☪ Capítulo 20: Cielo y tierra ☪ 🔥






El chillido de Jimin se escurrió entre los dedos de su mano cuando Taehyung deslizó un brazo bajo su cintura y presionó sus caderas en su propio pecho, besando los pliegues de piel sobre sus costillas. Sus labios rosaron el final del esternón, abriendo camino hacia su pequeño ombligo y más abajo.

—¡Taehyung! —Jimin tembló cuando el aire caliente se instaló sobre su entrepierna, encogió los hombros y bajó la mirada hacia el alfa. Sus ojos brillaron fluorescentes, arrullándolo en un silencioso gesto de calma, su mano subiendo entre las sabanas hasta tomar la suya.

Estaba asustado, no de él, nunca podría estarlo, pero sí de los abrumadores sentimientos. Tenía 22, estaba completamente seguro de su sexualidad, gustos e incluso preferencias, aunque nunca la hubiera puesto en práctica. Sabía lo que quería y buscaba, nunca pensaba demasiado cuando se mostraba coqueto antes personas que le atraían, pero nada pasaba en realidad, un par de besos, manos atrevidos y tal vez algún que otro quejido por diversión, nada más lejos.

Sin embargo, ahora se sentía perdido. Su cuerpo solo respondiendo al estímulo, sus labios olvidando lo que es articular una palabra coherente, sus manos sin saber a dónde y su mente cubierta por una bruma de placer del que aún no entendía.

No sabía que quería, no sabía que debía hacer o decir. Estaba completamente perdido bajo el cuerpo bronceado del alfa. Y por alguna razón, eso le gustaba.

Jimin tensionó el abdomen cuando la mano del alfa levantó su pierna por debajo de la rodilla y miró su intimidad. La mano que sujetaba la suya se soltó, comenzando a acariciarle; zona suave, caliente y virgen. El beta se tapó la cara atrapado en la sensación burbujeante de su vientre, mordiéndose la lengua para no gemir cuando se sintió de repente abierto, una intromisión sorpresiva que pasó rápidamente al placer.

Los betas no lubrican, por lo que Taehyung o su instinto animal, en realidad, no podía tomarle con tanta facilidad como a un omega. Debía cuidarle, prepararle, no se permitiría ser imprudente ahora que por fin tenía a su mate entre sus manos.

—¡Ah Dios! —gorgojeó Jimin sacudiéndose por la segunda intromisión, ya no luchaba por darle sentido a las cosas o escapar; se había dado cuenta de cuanto lo quería.

Taehyung realizó un corto camino de marcas rosáceas con su boca, desde el hombro hasta su clavícula, complacido por su respiración agitada y lo bello que se veía intentando ocultar su cara avergonzada tras sus brazos—. Eres hermoso —le susurró, desviando su atención de una tercera intromisión.

—¿Q-que estás- ¡Ah! haciendo? —le preguntó, mirándole tan cerca.

—Amándote —respondió, plantándole un delicado beso en la mandíbula.

La cintura de Jimin se irguió cuando los largos dedos de Taehyung tocaron su punto más sensible, su gemido fue amortiguado por los labios del alfa, encantado de verlo caer aún más profundo en el mar de la satisfacción, jalando los restos de virginidad que podía sentir perderse entre las sabanas.

—¿Me amas? —preguntó, deteniendo el movimiento y apartando la mano se entre sus piernas.

Le miró perdido, con los ojos acuosos y el rubor cubriéndole los pómulos—. Te amo —respondió, su voz empujada por la excitación—. Te amo tanto.

—¿Sí? —se acercó más, apoyando la mano mojada en su cadera, colocando todo su peso en sus rodillas para no caer.

Jimin se apoyó en sus codos para besarle—. Demasiado, no sabes cuánto.

Taehyung guio sus manos hacia su cuello y hombros—. Sujétate de mí, clava bien tus uñas y relájate —pidió, casi como si no fuera más que una petición, acariciando sus muslos y frotando su mejilla contra el cabello del mayor.

—Tengo miedo —confesó el beta, nervioso y ansioso al mismo tiempo.

—Piensa en mí y solo en mí —clamó, haciendo que se concentrara en su voz mientras se alineaba contra su cuerpo—. Me haces tan feliz, cachorrito —susurró, enterrándose lentamente en él—. Todo mío.

Jimin se aguantó un quejido cuando sus cálidas paredes se extendiendo en torno al alfa, amoldándose a él como dos figuras de arcillas talladas para estar unidas y enterrando las uñas en la piel morena.

El movimiento se detuvo, dejándole respirar exhausto, como si acabara de correr una maratón, pero todo apenas comenzaba.

—¿Por qué eres tan hermoso?

—Fui hecho para ti —respondió, embelesado por sus palabras, haciendo revolotear al montón de mariposas en su estómago y perderse en la espiral descendente de la locura.

Pensó en que era invierto y que todo debía de estar frio, pero el solo se sentía caliente, sus piernas tomando el valor para envolverse en la cadera del alfa y presionar más y más.

—Sí haces eso te voy a lastimar, no puedes tomarlo todo —advirtió. Jimin soltó sus hombros y se recostó, colocando una suave sonrisa cuando Taehyung agarró sus muñecas por sobre su cabeza.

—Hazlo, lo puedo soportar —no, no lo soportaría, pero estaba en su límite de conciencia y su libido hablaba en lugar de su razón, aun así, el alfa solo empujó un poco más, hasta donde sintió que podía romperle.

Los minutos pasaron sobre sus estáticos cuerpos, hasta que el vaivén lento empezó, robándole agudos sonidos que solo hacían que al menor le costara no perder el control. No entendió hasta ese momento que el celo no lo estaba dominando, él lo estaba aprovechando; sin caer en aquel camino amnésico, donde solo su parte animal actuaria, brutal y sin cuidado, hasta que el calor se marchara y regresara su raciocinio. Eso era un celo, pero el de Taehyung era diferente, no solo porque yacía con un beta, sino porque lo estaba disfrutando, cada detalle clavado en su memoria para que lo pudiera recordar una y otra vez.

No quería procrear, sino amar.

El nombre del alfa burbujeó en la boca de Jimin cuando el ritmo aumentó. El choque de pieles, la fricción de las sabanas, el cantico obsceno, incluso el meneo de sus mechones cayendo desordenado sobre su frente y el sudor fresco bajándole por la espalda.

Presionó la mano del beta en su propio vientre mientras embestía, haciéndole ver como se movía en su interior, alcanzando a notarse en la piel plana de su estómago—. Oh- ¡ah! ¡Creo que me voy a morir! —gritó, borracho de placer.

—¿Se siente bien?

—Sí ¡Sí! T-Taehyung ¡Ah!

El nombrado gruñó—. Daté la vuelta —ordenó. Jimin acomodándose tembloroso boca abajo, con el pecho pegado a la cama y las caderas levantadas.

Gimió y apretó la sabana bajo sus dedos cuando lo sintió dentro, esta vez más profundo, más al borde de la locura. Murmuró una maldición cuando Taehyung no se contuvo demasiado, golpeando su punto dulce y hacerle sincronizar sus quejidos con el movimiento.

Las manos del menor empujaron su cintura, haciéndole despegar los pies de la cama y gritar. Estaba cerca, sentía el brote de su lujuria tan cerca que hasta podía saborearlo.

—N-no ¡ahh! ¡Mhg! ¡No puedo más! ¡Tae! —advirtió, siendo sujetado por los hombros y pegándolo a su pecho, esta vez su miembro demasiado notorio en su estómago.

Puso una mano en la boca del beta cuando clavó sus dientes en el hueco de su cuello, el nudo expandiéndose dolorosamente dentro de él, derramándose en sus paredes y oliendo la sangre que se escurría por su clavícula.

Luchó por reprimirlo, pero estaba tan arraigado en su subconsciente que no pudo evitarlo; quería hacerlo suyo, de todas las formas posibles, ante el cielo y la cama.

El grito de Jimin fue menguando poco a poco, consumiéndose en su garganta y dejándole sin voz. Taehyung lo recostó con delicadeza cuando sus colmillos liberaron la carne de su cuello, el sabor metálico de la sangre mezclándose con su saliva y el nudo apretado dentro de él, evitando que su esencia se escapase. "Lobo tonto" se recriminó en la maraña de preocupaciones "Jimin no puede concebir", así que más allá de su biología pre-establecida, no había razón para mantener dentro su semilla.

—Tae —la voz del rubio sonó rasposa y ahogada, demasiado cansado por el esfuerzo y embriagado por el olor que empezaba a disminuir igual que la calentura. Su celo se estaba acabando, pero él no lo entendía, se supone que duraría otro día más, pero se estaba yendo, dejándole con el pequeño cuerpo tembloroso bajo suyo—. M-me due-... le —se estaba esforzando los hilar correctamente las palabras.

Taehyung lo acunó contra su pecho, las piernas entrelazadas y el corazón en su mano—. Shhh, pasará, solo espera un poco —acarició la mejilla del mayor, sintiendo las lágrimas correr en silencio. El alfa se sintió derrumbado y abatido mientras lo apretaba contra sí y besaba su frente—. Lo siento, lo siento tanto —le arrulló—. Te he lastimado, lo siento.

Le costó recuperar un poco de su voz para responder—. Estoy bien —murmuró agotado—. Ya no me duele.

—No me mientas, por favor, nunca me mientas.

Sonrió con los ojos cerrados—. Duele un poco, me mordiste fuerte... pero estoy bien, me gustó —era la primera vez de ambos, un lobo ansioso y atormentado uniéndose a un chico demasiado perdido entre los recuerdos y lo que aún no ocurría.

Taehyung lamió su herida, acomodándole las piernas sobre sus muslos cuando el nudo estuvo lo suficientemente desinflado para poder sacarlo, apretando los labios en una línea cuando el gemido de Jimin se atoró en su garganta, y ahí se quedó, sanándole. No sabía si la saliva sería tan efectiva como en los omegas, pero tampoco debía dejarle dormir con la sangre escurriéndose lentamente por su hombro.

Fue delicado y suave en limpiarle, tanto la mordida como su entrepierna, terminando por descartar las sabanas manchadas al suelo.

Jimin no tenía noción del tiempo, no sabía si el momento había durado minutos o ya era tarde en la noche.

—Lo siento.

—Deja de disculparte —le regañó, apretándole una mejilla con diversión, usando la poca fuerza que le quedaba.

—Siento que solo te hago daño.

El mayor le miró lastimero—. Eso no es verdad, nunca serías capaz.

—Yo no, pero lo que soy sí, lo que me rodea...

—No me importa, Tae, te amo, solo concéntrate en eso —Jimin recorrió con sus dedos el borde de su mandíbula—. Piensa en mí y solo en mí —citó lo mismo que él le había dicho.

El alfa se recostó junto a él, pegando la nariz en su cabello y encarcelándolo contra su pecho—. Duerme, aquí estaré cuando despiertes.

Las pestañas del rubio revolotearon un poco antes de ser preso del sueño.

—Eres mío —susurró aun sabiendo que ya no lo escuchaba—. Porque yo soy tuyo.

Y la lámpara de apagó a su lado sumiéndolos en la pacifica oscuridad.



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