☪ Capítulo 1: Una vida diferente ☪



La puerta chirrió cuando fue abierta y cerrada, el paso del chico era pesado y arrastraba consigo otro día difícil. Dejo las llaves sobre la gastada encimera de la cocina y cayó encima de la cama aun desecha de la noche anterior pues no tuvo tiempo para arreglarlo. Un suave quejido salió de sus labios, si no fuera por su perseverancia realmente habría escapado y acabo con todo, aunque bueno, en realidad ellos lo habrían encontrado a donde fuera que escapara.

Hacia 2 meses su padre había fallecido, un fatídico ataque cardiaco que causó que toda la responsabilidad cayera sobre él, sin más familiares que realmente la apoyaran tendría que encargarse de las deudas solo, por lo que recientemente tuvo que adquirir un segundo empleo y mudarse a un departamento diminuto para vender la casa y conseguir lo que pudiese.

Los huesos de su espalda traquearon cuando por fin se levantó para comer algo y dormir lo que pudiese. El tiempo pasaba rápido para él, cuando menos lo pensaba ya era tarde.

Su teléfono vibró en una llamada repentina, aunque Jimin ya sabía quién era.

­—Hola, Hoseok.

—¿Estas bien? -fue lo que contesto el contrario.

—Claro ¿por qué no habría de estarlo?

—Escuche al señor Ong decir que mandaría a sus matones a tu casa —él palideció haciendo que temblara el teléfono en su mano.

—Pero... aun no tengo el dinero completo, ellos vendrían en dos semanas, no ahora -su voz sonaba claramente alterada.

—Tranquila, estoy cerca de tu casa, intentaré llegar antes-

Unos pesados golpes se escucharon en la puerta.

Entonces supo que realmente estaba pasando, su hora había llegado.

Velozmente soltó el teléfono y cogió su bolso, metiendo la bolsa que tenía preparada desde hacía una semana, solo por si llegaba a pasar algo.

Lo que justamente estaba ocurriendo.

Tiró el bolso por la ventanilla del baño donde supo que caería en el aire acondicionado del departamento de abajo, colocó la cafetera a pitar y se puso las botas los más rápido que pudo. La puerta volvió a sonar, esta vez con más fuerza. Hoseok seguía intentando llamarlo desde el celular sobre la cama.

Cuando el sonido chirriante de la cafetera comenzó a sonar, él tomó el celular y continuo la llamada.

—¿Me escuchas? ¡Jimin! Estoy a 4 cuadras.

—No vengas.

—Dios, que susto ¿estás bien?

—Hoseok —su boca se sentía seca y un ardo se concentró en su estómago-. No vengas, escúchame bien.

—No vayas a hacer nada, por favor, no puedo perderte a ti también.

Una lagrima corrió,

—Escucha, en la parte de atrás de la lápida de papa hay una grieta, ábrela, hay 900 mil wons, tómalos y lárgate de ahí, no te preocupes por mí, si todo sale bien en unas semanas nos reencontraremos en Gwanju.

—No, debe haber otra forma, diles que trabajaras el doble, que te den más tiempo.

—Él no esperara, Hoseok, esta vez no es por dinero.

Su hermanastro se quedó callado unos segundos y después escucho un sollozo.

—No lo hagas.

—Te amo.

La llamada fue colgada y lanzó con fuerza el celular al suelo haciendo que estallara en pedazos, con el pie los escondió bajo la cama y corrió a la cocina.

Entonces la cerradura de la puerta fue rota y el sonido de fuertes pisadas inundo la habitación por encima del pitido de la cafetera.

—Hola, eh... —no debía de fingir nerviosismo, realmente lo sentía, pero no se dejaría consumir por él—. ¿Vienen por algo? Aun no tengo el dinero, pensé que vendrían en unos días.

—Debe venir con nosotros —habló el más alto, llevaba un corte militar y sin duda con un solo puñetazo podría mandarlo a la otra vida.

—¿Disculpe?

—Ong lo ha llamado, deberá cumplir un trabajo diferente —el agarre que mantenía sobre el mesón detrás de él se hizo más fuerte.

—Pero, él dijo que solo debía conseguir el dinero, que sería comprensible-

—Si se resiste tendremos que llevarlo a la fuerza.

—P-pero-

—Se acabó —el segundo, más bajo y probablemente más joven tomó su brazo, fue cuando comenzó el plan.

Tomó con fuerza la cafetera sin importar si había medido mal el agarré y había tocado el metal caliente, aun así, no evitó que lo golpeara con este en la cabeza y lanzara el agua caliente al otro.

Los gritos no tardaron, el agarre en el brazo fue soltado y corrió hacia el baño, saltando sobre el retrete y colándose por la ventanilla, por suerte había medido si podía caber, teniendo que bajar drásticamente de peso para lograrlo. Sabía que tarde o temprano Ong se cansaría de fingir ser el hombre comprensivo, pero no pensó que su paciencia acabaría tan rápido.

Se agarró con fuerza al barandal del balcón de arriba y quedó colgando, el dolor en su mano izquierda exigía que gritara, pero se resistió. Con la punta de su bota empujó el bolso que reposaba sobre el aire acondicionado del departamento de abajo hacia un lado, donde estaba la escalera de seguridad. Un disparo sonó y casi se cae al sentir el ardor en su pierna. La bala solo lo rozó, pero sangraba y ardía como el demonio.

Se balanceo como pudo y saltó cayendo en el borde de la escalera, donde casi se pudo haber roto un hueso. Suspiro mirando abajo, una caída desde un 7mo piso no debía ser nada placentero, aunque tal vez una muerte rápida.

Se puso el bolso en la espalda y bajo los escalones corriendo, podía escuchar los gritos de los gorilas de Ong, pero no se detendría a mirarles.

Las calles eran concurridas, permitió que él se perdiera entre la gente.

Y así comenzó su viaje.

Sabía que lo seguirían hasta la estación, por lo que iría con un perfil bajo.

Su vida había cambiado tanto en semanas, había pasado de tener una hermosa familia ha solo tener un hermano que pendía de un hilo.

Había perdido todo, sus padres, sus estudios, su hogar, todo por un hombre que no tenía límites.

Conforme las horas pasaban la gente disminuía, ya era la hora en la que los alcohólicos regresaban a sus casas.

Fue ahí cuando por fin se sintió seguro de tomar el autobús.

No pensó que los gorilas serían tan persistentes.

Estando probablemente a unas millas fuera de la ciudad un golpe en el bus se escuchó, seguido de un chirrido que hizo que el conductor se detuviese a mitad del oscuro camino.

—¿Está todo bien? —se atrevió a preguntar.

-Se debió de haber pinchado una llanta, lo lamento, permítame llamar a otro autobús para avisar el problema, podrá continuar su camino con ese.

—Está bien, muchas gracias.

Bajarse fue su primer error, el disparo que impacto en el conductor a su lado le sorprendió, logrando que gritara y cayera a un lado.

Giró la cabeza y diviso el auto negro, no tuvo que pensar dos veces para correr por el bosque abierto.

—¡Si corre será más difícil!

—¡No le queremos hacerle daño!

Jimin sabía que su vida no peligraba en sus manos, sino en las de su jefe.

A lo lejos apenas se asomaban los primeros rayos de sol, a este punto no había dormido en probablemente 24 horas y el cansancio de la huida le estaba pasando factura.

Un disparo pasó por su lado haciéndola tropezar del susto, corría entre los arboles buscando algún escondite que no encontraba.

Entonces choco contra algo fuerte, estaba seguro de que no había más árboles delante suyo como para estamparse contra él, pero lo que estaba en frente no era uno, debía de ser algún tipo de barrera hecho de troncos ya cubiertos por gruesa maleza.

Su mente se bloqueó un minuto en lo que pensaba a donde ir, pero no fue tan rápida como para evitar el agarre en su hombro.

—¡No! Basta.

—Si se sigue resistiendo usaremos la fuerza.

Ong lo quería vivo, no intacto, por lo que si se lo entregaban con algunos toques no causaría nada.

El más bajo agarro sus muñecas y él intento morder.

—Basta, por favor, no.

—Cállalo.

—Y si...

—No.

—A Ong no le importará, lo seguirá teniendo para él.

Su cuerpo se retorció cuando las manos ya no estaban en sus muñecas sino en sus caderas.

—¡Detente!

Un aullido los alertó a los tres, haciendo que se detuviesen.

—¿Lobos? No hay en estas partes.

Jimin no se quedaría de brazos cruzados mientras era llevado. Se sacudió tan violentamente que el suelo a sus espaldas cedió y cayó, el grito que soltó no fue suficiente para expresar su terror, mientras los hombros también lo hicieron cuando lo vieron hundirse en la tierra al borde del muro de madera y no quedó nada de él.




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