XXIII

🌙 Negocio Inacabado 🌙

          —Cuando dijiste que íbamos a enfrentarnos a Loki y a sus hijos, me imaginé a Tom Hiddleston con su traje verde de la primera peli de los Vengadores, rodeado de copias pequeñitas suyas... Y por cierto, ¡sí! ¿Desde cuándo sangran los Arcángeles?

          Cargando con un pesado y herido Gabriel, Maison se arrastraba por el pasillo de un viejo motel a las afueras de Central City.

          —Siento mucho que mi Fenris te haya defraudado.

          — ¡Pues claro que lo ha hecho! Dijiste que era un lobito peludo, no un viejo peludo y borracho...

          —Eh, ¡para, para, para! —dijo rápidamente —Es aquí.

          Gabriel llamó a la puerta número 3 del motel, con mueca de estar agotado y la camisa llena de sangre. Por su parte, Maison, lo miraba con cierto reproche, ya que ella le había advertido de que no sería fácil, que no se enfrentara a un Semidiós con una catana de madera y que no se pudiera ropa blanca. Pero, claro, no la hizo ni el menor caso.

           Se abrió la puerta derrepente, mostrando así a dos hombres apuntándolos con sus pistolas, pero que al verle, bajaron las armas y lo miraron sorprendidos.

          —Hola, amigos... ¿Me buscábais?

          Sam y Dean Winchester, que se habían pasado varios días ya siguiendo un vaga pista de Gabriel, no podían creerse que justo cuando hablaban de él, se presentará en su puerta. Y además, que lo hiciera con aquella chica misteriosa con la que no dejaban de cruzarse.

          — ¿Maison? —preguntó Sam — ¿Eres tú?

          Ella sonrió, mas su sonrisa resultó algo antipática, parecía cansada, no físicamente, sería más correcto decir que empezaba a hartarse de ayudar a Gabriel y conocerlo, ahora con su mentalidad más adulta, y descubrir que se trataba de un Arcángel inmaduro que perseguía una venganza de la forma más rara y estúpida que podía imaginarse. Pero en cierto modo, esa forma de ser le resultaba familiar y revivía recuerdos olvidados de la chica junto a uno de sus muchos amigos, muertos después de relacionarse con ella.

          —Os dije que volveríamos a vernos, chicos.

          Dean la miró fijamente. No estaba de muy buen humor, estaba cabreado con Gabriel por haberse escapado cuando lo necesitaban para rescatar a Jack y a su madre de aquel maldito mundo apocalíptico en el que se encontraban atrapados, bajo el peligro constante de ser atacados por un Arcángel Miguel muy peligroso. Y para colmo, aparecía ella a su lado, ayudándolo a caminar. La primera vez que la vieron les pareció una simple chica que se había quedado atrapada en una pesadilla, pero al fin y al cabo, con mucha suerte. La segunda vez, fue impactante encontrarla, pero, tras haber vivido una experiencia sobrenatural, los adolescentes incapaces de superarlo, de alguna forma acababan en manos de Jody y su albergue. Pero, ¿qué explicación posible había en este caso? Así que no la quitó el ojo de encima mientras Sam recibía a Gabriel y curaba sus heridas.

          —Esto te dolerá un poco -advertía mientras colocaba un parche sobre los zarpazos de su piel. Gabriel gruñó.

          — ¿Un poco? ¡Ay!

          Dean estaba apoyado en el marco de la puerta. Maison se sentaba en una silla colocada junto a la pared. Ella procuraba no mirarlo, que fuera menos incómodo, porque Dean tenía esa habilidad de ver tu alma, su mirada atravesaba la piel y te hacia sentir incómodo hasta que lograba lo que quería, por eso era un buen investigador y cazador.

          —Así que, después de salvarnos a Sammy y a mí, te diste un paseo y te topaste con un Arcángel, ¿no? ¿O tienes preparada alguna gran historia para repetir que se trata de azar y no de una gran mentira?

          —Yo no puedo mentir. Es algo crónico. Y no, no se trata de eso. Gabriel y yo nos conocíamos de antes; él me encontró y hemos estado... De paseo.

          Dean se rió con cierto sarcasmo, parecía realmente molesto de verla allí; era evidente que tenía sospechas de ella.

          — ¿De paseo?

          —Como lo oyes...

          Dean la miró de arriba abajo con sospecha. Supo al fijarse en cómo mantenía la mirada que no la sacaría nada. Alguien que no puede mentir nunca, tiene experiencia en ocultar información de otras formas, como, simplemente, no contarla. Dean miró a Gabriel.

          —Y tú, ¿cómo has sabido dónde encontrarnos?

          —Vamos... Noté el hechizo de rastreo en cuanto vuestra bruja lo lanzó. Además, que Maison es prácticamente un antivirus —Maison lo miró sintiéndose un poco ofendida, de reojo y de mala gana.

          — ¿Y tienes problemas? —preguntó Sam, mucho más amable que Dean, limpiándose las manos con un trapo.

          — ¿Por qué crees eso? —preguntó Gabriel bajándose la camisa.

          —Apareces en nuestra puerta... Sangrando como un cerdo —decía Dean, seguido por la mirada de Maison.

          — ¿Esto? Ah... Ya sabéis. Vine al pueblo, a pasar un buen rato, me metí en una partida de póker, gané mucha pasta, una esposa, un dios se enfadó...

          Maison lo miró incrédula. Ella conocía la verdad, y sabía que eso era precisamente lo que le había pasado... A diferencia de que ocurrió hacía ya mucho. Los Winchester parecían estar cansándose de sus rodeos, Dean de por sí desprendía esa sensación de machito, siempre cabreado y dispuesto a pegarle una paliza a quien sea por información. Aunque Maison tenía esperanza en que algo de lo que Jody y Jack le contaron fuera cierto, y que no fueran mala gente. Por otro lado, Sam que parecía más razonable que Dean, también se puso a la defensiva, eso sí, sin levantarse de la silla ni caminar amenazante a Gabriel, no como su hermano...

          — ¿Vas a decirnos que viniste aquí a entretenerte? ¿Y qué hacía ella mientras? ¿La dejaste pintando dibujitos en una mesa aparte o qué? No cuela, Gabriel.

          —Esto no es la Riviera Francesa —añadió Dean de brazos cruzados.

          —Ya, lo sé. Ay... —Gabriel era un quijica; era un aspecto que Maison no recordaba de él, pero empezaba a darse cuenta de ello, siempre haciendo muecas, quejándose por todo, pero siempre con cierta picardía que confundía entre algo en un tono sarcástico y uno normal —Por cierto... Supongo que no tendréis un poco más de mi gracia por ahí, ¿verdad? Porque... Estoy un poco flojo.

          — ¿Es que se te escapó cargándote a Asmodeus?

          — ¡Y escapando! Me recargaré pronto, pero, hasta entonces... —Gabriel los miró esperando a que alguno dijera algo, Maison tenía la impresión de que no tenían más, son cosas que suelen pasar, nada fuera de lo normal...

          —La que no usamos contigo sirvió para abrir un portal —confesó Dean, llamando la atención de la chica.

          —Guay, estupendo, entonces... En ese caso, caballeros, os dedico un adiós... ¡Ay! —volvió a quejarse mientras se levantaba.

          Maison se levantó y fue rápidamente a su lado para sentarlo de nuevo. 

          —No seas idiota, aún tienes la herida abierta.

          —Vaya... Me tendré que echar una siesta...

          —Sí, eso una siesta —La chica ayudó al Arcángel a tumbarse en el sofá con cuidado mientras seguía escuchando sus quejidos.

          Y así comenzó una larga tarde en la que Maison, Sam y Dean no intercambiaron palabra alguna. Ella se quedó en el sofá, en silencio, procurando no mirarlos. En ese momento deseó tener en sus manos algo de música para que el silencio fuera más llevadero, pero no tenía más que su evasión mental. Se aisló en un rincón de su mente, pensando en lo que Dean había dicho. No sabía mucho acerca de los poderes de los Nefilim, pero sí sabía que Jack podía abrir esas puertas, ella misma vio una durante el rescate de Sam y Dean. Pensó en Jack, y por consecuente, en Will. Las últimas palabras que le dijo al chico fueron que no le correspondía, pero, ¿por qué lo dijo? En el fondo, no estaba segura de si lo que sentía por Jack era amor o qué era, nunca lo había experimentado, así que no podía reconocerlo. Aunque puede que el amor fuera algo que nadie pudiese reconocer...

          Algo exclamó Gabriel levantándose de golpe de su siestecita. Sam y Dean llevaban un rato cuchicheando; el método de Maison había funcionado, había logrado abstraerse.

          — ¿Dónde...? —miró a los hermanos y luego a la chica, sentada a su lado, parecía desorientado —Vaya. Vosotros...

          —Gabriel, si vuelves a quejarte otra vez, te juro que te...

          —Gabriel —interrumpió Sam, frenando el pronto de Maison —, verás, no sabemos lo que está ocurriendo aquí...

          —Te necesitamos —De la misma manera, Dean interrumpió a su hermano, frenando en esta ocasión un largo discurso en el que jamás irían al grano.

          —Ya. No juego en equipo.

          — ¿Tienes algo mejor que hacer que salvar el mundo? —Maison miró a Dean, algo alarmada.

          — ¡Exacto! Maison y yo vamos... —Gabriel la miró. Pudo ver en sus ojos el desconcierto que tenía. Y sabía que si la dejaba mucho rato ahí acabaría contagiándose de las tonterías de los Winchester —Bueno... Esto ha sido muy agradable, pero... Vine aquí a por el fluido de plata y puesto que ya se os ha acabado... —Gabriel se levantó y se dirigió a la puerta; Maison se mantuvo en el sitio —Es hora de decir sayonara...

           Antes de que pudieran seguir conversando, la puerta de la habitación cedió tras una patada desde fuera, sobresaltando a los cuatro que permanecían dentro. Aparecieron dos hombres: uno alto y fuerte, calvo y con cara de bruto; el otro, era un niño pijo de carita guapa, bastante repelente.

          —Qué mierda... —masculló el Arcángel.

          —Venimos a por el Ángel —dijo el de cara de bruto, adentrándose en primer lugar. Su cara se iluminó entonces, revelando su identidad. Era una forma extraña, luminosas líneas de color verde que parecían dibujar un cráneo. El otro, el niño pijo, también enseñó su verdadero rostro, pero en su lugar, las líneas dibujaron la cabeza de un caballo.

          — ¿Qué coño sois vosotros? ¿Quién coño son esos? —le dijo a Gabriel.

          —Solo un par de Semidioses nórdicos...

          — ¿Semidioses? —preguntó alarmado Sam.

          El cara caballo se abalanzó sobre ellos de pronto y empezó así una pelea entre los Winchester, los semidioses y Gabriel, mientras Maison permanecía al margen observando lo que pasaba, dudando entre si usar o no sus poderes. Rápidamente, Gabriel se escabulló y se escondió en una habitación, y no salió a pesar de que le pidieron ayuda. Maison vio como los dos Semidioses machacaban a los Winchester y no pudo evitar el impulso que sintió de ir a protegerlos. El cara de bruto agarró a Sam del cuello y empezó a estrangularlo.

          — ¡Sammy! —exclamó Dean, protegiéndose con una silla de los latigazos del cara caballo.

          Maison dejó de titubear. Extendió el brazo y lanzó una descarga sobre éste para derribarlo, dejando a Dean libre. El mayor de los Winchester miró anonadado a Maison, viendo en sus ojos el halo dorado que le aparecía siempre que se mostraba, siempre que usaba sus poderes de Nefilim. Maison le hizo un gesto a Dean para que fuera a ayudar a Sam mientras ella se ocupaba del otro. Pero antes de que pudiera moverse, una katana de madera atravesó el pecho del calvo, soltando así a Sam. El cara caballo se levantó viendo aparecer a Gabriel tras caer el cuerpo del muerto.

          —Hola, guapo. ¿Estás dispuesto a morir? —La respuesta fue no; salió corriendo nada más oír su amenaza. 

          Dean se giró rápidamente a Maison, viéndola perder el brillo dorado de sus ojos. Miró a Gabriel, serio.

          — ¿Gabriel?

          —Sí, sí, dame un segundo que cojo aire y voy tras él...

         —No. No irás a ninguna parte —Dean sacó unas esposas del bolsillo trasero de su pantalón —. Y tú —señaló a Maison —, luego hablaremos de eso. Quédate aquí con él. Sammy, busquemos al tarado ese del látigo.

         Sam y Dean salieron de la habitación tras coger un par de cosas, dejando a Gabriel y Maison solos. Al Arcángel lo habían esposado a una lámpara con las esposas mágicas que Dean tenía. La chica simplemente se sentó a su lado a observarlo. Así pasó un largo rato, de nuevo en silencio mientras los Winchester andaban buscando al Semidiós, sin una noticia suya.

          — ¿Qué han querido decir con eso del fin del mundo?

          —Sam y Dean son unos dramáticos, no les hagas caso... Anda que... Perder mi gracia en abrir una puerta a otro mundo...

          —Era por una buena causa.

          Gabriel la miró confuso.

          — ¿Y eso cómo lo sabes? ¿Les lees la mente o algo?

          —No, pero sí que sé por qué lo hacen... Antes de reencontrarnos, conocí a mucha gente, Gabe. Y entre ellos, conocí a Jack.

          —Oh, sí... El famoso Jack. ¿Es el mismo por el que has dejado a Will?

          Maison le lanzó una mirada asesina, si hubiera tenido rayos láser le habría matado al instante, e incluso sin ellos, Gabriel sintió como le perforaba.

          —Jack y la madre de los Winchester están atrapados en otro mundo. Sam y Dean intentan recuperarlos.

          — ¿Y qué tiene eso que ver con salvar el mundo?

          —Creo que Lucifer dijo algo sobre otro Miguel que venía a acabar con nuestro mundo... No estoy segura, un demonio idiota me tenía presa y Castiel me tenía distraída...

          Gabriel la miró incrédulo.

          —Pues sí que has conocido gente...

          —Y eso solo en unos meses. No querrás saber con quiénes he tenido que estar para sobrevivir.

          —Me temo que eso culpa mía. Si no te hubiera dejado sola...

          Maison sacudió la cabeza.

          —Había una causa mayor. El mundo te necesitaba, Gabe. Tenías que luchar... Pero ahora puedes arreglarlo.

          — ¿Después de salvar el mundo otra vez? —La chica sonrió y él la observó detenidamente — ¿Hay algo que quieras preguntarme? No estuve ahí cuando me necesitabas, quiero corregir ese error, ya te lo dije. Y me gustaría empezar pronto.

          Maison no tenía muchas dudas. Sí que quería preguntarle algo. Necesitaba saberlo, ahora más que nunca.

          — ¿Tú sabes quién soy? Quiero decir... ¿Quiénes son mis padres?

         Gabriel la miró en silencio. Le brillaba la mirada, le temblaba la voz. Él sabía cual era la causa, entendía por qué era importante para ella. Tener una identidad, saber de dónde venía. Pero le dolía no poder darle lo que quería.

          —Tu madre era una santa —comentó Gabriel —. Nunca antes había visto a una persona tan devota, ¡nunca! —El Arcángel miró a la chica que esperaba ansiosa respuestas —Maison, sé que piensas que yo soy tu padre y, ¡no es que no quiera hacerme cargo de ti! Es más bien que... Ay... No lo soy. Me pidieron un favor, no sé por qué, tenía que protegerte a toda costa. El mensaje fue anónimo, imagino por qué razón, pero seguro que ese anónimo era el Ángel que poseía a tu madre cuando conoció a tu padre.

          — ¿Y sabes si es...? ¿Cierto?

          — ¿El qué? ¿Que es uno de esos dos patéticos cazadores con piel de franela? —Maison asintió con temor —Desgraciadamente, sí. Es uno de ellos. Los Ángeles los tenían vigilados, a ambos, así que, supongo que uno de ellos conocería a tu madre, y al Ángel de dentro, y... Pasó. Preferiría no entrar en detalles —Maison miró hacia otro lado, llamando la atención del Arcángel que inclinó la cabeza sobre un hombro, observando sus ojos vagar nerviosos de un lado a otro de la habitación, pero sin llegar a posarse en nada, ni buscando nada, simplemente, siendo el reflejo de su mente dándole vueltas a algo —. ¿Has pensado en cuándo se lo dirás?

          Maison lo miró con el susto en el cuerpo. No quería ni que se lo mencionase. Ni si quiera había terminado de asimilar su situación, y su llegada no había agradado mucho a los hermanos. No consideraba una buena opción ir ahora diciéndoles que resulta que es que es hija de uno de ellos...

          —Pues no. No lo he pensado, ¡no me ha dado mucho tiempo, que digamos!

          — ¿Darte tiempo de qué? —Dean abrió la puerta de pronto, dándoles probablemente el susto de sus vidas... Bueno, no, eso sería demasiado exagerado. — ¿Qué os traéis vosotros dos?

          — ¿Sabéis? Tenéis suerte de que esté bajo de combustible sabiendo lo que le hice al último que me encerró... Y de que a mi chica le caigáis bien —gruñó Gabriel señalando a Maison con un gesto de cabeza; instantáneamente la chica miró hacia otro lado, sonrojada.

          — ¿Sabes qué? Te dejaremos irte cuando nos cuentes qué demonios está pasando aquí —dijo Sam.

          —Sí, eh... No es nada agradable —Maison rodó los ojos.

          —Gabe tiene un problema con Loki —ante esto, el Arcángel la miró lentamente, algo tenso —. Ya sabes que no puedo mentir. Y estoy algo cansada de todo esto.

          Gabriel rodó los ojos mientras Sam y Dean, casi simultáneamente, se sentaban en un par de sillas frente a ellos dos.

          —Ay... Cuando Lucifer me mató, o aparentó matarme, necesitaba esconderme. Por suerte, antes salía con gente con muchos recursos que me encontraron un escondite de primera. Lo tenía todo... Todo el alcohol que podía beber, toda la diversión que aguantaba...

          —Al grano, Gabriel —dijeron Sam y Maison al mismo tiempo, incómodos, primero por la imagen mental que les estaba dando el Arcángel, y después, tras una mirada entre ellos, por lo raro que había sonado.

          —Vale. Bichos raros... —susurró tras unos segundos en silencio —Así es como acabó todo. Cuando desperté, me habían vendido a Asmodeus.

          — ¿Por qué hicieron eso? —preguntó Sam.

          — ¿Tú qué crees? Lucifer —respondió canturreando —. Por si no te acuerdas había un Apocalipsis preparándose... Pues resulta que mi hermanito se había marcado un gran triunfo. Esos tres imbéciles me vendieron al capullo del pollo frito. Así que hice lo que tenía que hacer. Asar a Asmodeus fue satisfactorio, pero, ¿por qué acabar ahí? No. Mejor cargármelos a todos.

           —Y como no tienes gracia, lo hiciste a la vieja usanza: con madera —razonó Sam.


           —No dejes que nadie diga nunca que solo eres una cara bonita —Maison miró a Sam y a Gabriel con la misma incomodidad que lo hizo Dean.

          —Vale... ¿Y qué pasa con Loki? —preguntó Dean.

          —No te hagas ilusiones. No es el de los Vengadores.

          —El hombre del plan. El arquitecto de mi tortura y mi propio enemigo público numer one.

          — ¿Eso no ha sido muy exagerado? —preguntó Dean.

          —No, qué va. Loki me debía la vida, yo le salvé del castigo que sus padres le habían impuesto; le caía veneno de serpiente en un ojo... Qué asco... Cuando me cansé de los líos de mis hermanos, me largué del Cielo y como Loki me debía una... Me ayudó a esconderme, dejar atrás a Gabriel y convertirme... En él. Pero ahora... Ahora lo único que deseo es matarle... Me vendió a Asmodeus y cada día, él me torturó. Se alimentaba de mi gracia, ¡y me rebajó hasta...! Todos los culpables en esta trama morirán.

          —Bien, lo entiendo, lo pasaste fatal. ¿Pero de verdad matar a Loki es la solución? Ni si quiera hará que te sientas bien... Y otra cosa, ¿cómo vas a hacerlo? Estás sin baterías, a no ser... —Dean miró a Maison — ¿No irás a usarla a ella como arma verdad?

          — ¡No metas a Maison en esto!

          — ¡Pero si eres tú quien la está metiendo! ¿Cómo se puede ser tan retorcido? ¡Solo es una cría!

          — ¡Eh, los dos, es suficiente! —exclamó Maison —No necesito que nadie salga en mi defensa, lo primero, y si quiero ayudar a Gabriel es mi problema.

          Pero, muy a pesar de sus sentimientos paternales hacia Gabriel, Dean podía tener razón. Pudo haberse escondido con ella, pudo haberla ido a buscar antes. Si Asmodeus lo tenía, pudo haberla llamado. Pero no lo hizo. Sin embargo, ahora que estaba sin fuerzas, cogía a Maison, la sacaba de su entorno familiar y se embarcan en una misión vengativa. Maison dudó un segundo sobre las intenciones de Gabriel, pero tan solo fue un segundo. Era leal a él, era su familia, su tío, al menos.

          —Está bien, hagamos un trato. Si tú nos ayudas, te ayudaremos a derrotar a Loki —Gabriel miró a Dean, que indeciso, lo miró algo ofuscado por el tema de Maison. Pero al final aceptó. Necesitaba la gracia del Arcángel para traer de vuelta a su madre y a Jack.

          Y así se encaminaron hacia el motel en el que se hospedaba Loki, el dios del engaño. Cuando tuvieron localizado al cara de caballo, como ya le había bautizado oficialmente Maison, lo siguieron por el motel, viéndolo entrar en el ascensor y subir hasta la tercera planta. Después llegó su turno. Los cuatro subidos en el ascensor, estaban a punto de relatar un asalto digno de Héroes mitológicos. Ellos, dos cazadores, un Arcángel sin gracia y una Nefilim contra uno de los Dioses Nórdicos. Aunque, la música del ascensor, no acompañaba al momento.

          —Otra cosa, que quede claro —dijo de pronto Gabriel rompiendo el silencio —. Cargaos a los guardaespaldas, ¡de acuerdo! Pero para matar a Sleipnir y Loki, seré yo el que les dé el golpe de gracia. Quiero que mi bonito rostro sea lo último que vean.

          Las puertas se abrieron de pronto, encontrándose en el mismo pasillo de la habitación mágica donde Loki se escondía. Al fondo del mugriento pasillo, dos hombres grandes vestidos de traje negro, acompañaban al pijo cara de caballo. El chico se giró para ver a los cuatro ahí parados, mirándolos sin saber muy bien qué hacer ahora.

          — ¡Matadlo! —exclamó Sleipnir.

          Pero antes de que sus matones se lanzaran a por ellos, Gabriel chasqueó los dedos y las luces se apagaron de pronto. Empezando así un intercambio de disparos  entre los Winchester y los guardaespaldas. Mientras Gabriel sacaba su espada de madera y el cara de caballo se intentaba escapar, Maison contemplaba todo desde dentro del ascensor, escondiéndose de las balas como podía. Cuando los dos guardaespaldas fueron abatidos en seguida, pero Sleipnir casi se les escapa. Maison actuó deprisa otra vez, lanzándole una de sus ráfagas de energía. Cuando Gabriel volvió a chasquear los dedos para encender las luces, estaba ya encima del chico, y la espada de madera, se apoyaba en su pecho. Miró un segundo a Maison.

          —Dije que era mío.

          — ¡Solo lo he derribado!

          —Por favor... —pidió clemente el chico.

          Maison y Sam notaron que entre ellos faltaba alguien. Miraron a su alrededor en busca de Dean, pero él ya no estaba allí. Entre la confusión, se había esfumado y nadie se había percatado de ello. Gabriel miró con lástima a Sleipnir antes de matarlo; él se retorció el suelo, y su quejido se camufló con el sonido de la madera rompiéndose.

          — ¡Dean! —exclamó Sam —Se ha ido.

          —Los hermanos mayores, ¿eh? Se creen que lo saben todo —comentó Gabriel limpiando su espada.

          Maison vio el pánico en los ojos de Sam. No pensaba que pudiera sentirse tan preocupado por su hermano, pero estaba claro que lo que decían era cierto. El uno sostenía el mundo del otro. Y ahora mismo, el mundo de Sam se desequilibraba. Maison pensó lo duro que sería entonces su trabajo; siempre tendrían situaciones así, en las que uno desaparece y el otro se preocupa. No debía de ser agradable, no.

          —El ático. ¡Ha ido a por Loki! —exclamó Sam, pasando por delante de Maison hacia las escaleras.

          —No... ¡No! ¡Loki es mío! —exclamó Gabriel, siguiéndolo.

          —Date prisa, ¡o te lo quitarán! —se burló Maison, echando a correr tras ellos.

          Maison corrió junto a Sam perdiendo de vista rápidamente a Gabriel. Los dos llegaron a la planta los primeros y atravesaron el pasillo. Cuando llegaron a la puerta, Dean se encontraba arrinconado por Loki. Sam sacó su arma y disparó, pero entonces, Loki se disipó como el humo.

          —Es como magia. Es un holograma —explicó Dean, poniéndose en pie con ayuda de su hermano.

          —Entonces hay que cargarse al verdadero Loki.

          —Pero... ¿Dónde está el verdadero Loki? —preguntó Maison. Entre ellos se miraron y en seguida le vino una respuesta —Gabe...

          —Vamos, si nos damos prisa, quizás lleguemos a tiempo de ayudarlo —dijo Sam.

          Y otra vez a correr. Maison empezaba a estar un poco cansada. Pensó que estando con Gabriel estaría a salvo y no tendría que echarse más esas largas carreras. Sin duda esto era peor. Para arriba y para abajo todo el día, ¡era agotador! Pero ahora lo que más le preocupaba era Gabriel. Si uno de los hijos de Loki lo había herido, ¿qué podría hacerle él? Fueron deprisa, buscando por los pasillos de la planta hasta dar con ellos. Gabriel tenía a Loki contra la pared y su espada de madera atravesaba su pecho. Sacó la espada y el cuerpo cayó en el suelo. Gabriel se dio la vuelta para mirarlos, e impulsivamente, Maison corrió a abrazarlo.

          —Hecho —Maison se separó de él.

          — ¿Estás bien?

          — ¡Sí, bien! Tranquila, peque. Se acabó —Maison sonrió aliviada —Bueno... —dio una palmada —Así que Miguel, ¿eh? ¿Y sabéis ya cómo nos enfrentaremos a ese Miguel de la otra dimensión?

          —Espera, ¿es que nos vas a ayudar? —preguntó Dean sorprendido.

          —Un trato es un trato.

          Sam y Dean sonrieron algo asombrados de que al final accediera a ayudar. Pensaban que la chica y el Arcángel se desvanecerían al instante después de cargarse a Loki. Los Winchester comenzaban a irse, pero Maison, decidió que se merecían una explicación por su parte.

          —Esperad —dijo ella; los dos se giraron casi a la vez —. Hay... Hay una cosa más que no os hemos contado... Que no os he contado —Sam y Dean la miraron con atención —. Sé que os estaréis preguntando quién soy, por qué siempre aparezco a vuestro alrededor y ahora, ¡también resulta que soy un Nefilim! Hay una razón, no es casualidad ni interés... Bueno, sí que es un poquito de interés, pero...

          —Maison, al grano o se lo digo yo.

          — ¡No! No. Debo hacerlo yo, Gabe... A ver cómo os digo esto... Veréis. Mi nombre quizás os suene. Sé que me estuvistéis buscando hace algún tiempo, porque desaparecí y eso, luego vino un genio...

          —Sabía que te había visto antes —dijo de pronto Sam, dando un paso hacia delante —. Eres Maison Birthwistle.

          — ¿Birthwistle? ¿Como la niña que desapareció? —preguntó Dean —Vaya. Creí que estabas muerta... Aunque, claro, siendo un Nefilim...

          —Pero tus padres... Son humanos.

          —Bueno, en principio, mis "padres" no son ellos. Sus cuerpos fueron poseídos por demonios después de que unos Ángeles los mataran. Por eso me fui, me estaban persiguiendo y había visto a mis padres muertos... Pero resulta que... No son mis verdaderos padres. Yo soy adoptada. Siempre lo he sabido, no ha sido una gran revelación.

          — ¿Y entonces, quiénes son tus padres? —Dean también se acercó.

          —Ese es el caso... Según La Muerte, con mayúsculas... Mi verdadero apellido... Es Winchester. Lo que significa que uno de vosotros es mi padre.

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