Aмoυr Iɴтerdιт
ADVERTENCIA:
HAY VARIOS SALTOS EN EL TIEMPO QUE SON NECESARIOS, por lo que puede que complique un poco la lectura.
ES UNA HISTORIA HOMOSEXUAL QUE PRESENTA HOMOFOBIA.
INCLUYE TEMAS DE RELIGIÓN, NO SE BUSCA OFENDER A NADIE.
Sus labios chocaron con gran vigor, por última vez antes de separarse con pesadez. Era increíble cómo esos pocos segundos a su lado lograron calmar esa inquietud constante en su corazón, porque tus labios, tu cuello, tus manos, todo tú se ha convertido en mi más grande adicción.
Con unos simples besos, con tan solo rozar tus suaves labios, logras disminuir considerablemente el dolor y el miedo a perderte nuevamente.
Era un amor prohibido.
— Te necesito tanto... — susurró el monarca, dejando escapar sus palabras sobre los labios ajenos.
La lejanía, el dolor, incluso el mismísimo amor, dolía, mucho más que tener una espada atravesándole el pecho. Era como si un arma afilada traspasara su pecho, pero esta herida emocional era aún más profunda, más punzante. No había dolor físico en este mundo que se comparara a la agonía de su ausencia.
Dolía, y sólo tenía que fingir ser fuerte.
A lo largo de la historia, se ha especulado que los reyes tenían la libertad de elegir cualquier musa o amante para satisfacer sus deseos, a fin de complacer a quienes gobernaban su territorio. Sin embargo, en este caso, tal suposición no es cierta. En este reino en particular, estaba estrictamente prohibido que el rey mantuviera relaciones extramatrimoniales.
"Infidelidades, caos... Es lo que veo en el palacio. Lo que en estos momentos gobiernas con orgullo y pasión, no durará por mucho tiempo. Detente. Tu ruina está cerca, hazle saber a tu hijo, que su futuro reino, está en peligro"
La predicción del hechicero de la época llenó de alarma a los reyes, ya que revelaba un futuro sombrío para el palacio. Conscientes del peligro que se avecinaba, tomaron una decisión drástica y rápida: renunciaron a la idea de tener musas o amantes para el placer del rey y la reina.
Pasaron diez años diez largos años desde que se emitió aquel decreto, y Jungkook nunca había sentido tanto odio hacia su padre por tomar aquella estúpida decisión.
Eso los separaba. Eso los alejaba. Eso los lastimaba.
— Rey, Jeon... — musitó el sirviente con la voz entrecortada, sosteniendo con fuerza la fina tela negra que portaba en sus manos.
— No, así no... — negó El rey suavemente con la cabeza —. Di mi nombre — Con ambas manos, sujetó suavemente el rostro de su amante, buscando su mirada y transmitiendo la urgencia de su deseo. Sus ojos brillaban con una mezcla de anhelo y tristeza mientras imploraba en silencio —. Dilo... Hazlo por mí.
— Jungkook — susurró con la voz entrecortada. Cerró los párpados suavemente, dejando que pequeñas lágrimas se acumularan en sus ojos, revelando el dolor y la lucha interna que habían vivido en silencio durante tanto tiempo.
Prefiero callar y sonreír, porque si hablo, terminaré llorando.
Este llanto es el dolor que ya no cabe en mi corazón.
— Amor... — susurró, dejando que las palabras fluyeran cargadas de nostalgia y vulnerabilidad. Sus narices volvieron a rozarse suavemente, sellando su afecto con un gesto delicado. El rey Jungkook, sumergido en sus propios pensamientos, dijo: —. Te amo.
¿Cómo es posible que estando acostumbrados al dolor, logremos sufrir más cada día?
Un silencio prolongado envolvió el espacio, permitiendo que esas palabras penetraran en el alma de ambos. Jungkook nunca le había dicho nada parecido, y por más ridículo que sonara, Jimin, su sirviente y amante, quería saborearlas cada sílaba, recordar cada letra y amar aquella frase en silencio.
— Jungkook... Yo también te amo — confesó con evidente miedo, obteniendo como respuesta, los labios del rey sobre su frente y el temblor irreal del cuerpo de quien ahora nuevamente lo besaba con fervor.
El impacto de la respuesta de Jungkook fue abrumador para Jimin. Nunca había imaginado que su amante confesaría su amor de manera tan sincera y oportuna, pero al parecer cuatro años de su secreta relación sí hacían efecto en el corazón de su secreta musa.
El eco de las voces pronunciando tales palabras seguía presente en la mente de ambos.
Somos la noche y el día, siempre cerca y nunca juntos.
Su amor floreció en los rincones más discretos, en los encuentros furtivos y en las miradas cargadas de complicidad. Cada gesto era un juego seductor, cada mirada un lenguaje secreto que solo ellos comprendían.
"Sus ojos fueron lo primero que lo atrajeron". Diría Jungkook.
Eran tus ojos de cielo, el ancla más linda que ataba mis sueños.
Me sonrieron sus ojos, y me tembló hasta el alma.
Quisieron probarse, querían ponerse celosos, querían dar a conocer su amor. Solo que eran demasiado estúpidos para demostrarlo.
El Rey Jeon, con voz firme y decidida, enfrentó a Jimin después de encontrarlo en los brazos de otro hombre. Había expulsado al intruso de la habitación y ahora se acercaba a Jimin con paso decidido hasta quedar a su lado.
— No intentes ponerme celoso, Jimin — dijo el rey, su tono revelando una mezcla de autoridad y deseo —. Lo que tienes es mucho más valioso que cualquier otra cosa material.
Jimin, avergonzado, desvió la mirada mientras su rostro se teñía de un intenso rubor. La desnudez de su cuerpo era presenciada por el rey, cuya mirada reflejaba una lujuria justificada.
— ¿Qué es? — preguntó Jimin con voz temblorosa, incapaz de resistir la intensidad de la mirada del rey.
El rey se acercó aún más, envolviendo a Jimin con su presencia dominante. Con una suavidad inesperada, susurró las palabras que desarmaron por completo a Jimin.
— Mi corazón.
Esas dos palabras bastaron para que Jimin cayera rendido una vez más en los brazos del rey.
Tú siempre serás mi estrella, aunque decidas iluminar otros cielos.
Empezaron como una aventura, queriendo acallar los sentimientos de ambos.
No pudieron negar sus sentimientos por siempre.
Rey y sirviente ya estaban enamorados, solo faltaba decirlo.
Hay veces que el amor se oculta detrás de un silencio profundo.
Querían gritarlo, pero el silencio era más fuerte.
Mario Benedetti una vez afirmó: "Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido". Y estas palabras representaban perfectamente lo que ambos chicos sentían cada vez que sus cuerpos se rozaban en la suave cama, volviendo a caer en la tentación prohibida.
— ¿Cómo no iba a enamorarme de ti? — Habló Jungkook recostando su cabeza en el regazo de su sirviente —, si tienes el encanto de los ángeles y la tentación de un demonio.
La palabra de Dios parecía haber quedado en el olvido desde el momento en que se conocieron. Aquellos ojos azules, como el cielo en su esplendor, se encontraron con los suyos por primera vez, y desde entonces no hubo vuelta atrás.
El rey reconfortó a Jimin cuando este lamentaba no poder serle fiel al ser supremo que los había creado. Con ternura, le dijo: — Somos pecadores, pero esto se llama amor. Ese hombre llamado Dios nos está restringiendo algo que él mismo creó, cariño... No te sientas mal por un ser inexistente que solo busca hacernos sufrir.
El mejor de los pecados, fue el haberte conocido.
Tú no eres sin mí, y yo solo soy contigo
Todo el que peca, viola la ley de Dios, dijeron esos hombres cuando llegaron a su territorio.
Y todo el que viola la ley de Dios será quemado igual que las brujas, repitieron una y otra vez.
El miedo se apoderó de ellos, temblaban por las noches mientras pedían perdón y lloraban, sintiéndose malas personas al escuchar los gritos de dolor de hombres y mujeres que eran juzgados y quemados en la hoguera tras confesar sus pecados. Pero ahora, nada de eso importaba.
En nombre del amor, optaron por guardar silencio, dispuestos a enfrentar cualquier consecuencia, incluso si eso significaba perder sus vidas en el proceso.
— Nacimos para morir, Jungkook, ese ha sido nuestro fiel y único destino desde siempre — dijo Jimin, recostando su espalda en la cabecera de la cama, mientras su mirada se quedaba fija en el rostro durmiente de su amante. En medio de un mundo lleno de oscuridad y opresión, se aferraron el uno al otro, encontrando consuelo y esperanza en su amor prohibido. Ahí prometieron amarse, sin importar las consecuencias.
Qué bonito sería jugarse la vida y probar tu veneno.
La idea de morir junto a su amado se había convertido en uno de los mayores placeres de su vida, ya que estaba seguro de que se encontrarían en el otro mundo, sin importar si se trataba del infierno.
La certeza de estar unidos más allá de la existencia terrenal los llenaba de consuelo y esperanza. A pesar de las adversidades y los obstáculos que enfrentaban en este mundo, sabían que su amor trascendería cualquier barrera, incluso la misma muerte.
Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón seguirá hablando
Pasaron tres largos años desde aquel juramento, y ahora se encontraba allí, su amado Jimin, rodeado por una turba enfurecida que lo abucheaba, gritaba e insultaba sin piedad.
La radio sigue sonando, la guerra ha acabado, pero las hogueras no se han apagado aún.
— ¡Maten al pecador! — Gritó con furia un hombre de aproximadamente treinta años, señalando con dedo acusador al joven rubio que permanecía atado y desamparado.
— ¡Engatusó al Rey! — Exclamó una mujer, lanzando diminutas piedras cargadas de odio y rechazo.
Las voces se multiplicaron, alimentándose unas a otras en un frenesí de indignación.
— ¡La reina lo ha dicho! — Afirmaban, llamando la atención de los demás —. ¡La reina lo ha confesado! ¡Todos lo habéis escuchado! ¡El rey es un pecador, un traidor a su deber y su posición!
Las acusaciones resonaban en el aire, cargadas de resentimiento y envidia. El pueblo, manipulado por las palabras venenosas que se esparcían como pólvora, se había convertido en una turba enfurecida dispuesta a hacer justicia por su cuenta.
La reina y el rey. La pareja perfecta. La adoración del rey. Un ejemplo a seguir.
Las mentiras siempre han sido más fácil que crear que la realidad.
Las mentiras y las verdades pueden ocultarse, jamás olvidarse, jamás enterrarse.
Lisa Manoban, la esposa del Rey Jeon, era una mujer fría y calculadora que seguía al pie de la letra todas las leyes y decretos establecidos por sus antiguos reyes. Era una mujer segura de sí misma, implacable y de corazón de piedra. Y alguien como ella, fue quien los descubrió. Alguien tan orgullosa y digna como ella, no podía dejar pasar la infidelidad de su fenómeno esposo.
A quién actúa con maldad, hay que desearle suerte, porque pronto la necesitará.
Estaban en pleno acto de amor, cuando los ojos de la reina, lograron ver a la perfección como es que su esposo compartía la cama con un simple y repugnante sirviente.
— Déjame explicarte — suplicó el Rey cuando Lisa irrumpió en la habitación acompañada de sus dos fieles guardias, interrumpiendo de inmediato el pecado que se estaba cometiendo.
— La lujuria te ha cegado, Jeon — comenzó su esposa con voz firme —. Parece que no te basta conmigo y buscas consuelo en la gentuza — habló mirando de arriba a abajo a Jimin, quien se encontraba completamente avergonzado y al borde de las lágrimas ante lo que estaba presenciando —. Deberías vestirte, Park — sugirió haciendo un gesto con la mano.
Y eso fue suficiente para que uno de los guardias tomara bruscamente a Jimin del brazo y lo sacara de la cama, haciéndolo caer al suelo.
— ¡Déjalo ahora mismo! — El grito del rey hizo que el guardia se detuviera y se inclinara ante él. Aunque enfurecido, Jungkook ignoró este gesto y sin perder tiempo, tomó las batas que yacían en la cama y se las colocó. Luego, se agachó para ponerse a la altura de su compañero de noches —. Jimin, ¿estás bien?
— Sí — musitó Jimin, sintiendo cómo su amante le colocaba suavemente la otra bata y le dedicaba una sonrisa reconfortante. Ambos se pusieron de pie, enfrentando a Lisa, quien los observaba en silencio, apreciando lo que estaba sucediendo.
— Él pagará con su vida — fueron las únicas palabras que salieron de los labios de Lisa antes de darse la vuelta y marcharse por la puerta acompañada de sus dos guardias —. No habrá compasión para un ser anormal como él. Deberías saberlo.
A pesar de las amenazas de Lisa, Jungkook y Jimin se mantuvieron firmes en su amor, dispuestos a enfrentar cualquier consecuencia que les esperara.
— Lo sé... Pero es inevitable no sucumbir ante los brazos de alguien que te ama con locura, que conoce tus sentimientos con solo una mirada, y cuyos labios encuentras la calma que tanto necesitas.
Lisa sintió cómo su cuerpo temblaba ante esas palabras.
Siento celos porque sé que él te va hacer perder la cabeza, lo que me pasó a mí, el día que te vi.
Lisa fue criada por padres extremadamente exigentes y controladores, quienes habían pactado un matrimonio con los reyes en beneficio del reino, asegurando así su posición y riqueza. Desde temprana edad, su mente siempre estuvo enfocada en servir al territorio que eventualmente sería suyo.
No deseaba decepcionar a nadie y siempre se esforzó por dar lo mejor de sí misma.
Manoban siempre se sintió solitaria, se mantuvo apartada de los demás, pues sabía que nadie la quería por quien era, sino por los privilegios que podían obtener a través de ella. Su matrimonio arreglado no suponía un cambio significativo en su vida, era simplemente una nueva experiencia que debía enfrentar. Sin embargo, nunca imaginó que compartiría su vida con la persona de quien había estado enamorada durante años.
Ella sólo quería ser la reina de sus besos.
— Ahora los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia — finalizó el padre con una sonrisa radiante.
En mis sueños, tú eres mío.
Para Lisa, parecía un sueño hecho realidad. Jungkook era el único hombre que la había tratado como una persona común y corriente. El ahora rey era simplemente perfecto, y con tan solo una palabra, tenía la capacidad de cautivar a cualquiera que estuviera a su lado.
Pero en mi vida, tú eres un sueño.
El encuentro entre ambos tuvo lugar hace aproximadamente veinte años, cuando Lisa apenas tenía siete años, durante una de las numerosas fiestas celebradas en el castillo. Desde el primer momento en que sus ojos se posaron en él, lo consideró perfecto, su hombre ideal... alguien con quien siempre había soñado estar.
— Hola — le saludó tímidamente, con un leve rubor en sus mejillas.
— Hola — respondió él, en aquel entonces príncipe, mientras observaba a su alrededor.
— ¿Te gustaría...?
— Permíteme, Lisa Manoban, debo retirarme — la interrumpió, haciendo una reverencia. La niña se quedó sorprendida, nunca antes alguien se había inclinado ante ella. Había quienes decían que una niña no merecía tal respeto, pero parecía que aquel chico frente a ella no compartía esa opinión.
Sin decir una palabra más, Lisa observó cómo Jungkook dio unos pasos y luego se detuvo, y caminaba de regreso, volviendo a estar frente a ella, aparentemente exhausto.
El niño rubio se me escapa una vez más. Pensó Jungkook, trazando una línea tensa en sus labios.
Ya era la segunda vez que lo veía, pero nunca había logrado entablar una conversación adecuada con él. Siempre lo divisaba a lo lejos, mientras su pequeño cuerpo se escondía entre las paredes o los arbustos del palacio. Y cuando finalmente reunía el valor para hablarle de forma apropiada, desaparecía por completo, sin dejar rastro alguno.
— Por casualidad, ¿has visto a un niño rubio? — dijo Jungkook entre dientes, apretando sus puños pequeños por la frustración que sentía en ese momento.
— No, no lo he visto — respondió la princesa, negando con la cabeza —. ¿Por qué lo buscas? — preguntó con curiosidad, tratando de establecer una conexión más cercana con el chico frente a ella.
— E-em, no lo sé...
Jungkook no podía decirle que quería encontrar a ese niño porque su belleza lo había cautivado.
— Debo irme — se apresuró a decir antes de que la niña frente a él tuviera oportunidad de abrir la boca nuevamente —. Hablemos más tarde, con su permiso, señorita — musitó lentamente, haciendo una reverencia antes de retomar su búsqueda.
Nunca volvieron a hablar hasta el día en que se casaron.
Pero aún así, ella continuó amándolo.
...
Esa noche, en su día de bodas, sus cuerpos se unieron por primera vez. Fue una experiencia perfecta en su apariencia externa, pero algo faltaba. Lisa podía sentir que el corazón del Rey no estaba realmente presente.
Fue solo una noche en la que sus cuerpos desnudos se encontraron. Desde entonces, el monarca nunca más buscó intimidad de esa manera. El Rey ya no deseaba poseerla.
— Rey Jeon, ¿no quieres...?
— Estoy cansado, Lisa — interrumpió, desabrochando el botón de su imponente capa con una elegancia forzada.
La chica, incapaz de soportarlo más, soltó un sollozo contenido, aceptando finalmente aquello que había tratado de evitar durante tanto tiempo.
— No me amas — afirmó, mirando fijamente a los ojos de Jungkook.
— Nunca lo hice — confesó él, sin mostrar emoción alguna.
Porque nada me hace más feliz, y más triste que tú.
Y de nuevo, otra noche se sintió sola.
En mi próxima vida, espero llegar a tiempo a la tuya.
A la reina siempre le gustaba pasear por el palacio, sin importar la hora. Sus caminatas matutinas y su control sobre el lugar eran una presencia constante en su vida. Era un hábito que le habían inculcado desde que era una niña.
— ¡Lo siento mucho, Rey Jeon! ¡Lamento tanto esto! ¡Oh, Dios! Permítame ayudarlo, por favor.
El grito de un joven llamó su atención, y ella caminó rápidamente para averiguar qué estaba sucediendo. Cuando estaba a punto de cruzar el pasillo, se detuvo en seco al presenciar la escena.
El Rey Jeon estaba en el suelo, de rodillas frente a un chico que, al igual que él, estaba recogiendo las frutas esparcidas por el suelo.
— Lamento mucho esto, Rey Jeon, lo siento — musitó el chico mientras colocaba la última fruta en el cesto, evitando a toda costa el contacto visual con el monarca. Era su primer día en el castillo y ya había causado un gran alboroto. No quería ser castigado o incluso asesinado por su imprudencia. Se maldecía una y otra vez por su descuido.
— No... No te preocupes, estas cosas suceden — dijo el Rey mientras ambos se ponían de pie —. Está todo bien.
Es él. Pensó Jungkook con una gran sonrisa. El niño rubio.
Pronto, el sirviente hizo una reverencia con el rostro completamente sonrojado.
— Me disculpo nuevamente — susurró apenado, para luego morder con fuerza sus labios.
— Ya te dije que está bien — dijo elevando su mano para acariciar el suave cabello del chico rubio —. Estás perdonado.
Sus miradas se encontraron y el brillo que compartían era completamente cautivador.
Ahí, hace cuatro años atrás empezaron sus celos hacia un insignificante sirviente.
¿Por qué debemos sufrir por amor, amor?
— Permíteme partir contigo, mi amor — sollozó arrodillado, suplicándole a Jimin —. ¡Déjame ir contigo!
— No puedo negarte el privilegio de la vida, cariño — dijo bajando la mirada —. Pero tampoco puedo prohibirte esa decisión, Jungkook — murmuró con voz suave, acariciando el rostro de su amado —. Solo te pido que, cuando llegue el momento, lo hagas cuando verdaderamente no puedas soportar más el sufrimiento en tu corazón. Resiste todo lo que puedas, encuentra fuerza en otros o busca apoyo en aquellos que te rodean, aunque sean solo unas semanas, mi amor. Solo deseo que seas fuerte...
Has colgado tu bandera y traspasado la frontera... Eres mi reina. Siempre reinarás. No puedo vivir sin ti... No hay manera.
— Lo haré — murmuró mientras se ponía de pie, fijando su mirada en Jimin —, pero no me pidas que busque consuelo en otros, porque solo te tengo a ti. Eres mi única fortaleza, mi apoyo incondicional. No puedo imaginar a alguien más que ocupe ese lugar en mi corazón.
— Eres tan terco — susurró Jimin, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de su amado con una sonrisa en sus labios —. Supongo que tendré que aceptar tus decisiones, mi amor... — suspiró, acercando sus narices —. Ahora, por favor, bésame una vez más, como despedida.
Y sus labios se juntaron, creando una genuina sincronía.
— ¡Este hombre es un fenómeno! — Exclamó la reina, señalando hacia el cuerpo atado a un poste de madera —. ¡Se ha atrevido a ingresar a mi hogar y probar la lujuria del rey! ¡Es un pecador! ¡Un homosexual! ¡Merece morir!
— ¡Has traído deshonra a tu familia! — Vociferó el padre de la iglesia, señalando a Jimin —. ¡Un fenómeno!
Al igual que el rey. Pensó para sí mismo.
— ¡Mátenlo! — Gritó un pueblerino.
— ¡Acaben con él! — Exigió un aldeano.
— ¡A la hoguera! — Exclamaron aquellos que, hasta hace unos días, eran sus amigos.
Jungkook se encontraba entre la multitud, presenciando la escena con angustia, observando con desesperación a su amado Jimin atado a un poste, con paja debajo de sus pies y una mordaza en la boca.
— ¿Cuáles son tus últimas palabras? — preguntó el padre, quitándole bruscamente la mordaza —. ¿Te arrepientes de tus pecados?
Jimin lo miró y con una sonrisa temblorosa dijo:
— ¿Es un pecado amar? — cuestionó al padre —. ¿Acaso no es para eso que Dios nos creó? — preguntó con una fingida duda y una voz entrecortada —. Él nos creó para amar y ser amados, ¿me equivoco? — inclinó la cabeza adolorida, mirando de reojo al pueblo que escuchaba en silencio sus palabras —. Entonces, si amar es un pecado, también Dios sería un pecador, porque él te ama de igual manera, ¿no es así? He oído decir que Dios siempre está contigo, amándote y apoyándote... Eso es lo que hice yo con un hombre, pero me juzgan a mí y no a ese ser que solo nos limita el amor — suspiró, dirigiendo su mirada hacia las personas frente a él.
Su cuerpo ardía. Las heridas que cubrían su ser aún dolían, recordando los momentos en que las piedras habían sido arrojadas hacia él.
— He pensado en ese amor prohibido día y noche, he alabado su nombre en secreto y he hecho sacrificios por él... ¿Y ustedes? ¿Acaso no alaban, no piensan y no hacen sacrificios por Dios? — preguntó, con voz entrecortada, desafiando a la multitud.
Y cada noche vendrá una estrella a hacerme compañía que te cuente cómo estoy y sepas lo que hay, dime amor, amor, amor, estoy aquí, ¿no ves? Si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré.
Tragó con dificultad al ver a un hombre acercarse con una antorcha en mano, su rostro oculto tras una tela negra.
— En otra vida, mi rey, seremos uno. Nuestro amor perdurará por siempre, no lo dudes. Dondequiera que vayas, yo te seguiré. Y cuando llegue tu partida, estaré a tu lado, pues no puedo concebir un mundo en el que no existas. Te necesito junto a mí... Eres mi condena y mi pecado — resonó la voz de Jimin entre los pueblerinos, quienes, en silencio, observaban con desprecio las lágrimas del hombre tachado de fenómeno.
— Eres mi ángel condenado, un pecado exquisito destinado a ser solo mío — susurró Jungkook entre la multitud, con la mirada baja, mientras presenciaba cómo aquella persona tan hermosa como Jimin era cruelmente consumida por el fuego.
Te amo, no me importa tener que traspasar cielo, mar y tierra para hacértelo saber.
Iría hasta el mismo infierno por ti, así que... Espérame.
Sé que desde el cielo me cuidas, pero no puedo evitar que me hagas falta aquí en la tierra
Jungkook se encerró en su habitación desde la pérdida de su amado sirviente. Tres semanas habían transcurrido, pero el dolor persistía en cada fibra de su ser. Su mente solo era capaz de recordar y revivir los momentos dulces que compartieron juntos: su primer beso, el excitante contacto de sus cuerpos, la unión que experimentaron y el amor que compartieron bajo la luz de la luna.
Tanto lo quería, que trató de olvidarlo en diecinueve días, y quinientas noches.
Hoy te vas tú, mañana me voy yo.
...
— Somos muy diferentes — comenzó diciendo Jimin una noche, mientras descansaba en el pecho de Jungkook y observaba las estrellas con atención.
— A pesar de eso, el destino insiste en unirnos — respondió Jungkook, posando su mano en la cadera de su amado.
— No — negó Jimin, humedeciendo sus labios antes de continuar —, el destino parece disfrutar de vernos sufrir al vivir un amor oculto, prohibido por el mundo y ser juzgados injustamente — su voz temblaba ligeramente al pronunciar esas palabras —, pero, mi rey, a pesar de todo, siento gratitud.
— El destino puede ser malévolo, ¿y tú sientes gratitud? — preguntó Jungkook, totalmente desconcertado.
— Porque gracias a esto, Rey Jeon, he tenido el privilegio de conocerte. No importa cuán doloroso e hiriente sea nuestro futuro, me siento feliz de poder vivir estos momentos contigo — declaró Jimin, alzando la mirada y estableciendo un poderoso vínculo visual que dejaba en evidencia, ante cualquier observador, el amor que compartían.
No hay montaña suficientemente alta, ni valle suficientemente profundo, ni río suficientemente ancho que me impida llegar hasta ti.
— También disfruto de estos momentos contigo, mi amor. Cuando nos abrazamos, nos besamos o simplemente entrelazamos nuestras manos, siento que nos complementamos de una manera enigmática. Eres como el príncipe que he esperado durante toda mi vida, Jimin. Eres mi otra mitad.
— Yo soy tú — habló el sirviente, con los ojos cristalizados, entendiendo el significado detrás del gesto con el dedo índice.
— Y tú eres yo — susurró Jungkook, extendiendo su dedo índice para unirlo con el de Jimin, mientras una sonrisa se formaba en sus labios.
...
Aquel recuerdo, que alguna vez fue hermoso, solo hizo que el rey tomara una decisión definitiva.
Jungkook se acercó al antepecho, donde se encontraba gran parte de la población a la que gobernaba, abucheándolo y llamándolo fenómeno. Había perdido su autoridad y, con ella, a su primer y único amor.
Sonrió ante la multitud y habló, al borde del gran balcón.
— ¡Lo amaba! — Gritó, capturando la atención de todos y generando un silencio ensordecedor —. ¡Lo amaba y me lo arrebataron por sus estúpidos prejuicios! — Su voz resonó fuerte y clara, pero el dolor se reflejaba en cada palabra —. ¡Debería estar junto a él! ¡No debería seguir aquí! ¡Y gracias a todos ustedes...! ¡Ya no seguiré adelante! ¡¿De qué sirve vivir si la única persona que amo ha muerto?! — Apoyó ambas manos en el pasamanos y, una vez más, gritó mirando al cielo —. ¡Te amo, Jimin! ¡Juro que nos encontraremos de nuevo!
Jimin espero que no te enojes por irme antes de tiempo. ¿Me estás esperando?
Sus manos lo impulsaron y pronto se vio a sí mismo cerrando los ojos, sintiendo la poderosa brisa en su rostro mientras se dejaba caer al vacío.
El mundo desapareció rápidamente y todo se volvió oscuro.
...
— ¿Seremos felices?
— Seremos felices, Jimin — respondió Jungkook con convicción, mirando fijamente a los ojos de su amado —. Nuestro amor es tan poderoso que trascenderá cualquier obstáculo. Si el destino intenta separarnos, lucharemos y nos encontraremos una y otra vez. Nada nos podrá separar. Somos inquebrantables.
Parece que lo que realmente estaba haciendo en la vida era esperarte a ti
— Somos dos seres entrelazados en un amor único — dijo Jungkook con ternura, acariciando suavemente el rostro de Jimin.
— Somos tú y yo, unidos en cuerpo y alma — sus labios rozaron la mejilla de su amado, dejando un beso cálido y lleno de amor.
— Tú eres una parte esencial de mí, mi reflejo y mi complemento — susurró Jimin, cerrando los ojos para disfrutar de la cercanía y la conexión entre ellos.
— Y yo soy tú en cada pensamiento, en cada latido de mi corazón — respondió Jungkook con devoción, sus palabras envueltas en la promesa de un amor eterno.
Volverían a reencontrarse...
Quiero vivir contigo, incluso cuando seamos fantasmas
— Promete que, en tu otra vida, vendrás a buscarme — musitó Jimin abrazando a Jungkook por el cuello, sintiendo como poco a poco se moría por dentro.
— Promete amarme — habló el monarca devolviéndole el abrazo por la cintura, apagándolo lo más que podía a él.
Así te fui queriendo a diario, sin una ley, sin un horario.
— Promete encontrarme.
— Promete no dejarme.
¿Por qué será que los amores prohibidos son más intensos que los permitidos?
— Lo prometo.
— Lo prometo.
Y un simple beso selló esa promesa de amor.
...
El pueblo fue testigo del impactante choque del cuerpo de su rey al golpear violentamente el suelo frío, provocando su muerte instantánea. Un profundo silencio se apoderó del lugar durante unos segundos, hasta que la realidad se hizo evidente: su pueblo ya no tenía un gobernante.
No había rey.
No había sucesores.
La reina no era una opción viable.
El desconcierto se apoderó de todos.
En medio de la conmoción, nadie pensó en el amor prohibido que había existido entre los protagonistas. Tampoco consideraron que, de alguna manera, podían ser cómplices de los asesinatos del rey y su sirviente. Solo pensaron en sí mismos y en lo que sería mejor para sus propias vidas. Solo... se preocuparon por ellos.
Poco a poco, el pueblo se dio cuenta de su recién adquirida libertad. Se percataron de que podían tomar decisiones por sí mismos, de que ya no había nadie que los gobernara. Finalmente, dejarían de ser simples esclavos.
Fue entonces cuando comenzó una revolución, una ola de violencia se desató y los ciudadanos se dejaron llevar por la ira acumulada. Invadieron el castillo, saquearon, mataron y, de alguna manera, asumieron el poder. Sin embargo, su reinado fue efímero, ya que los gobernantes de los países vecinos aprovecharon la situación y tomaron el control del territorio.
El pueblo, en su búsqueda de libertad, encontró caos y subyugación en manos de nuevos opresores. La revolución que anhelaban se convirtió en una mera transición de un régimen a otro. El amor prohibido que alguna vez existió quedó olvidado entre las cenizas de un pasado tumultuoso.
Lisa, por otro lado, observaba el caos que se había desatado con una sonrisa irónica. Todo era un desastre.
Todas aquellas clases, sus sueños frustrados de cantar frente a multitudes, todas sus aspiraciones académicas... Nada de eso importaba ahora. Todo era una maldita basura.
El amor, ¡vaya tontería! Había llevado a cabo acciones despreciables, causando la muerte de un sirviente y su amante debido a sus celos enfermizos.
— Soy una persona horrible —se repetía una y otra vez en su mente.
Sentía que merecía morir. Ellos... ellos no lo merecían.
"Pero yo tampoco", pensó con amargura.
La soledad era lo único que había obtenido de todo esto.
— ¡Cómo pudiste desencadenar tal conflicto! — El grito de su padre resonó al otro lado de la puerta, provocando que más lágrimas se deslizaran por sus mejillas —. ¡Debiste haber guardado silencio! ¿Acaso creías que el pueblo te elegiría como su próxima gobernante? Eres una mujer insignificante que solo debía estar al lado del monarca. ¡Te crié para ser reina y gobernar el territorio, no para destruirlo!
Yo solo quería amor.
El cuchillo en sus manos, ahora pasaba lentamente por su cuello, acabando con su miserable vida.
Lo siento.
Dicen que el amor de una madre es poderoso, tan poderoso que puede destruir el mundo. En este caso, no destruyó el mundo, sino que se destruyó a sí misma en silencio, llorando y ocultando todo aquello que la sociedad consideraba incorrecto.
Nadie supo nunca que la madre de Jimin enterró el cuerpo del monarca junto a las cenizas de su hijo, frente a aquel lago iluminado por las estrellas, testigo de su amor prohibido.
— Después de todo... aún eres mi hijo — sollozó frente a las tumbas, con un pañuelo en la mano —. Cuida bien de mi hijo, Rey Jeon... ámalo en su próxima vida, como prometiste.
Una suave y enigmática brisa fue la única respuesta que recibió.
— Tú eres yo... — El eco de la voz de su amado hijo resonó en su mente, provocándole una sonrisa.
— Y yo soy tú...
Las últimas palabras de aquellos que se amaron sin importar la opinión de los demás fueron escuchadas por todos los aldeanos, sintiendo un escalofrío extraño recorrer sus cuerpos y la oscuridad acechando a sus familias.
Y, aun así, sin verte, sin tocarte, sé que has sido lo mejor que me ha pasado.
Todo lo que soy ama todo lo que eres, eres mi final y mi comienzo, incluso cuando pierdo, estoy ganando
Año 2021. Lunes 09:13.
Escuela central de Seúl, Corea.
La clase dio comienzo después de que sonara el timbre, los alumnos entraron al amplio salón preparados para comenzar sus clases matutinas. Los cuadernos y los lápices estaban sobre las mesas, listos para ser utilizados, y los estudiantes se acomodaron con aparente desgano, preparándose para enfrentar otra sesión de esa materia que consideraban aburrida.
— Buenos días, estudiantes — saludó el profesor al ingresar al salón, sosteniendo un libro en sus manos.
— ¡Buenos días! — respondieron con entusiasmo fingido, regresando a sus asientos y poniéndose en orden.
Sin embargo, los murmullos se desataron de inmediato, seguidos de risas y voces emocionadas que resonaron en el aula. La sorpresa, la curiosidad y las sonrisas coquetas se manifestaron en la mayoría de los alumnos. Todo esto no pasó desapercibido para un aburrido Jungkook, quien se sentía cansado de tener otro día de clases junto a todo ese salón lleno de gente que no le caía para nada bien.
Él podría estar cómodamente en casa, en su cama, disfrutando de sus videojuegos, pero no, tenía que asistir a clases y, como presidente de la clase, aún más. Debía dar el ejemplo.
Con frustración, suspiró y se pasó la mano por el cabello.
— Clase, hoy les presentaré a un nuevo estudiante — anunció el profesor acercándose a la puerta, desde donde se veía la sombra de una figura.
Jungkook ocultó su rostro entre sus brazos, sin mostrar interés alguno. Estaba seguro de que sería solo una carga más.
Ser el presidente de la clase implicaba más responsabilidades, y la llegada de un nuevo alumno solo aumentaría la carga sobre sus hombros. Si de por sí los estudiantes de su salón eran un desastre, uno más solo sería otra carga adicional.
Solo pensar en tener que mostrarle la escuela, hacerle un recorrido, y ayudarlo en caso de tener dudas, ya le estaba generando estrés.
— Como mencionaba — continuó el profesor, después de hacer callar a algunos estudiantes —, les presento a nuestro nuevo compañero, Park Jimin, quien se unirá a nosotros a partir de hoy — al decir esto, le dio paso al joven, quien se encontraba erguido y visiblemente tímido.
— Hola, soy Park Jimin. Cuiden de mí, por favor — susurró, levantando lentamente la mirada, y sus labios, que antes estaban siendo mordidos, se curvaron en una suave sonrisa.
Jungkook levantó rápidamente la cabeza al escuchar la voz y el nombre pronunciados en el salón.
En mis sueños, tú eres mío.
Pero en mi vida, tú eres un sueño.
En ese instante, su mente reconoció de inmediato el nombre y los recuerdos de vidas pasadas se agolparon en su mente. Eran esos mismos recuerdos que solía soñar con frecuencia, como si pertenecieran a una realidad paralela.
"Infidelidades, caos... Es lo que veo en el palacio. Lo que en estos momentos gobiernas con orgullo y pasión, no durará por mucho tiempo. Detente. Tu ruina está cerca, hazle saber a tu hijo, que su futuro reino, está en peligro"
— Jimin... — susurró Jungkook con voz temblorosa, mientras la sala quedaba sumida en un silencio expectante.
Lágrimas se deslizaban por las mejillas de Jungkook, sin que él mismo se percatara de su presencia. Pero junto a esas lágrimas, una sonrisa se dibujaba en su rostro, una sonrisa que irradiaba una felicidad sin igual.
El ambiente se cargó de interrogantes. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Jungkook llorando y sonriendo por alguien que nunca antes había visto? ¿Jungkook levantándose de su asiento y mirándolo como si fuera lo más precioso del mundo? ¿Podría ser esto el amor a primera vista?
Te amo, no me importa tener que traspasar cielo, mar y tierra para hacértelo saber.
Iría hasta el mismo infierno por ti, así que... Espérame.
Pero no era el único. Jimin también estaba llorando, sus lágrimas mezcladas con una sonrisa llena de asombro y felicidad al reencontrarse con el amor de su vida.
En sus ojos se reflejaban el dolor y la alegría entrelazados al volver a encontrarse.
Tú eres yo
— Jungkook... — susurró Jimin con voz entrecortada, sintiendo que su corazón se llenaba de emociones abrumadoras.
Y yo soy tú
Nos volvimos a encontrar amor mío.
Mi amor prohibido.
Hechicero: Solo los reyes podían tener uno, cualquier otro, era asesinado en la hoguera.
Gracias a los que leyeron la historia uwu.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top