IX
🌙Tal para cual🌙
—Con que... Maison, ¿eh? —pronunció William al volante de aquella vieja camioneta —Gavin no fue muy específico, ¿por qué te busca tanta gente?
—Soy útil —respondió sin tapujos, miró al piloto —. Ya sabes lo que se siente, ¿me equivoco?
William sonrió. Maison lo observó durante el viaje. No se esperaba para nada que fuese así. Tendría más o menos su edad, tenía el cabello castaño, corto, un rostro simpático, grandes ojos castaños y una divertida nariz puntiaguda. Era alto, pero no grande, era fuerte, pero no musculoso. Sin embargo, tenía cierto atractivo para Maison.
—Tienes razón, Gavin no especificó mucho. ¿Qué puedes decirme de ti?
—No sé. ¿Qué quieres saber?
—Pues no estaría mal saber por qué tenías un agujero en la cabeza cuando te encontré. ¿Es que tenías la intención de ser Bob Esponja y te quedaste a mitad de camino?
William no pudo evitar reirse ante aquel comentario. Le dijo que no. Que había recibido un disparo de su propio padre, creyendo que era otro.
—Vaya palo, ¿no? ¿Te confundió con otra persona?
—Más o menos. Es... algo que sé hacer —respondió.
William la miró un par de veces, mordiéndose la lengua. No conocía de nada a esa chica y no iba a revelarle sus secretos así como así. Maison, por su parte, aunque admitía lo amigable que el muchacho resultaba, no las tenía todas consigo, era un desconocido al fin y al cabo, y no se debe confiar en desconocidos.
— ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?
Maison rió.
—Buena pregunta. Suelo hacérmela los días que llueve.
— ¿Y cuando no llueve?
—Salgo a la calle, buscando una respuesta factible —respondió, aguardó un momento, dejando un silencio ficticio, roto por el motor del coche —. Yo solo era una chica del montón, hasta que un par de tíos con alas vinieron a secuestrarme a mi propia casa y tuve que huir. Después, el rey del infierno me encontró, me adoptó, morí un par de veces y... Bueno, parece ser que la he liado bien, porque ahora cielo, tierra e infierno andan buscándome. ¡Oh! Y cómo olvidar que tanto ese rey del infierno, como mis padres y conocidos y el propio Gavin están muertos...
—Joder —expresó sorprendido —. Menuda mierda.
—Bueno —la chica soltó una carcajada —, tu vida tampoco es un paseo de rosas.
—No, pero, al menos la gente que quiero sigue viva. Bueno... Casi toda.
— ¿Ves? Lo que yo decía —Maison miró por la ventana. Era de día, hacía ya varias horas que habían empezado a alejarse de Norfolk, muchas horas en verdad — ¿A dónde vamos?
—A Colorado. Allí hay un pueblo en el que podemos quedarnos.
— ¿Tienes una casa?
William la miró durante un par de segundos, quieto como una estatua y luego mostró una pícara sonrisa.
Grand Junction, Colorado, era una pequeña ciudad del condado de Mesa situada entre montañas, llanuras y bosques. No vivía mucha gente allí, las casas eran pequeñas, de una sola planta, de anchos jardines y espaciosas carreteras. Tenía muchos espacios vacíos, sin edificar, descampados poco estéticos para este lugar que tenía hasta aeropuerto. William le contó a Maison que aquel sitio tenía paisajes espectaculares del desierto americano, pero a Maison solo le intrigaba una cosa. ¿Dónde iban a esconderse de toda esa cantidad de descerebrados que les andaban persiguiendo? Cada vez que lo preguntaba, William sonreía más. Finalmente, llegaron al sitio indicado, y la expresión en la cara de Maison era de tomadura de pelo.
— ¿Esto es en serio? —preguntó, de brazos cruzados — ¿Una casa abandonada?
—Y no cualquiera. He leído que está maldita...
—Yo sí que te voy a dar a ti algo maldito. Y precisamente no va a ser una casa.
—Maison, no puedo conseguir una casa así como así, además... ¿Crees que alguien entraría a buscarnos ahí?
Maison miró con desdén la casa. William, muy a su pesar, tenía razón. La causa de que no quisiera entrar, no era el miedo, no temía lo que pudiera haber dentro, posiblemente, lo que quiera que fueran ella y su nuevo amigo daba mucho más miedo que cualquier demonio o fantasma. Era el hecho de que, sí, es cierto, una persona normal no entraría ahí; un cazador, sí. Pero bueno, no tenía nada más que perder, ya lo había perdido todo, que algún bando la encontrara era cuestión de tiempo, así que entró en la casa.
La mansión era muy oscura. Estaba en buen estado en cuanto a su construcción, pero estaba muy mal cuidada, todo lleno de telarañas, polvo y suciedad. Maison puso mueca de asco y William se rió. Subieron a la segunda planta, para investigar la zona, los dos equipados con sus respectivas linternas.
— ¿No crees que habría que limpiar este sitio? —preguntó William.
—No... Si esto queda limpio y reluciente, seguro que alguien entra aquí. ¡¿Por qué no han demolido esta casa?! —respondió con asco Maison.
—Quizás pertenezca a alguien —dijo William encogiéndose de hombros.
—Pues me parece que si ha pertenecido a alguien, ese alguien ya no viene por aquí.
Maison se detuvo en un balcón que había al subir las primeras escaleras. Desde ahí podía verse el recibidor, la entrada, gran parte de la planta baja. William, mientras tanto, se adentró en los pasillos de esa segunda planta, alumbrando con la linterna cada rincón de la ruinosa casa.
—Bueno, al menos tenemos camas de sobra —dijo al ver toda una estancia, llena de viejas camillas de hospital.
William continuó andando por los pasillos de esa planta. Eran estrechos, con una vieja moqueta roja en el suelo. Había escalofriantes cuadros por las paredes, sin embargo, el adolescente parecía ignorarlos. Al fondo del pasillo, había unas puertas un poco entreabiertas. William las observó durante un par de minutos en silencio, dudando entre si entrar o no. De ahí salía un horrible frío que helaba la piel, era probablemente una de las salas más oscuras de la casa debido a que las ventanas estaban tapiadas. Finalmente, empujó las puertas y se adentró. Era una amplia sala, sin muchos muebles por el medio, tan solo un pequeño aparador al fondo.
— ¿Qué demonios? —Algo llamó su atención; sobre aquel aparador había varias máscaras de cuero, con forma de pico. William cogió una y la observó confuso — ¡Maison! ¡Tienes que ver esto!
Maison siguió la voz de William por los pasillos hasta llegar a la habitación en la que se encontraba su amigo, sosteniendo esa extraña máscara.
— ¿Qué es eso? -preguntó curiosa.
—Parece una máscara... Un poco extraña, ¿no crees? —Maison se acercó a verla.
—Me recuerda a esas máscaras que llevaban antiguamente los médicos. Lo he visto en alguna película... Oye, he visto unas camillas viniendo para acá, ¿por qué está exactamente encantada esta casa?
—Pues... -William desvió la mirada de ella — ¡Por eso!
Maison volteó rápidamente, pero no fue lo suficientemente rauda como para esquivar el golpe que aquel ser dio al aire, lanzando a los dos adolescentes por los aires. Maison sacudió la cabeza para ver al extraño monstruo, un fantasma parecía, que llevaba puestas una de esas máscaras.
— ¡Maison, muévete! —exclamó William. Ella se lanzó hacia un lado, esquivando el brazo del espectro.
William se levantó y se acercó deprisa a la chica. Se cogieron de la mano y echaron a correr por el pasillo, siendo perseguidos por el fantasma. Llegaron a las escaleras y el espíritu volvió a agitarse, lanzando a William contra una pared mientras Maison saltaba por el balcón que había en las escaleras. William se arrastró aturdido hacia los escalones más cercanos y se dejó caer, pero antes de que pudiera ponerse en pie, el fantasma lo empotró contra la pared, agarrándolo del cuello.
— ¡William!
El espectro puso en marcha una motosierra que apareció de pronto en su mano y la acercó al chico, que entre forcejeos, pidió a Maison que se fuera.
—Maison... ¡Corre, vete de aquí!
Maison sacudió la cabeza, se puso de pie y se acercó a ellos.
— ¡Maison! —exclamó William al ver cómo desobedecía —Joder, ¡Maison, que te largues te digo! —insistía mientras la motosierra le tenía más contra la pared, con menos movilidad y, por lo tanto, menos oportunidades para escapar.
— ¡Tú, maldito pájaro loco! —llamó la furiosa adolescente —Déjalo en paz —Sin embargo, el fantasma hacía como si no la pudiese oír —. ¡Eh! ¡Que te estoy hablando!
—Maison, si vas a hacer algo, ¡hazlo ya! —pidió con la voz temblorosa Wiliam, sintiendo el filo de las cuchillas en su cuello.
—He dicho... Que le dejes... ¡EN PAZ!
Maison pisó con fuerza el escalón y de pronto, a la vez que gritaba al espectro, una potente fuerza embistió al fantasma y a William, saliendo despedidos de sus posiciones. Una vez el fantasma había desaparecido de su campo visual, Maison corrió a por William. Cogió su mano y echaron a correr hacia la calle, pero al llegar a la puerta, el espectro se les reapareció. Ellos frenaron en seco, quedando a una distancia muy corta de él.
— ¿Otra vez, tío?
De pronto, una trampilla se abrió bajo sus pies y cayeron al vacío tan rápido que ni lo vieron venir.
— ¡Mierda!
Por suerte la caída no era tan larga como en un principio se podría suponer. Aterrizaron de pie en una cámara subterránea, estrecha y con una peste a putrefacción que nada más llegar les obligó a taparse la nariz.
—¿Estás bien? —preguntó William.
—Sí... Bueno —jadeaba —, excepto porque este olor se ha cargado mi pituitaria, bien, sí.
—Oye, ¿qué ha sido eso de antes? ¿De donde ha salido ese poder?
—De mí, ¿no es obvio?
— ¿Es por esto que te busca todo el mundo?
—Sí, en parte sí. Oye, ¿no tienes una luz o algo? Si vamos a tener que seguir hablando a oscuras hasta que salgamos de aquí, voy a empezar a agobiarme...
William guardó silencio un momento entre que aguantaba la respiración y cogía un pequeño llavero con linterna que tenía en el bolsillo. Al fin pudieron verse de nuevo las caras e inspeccionar un poquito aquel lugar. Pronto averiguaron que, aquel olor, procedía de bajo sus pies. Cuando alumbraron el suelo, solo pudieron encontrar más y más cadáveres.
— ¡Pero qué asco! ¿Has visto todo esto? —exclamó William.
—Qué raro. Con tantos muertos por aquí, me extraña mucho que ningún cazador se haya topado con este caso.
—O un federal.
William y Maison se miraron. Acababan de percatarse de que lo más probable es que nadie fuera a sacarlos de ahí en mucho tiempo...
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