XIII

🌙Tombstone🌙

          Dean no hacía más que mirar al hombre que tenía delante. ¡Era él! ¡Cas! No dejaba de repetírselo, quería creerlo, lo necesitaba. Era la victoria que tanto andaba buscando, pero, había algo que no le dejaba terminar de creer, y es que, nada es tan sencillo.

          —Cas, ¿de verdad eres tú? —preguntó Dean, atolondrado y tenso.

          —No... Tú estás muerto —respondió Sam sorprendido.

          —Sí, lo estaba... Pero, cabreé tanto a un ser cósmico ancestral que me envió de vuelta —contestó, caminando hacia ellos, pero manteniendo las distancias, los tres sabían que esta era una situación confusa, necesitaban un momento para comprender lo que ocurría.

          —No sé qué decir —dijo Sam, alucinado.

          Cas estaba ahí, era él, él de verdad. Por un momento, Sam y Dean creyeron en ese milagro que acontecía. Dean, incapaz de dejar de mirarlo, se preguntaba mil cosas, su cabeza había estado así desde que él y su madre desaparecieron de su vida, y de pronto, ahí estaba de nuevo. Estaba un paso más cerca de conseguirlo; Cas había vuleto, ¿podría Mary estar viva también? La cabeza de Dean se quedó en blanco un par de segundos, y después, sintió como esa presión que había sentido durante todo ese tiempo sin ellos, había desaparecido, al menos, una gran parte.

          —Yo sí —respondió, acercándose al Ángel —. Bienvenido, amigo.

          Y así el rencuentro se hacía oficial. Dean envolvió a Cas entre sus brazos, sabiendo lo mucho que lo había añorado. Castiel no tardó en corresponder a ese abrazo, sintiendo el fuerte pesar que Dean sentía, la emoción contenida en su amigo, más visible en el rostro de Sam que en el de Dean, pero que Cas bien sabía que ahí estaba. Dean le soltó, mostrando una sonrisa, una de esas que hacía mucho que no mostraba, y se separó de su amigo. Lo había vuelto a abrazar, y sus preguntas de si era real o estaban soñando despiertos, se habían disipado. Cas estaba de vuelta.

          Sam no quiso ser menos y también se acercó a abrazar a su amigo en forma de abrazo, claro que éste era tan grande que casi lo envolvía entero. Igual que Dean, se concienció de que era él de verdad. Se separó de nuevo, dándole espacio y tiempo para explicarse.

          — ¿Cuánto tiempo he faltado?

          —Demasiado —respondió rápidamente Dean.

          — ¿A dónde fuiste? —preguntó Sam — ¿Al cielo?

          —No... No, estuve en La Nada.

          Aquella confesión dejó a los Winchester de piedra. Y es que ellos, que habían visto el Cielo, el Infierno, el Purgatorio, y otros miles de sitios que cualquiera creería imposible ver, La Nada en concreto, aquel lugar que Billie les mencionó en el pasado, era posiblemente el único que nunca hubieran visto con sus propios ojos.

          — ¿De verdad? —preguntó sorprendido Dean.

          —Parece que es a dónde van los Demonios y los Ángeles cuando mueren.

          — ¿Y cómo es? —preguntó Sam, curioso.

          —Oscuro y... Vacío —explicó el Ángel, recordando su travesía por aquel sitio —. Es La Nada. Estaba dormido cuando oí una voz decir mi nombre. Creí que vosotros habíais hecho algo.

          —No... Nosotros... No creímos que pudieras volver —contestó Dean, que seguía estupefacto.

          — ¿Y quién te llamó? —Sam, igual que los otros dos, estaba contrariado — ¿Chuck? ¿Dios? —se corrigió.

          —No... Él no tiene poder allí —respondió el Ángel recordando las palabras del guardián del Vacío.

          — ¿Y quién lo tiene? —Dean sonó preocupado, y un poco a la defensiva.

          Alguien lo había traído de vuelta, a su mejor amigo. Ni él ni su hermano habían tenido nada que ver, así que, ¿quién podía haberlo hecho? Y lo más importante, ¿por qué? ¿Cuál era su objetivo?

          Pero mientras Dean y Cas le daban vueltas, tensos porque temían que aquello no sería una buena señal, Sam tuvo la mente un poquito más abierta. Porque sí que conocían a alguien con un gran poder, extraño, que escapara a las normas...

          —Jack...

          Sí, es cierto, no se conocían de mucho, pero Will estaba seguro de que aquel tiempo atrapados juntos en ese repugnante lugar había sido más que suficiente como para a afianzar su amistad. Demonios, ¡se estaba volviendo loco! Desde que salieron de esa maldita casa, Maison no había abierto la boca ni para pedir que cambiara la canción, ni para bostezar ni estornudar. Nada. El silencio se había apoderado de ella, y Will estaba casi más atento de esto que de la carretera —ya había tenido un par de sustos por no prestar atención a las señales—.

          Pero es que, ¿qué podía hacer? Si cuando la llamaba, ella no contestaba. Puede que estuviese siendo demasiado permisivo. Una luz se encendió el salpicadero, concretamente, en el marcador del sumidero de gasolina, que desvió otra vez la atención de Will.

          —Oh, vaya... Nos estamos quedando sin gasolina —miró de reojo a Maison. Ella estaba totalmente centrada en mirar al otro lado de la ventana, aunque, realmente, no veía nada —. Maison, vamos a parar en la próxima gasolinera, y... Bueno, es de noche, ¿deberíamos buscar un motel? —Maison seguía sin contestar y Will empezó a perder los nervios —Maldita sea, Maison, ¿tan difícil es contestar? —murmuró, pero ella siguió en silencio —Vale... Ya veo...

          Maison se revolvió en su sitio y continuó ignorando a Will. No lo hacía con malas intenciones, no es que quisiera molestarlo ni nada de eso, es solo que quería estar sola, aunque fuera solo un momento.

          Y Will lo respetaba. Aunque eso significase tener que aguantarse los nervios por no saber ni qué la pasaba ni qué podía hacer para ayudarla. Finalmente, se detuvieron en la primera gasolinera con la que se encontraron. Will se guardó las llaves en el bolsillo y luego se estiró para coger una billetera de la guantera. Abrió la billetera y sacó un par de billetes que le dio a continuación a Maison.

          —Toma. Ve y que abran la cinco —le dijo —, y compra algo de comer y unas bebidas.

          Maison le miró por primera vez en todo el viaje, confusa.

          — ¿Para qué? —Will la miró, a su vez.

          —Pues... Para no dormirme por el camino ni morirnos de hambre.

          —Creí que iríamos a un motel —el chico sonrió.

          —Pero tú no quieres ir a un motel, ¿verdad? —Maison no dijo nada, solo le miró sorprendida de que lo supiese así como si nada —Anda, coge esto y ve a pagar. Yo iré repostando.

          Will se bajó de la camioneta y cerró tras de sí la puerta. Maison, con los finos billetes entre las manos, sonrió. Salió también de la camioneta y caminó directa al establecimiento que había al lado. Al entrar, unas campanitas sonaron sobre su cabeza, y de nuevo, cuando cerró la chirriante puerta. Sintió el peso de varias miradas sobre ella; no había mucha gente allí dentro, no más que un par de hombretones barbudos, una chica joven en la cocina y el dependiente.

          — ¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó el dependiente.

          Maison se giró para mirarlo. Era un tipo delgado, no muy alto y de aspecto poco cuidado, aunque no tenía pinta de ser muy mayor. Algo de él no le gustaba a Maison, quizás fueran sus ojos, la manera en la que la veía de arriba abajo, quizás fuera el TIC que tenía en los dedos, que no dejaban de golpear nerviosos contra la mesa, no lo sabía, solo sabía que no le gustaba.

          —Niña —llamó el dependiente —, ¿te puedo ayudar en algo?

          —La cinco —contestó ella, acercándose un poco temerosa al mostrador —, abre la cinco.

          El dependiente miró por la ventana para ver el exterior. Pudo ver allí la solitaria camioneta y a su lado, con la manguera ya preparada, al chico que la acompañaba. Volvió a mirar a Maison.

          — ¿Algo más, preciosa?

          Maison se sintió presionada. Sin duda era la forma de mirarla, tan lasciva. Pero ellos solo eran humanos. Ella era... Otra cosa. Así que no podía usar su poder para defenderse. En caso de hacerlo, debería luchar con sus propias manos.

          —Sí, eh... —se alejó del mostrador y caminó entre los estantes cogiendo bolsitas de comida, ganchitos, patatas y algunas cosas más, y luego pasó por el frigorífico para recoger un pack de cervezas y un par de refrescos. Lo dejó todo sobre el mostrador —Todo esto. Y la gasolina.

          —Entendido...

          El dependiente pasó uno por uno los productos por caja, preparando el ticket, pero sin dejar de mirar a la adolescente. Ella en cambio, procuraba mantenerse alejada de aquella peligrosa mirada.

          — ¿Y qué hace una niña tan guapa como tú sola a estas horas de la noche? —Maison lo miró de reojo.

          — ¿Qué pasa, es que los violadores solo tienen esa frase o qué?  —preguntó a la defensiva —Deberíais ampliar el repertorio, se os coge muy deprisa...

          El dependiente se quedó en silencio, mientras los otros clientes se reían por lo bajo.

          —Y además, no estoy sola, para tú información.

          — ¿Te refieres a ese chico? —volvió a mirar a Will en la calle —No parece demasiado fuerte, ¿no? Es más bien un enclenque, bajito y en los huesos... Menudo protector —se rió.

          —Te equivocas, viejo —respondió burlona y arrogante —. A mí no me protege nadie. Me valgo yo sola para darte una paliza y dejarte suplicando mi perdón.

          —Chica, me gusta tú estilo —dijo la única mujer del establecimiento, guiñándola un ojo.

          El dependiente terminó de guardarlo todo en una bolsa de plástico y le cobró. Maison se hizo notar, su presencia de chica asustada alocada, acojonada de estar en un lugar lleno de hombres que la miran de una forma asquerosa, se desarmó y pasó a ser una presencia de hierro.

          —Aquí tiene, señorita.

          —Eso está mejor —respondió, un poco mezquina.

          Recogió sus cosas y regresó al coche.

          — ¿Estás listo?

          —Sí —respondió con energía el chico, dejando la manguera en su sitio —, ¿ha habido algún problema?

          — ¿Por qué que debería haberlo? ¿Es que una chica no puede entrar sola en un bar o en una gasolinera perdida a mitad de la noche sin que suceda algo?

          —Yo... No quería decir eso.

          —Lo sé —respondió ella, tranquila —. Oye, Will... Perdona por lo de antes. Yo estaba un poco...

          —Eh, Maison, lo sé, no tienes que disculparte.  Sí que me hubiese gustado poder ayudarte, pero para eso debo comprenderte. Y cada cosa va a su tiempo, ¿no?

          Maison sonrió agradecida. Volvieron a montar en el coche, menos tensos y despiertos para continuar el camino. Will no le había dicho nada aún a Maison del lugar donde se iban a instalar, tampoco es que fuera un lugar extraño, solo la caravana de un amigo del chico que se encontraba en un pueblo de Kansas...





Ilustración de Maison, hecha por Ducky969 de StrangeSquad 😍😍

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top