Capítulo III
—¡No lo puedo creer! —exclamó Heli, deteniéndose de manera repentina en medio del pasillo—. Dime que ves a ese chico sombrío parado junto a mi casillero —añadió, dirigiéndose a su amiga.
La pelirroja observó a través de la multitud de apurados estudiantes que se apiñaban en los corredores, en una carrera desesperada por llegar a sus respectivos salones antes de que la campana emitiera su nota final.
—Si te refieres al chico musculado vestido de cuero, que parece salido de una revista de motociclistas sensuales y peligrosos... Definitivamente lo veo —corroboró, fascinada.
—¡Isla concéntrate! —regañó Heli—. Ese es chico del que te hablé, "mi salvador".
Su voz hizo eco en el pasillo gracias al repentino silencio. Entonces se percató de que no había rastro de sus compañeros. La campana había dejado de reverberar y eso solo indicaba una cruel realidad: se había perdido la clase, de nuevo.
Suspiró frustrada mientras desviaba la vista hacia la fémina a su lado. A Isla no parecía preocuparle en lo más mínimo la situación, como la coleccionista empedernida de inasistencias que era.
—Jamás mencionaste que era un Adonis —reprochó, siguiendo el hilo de la conversación.
—Recuerdo que dije y cito: "No está mal"—refutó su amiga—. Y en todo caso, su apariencia externa no es importante. Lo que no entendiendo es ¡¿qué rayos hace él aquí?!
"¿Habrá estado involucrado en el incidente del vestuario?" Volvió a preguntarse.
—Pues, nada pierdes con preguntar. Así que vamos hacia allá —indicó la ojiverde, evidenciando que aún conservaba su capacidad de escuchar (aquello que le convenía oír, claro está).
Oponerse a un mandato de Isla era inútil. Antes de que Heli pensara en emitir palabra, la pelirroja había avanzado hasta posicionarse a centímetros del muchacho, que se encontraba obcecado en una dura batalla contra el locker.
—¡Hola sexy desconocido! Necesitas una llave para abrir eso —manifestó, a modo de presentación—. Me llamo Isla y ella es mi amiga Heli, aunque ya la conoces porque le salvaste la vida hace unas horas...
El joven renunció a su tarea y, por primera vez, reparó en la chica de cabello rojizo parada a su lado, percatándose de que se le había pasado por alto un detalle: ahora ella podía verlo, al igual que el resto de los mortales.
"Nota mental: asegurarme de que no haya humanos cerca cuando intente realizar actos de vandalismo en el futuro". Se dijo a sí mismo.
››Te doy las gracias por lo que hiciste —agregó Isla, ante el prolongado silencio de su interlocutor—. Te has convertido en mi héroe por salvar a mi mejora de las garras de la inclemente muerte.
"Creo que Vitae halló una competencia digna en esta chica." Reflexionó el muchacho frente a aquella efusiva exposición. Internamente también sintió algo de resquemor hacia esa adolescente parlanchina que lo había tachado de "inclemente". Además, ¡¿qué le hacía pensar que la muerte tenía garras?! El poder de la imaginación humana no dejaba de asombrarlo a cada instante.
—Ya deja de avergonzarme —oyó mascullar a su acompañante, cuyo rubor había aumentado de forma considerable.
Siempre había envidiado la capacidad de los mortales para alterar el tono de su dermis de manera natural, en cambio él estaba resignado a ese matiz pálido sepulcral (que perduraba incluso en su nuevo cuerpo mortal).
—No he dicho nada malo —aseguró la acusada, apretando los dientes—. Además, dudo que "Adonis" haya entendido algo. ¡Ni siquiera responde! Debiste haberme mencionado que el chico es sordomudo. Ahora pensará que he sido irrespetuosa—se lamentó.
"¡Porque no lo es! Ambos mantuvimos una conversación después de que me salvara". Recordó Heli. "¿O acaso fue parte de mi imaginación?" Cuestionó, aterrada ante la posibilidad.
Abrió la boca para hablar, pero el chico se adelantó:
—Ejem... ¡Hola! —saludó en tono elevado, haciéndose notar—. Primero, sí puedo hablar, como habrás notado. Segundo, mi oído es bastante bueno, como también puedes comprobarlo. Tercero, pido disculpas por ese "lapsus" momentáneo. Me sentí un poco aturdido, la verdad —expuso sincero, no solo porque el parloteo de Isla resultaba amedrentador, sino porque era la primera vez que pisaba el plano terrenal como mortal y eso resultaba muy confuso—. Y claro que me acuerdo de ella...—"¡Cómo podría olvidarla!" Pensó. Era ella la causa fundamental de su transformación, la responsable del caos universal—. Un gusto verte de nuevo, Heli "Yamevoy" —expresó, esbozando una sonrisa torcida.
—¡Ese no es mi nombre! —protestó la joven, que interpretó su comentario como una forma de bullying—. Pero, ya que recuperaste el habla, qué tal si me dices ¡¿por qué estás en mí Instituto?! O mejor aún: ¡¿por qué estás forzando el casillero junto al mío?! ¿Acaso me estás acosando? —recriminó.
"¿Qué pasó en el vestidor?" Repitió para sus adentros.
—¡Guau! —exclamó él, con genuina sorpresa.
"¡¿Qué rayos le ocurre a esta niña malagradecida?! ¿Por qué se esmera en mostrarse grosera, después de que le he salvado la vida dos veces?"
La entidad de la muerte estaba acostumbrada a la ingratitud de la gente, pero las afiladas declaraciones de Heli le dolían más que las de cualquier mundano. La razón de su malestar era incierta, incluso para alguien con su claridad mental, pero podría estar relacionada con el hecho de que por ella había transgredido su propia esencia y había ocultado información a sus amigos (aunque su obrar había sido consecuencia de un mandato divino). Sin embargo, posteriormente se había encargado de eliminar al ente demoníaco —que se había manifestado en el plano terrenal por culpa de su ridículo conjuro de invocación— antes de que le hiciera daño y eso había sido un gesto de buena voluntad. ¡Nadie se lo había ordenado!
Claro que, Heli desconocía su intervención en el último acto (él se había encargado de obstruir sus recuerdos para preservar el anonimato de su identidad), pero conservaba memorias del primer suceso y eso, pensó la Muerte, era razón suficiente para adorarlo por toda la eternidad.
Se consoló recordando que al menos había obtenido algo de satisfacción en el aperitivo que se había comido después de su agotadora batalla contra el mal.
—Para empezar, niña "Comotellames", no te estoy acosando —aseguró, molesto—. Tampoco sabía que eras la dueña del Instituto —alegó, irónico—. Simplemente estoy matriculado en esta escuela y este, para que sepas, es mi casillero. Pero no puedo abrirlo porque, por detenerme a salvar a una desconocida chiquilla ingrata de su fatídico destino, extravié la llave en el camino.
"Nota mental dos: alterar documentos para inscribirme en este establecimiento y conseguir una forma de abrir el maldito casillero." Apuntó.
Esperaba que a partir de lo dicho, la castaña dejara de lanzar acusaciones e hiciera a un lado la desconfianza. Aunque, por la manera en que lo observaba, sin temor alguno a ser absorbida por el oscuro fuego de su mirada, supuso que estaba lejos de sentirse intimidada.
—¡Ooookey! Percibo algo de tensión aquí —manifestó Isla, marcando distancia entre sus congéneres, intentando apaciguar la electricidad que ambos emanaban—. Lo que mi amiga quiso decir, es que su apellido no es "Yamevoy" sino Potter y obvio que no es la dueña de la escuela. ¡Ya quisiera yo que así fuera, haría de esto una fiesta! —emitió una risa nerviosa—. En cuanto a eso de que la acosas, seguro estaba bromeando. Hacemos chistes de ese tipo con los nuevos estudiantes todo el tiempo... ¿Verdad Heli? —Le propinó un codazo en el brazo a su amiga, en busca de apoyo.
—Por supuesto—murmuró su compañera, adolorida.
—En fin... Aclarado esto, debo decir que me alegra que te hayas inscripto en nuestro Instituto. Has entrado algo tarde pero, ¡¿qué importa que te hayas salteado medio semestre?! No es como si te hubieras perdido las respuestas a temas trascendentales como ¿quién creó el Universo? O ¿por qué estamos aquí?
"Tampoco es como si no lo supiera." Meditó Mortem.
Las respuestas eran tan simples que resultaban inverosímiles para seres tan complejos como los humanos.
Por otro lado, si lo dicho por Heli se había tratado de una broma, contribuía a afirmar su visión original sobre esos seres. ¡Incluso su sentido del humor era sumamente enrevesado!
De pronto, comenzó a sentir un mínimo sentimiento de culpabilidad por la manera en la que se había dirigido a la chica. Reconoció que era bueno que estuviera a la defensiva con extraños, aunque prefería que fuese con aquellos que en verdad buscaban hacerle daño.
—A todo esto, ¿tienes un nombre? —preguntó Isla, notando que jamás se había presentado—. Porque tengo algunos apodos que te encantarán. He pensado en "Adonis misterioso", "Ojos peligrosos", "Mr. Sexy" y mi favorito: "Ángel rockero de la guarda" —enumeró.
La Muerte se sintió desfallecer ante aquellos apodos cariñosos. Sin embargo, lo más alarmante fue descubrir que, por culpa de los vertiginosos eventos y las apuradas decisiones que había tenido que tomar en un corto plazo temporal, no se había detenido a pensar en un nombre.
Se suponía que después de salvar a la joven del accidente automovilístico se mantendría distante, a la espera de nuevas órdenes. Pero, en vista de que ella parecía empeñada en poner en riesgo su vida a cada instante y tras comprobar que era una especie de imán para la oscuridad, había tenido que improvisar y se había visto en la obligación de seguir sus pasos de cerca.
—Obvio que tengo nombre —expuso, extrayendo del bolsillo de su chaqueta de cuero un objeto místico similar a un intrincado reloj.
A continuación, ejerció una ligera presión sobre las manecillas más cortas y firmes, de las tantas que tenía el sofisticado artilugio celestial, cada una con longitudes diversas y propiedades únicas. Aquellas en particular servían para marcar los acontecimientos presentes (los sucesos que estaban en pleno desarrollo).
››De hecho, tengo muchos —anunció en voz alta.
Ya nadie podía oírlo, ni verlo.
El mundo a su alrededor se había ralentizado, los sucesos se manifestaban tan despacio que los actores involucrados eran incapaces de percibir sus acciones, ventajas de quien hacía uso del peculiar artefacto que sostenía en sus manos, cuyo legítimo dueño era el ente de los eones: "Tempos".
El padre del tiempo, señor de las edades, no acaparaba la simpatía de Mortem (incluso se podría decir que lo apreciaba menos que a su hermano: Destiny), pero debía reconocer que era portador de un don interesante y que sus herramientas de trabajo eran muy útiles. También era consciente de que no podía abusar de aquel "artefacto cronológico" sin poner en riesgo el equilibrio universal, pero había sido inteligente de su parte tomar el control del tiempo (entre otros elementos místicos) de la bóveda del Eje del Éter, antes de abrir el portal hacia el mundo mortal. Gracias a esa jugada astuta podía pensar con tranquilidad.
Cerró los ojos y rebuscó en su tumba memorial un apodo inofensivo que protegiera su identidad en el plano terrenal y que además estuviera en armonía con su renovada apariencia juvenil.
"Azrael", como lo había llamado Heli durante el rito de invocación, era uno de los apelativos (con el que lo habían bautizado los mortales) que más le agradaban, pero ciertamente no era una opción viable. Y la "etiqueta" del "traje humano" que vestía era desconocida para él, porque un cuerpo sin el alma era una cáscara vacía, carente de recuerdos.
Por otro lado, el único conocimiento certero que tenía sobre su armazón era la forma en la que había fenecido. De hecho, le resultaba irónico que Destiny, sin saberlo, hubiera influido (por primera vez) a su favor, al signar el trágico devenir de aquel chiquillo de aspecto rebelde y gusto desmedido por la heroína.
El efecto residual de las drogas en ese organismo deteriorado no era del completo agrado de Mortem, pero su indumentaria no estaba mal y el arete en el labio causaba el impacto que necesitaba una Entidad de su talante.
No obstante, la decisión final de ocupar aquel cadáver había sido tomada tras una exhaustiva investigación literaria que lo había llevado a una revelación sorprendente: las adolescentes humanas sentían una extraña empatía y una torcida atracción hacia los "BBS" (Bad Boys Sexys).
No es que el plan de la Muerte fuera enamorar a la chica que debía salvar o a cualquier otra adolescente hormonal que se cruzara por su camino en ese "mientras tanto". Tampoco había pensado en extender el vínculo después del breve encuentro "pos salvataje" pero, así fuera por un efímero momento, deseaba que su presencia en la tierra causara un efecto positivo, sin mencionar que con su nueva personalidad podría adaptarse mejor al entorno.
Sin embargo, pese a que la pelirroja lo observaba como si fuera un apetitoso postre al que ansiaba devorar, Heli seguía mirándolo con recelo.
"¡Esta chica es imposible de contentar! ¡Ash!" Exclamó y en esa súbita expresión halló la respuesta que estaba buscando. Una denominación cuyo significado no estaba muy alejado de su misión actual.
››Soy Ashriel —terminó la frase, liberando las manecillas del cronómetro legendario, para que el tiempo actual siguiera su curso normal—. Pero, puedes llamarme Ash.
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