ONE

Era patética.

Era un desastre.

Era una Bourgeois.

No tenía sentido seguir con esa farsa. La niña mimada tenía que acabar si no quería seguir perdiendo a las personas queridas para ella.

¿Pero qué más se le podía hacer si ella había sido educada así?

Primero su mamá se largó buscando el sueño americano, luego su papá la abandonó por la maldita política ¿y ahora? Ahora Adrien la cambia por un par de coletas azabaches y pan.

"Chloe ¿Desde cuando somos amigos?"

"Desde que éramos unos adorables bebés, Adri"

"Bien, lo siento Chloe, no puedo ser amigo de alguien que hace estas cosas" reprochó el rubio viendo a sus amigos limpiar la escuela. "Tienes que ser más amable!" Se cruzó de brazos y resaltando la palabra amable dejó atónita a su acompañante.

Era la primera vez que usaba tal tono en ella, si bien en anteriores ocasiones la había regañado por pequeñeces ahora lo había sentido muy distinto.

Como si hubiera perdido una parte importante de ella, un brazo, una pierna, un corazón.

"¿Amable?"

Titubeo aún incredula de las palabras del rubio.

"Si, amable no es tan dificil" Culminó serio para después marcharse.

Era la tercera vez que Chloe Bourgeois veía una espalda alejarse de ella.

Era la tercera vez en que la soledad la invadía.

Lágrimas cayeron de sus mejillas mientras se dedicaba a comer aquellos bocadillos que su mayordomo le traía, al diablo la figura perfecta, al diablo el maquillaje, ¿que sentido tenía si las personas a su alrededor se alejaban?

Era patética.

Era un desastre.

Era una Bourgeois

Para fortuna de ella, cierto mayordomo no pensaba igual, el sabía que la pequeña niña que alguna vez lloró por su madre se reflejaba en las lágrimas de la joven llorando por su perdido amigo.

Nada había cambiado.

Y extendiendole una simple charola logró devolverle casi todos los colores a su mirar.

--¡Abracitos!-- Gritó cual niña de 5 años tomando en sus manos tan preciado muñeco, era asombroso como le causaba una sensación de calma a la joven.

Su mayordomo lo había notado con anterioridad, seguía siendo la pequeña que se sentía abandonada por el mundo, la que tenía como único amigo a un peluche producto de una mentira.

—Siempre estaré para usted señorita— Aclaró el joven quien había desarrollado un fuerte vínculo afectivo, más bien, paternal, por la chica de cabello brillante y sonrisa apagada.

La Bourgeois se mostró conmovida ante sus palabras, pero no lo quería demostrar así que solo abrazo más a su adorado peluche.

Y por un momento no se sintió sola.

Ni un desastre.

Ni una Bourgeois.

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