XVIII

🌙El Lugar Malo🌙

          Will miraba con cuidado desde el otro lado de la calle, escondido en un callejón, hacia el escaparate del bar donde los cuatro federales habían entrado. No les había quitado el ojo de encima desde entonces. Había visto sus risas, su aparente tranquilidad. Parecían disfrutar de su compañía, podía ver, además cierto parecido entre ambas parejas, exceptuando la edad, claro, y el hecho de que su madre, Dana Scully, lucía con energía y felicidad el final de su embarazo. Will iba a tener un hermano o una hermana, que crecería pensando que él estaba muerto, eso si llegaban a nombrarlo.

          Desde aquella noche en la que un disparo lo mató y Maison apareciera en su vida, no había vuelto a pensar en ellos, en sus padres. No había tenido la necesidad ni el impulso si quiera de preguntarse por cómo estarían o cómo les habría afectado su muerte. Simplemente, Maison ocupaba la mayor parte de sus preocupaciones, y una promesa que hizo a ese pobre chico moribundo que aparecía siempre en sus recuerdos. Y al principio, mantener a la chica como el centro de sus pensamientos, era arduo, pero poco a poco, se volvió habitual, hasta que dejó de preguntarse por qué no se preguntaba sobre sus padres. Sin embargo, el pasado volvía a demostrar, una vez más, que de él nadie escapa, igual que del destino.

          —Will —le llamó Maison desde atrás.

          Los tres adolescentes se reunieron en corro.

          — ¿Qué?

          — ¿Cómo que qué? —preguntó Maison — ¿Qué demonios está pasando, Will?

          —Pues... Es largo de explicar... Bueno, tú me viste, con un agujero en la frente. Si me ven...

          —Pero, ¿no son tus padres? —preguntó Jack.

          —Ya he dicho que es largo de explicar.

          Saltaban chispas entre ellos. No por parte de Jack, el pobre chico no entendía por qué Will le miraba con tal rencor. Y Maison, en medio de aquellas tensas miradas, tampoco comprendía por qué Will rechazaba a su nuevo amigo.

          —Bueno, ¿y qué tiene todo eso que ver conmigo? —preguntó la chica, con brío y nerviosismo.

          —Eso es lo que no sé, Maison —replicó con pesadumbre —. No sé qué hacen aquí, no sé por qué te buscan, no sé.

          — ¿Y no deberíais averiguarlo? —preguntó, más bien como una sugerencia, Jack.

          Antes de que Will —y su negativa mirada —contestaran al Nefilim de malas maneras, Maison se adelantó.

          —Sí que me gustaría saber qué quieren de mí unos federales, pero... No podemos arriesgarnos. Tenemos que largarnos de aquí lo antes posible; no quiero que me vuelvan a encerrar.

          —Y no lo harán —Will dio un paso firme hacia ella —, yo no voy a permitirlo.

          Maison sonrió con alivio. A pesar del peligro, de la presión —y de la presencia de Jack —, Will no dejaba de cumplir a su palabra: protegerla a toda costa. No es que Maison considerase que Will debía protegerla, pero, sentirse así de vez en cuando, tampoco estaba mal.

          — ¿Queréis saber por qué te buscan? —preguntó el otro Nefilim a Maison.

          —Eh. Sí...

          —Pero no podemos. ¡Nos pillarían! —reprochó Will.

          Una pícara sonrisa apareció en el inocente rostro de Jack, envolviéndolo en un extraño halo de maldad qué hacía cosquillas a Will y Maison.

          —Dejadme eso a mí...

          Los dos amigos miraron con pánico en la mirada al chico nuevo, en silencio, mientras él salía del callejón.

          —Esperad aquí.

          Jack se alejó deprisa de su escondite, dejando a Will y a Maison en un estado de preocupación mayor que el que tenían ya de por sí.

          — ¡Ah! —exclamó Will —Ahora le veo parecido a su padre...

          Maison le miró incrédula y con cierta resignación.

          —Sí... Creo que yo también.

§

          Jack entró sin preocupaciones en el bar. Todo el mundo gritaba allí dentro, muy posiblemente, el ruido estaba superando el máximo permitido; aquello era contaminación acústica. Milagrosamente, todos se entendían entre sí.

          No tardó en encontrar, junto al escaparate en una sola mesa, a los cuatro individuos que no encajaban mucho en ese antro. La mayoría de la gente, parecían habituales, vecinos, por la forma de hablarse, perdón, de gritarse de un lado al otro del bar. En cambio, estas cuatro personas parecían estar aisladas del mundo y todo lo que sucedía allí dentro.

          Si se podía describir de forma rápida a Jack, con pocas palabras, sería sin tapujos. Parecía un niño pequeño que hablaba a todas horas, se lo cuestionaba todo, y no precisamente en voz baja. Jack no tenía miedo a hablar, siempre llevaba una sonrisa por delante, se acercaba a aquellos con quienes quería hablar, y hablaba. Sin miedo. Así fue como se acercó a los federales y los saludó con tal sonrisa, que fue contagiosa.

          —Buenas —saludó el chico.

          —Hola —contestó el hombre más mayor —, ¿podemos ayudarte?

          —Más bien, al revés. ¿Son ustedes del FBI?

          Los cuatro se miraron algo sorprendidos antes de girarse a él y responder.

          —Pues, sí. Sí, ¿cómo...?

          —Tengo noticias sobre la chica a la que buscan.

          Tras este comentario, saltaron todas las alarmas. Los federales volvieron a mirarse, esta vez, sin sonrisas en el rostro. Nadie sabía qué hacían allí, nadie los conocía, nadie sabía a quién buscaban. Y entonces un chico aparece de la nada para darles información.

          — ¿Quién eres?

          —Es una larga historia. ¿Prefieren que se la cuente o que les enseñe a Maison?

          No dudaron ni un segundo. Los cuatro federales se pusieron en pie y siguieron al chico al exterior del bar, y de ahí, a dónde se encontraba Maison...

§

          —Siempre supe que era adoptado. Mis padres no me lo ocultaron, así que, no tuve problemas con eso.

          Maison y Will estaban sentados en el suelo, en un callejón detrás de un cubo de basura. No era un lugar agradable para hablar, no lo era para respirar, pero debían ceñirse al plan que Jack había preparado para ayudarles. Will no estaba del todo seguro de hacerlo, aunque, no sería la primera vez...

          —Pero siempre la vi a ella, a mi madre de verdad. Tenía visiones, y la veía, hacer cosas, en peligro, a salvo. A todas horas. Teníamos un lazo muy fuerte, ¡y ni si quiera nos conocíamos!

          A Maison se le escapó una tierna sonrisa.

          —En el fondo, creo que sigo queriendo algo así, una familia. Pero entonces me acuerdo de lo que soy y... —hizo una pausa. Miró sus manos, con pesadumbre y dolorosa mirada.

          —No te preocupes, Will —dijo Maison, poniendo su mano sobre el hombro del chico y sonriéndole con dulzura —. Me tienes a mí.

          Will no tardó en sonreír.

          —Sí. Es cierto.

          —Por aquí, agentes —al escuchar la próxima voz de Jack, ambos cambiaron radicalmente su comportamiento.

          —Es la hora —susurró la chica mirando a su amigo —. Sé que dijiste que no lo volverías a hacer, pero...

          —Sí, sí, lo sé —la interrumpió —. Tenemos que escapar y a tu nuevo amiguito no se le ha ocurrido nada más.

          Maison arrugó la frente, confusa tras aquel comentario. No le vio sentido alguno; no lo tenía.

          Los cuatro agentes y el Nefilim se asomaron al callejón. Jack señaló al fondo, a algo que había en el suelo. Los dos más jóvenes se adelantaron y se acercaron al cadáver que el chico había encontrado, mientras que los veteranos permanecían quietos, algo afectados por lo que veían.

          El agente joven, con cuidado, palpó el cadáver antes de girarlo para comprobar si lo que el muchacho decía era cierto. Pero sus pocas esperanzas desaparecieron al ver el rostro pálido y magullado, algo más mayor que el que salía en la fotografía, de la chica a la que estaban buscando:

          —Maison Birthwistle —miró a su compañera, ambos parecían abatidos —, no cabe ninguna duda.

          — ¿Cómo...? —La mujer embarazada se giró a Jack — ¿Quién eres y por qué nos has traído hasta ella?

          —Me llamo Jack. Yo solo la vi, y pensé que querrían encontrarla.

          —Pero, es muy extraño —dijo la otra federal, levantándose y acercándose a Jack y los otros dos —. Este caso siempre ha resultado imposible. ¿Y ahora llega un chico y encuentra su cadáver? ¿Qué pasa aquí? ¿Quién eres?

          Antes de que Jack pudiese contestarle para evitar más preguntas, la agente embarazada se percató de algo. Hacía ya un tiempo que lo escuchó, pero el caso es, que lo escuchó. Sam y Dean Winchester se marcharon de aquel pueblecito, dejando tras de sí dos cadáveres quemados. Pero no iban solos, con ellos iba un chico joven. Y su nombre era...

          —Un momento. ¿Has dicho Jack?

          Escondidos bajo la influencia mental de Will, éste y su amiga se estremecieron. Eso no podía significar nada bueno.

          —Eh... Sí.

          — ¿Conoces a Sam y Dean Winchester?

          —Sí —dijo animoso; sus amigos en cambio, parecían estar mucho más asustados que él —. ¿Son amigos suyos? Es posible que me estén buscando, pero... Lo siento, no puedo volver, antes debo hacer algo.

          —Tú sí que tienes que hacer algo —Maison sintió un escalofrío. A su lado, envuelto en una nube de humo, apareció el demonio trayendo, Crowley, con cara de angustia —. ¡Vamos, Maison!

          Maison miró al frente. Jack parecía no ser consciente de lo que estaba pasando. Ellos tampoco lo sabían, pero su sexto sentido les empujaba a pensar que no era nada bueno. Dana Scully había reconocido a Jack. ¿Qué tenía eso de bueno? Así que, pensó. Si se movía o hacía algo, si soltaba a Will de la mano, el poder sugestivo de su amigo dejaría de funcionar, la verían, sería el fin. ¿Cómo iba a avisarle?

          —Mierda —masculló al darse cuenta, de que solo había una forma. Suspiró, cerró los ojos, y cuando los abrió, lucían dorados.

          — ¿Maison? —la llamó Will, sorprendido —Maison, ¿qué estás haciendo?

          —Espero que funcione... —Miró fijamente a Jack, y empleando toda su fuerza y concentración, buscó la emisora correcta en su cabeza.

          Mientras tanto, la agente Einstein también se daba cuenta de quién era Jack, y sus dos compañeros, Mulder y Miller, solo con oír el apellido Winchester, ya se hacían una idea.

          —Dinos, Jack, ¿de qué conoces a los Winchester?

          —Pues... Son mi familia.

          — ¿Tú familia?

          — ¡¿A qué estás esperando, Maison?! —De nuevo, Crowley la metía prisa.

          —Lo intento —respondió ella, costosamente.

          —Sí —respondió Jack —, mi familia. Ellos me dieron un hogar, y me han enseñado algo del negocio familiar, aunque... Fallé.

          — ¿El negocio familiar? —preguntó exaltada Einstein; Will vio como ésta llevaba con cuidado su mano a una pistola que guardaba bajo su gabardina negra.

          —Maison, ¡la pistola! —urgió Will.

          —Jack. ¿Alguna vez has matado a alguien?

          Jack se quedó en silencio un segundo, mirando al suelo con pesadumbre. Will apretó la mano de Maison; se estaba poniendo muy feo, estaban rodeando a Jack sin que él se diera cuenta.

          —Sí. Pero, ¡fue un accidente! —se disculpó.

          Los agentes se miraron entre sí, lanzándose señales para compenetrarse y apresar a Jack, que seguía demasiado inmerso en sus pensamientos y ese sentimiento de culpa que le perseguía. Y Maison sintió la fuerza de Will cortale la circulación. Así que, hizo el doble de fuerza y... Silencio. Había Estado escuchando un ruido agobiante, rugoso, buscando la emisora de Radio Ángel, y al fin, el silencio, le confirmó que la había encontrado:

          — ¡Jack, cuidado! ¡La pistola! —exclamó.

          Jack miró entonces al interior del callejón. Maison se encontraba como en otro plano, él solo podía ver el cadáver en el suelo, aunque sabía que estaban los dos ahí, pero no podía oírlos. Por eso, la única forma de hablar entre ellos, era por Radio Ángel. Y la voz de Maison no le resultó estridente como las de los Ángeles. Era dulce, sonaba nerviosa, pero era dulce y agradable.

          El chico se giró entonces para ver el rápido movimiento de los federales, apuntándole con sus pistolas.

         —Las manos sobre la cabeza —dijo Einstein.

          —Jack, por el amor de Dios, defiéndete.

          En realidad, la petición de Maison no era necesaria en este caso. Jack recordaba las pistolas, su sonido, y lo molesto que era que una bala impactase en su cuerpo. No quería hacer daño a la gente, pero, igual que un animal, reaccionó ante el peligro, sacando a relucir sus poderes.

          —No... Os acerquéis... A mí —gruñó.

          Cuando sus ojos brillaron, los cuatro federales dieron un paso atrás, sobrecogidos por lo que veían. Aquello explicaba muchas cosas, nada de eso, era natural. Vivían en un mundo que no comprendían, y esta era la prueba.

          —Jack, vete a la iglesia. Deprisa.

          La voz de Maison era un bálsamo, aunque la chica, en realidad, estuviera de los nervios, pero sirvió a Jack para tranquilizarse y no atacar. Escuchó su apacible voz e hizo caso. La luz de sus ojos se apagó y justo después desapareció por arte de magia de allí.

          —Vamos —le dijo Maison a Will, mientras los federales se recuperaban de lo que acababan de presenciar.

§

        — ¡Jack! —exclamaron Maison y Will casi al unísono.

          El Nefilim se encontraba sentado en primera fila, en la iglesia donde se habían conocido, bastante preocupado.

          —Lo siento. Lo he estropeado todo —Maison de acercó a él, al principio con timidez, agarrándolo de los hombros.

          —No, Jack, no ha sido culpa tuya.

          — ¿Cómo que no? Si hubiera mantenido la boca cerrada, ahora serías libre —Maison sonrió.

          —Pero, Jack. Soy libre.

          —Sí, con cuatro federales pisándote los talones...

          —Ya se nos ocurrirá algo —añadió Will —. No te preocupes; es normal, todo era muy sospechoso.

          —Entonces el fallo ha estado en el plan. Debí haberlo desarrollado mejor.

          Maison le miró con pesar. Suspiró antes de envolverlo con sus brazos, apoyando su cabeza sobre uno de los hombros del chico. Entonces fue Will quien sintió pesar —y un golpe en el pecho que le partió el corazón.

          —Está bien, Jack. Has hecho lo que has podido. Eso es suficiente.

          Jack no dijo nada más. Se quedó callado, envuelto en el tierno calor fraternal que sentía por parte de Maison —malinterpretado por un celoso Will. Jack correspondió a esa muestra de afecto tras unos segundos recapacitando.

          —Te agradezco que al menos lo intentaras. No era tan mal plan.

          Jack asintió. Se separaron entonces, sintiéndose los dos algo mejor.

          — ¿Habéis acabado? —preguntó incómodo Will. Los dos se giraron confusos a su extraño amigo. Él simplemente sacudió la cabeza —Bueno, ¿y ahora qué vamos a hacer?

          —Pues, bueno, yo sigo en el radar de los federales. Mi cuerpo se habrá desvanecido en cuanto nos hemos ido —respondió Maison.

          —Y por si fuera poco, ahora lo relacionarán con éste —Will señaló a Jack con la cabeza, se cruzó de brazos —. Lo que necesitamos es desaparecer.

          —Buena suerte con eso —masculló Maison.

          Jack se quedó pensativo. Él podía desaparecer de allí, ya tenía sus planes hechos, incluso antes de haberse cruzado con ellos. Pero no iba a dejarlos tirados así. Pensó en qué lugar —además del búnker —era bueno para ocultarlos.

          —Hay un sitio... —balbuceó.

          — ¿Qué dices?

          —Sí, hay un sitio al que podéis ir, aunque... No os va a gustar.

          — ¿Por qué? —preguntó Maison.

          —Porque tiene relación con los Winchester —Maison puso mala cara y Will puso los ojos en blanco —. Es amiga suya, pero, ¡os ayudará! Independientemente de si buscáis o no buscáis a los Winchester.

          — ¿Y cómo me fio yo de eso?

          —Probad —animó Jack —. Se llama Jody Mills, es cazadora y sheriff. Tiene una especie de albergue para gente perdida y con relación con lo sobrenaturalsobrenatural —Maison y Will se miraron aún con sus dudas, Jack dio un paso hacia ellos —. No confieis en ella si quereis. Confiad en mí. Allí estaréis a salvo, y os dará tiempo para buscar algo más adecuado para vosotros.

          Maison miró de reojo al hombre que, de lejos, desaprobaba esa descabellada idea. Fueran o no los Winchester, fuera o no de fiar, ir con esa mujer era ir un paso más cerca de los Winchester, y lo que querían era estar uno más lejos. Era lo que Crowley le insistía. Pero Maison se había quedado sin opciones. Desde que escaparon de Asmodeus, le había estado dando vueltas. ¿Qué iban a hacer? Ninguno sabía de ningún sitio donde ocultarse, donde permanecer a salvo. Maison había estado buscando desesperadamente una opción... Y parecía, que esa opción, era Jack.

          — ¿Dónde? —preguntó, y esto produjo dos reacciones. En Will, una de sorpresa, pero no como una buena, era una respuesta inesperada, no le gustaba. En cambio, la cara de Jack se iluminó, maravillado.

          —En Sioux Falls, Dakota del Sur.

          —Vale. ¿A qué esperamos entonces? —preguntó ella, encogiéndose de hombros y mirando a sus amigos.

          —Oh, no. Yo no puedo ir.

          — ¡¿Cómo?! ¿Y qué pretendes que hagamos entonces? —exclamó Will —Maldita sea. Maison, este tipo nos está mandando a la boca del lobo. No es de fiar.

          —Jack, ¿cómo que no vienes?

          —No intento nada, Will —contestó algo molesto el Nefilim, miró después a Maison —. Es solo que tengo algo que hacer. Yo no puedo volver hasta que no acabe. He hecho daño a gente inocente, y temo hacérselo a alguien de mi familia. ¡Pero puedo arreglarlo! Si hago algo bueno, cambiarán las cosas.

          — ¿Algo bueno?

          —Maison, vámonos de aquí —insistía Will, tirando de su brazo, pero Maison se sacudió.

          No iba a moverse, y el corazón de Will se rompió un poco más.

          —Voy a devolverles a su madre. Está atrapada, en otro mundo. Ahora debo ir a buscar a la persona que me llevará hasta ella.

          — ¿Y entonces qué? —preguntó angustiado Will — ¿Te vas por ahí a vivir aventuras mientras nosotros...?

          —Entonces aquí nos separamos —interrumpió Maison, sin dejar de mirar a Jack —. Espero que no sea un adiós muy largo.

          Will siguió a Maison con la mirada, salir de la iglesia, totalmente pasmado. Jack y Will se miraron una sola vez, con recelo por parte del segundo, y aunque Jack no expresaba tanto odio, no le agradaba del todo el extraño Will.

          Ahí se separaron sus caminos, aunque era conscientes de que volverían a encontrarse. Por mucho que lo temieran, Will y Maison eran conscientes de a donde iban encaminados. Iban directos a un lugar malo, oscuro, al que no querían ir... Hacia los Winchester.

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