentes, dejando en el centro el ojo de una tormenta. La pared de aire empezó a elevarse cada vez más, un tornado cargado de algo que parecía electricidad. Centelleos dorados corrían a través de estas paredes.

       —Solo quiero protegerte.

       —Eso no es lo que quieres, y tampoco lo que necesito. Will. Estás obsesionado con esto, ¡conmigo! ¡Y no hay nada entre nosotros! ¡¿Te das cuenta?!

       Sin darse cuenta los dos quedaron atrapados en aquel torbellino nacido de la fuerza e ira de Maison, del parecían no percatarse. Ambos se estaban empleando al máximo. Will era muy fuerte y aunque Maison lo estuviera frenando con sus ataques más físicos, la mente del chico funcionaba de otra manera. Era un laberinto de ideas, que a través de sus poderes, proyectaba en la mente de otros. Pero para eso, la mente de la otra persona debía estar dispuesta a ello, no voluntariamente, es decir, no debía estar esperándolo. Maison lo hacía, sabía que usaría su control mental contra ella, por eso había levantado un muro para que no se metiese dentro. Estaba protegida por una pared de hormigón imaginaria que impedía el paso de Will. Pero él insistía. Gritó haciendo fuerza, apretando los dientes; bajo sus ojos, se empezó a dibujar un crucigrama, líneas negras que le bajaban por la piel, y después, también le crecieron hacia arriba. Algo no iba bien y Maison podía verlo, pero no se movió. Su mirada proyectaba el brillo dorado de su naturaleza híbrida, más potente que nunca, la sangre le corría a gran velocidad y estaba empezando a acostumbrarse al peso que ejercía su poder sobre todo lo demás. Al principio, era molesto, pero muy deprisa se hizo a ello, y era agradable, cálido. Se sentía fuerte y segura, incluso podía relajar los músculos, destensarse un poco; inconscientemente lo fue haciendo. Pero había algo más, algo que ninguno parecía estar viendo —además del torbellino —. Crecían alrededor de Maison, brazos, manos, cabezas y dedos negros, no físicos. Eran sombras, eso parecían. Se elevaban a ambos lados de la chica y se estiraban hacia Will. Se envolvían en sus piernas y fueron enroscándose sigilosas en torno a sus brazos, sigilosas, hasta que tuvieron la certeza de poder agarrarse bien, se tensaron, se estrecharon y amordazaron a Will en segundos.

          —Maison. ¡Maison! ¡¿Qué haces?!

          —Lo siento, Will. No quiero hacerte daño... Pero necesito que me dejes marchar.

          — ¡Allí no estarás a salvo!

          — ¡Yo nunca estaré a salvo! ¡Tienes que entenderlo, Will!

           Él se resistía. Maisom lo observaba muy nerviosa y asustada. Primero por su actitud, y segundo, por las sombras. No sabía cómo, pero ella las movía, o eso parecía. Fuera como fuese, la estaban ayudando a parar a Will, sin embargo, él seguía mirándola, sin si quiera pestañear. Maison empezó a pensar que se trataba de un ilusión de las suyas, pero... Las sentía tan reales, tan cerca... No. Eso no podía ser obra de Will. Pero seguro que estaba haciendo algo, o intentando. Maison tenía que asegurar su muro, debía pararlo. Pero, ¿cómo?

          — ¡MAISON! ¡DETÉN ESTA LOCURA DE UNA VEZ!

          — ¡NO PUEDO HACERLO! ¡ES MI ÚNICO SEGURO!

          — ¡ASÍ SOLO NOS MATARÁS!

          Maison no quería llegar tan lejos. Ella no era una asesina. Se repitió aquella frase una y otra vez. Las sombras empezaron a hacer sangre en la piel de Will, tan apretadas que estaban, empezaban a cortarle. Él se quejó sonoramente.

          — ¡MAISON! ¡PARA! —Ella se estaba poniendo nerviosa. Tampoco sabía cómo parar aquello y eso la asustaba. Al ver que no se detenía, Will perdió también los papeles — ¡¿TAMBIÉN VAS A MATARME A MÍ?! ¡AL FINAL VA A SER VERDAD ESO DE QUE TODO EL QUE SE TE ACERCA MUERE! ¡COMO GAVIN! ¡COMO CROWLEY! Y ahora... Yo...

          Rompió el muro, con dolor por cómo lo había hecho. En su mente, aunque aún no lograba penetrar del todo, logró proyectar imágenes. Eran ellos, todos los que habían muerto por ella, todo el mundo que la quería y que acabó muerto por quién era y lo que arrastraba. Ella era fuerte, pero esto, era demasiado.

          Las sombras cada vez se extendían más y el torbellino incrementaba la velocidad y la fuerza. Algo se empoderó de Maison de una manera sobrecogedora al oír sus palabras y ver aquellas imágenes. Gritó, y al mismo tiempo, una oleada de sombras atacó a Will violentamente. Maison estaba cegada por la rabia, tanto que no se daba cuenta del daño que le estaba haciendo y el que se hacía a sí misma...

          —No... Maison... ¡PARA DE UNA VEZ! —La voz de Crowley interrumpió su ataque de ira.

          Dio un respingo a la vez que la consciencia retornaba a su ser e iluminaba su mirada. Y al mirar a Will, se le encogió el corazón. Arrastrando los pies como si una pesada fuerza la bloqueara el camino, se fue acercando lentamente a Will, que seguía luchando por romper las sombras y liberarse. Se arrodilló ante él y acercó su cuerpo, con los brazos extendidos. Un viento fuerte tiraba de ella hacia atrás, por lo que se le hacía cuesta arriba, iba contra corriente. Pero con todas sus fuerzas, logró envolver a su viejo amigo y abrazarlo. Al instante, el viento y las sombras desaparecieron. Mulder, que lo había visto todo desde fuera, respiraba agitado, asustado. Con la mirada —y con la pistola en mano —comprobó el estado de Will.

          —Lo siento. Lo siento muchísimo —sollozaba la chica en el hombro de su amigo —. Sé que te he hecho daño y que no me merezco tu perdón. Ya no sé qué más decir, pero, por favor, deja que me vaya.

          Will tenía un nudo en el estómago. Quería decirlo, pero no le salía, y eso le estaba haciendo incluso más daño, un daño físico e insoportable.

          —Tienes razón... Nunca he sido de esas que anteponen la sangre. Mi familia es quien demuestra serlo. Algo que he aprendido de los Winchester, en estos pocos días, y durante mi estancia con Crowley, es que la familia no termina con la sangre. Por eso, sea verdad que soy de los suyos o no, sé que es mi familia. Y realmente, ¡me hacen sentir que somos familia! Y eso es algo que no he sentido con casi nadie. Crowley, Gavin, tú...

          —Solo somos familia, ¿no? —dijo Will en un hilo de voz rota.

          Sin soltarlo, es más, abrazando con más fuerza, Maison no respondió. Se mordió el labio inferior, sabiendo que no podía hacerle sentir mejor. Le había roto el corazón y seguiría haciéndolo, aunque no quisiera.

        —Will... Lo siento muchísimo...

        —Tú... No lo entiendes, ¿verdad? Dices sentir algo por Jack, pero ni si quiera lo sabes. Puede que no sea nada, en realidad.

         —Eso no importa —sacudió la cabeza. Una lágrima se le escapó escurridiza por la mejilla —. Todo eso... Ya da igual.

          —No... A mí eso sí me importa —Will a penas podía hablar. Maison comprobó que el daño infringido, era mayor del que pensaba.

          —Perdón, perdón, ¡perdón! Yo no... Mierda, ¡ha sido culpa mía! Yo no...

          —Maison —pronunció Will —. Es suficiente... Ya... No puedo más...

          —Will...

          —Tengo que decirte algo...

          Estaba pálido, Maison, con él en brazos, empezaba a alterarse demasiado. Miró con los ojos enrojecidos a Mulder, que tembloroso, marcaba el número de emergencias en el teléfono.

          —No... Aguanta un poco, ¿vale?

          Will la agarró del brazo.

          —No me queda.... Tiempo... Quería... Pedirte perdón...

          La chica de quedó paralizada en ese momento. Nada le estaba encajando, aunque la situación era ya demasiado sobrecogedora como para esperarse algo, cuerdo.

          — ¿Qué? ¿Por qué? Will, ¿has visto lo que he hecho? ¡Te he hecho esto!

          —Pero ha sido por mi culpa... No debí haber dicho aquello... Tenías razón... Estoy... Obsesionado —sonrió. Le salía sangre de la boca y lloraba, de pánico —. Pero no he podido evitarlo... Me he enamorado como nunca lo había hecho y creí... Creí que sería... Para siempre...

          —Will, deja de hablar —suplicaba ella, llorando muy, muy afectada.

          Mulder colgó el teléfono y corrió junto al adolescente. Casi tumbado en el suelo, en brazos de la chica, tenía varias heridas graves por el torso que no dejaban de sangrarle. Intentó taparlas como pudo, pero era una misión imposible.

          —Maison... Debes irte...

          —No. No, yo me quedo hasta que estés bien.

          —Vete —ordenó Mulder, con voz sería y distante —. ¿No nos has oído? ¡Vete de aquí! —gritó —Ya has hecho suficiente.

          Maison estaba asustada. No. Lo siguiente a eso. Temblaba por el miedo. Un nuevo grito de Mulder, cargado de dolor, término por espantarla. Salió corriendo y sus vidas jamás volvieron a cruzarse.

          Una Nefilim corría sola por las calles una fría y silenciosa noche. Sus pasos se escuchaban por todo el pueblo y sus berridos podrían despertar a todo el vecindario. Lloraba, estaba muy asustada. Había comprobado que su interior no era todo de luz dorada. Algo malo, muy malo y oscuro, habitaba allí dentro. Y sabía que si no lo controlaba, acabaría haciendo más daño. Tenía las manos manchadas de sangre y los pies molidos. Cada músculo de su cuerpo se quejaba del cansancio, tras varios minutos corriendo. Pero ni eso la detenía. Era como un cervatillo espantado por un cazador que buscaba su refugio antes de que lo atraparon. El refugio de la Nefilim se encontraba a las afueras del pueblo de Lawrence, Kansas. Bajo un puente, en una puerta secreta que nadie parecía haber notado nunca —claro, por eso era secreta.

          Al llegar al llegar allí, se metió en su búnker y cerró tras de sí la puerta de acero. Y apoyada en ella, dentro del escondrijo, se detuvo. ¿Cómo iba a explicar lo que había pasado? Si ni siquiera ella sabía cómo habían salido esas cosas del suelo. Tenía un enorme disgusto encima y no se veía capaz de enfrentarse a ellos sola. Los defraudaría...

          Se tapó la cara y lloró, ahogándose en sus propias lágrimas. Se repetía una y otra vez que debía recuperarse. Debía ponerse en pie, dar un nuevo paso. La estaban esperando, y en realidad, había resuelto el problema, pero, ¿a costa de qué?

          De nuevo aparecían. Esas cosas que envolvían su cuerpo y lo congelaban. Se sentía distinta con ellas cerca, por un lado, poderosa, imbatible. Por otro, temía lo que veía reflejado en el espejo. Cualquiera lo haría.

          Sacudió la cabeza y respiró profundamente. Se secó las lágrimas y empezó a bajar. Pensaba en qué iba a contarles, pero omitiría su descubrimiento, no podía contarlo hasta no saber de qué se trataba. Quizás debería decirles que se marcharía un tiempo, hasta descubrir la verdad sobre ella, quizás Gabriel la acompañara... Pero al llegar, lo que menos se esperaba era encontrarse tal panorama.

          Abrió la puerta con todo el cuerpo en tensión. Bajó las escaleras sin mirar a nadie y escondiendo sus sangrientas manos. Sentado estaba Castiel, algo disperso, y tras él, bastante afectados, había una mujer rubia, un hombre con gorra y una chica joven. Ella los observó confusa y en silencio durante unos segundos, sin saber si intervenir o aprovechar el problema que hubiese y marcharse. Pero en ese momento aparecieron Sam y Jack, entrando por la puerta. Todos se giraron o levantaron para mirarlos en lo alto de las escaleras, la diferencia es que al verlos, los otros sabían lo que había pasado, pero Maison, totalmente descolocada, no entendió nada de eso.

— ¿Dónde está Dean? —preguntó Maison, agitada. 

Cas alzó la mirada solo un instante, sentado en los escalones, para luego volver a bajarla. En su rostro podía sentirse el dolor que por dentro lo estaba destrozando. Lo había perdido. Lo habían perdido. Dean no iba a volver de esa batalla. 

Cada uno de marchó por su lado, maldiciendo cada decisión tomada, dejando a Maison sola en medio del búnker. Sintió como si ninguno viera realmente que estaba ahí, manchada de sangre y con los ojos rojos de tanto llorar. Rendida, dejó caer los brazos y todo su alrededor se volvió tan oscuro como siempre... O quizás algo más.

















Las luces apagadas. El silencio como monarca del reino a oscuras. Las esperanzas estaban agotadas y en su lugar, las tiendas venden mentiras. Y en medio del caso generado por decisiones incorrectas de incomprendidos ratones atrapados por los gatos, un zumbido rompió el silencio en su cabeza. Un zumbido largo e intenso que provocaba dolor. Y seguido, para volver a dejar el mando en el silencio, una voz, susurró un nombre:

—Maison...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top