V
🌙 Perdido en un lugar llamado mundo 🌙
Aquella era una imagen extraña. En general, él se encontraba en un lugar extraño. Pero, aunque le pareciera que todo aquello era más raro de lo normal, Dean permanecía quieto, clavado al suelo, mirando entre la oscuridad de lo que parecía el búnker.
Sam no estaba allí, en realidad, no había nadie a parte de él, pero no sentía inquietud por ello. Miraba a las escaleras, a la puerta, y algo le decía que iban a abrirse. En el fondo, él sabía que era imposible. Aún recordaba el fuego, el olor a carne quemada, sabía que no había posibilidad de volver a ver a alguno de sus amigos. Sin embargo, daba la sensación de que esos recuerdos, que en su día a día eran presentes, en ese momento, eran lejanos. Recordaba haber envuelto el cuerpo de su mejor amigo en una sábana, y haberlo atado con unas cortinas que él mismo rompió. Recordaba lo costoso que fue para él hacerlo, y cargar con su cuerpo, y llevarlo a la pila. Quiso coger su gabardina, al principio, pero se negó tan pronto como supo que, esta vez, Cas no volvería a por ella. Porque estaba muerto. Muerto. Es curioso; Dean no había sido capaz de decir eso en voz alta desde el funeral de cazador, pero en ese momento, aunque no moviera los labios, lo decía, sin remordimientos. No resultaba un problema para él. También recordaba haberle gritado a Dios, Chuck, desesperado, queriendo que abriese sus orejotas, que volviera a la Tierra, y que arreglara lo que había pasado.
—Vas a traerle de vuelta. —Dijo. —Vas a traer de vuelta a Cas, a mamá, y a todos. ¡A todos! —Aquellas palabras estaban frescas en su memoria. Admitía lo emocional que estaba, lo sensible que se encontraba, y que por ello quiso alejarse, donde nadie le viera. —Incluso a Crowley.
En medio de toda esa oscuridad, entre aquellos recuerdos en los que había gritado, llorado a escondidas y golpeado hasta sangrar, de los cuales ahora era incapaz de sentir, se preguntaba por qué querría tener a Crowley de vuelta, al fin y al cabo, era un capullo. Claro que quería traer a su madre con él, y más después de hacerse a la idea de que había vuelto. Y Cas... Bueno, a él quería decirle muchas cosas, empezando por perdón. Dean, sin llegar a sentir el dolor que venía sintiendo estos días al pensar en el fatídico destino del ángel, se llamó imbécil, por no haberle escuchado, y no haber estado con él antes, para protegerlo, salvarlo. Cas no merecía morir. No. No merecía estar muerto. No sintió pena, ni dolor, pero una lágrima se deslizó por el rostro de Dean en ese momento.
—Dean. —Una voz lo llamó. Se dio la vuelta, confuso, y su rostro palideció, tragó saliva y respiró con nerviosismo. —Dean.
Era él. Cas. Su ángel, su mejor amigo. Aquél al que, sin decirlo nunca, quería como a un hermano, le quería mucho, demasiado, y tenían esa extraña conexión que no compartían con nadie más. Ni Dean y Sam, ni éste y Cas. Solo ellos dos entendían lo que se decían con mirarse, solo ellos sabían que podían perderse en la mirada del otro y sonreír sin que nadie se sienta incómodo.
—Cas. —Su voz se rompió. Agachó la cabeza, sintiendo de golpe todo el dolor. —Vuelve... Por favor, Cas, vuelve.
—Dean. ¡Despierta!
Dean dio un volantazo, tras ser sorprendido por el grito de su hermano. Era de noche, las luces del Impala iluminaban la carretera, un camino perdido en medio de aquel lugar llamado mundo. Dean detuvo el coche, sacándolo de la carretera, pero no soltó el volante.
—Tío, necesitas dormir. ¿Por qué no te acuestas un rato?
—No, Sammy, estoy bien. —Respondió rápidamente. —No te preocupes, solo estaba... Pensando.
—Y tanto. —Sonrió. —Parecidas estar en trance, ni si quiera pestañeabas.
— ¡No exageres, Samuel! —Exclamó.
—No lo hago. —Rió. — ¿Qué te tenía tan ido, hermano?
Dean guardó silencio durante un par de minutos, y eso sirvió de respuesta a Sam. El menor de los hermanos, cada vez, estaba más preocupado, porque su hermano mayor, no parecía poder o querer avanzar.
—En serio, necesitas dormir. Yo llevaré el coche.
—No, Sammy, no puedo dormir, tú no lo entiendes...
—Sí. Sí que lo entiendo, Dean. —Respondió serio. —Yo también tengo pesadillas, sobre mamá en manos de Lucifer, sobre Cas y Kelly, ¡hasta sobre Crowley! Pero lo afronto. ¿Y sabes qué? Estoy empezando a soñar con cosas bonitas, arcoiris, unicornios y algodón de azúcar. Puede que sea porque llevé a Jack hace poco a una feria, no lo sé.
—Tú les ves morir, ¿no es así? —El menor asintió. —A mí me hablan. Me llaman. Mamá me acaricia, Crowley me toma el pelo, y yo acabo dándole un satisfactorio puñetazo. A veces, no siento dolor, solo estoy ahí recordando, y a veces, me veo a mí, con la Primera Arma, golpeándole, una y otra y otra vez. Hasta que le mato Sammy.
—Dean, sabes que esa arma está fuera de tu alcance. Y que lo ocurrido no ha sido culpa tuya.
—Es posible. Pero, ya he matado a Cas quince veces. Quince, Sammy. Y no puedo más.
Sam asintió. Hablaron un rato más, desviándose del tema de los muertos, y Sam logró intercambiarse con Dean, haciéndole ver que soñaba despierto, así que, era preferible que no condujera él, para evitar un accidente. El resto del viaje fue en silencio. Ninguno de ellos tenía ganas de hablar, tan solo les quedaba el silencio, donde nada podía recordarles a sus amigos, su familia, muertos.
Dean pensó, intentó pensar en otra cosa. La verdad, es que era difícil, teniendo en cuenta que, a excepción de sus casos habituales, lo único que tenía un poco más de importancia en ese momento, era Jack. Sí, al menos, Satán Júnior distraía a Dean de todos sus males, aunque le pusiera de lo más irascible, pero al menos, no iba llorando por los rincones de la casa. Pensó entonces en Jack. Era cierto que no tenía ni idea de nada, y si fuese malo, quizás ni si quiera supiera qué era serlo. Era un crío, torpe y gracioso por su inocencia. Dean asomó una pequeña sonrisa, al imaginarlo. Sí que era inocente, y la bondad residía en la inocencia; confiaba en que al final el mal se hiciera con la victoria, pero, por el momento, era un chaval tonto que no sabía nada, y eso le hacía verse realmente adorable...
Esa sonrisa desapareció de inmediato al recordar el parecido del Nefilim con Cas. Sacudió la cabeza, intentando no pensar en ello; no, no quería pensar en lo que estaba pidiendo su cuerpo. ¡Quería un abrazo! Y esto, le llevó a pensar en la familia, en Sam. Le miró de reojo, y negó con la cabeza inmediatamente. No le pediría un abrazo a Sam, ya había visto lo frágil que se sentía, pero no tanto como para llegar a eso... Puede que con su madre fuese distinto. Mierda...
El coche se detuvo junto a una parada de autobús, dónde encontraron a Jody Mills, sentada junto a un chico, adolescente, de cabello de un color arenoso, piel blanca y suave, y ojos claros, con apariencia confusa e incómoda. Vestía con una bonita camisa a cuadros, azul, de franela, con una camiseta oscura básica y de manga corta debajo, y unos vaqueros. Saludó a los chicos al ver el coche, levantándose con una sonrisa, emocionado, como un cachorro al ver llegar a su amo.
Sam soltó una pequeña carcajada, y Dean no pudo evitar sonreír mientras decía:
—Será idiota. —Como su muletilla, se apoyaba en esa clase de comentarios para no decir nada que sonase muy cursi.
Sam salió el primero del coche, yendo directo a los brazos de una sonriente Jody, que alegó, lo mucho que le había extrañado. Jack, a pesar de guardar una relación más íntima con Sam, se quedó junto a Dean, con una sonrisilla de niño pequeño, esperando a que el hombre le saludara.
—Me alegro de verte, Sam. ¿A caso no pudiste pasar a saludar, en vez de dejar al crío en la puerta?
—Lo siento, Jody. Tenía prisa. —Se excusó. —Espero que no te haya dado muchos quebraderos de cabeza.
Miraron a Jack, quien no retiraba la mirada de Dean.
—He de reconocer que la idea de cuidar al hijo de Lucifer unas horas, mientras uno de tus chicos tenía que hacer algo importante, no me pareció muy atractivo. Pero Jack es un chico muy bueno, y nos lo hemos pasado muy bien, ¿verdad?
— ¡Sí, sheriff!
—Trae eso, lo guardaré atrás. —Ofreció Sam.
El más alto y el más joven marcharon al maletero del vehículo negro, mientras la sheriff y Dean se aproximaban para darse un abrazo que duró más de la cuenta. Dean suspiró. Perdió a su madre de niño y la recuperó de adulto, y ahora que la había vuelto a perder, pensaba haber perdido con ella esos abrazos maternos que tanto necesitaba en ese instante. Pero Jody siempre hizo su papel a la perfección, no les quería como a hermanos, ni como amigos; Sam y Dean eran los hijos mayores de su extraña familia.
—Jack mencionó algo... ¿Estás bien? —Preguntó sin soltarlo.
—Me gusta pensar que sí. —Se separó él, antes de que su hermano lo viera. —Pero te diré, y que esto quede entre nosotros, que necesitaba ese abrazo.
Jody suspiró, cogiendo su rostro con ambas manos.
—Ya sabes, que sea lo que sea que necesites, puedes contar conmigo, Dean.
—Lo sé. —Respondió con una tierna sonrisa. —Es solo que no quería parecerte un memo con tanta sensibilidad...
— ¿Porque es de pelis para chicas? Dean, te recuerdo que soy una chica. Y que las sensibilidades son humanas.
El rostro de Dean se volvió serio. Y es que, ese era el problema. Todos eran sensibles, tenían un punto débil, y el suyo era la familia. No podía concebir una vida sin ellos, le dolía pensarlo. Y se había quedado solo con Sam y Jody. El resto se había ido. Sintió como sus ojos empezaban a humedecerse, y no quería llorar a todas horas por algo ya irremediable. Le dolía de verdad, más que nada en el mundo, pero se aguantó, como siempre hacía.
Y es que Dean Winchester no era un hombre corriente, porque estaba perdido desde hacía mucho tiempo. Perdido en un lugar llamado mundo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top