50.

Talia estaba nerviosa, tarareaba una canción mientras movía sus dedos al son de la misma, quería alejar cualquier pensamiento raro de su mente, pero la ansiedad y el estrés se la estaba carcomiendo desde dentro.

--Faltan solo quince minutos. ¿Te gustaría irnos ya? -levantó la cabeza, se encontró a un pelirrojo que la miraba tiernamente, a pesar de que por dentro sus sentimientos se estaban desbordando al igual que los de ella.

--¿Irnos? Me voy a ir sola. -apretó los labios.

--Claro que no, al menos déjame acompañarte hasta el bosque.

--No. -Gruñó Talia, asiendo retroceder a Nayan. Unos segundos después éste la abrazó rápidamente y se fue corriendo hasta el camión.

Talía suspiró y se levantó de su asiento, en ese momento, notó que había abollado la silla con sus manos, eso había sucedido instantes antes.

Miró el bosque, su deseo de salir corriendo era gigantesco, ella no comprendía el porqué, solo sentía una necesidad inalcanzable de correr y adentrarse en él.

Corrió y corrió como nunca antes, en casi solo unos segundos ya estaba dentro del espeso bosque; se lanzó al suelo sin pensar, pero su cuerpo perfecto, nunca llegó a impactar contra el duro césped.

Talia ya no estaba, el mismo lobo gigante que un mes atrás había aparecido en la casa Hale, se encontraba ahí mismo, en sus cuatro patas aullandole a la hermosa luna plateada.

--Ya salió. -exclamó Samael saliendo del búnker y escuchando el gran aullido que Talia provocaba.

--Que hermoso suena -agregó. Una lágrima salió de sus ojos --Igual que Beatriz. -dijo el hombre joven.

Nayan también salió, miró la luna y sonrió de lado, se pasó una mano por el cabello y se lo revolvió el mismo, respiraba apresuradamente.

--Tranquilo, ella está bien. Está mejor que bien, de hecho. -le dijo Samael poniendo una mano en su hombro.

--Lo sé. El problema aquí soy yo -Samael lo miró divertido y le instó a que hablara.

--Ella lo es todo, puede con todo, ella lo merece todo. -a Nayan se le incendió el cabello y Samael se alejó de golpe, unas llamas lo habían alcanzado y simplemente las hizo desaparecer con una chispa azul --Y yo no lo soy. -terminó diciendo con los ojos enfurecidos, llenos de ira y dolor, pero en especial, llenos de tristeza.

--Ay chico, no te agobies.

Nayan se apagó de golpe, sintió como su magia se desvanecía, se sentía débil y vulnerable.

--Nadie es suficiente para ellos, nunca seremos perfectos, ni siquiera ellos lo son, solo aparentan serlo.

Nayan estaba de rodillas en el suelo, estaba mareado y confundido ¿Qué le sucedía? ¿Acaso era obra de Samael?

--Quedate tranquilo, yo cuidaré de ella. -dijo dejándolo sólo en el suelo --Descansa un poco, te lo mereces.

--¿Qué..? -apenas unos suspiros salieron de su boca.

--Además -Samael se acercó de nuevo a él y le puso una mano en el hombro --Tú no la amas, jamás lo harás en verdad.

Nayan había perdido la conciencia. Dejando como último recuerdo en su mente aquellas terribles palabras.

***

Talia Hale

Estoy en una montaña rusa, una de las más grandes montañas rusas que había visto, junto a Nayan, ambos gritamos y reimos conforme el carrito avanza sobre los rieles, él me tomó la mano, sujetándola con fuerza, lo mire y encontré su rostro, tal y como lo recordaba, cabello rojo intenso, labios rosas, ojos claros y brillantes, con una leve señal de rasgados, enseñando al mundo un misterio dentro de ellos. Un rostro a mi parecer tallado por ángeles y pintado por el mismísimo Dios.

Y de un segundo a otro, sin previo aviso y con una horrible sensación de vértigo, me caí; empecé a caer por un precipicio nublado, se sentía como caer de un cielo lleno de nubes de algodón que limitaban tu visión. La sensación, a pesar de ser extraña, era agradable, sentía un vacío encantador. Había olvidado todos mis problemas, solo me concentraba en estar relajada y disfrutar del momento.

Sin poder prevenirlo, me impacté contra el duro suelo, para ser sincera, en ese momento de paz, no creí que eso fuera a suceder, no lo esperaba en absoluto, por lo que, el choque fue demasiado violento, además de que había caído sobre algo filoso, me dolía a un costado. Cuando toqué la parte que me dolía, sentí un líquido espeso y pegajoso llenar mis dedos, me miré las manos, rojas, manchadas de mi oscura sangre. Me intenté levantar, debía alejarme de lo que sea que me había herido, quedarme ahí solo me provocaría más sufrimiento.

Pero no podía mover mis piernas, no me reaccionaban de ninguna forma; y fue en ese momento, desesperada por averiguar qué sucedía y alejar ese dolor de mí, cuando la vi, una figura, la había visto antes, en sueños quizá, pero la recordaba, me había hablado en una lengua que no conocía.

--¡Ayudame! -le grité, lágrimas salían de mis ojos con desesperación, caían sin control, como una catarata.

--¿Estás segura? -me dijo esta, como creyendo que no le hablaba enserio.

--Por favor -yo gemía sin control, sorbia mocos y lloraba como un bebé, el dolor era insoportable y me sentía cada vez más débil, estaba perdiendo mucha sangre y mi cuerpo se estaba quedando sin energía a cada segundo que transcurría.

--Si insistes no tengo más opción que darte una mano. -la figura me extendió una mano, se acercó y la tomé sin dudar, en estos momentos era mi única opción, no veía a nadie más cerca.

Su contacto fue electrizante, sentí una corriente atravesar todo mi cuerpo, incluso en la zona herida, ahogué un grito de dolor que luego se convirtió en un gruñido semejante al de un animal rabioso.

Segundos después, la figura me sacó de mi tormento; ahora nos encontrábamos en una pradera verde y llena de flores de colores, el cielo estaba azul con algunas pequeñas nubes blancas, era como estar dentro de una fotografía.

--¿En dónde estamos? -pregunté confundida, pero inmediatamente me sorprendió de lo que había salido de mi propia boca, palabras incomprensibles habían salido de esta, me tapé la boca con ambas manos, aterrada por lo que acababa de suceder.

--En el cielo, esta es la segunda vez que vienes por aquí.

Genial, ya me morí. Espera ¿Qué? ¡Estoy muerta? Mi cara de horror y pánico le fue graciosa a la figura, o mejor dicho, silueta de mujer.

--¿Me morí? -pregunté bien tonta.

--Claro que no, al menos no por ahora. -contestó la silueta --Solo dejaste tu cuerpo en la tierra un rato.

Interesante...

Estoy completamente muerta.

La silueta continuó hablando como si nada.

--Vendrás una vez al mes a este lugar, cuando la luna te lo permita.

En ese momento recordé, volví a mí realidad, era luna llena, estaba en Alemania, en un bosque en alguna parte de Alemania. Nayan debía estar histérico por mi culpa, todo esto era por culpa de los Lycans, debía ser alguna cosa relacionada con ello.

Que había dicho antes, ahora todo en tu maldita vida está relacionado con los Lycans.

--Los otros decidieron dejarte sola en este lugar, para darte más privacidad, ya que ellos esperan conocerte en persona; son muy tercos, a pesar de que les he insistido en que no sean así.

La silueta hablaba y hablaba, cosas que aveces ni siquiera entendía o prestaba atención. En esos momentos era lo que menos me importaba.

--¿Puedo hacerte una pregunta? -no creí que me escuchara, pero cuando terminé de hablar cerró la boca y me miró, al menos eso sentí, es algo raro de describir ya que era como estar hablando con una sombra, no le veía el rostro, solo una silueta humana de mujer.

--Claro, claro. Lamento haberme desviado, nunca hablo con nadie y quería explicarte todo. Pero adelante habla, yo te dejo de aburrir con mis cosas.

--¿Quién eres?

--Oh, una excelente pregunta. -la silueta se sentó en el césped --Soy Kluvazy, se puede decir que soy tu ángel, o como nos llaman ahora en la tierra, tu Lycan. De mí heredas todos tus dones y habilidades.

Hice otra pregunta antes de que empezara a hablar sin sentido de nuevo, aquello que había dicho no me había dejado satisfecha.

--¿Por qué yo?

--Interesante pregunta, pero creo que será para otra ocasión, ya no te queda tiempo. Por ahora solo te diré una cosa -la tierra empezaba a temblar, me caí y empecé a irme de nuevo por el abismo que parecía no tener fin.

--Todos son tuyos. -fue lo último que escuché antes de ahogarme en una profunda oscuridad.

Estaba ahí, en la nada, en ese lugar tan vacío y oscuro; cada uno de mis temores volvieron a mí, y una necesidad incontrolable de huir llenó mi ser, corrí sin saber a dónde dirigirme, grité sin saber que hacer.

--¡Ayudenme! ¡No quiero estar sola! Por favor...

No podía estar más ahí, parecía que habían pasado décadas, sola en un oscuro y frío mundo que solo me traía desesperación.

Estaba hecha un ovillo mientras frotaba mis piernas con mis manos, y lloraba, lágrimas y más lágrimas salían de mis ojos, parecían nunca acabarse, no podía secarme, ellas siempre estarían ahí.

Escuché una voz. Un grito, de esos que calan en los huesos y se quedan en tu cabeza silbando por horas, llenándote de sentimientos que tu cuerpo necesita expulsar lo antes posible si querías recobrar la razón y no quedarte atrapada en él, volviéndote propiedad de algo más oscuro que la noche.

Reconocía el tono de esa voz, conocía de quién provenía, pero jamás lo había escuchado gritar, nunca esperé hacerlo.

Miré en todas partes, sufría al igual que yo.

Me desesperé, debía encontrarlo, él era la respuesta a mis plegarias, lo sé, era muy egoísta de mi parte pensar así; él sufría, y yo solo pensaba en que no quería estar sola, su compañía me era necesaria. Lo necesitaba, y quizá él a mí. No lo sabría hasta que lo encontrara.

Volví a correr, pero esta vez corría para alcanzarle, con un propósito en concreto. Con un solo objetivo en mi mente.

No estar sola.

***

¿Cuáles son tus miedos más oscuros?
¿Los recuerdas?

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