Capítulo 11
LIBRO 2: El llanto de un violín sin cuerdas.
- Es una hermosa niña ¿Cuál será su nombre?
Era un lunes 13 de abril de 1987, fue el primer día en que una niña de ojos color púrpura, pudo conocer el mundo. Recuerdo que mi madre me decía que era hermosa, y muy tierna. Me contaba que Rin y Ran, siempre jugaban conmigo a la cocinita, que Ran se dejaba hacer peinados ridículos por mis pequeñas manos y que a Rin, le gustaba enseñarme hacer ridículos experimentos.
Éramos una familia feliz, incluso padre, era el mejor de todos.
Hasta ese día.
Mi padre, Tochiro Haitani. Trabajaba dentro de una empresa como un administrador, su sueldo era el mejor, el tiempo, el trabajo, menos el presidente de la empresa. Su nombre, ni quiera lo recuerdo, solo recuerdo como en una tarde padre llegó con una caja llena de sus pertenencias
Lo habían corrido.
¿Por qué? Nunca lo supe, ni hasta ahora lo sé. Lo que sí sé, es que un mes después, padre comenzó a cambiar; insultaba a mi madre, golpeaba a mis hermanos y a mi, me decía que era una buena para nada, un sin fin de cosas.
Poco después, padre nos dijo que trabajaba con un Gángster.
- Se llamará Ima Haitani.
Mi madre sonrió con dulzura y amor.
Mi nombre Ima llevaba el significado de "Vivir el presente" bonito, quizás.
Al principio pensé que era bonito el significado, pero ahora estando en el futuro, solo puedo llegar a pensar un « Ojalá no recordara mí pasado » Por qué mierda, mi pasado es un asco.
- Mi nombre es Kuga Kise
Aquel hombre alto de espalda ancha, se presentó frente a nuestra casa como el Jefe de mi padre. Recuerdo que aquel día cuando lo mire, mi madre fue tan amable con él, hasta el punto de casi arrodillarse ante él. Y digo casi, por qué enserio por un poco y lo hacía.
Kuga Kise, un hombre de 30 años, sí joven. Les ofreció a mis hermanos un lugar en el mundo de los criminales. Ran siendo el mayor, dijo que eso no les interesaba, sin embargo, Rin opino diferente y él quiso entrar. Más tarde entró Ran.
Yo siendo la oveja negra, quedé fuera.
Oh, eso creía.
Un sábado en la tarde en el año de 1999, cuando mis padres y mis hermanos tuvieron una cena con Kuga, al no querer ser parte de ese ambiente, había decidido salir a caminar. Durante mi camino en las calles de Shibuya, me había encontrado con un par de señores de unos 40 años, intentando robarle a una anciana de unos 80 años.
Esos viejos no tenían ni la mínima consideración con las personas menores
- Oigan perros callejeros, a robar a la basura.
Dije con un tono de voz desinteresado. Mis manos estaban en los bolsillos de mis pantalones, una sudadera negra con gorro tapaba mi cabeza.
Uno de los hombres ladeó su cabeza había el lado derecho y me miro con enojo
- ¿Hah? Repite lo que dijiste, bastarda.
Sujeto mi gorro con fuerza y me hizo mirarlo a los ojos, cuando lo hice, lo mire sin miedo. El hombre me miro con el ceño fruncido, tal parecía, quería que le tuviera miedo, pero no lo tuve.
- A robar a la basura, malditos perros callejeros.
Repetí, pero agregando una grosería.
El hombre me miro con furia, me dio una cachetada que hizo que callera al lado de la anciana. Ella me miro con preocupación, y a ellos los miro con miedo.
- ¿Estás bien?
Asentí con la cabeza limpiando mi mejilla. Cuando el acompañante del primer hombre me tomo del cuello de la sudadera para golpearme, una mano lo sujeto y se la dobló. Subí mi mirada hasta el dueño de la mano; era un joven de algunos 18 años o menos, vestía con lo que parecía un uniforme blanco.
- Si nuestro capitán te hubiera descubierto, seguro habrías acabado muerto - Exclamó el chico haciéndole una llave, otro chico que vestía el mismo uniforme que él, miro al hombre que me dio la abofetada.
- Váyanse de aquí, este es territorio de los Black Dragons.
Lo escuché decir.
¿Black Dragons? ¿Que era eso?
Los dos hombres asintieron con algo de miedo, lo entendía, aquellos dos chicos tenían un aspecto que daba miedo, y cuando digo miedo, es que estaban feos.
- ¿Esta bien anciana?
La señora fue levantada con ayuda de los chicos, ella asintió con una sonrisa, movió sus labios diciendo algo que no escuché por qué lo dijo cómo susurro.
La anciana me miro.
- Gracias por tu ayuda, vamos a mi casa para curarte ese golpe jovencita.
Me sonrió amablemente con sus ojos cerrados a media luna. Yo me nege, pues no podía ir a casa de desconocidos, y a pesar de que agradecía su amabilidad, prefería no ir.
- Gracias, pero no sé preocupe. Se curara pronto.
Sonreí suavemente, la anciana me miro unos segundos antes de asentir y despedirse de mí. Los dos chicos me miraron de arriba abajo con el ceño fruncido, frunci el mío, levanté la barbilla
- ¿Que me ven?
No dijeron nada, de hecho ignoraron mi pregunta.
- Vendrás con nosotros.
Nunca me pido por favor o algo en particular, solo dijo vendrás y ese vendrás sonaba a una orden. Sin rechistar, solo los seguí a los dos. Uno de ellos iba al frente, y el otro atrás, técnicamente iba en medio.
Los tres caminamos por unos 6 minutos o algo así, cuando llegamos a un círculo de motos negras, sobre ellas habían chicas de mi edad o más grandes acompañadas de chicos con el uniforme color blanco
Mire al mi alrededor, estabamos en un parque abandonado; estaba cubierto por algunos cuantos árboles, y juegos abandonados.
- Nos encontramos a esta mocosa en los alrededores, capitán.
Mire frente a mi había cuatro jóvenes más grandes que yo en edad, calculaba de unos 18 a 20 años. Un chico de cabellos azabaches y un peinado ridículo camino hasta mi posición, reflexionó sus rodillas hasta estar a mi altura, sentí su mirada sobre toda mi cara. Lo mire fruncir el ceño cuando su mirada paro en mi mejilla.
- ¿Ustedes hicieron eso?
Apunto el golpe en mi mejilla, los chicos negaron rápidamente.
- De hecho la acabos de salvar de unos sujetos que la querían golpear - explico uno de ellos, solo subí mis ojos para mirar al azabache.
Oí como un pie fue arrastrado contra la tierra del parque, mire en su dirección.
- Aún así, traer a una mocosa aquí, es peligroso.
Dijo un sujeto de cabellos azabaches peinados en una coleta pequeña, sobre sus labios había un cigarrillo.
Asqueroso.
El capitán me examinó con la mirada de arriba abajo, baje la mirada oscureciendola.
- Está bien, no creo que lo sea - dijo mirando a su compañero, ambos parecían tener una batalla de miradas. El fumador, chasqueo su lengua con molestia, luego el capitán me miro de nuevo - ¿Cómo te llamas pequeña?
Hice una mueca por aquel insignificante apodo.
- Haitani Ima.
Su reacción fue llamativa para mis ojos, al parecer el apellido de mis hermanos ya se estaba haciendo famoso.
Malditos bandidos.
- ¿Que edad tienes?
- 12 años.
Maldita mocosa era. El capitán sonrió levemente.
- ¿Tienes familia?
Maldije en mi mente.
- Sí, pero no quiero ir allá de momento - dije de manera sincera, baje mi mirada para ver mis pies.
Ladeó su cabeza curioso.
- ¿Por qué? ¿Algún motivo?
Subí mi mirada cansada, fastidiada y un poco molesta.
- Haces muchas preguntas ¿Sabías? - Me queje - Tengo muchos motivos los cuales no te interesa — Conteste a secas, odiaba que me preguntarán muchas cosas.
El chico arqueó una ceja.
— No te haré más preguntas. Pero te sugiero que regreses a tu casa.
Frunci el ceño molesta a pesar de su sugerencia.
— No iré aunque me lo digas, además no tienes derecho a decírmelo cuando un pandillero como tú, está fuera de su hogar.
Musite.
— Por otro lado, odio a los que se hacen pasar por buenas personas llenas de pureza, pero salen teniendo una mierda.
Murmuré chasqueando la lengua.
El chico sonrió de lado levemente.
— Sólo dejala Shinichiro
Oí hablar al fumador. Este me miro de forma amenazante, giré mi rostro hasta el y lo mire con seriedad sujetandole la mirada con frialdad.
Escuché como el capitán de la pandilla carraspeo la garganta, lo mire para ponerle atención
— Mi nombre es Shinichiro Sano, soy el capitán de los Black Dragons
Dijo, sonriendome con sinceridad. A pesar de ser una sonrisa pequeña, era notablemente sincera. Lo mire por unos segundos, luego al fumador, y de nuevo al capitán pero este me extendía una mano, la cuál la mire por algunos segundos. Apoyé mis manos sobre la tierra para levantarme del suelo, sacudí mis manos.
Había rechazado su ayuda, no tenía la intención de recibirla y deberle a alguien después de eso. Odiaba las pandillas como para recibir la ayuda de un capitán. Asentí con la mirada luego de mirarlo un rato a los ojos, suspiré.
— Lamento haber interrumpido en su territorio.
Incline mi cuerpo como muestra de disculpa. Sabía que aquella inclinación era también como una forma de respetar a los capitanes o jefes, lo digo por que en Kugo había notado eso cuando padre o sus trabajadores lo saludaban.
Giré sobre mis talones para caminar en dirección a la salida.
— No vuelvas a curosiar por estos rumbos niña.
Me detuve en seco, todo mi cuerpo se tenso al escuchar aquel apodo. Giré un poco el cuerpo para lograr mirar al fumador por ensima de mi hombro, me fue imposible el evitar peinar mi mechones y contestar con un tono burlesco:
— No soy una niña, señor.
El fumador me miro con el ceño fruncido. Escuché como el capitán río con aquel comentario mío. Pude notar como el fumador a quien había llamado "señor" tenía un par de venas resaltadas sobre su frente, su cigarrillo incluso era aplastado por sus dientes por su notable enojo.
El capitán sonrió suavemente, su semplante lucía como si recordara algo o alguien.
— Me recuerdas a mi hermano menor. El también suele responderme como tú.
Ladee mi cabeza hacia el lado derecho, lo mire desinteresada antes de girar, subir mi mano y moverla en forma de despedida.
— No me interesa, gracias por todo.
Me despedí.
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