Azael
Todos estaban sentados en el restaurante, todos, menos ellos, a quienes la policía tenía de pie.
- ¡Están rodeados, así que caminen hacía la salida con las manos en alto! - gritó el joven policía al que, si uno prestaba la suficiente atención, podría notar no sostenía con firmeza la pistola en sus manos, nervioso en aquella situación.
Los chicos nos miramos de reojo, levantando las manos. Steve era el que más cerca estaba de la salida, y todos sabíamos que hacer en esos casos.
1,2, 3 tres segundos fueron suficientes para lograr salir del aquel lugar, en medio de los balazos, y las palomas que volaban por todos lados, gracias al tiro que acertadamente había dado su compañero a la ridícula decoración natural del lujoso restaurante.
Azael corría por la calle, riendo como un desquiciado, hacía apenas unos minutos, estaba comiendo en el restaurante más costoso de la ciudad, en un por demás caro traje de la mejor marca, corriendo como un delincuente, como lo que en verdad era, un joven ladrón que actualmente se encontraba coqueteando con mafia de la ciudad.
Podía escuchar a sus colegas tras de él, aunque realmente no le preocupaba eso, eran 4 en total, y ya sabían como proceder en esos casos para no ser atrapados. Correr por ciertas calles, meterse en determinadas tiendas, aguardar en algún refugio, y ¡bam!, en 2 horas, nuevamente no era más que otro hombre joven, caminando por las descuidadas calles de los suburbios más abandonados y peligros de la ciudad.
- ¡Azael!, ¡Por fin has vuelto! - Exclamó su madre al verlo entrar - Anda, acompaña a tu hermana a cenar
- ¡Az! - dijo la más pequeña con emoción al verle, no solo por la edad, sino por la mala alimentación que había llevado a lo largo de su corta vida
- ¿Qué le has dado a Ángela? - preguntó a su madre, luego de lanzarle un fajo de billetes, tomando el plato de la menor para ver si la comida era de la calidad que merecía su pequeña hermana, quien como su nombre lo decía, era un verdadero ángel con todos, pese a sus múltiples enfermedades.
- Vaya... con esto podemos pagar su tratamiento... - dijo la mujer, sorprendida de la cantidad de dinero
- Gracias hermano, ¡eres un ángel! - agregó la niña, abrazándose a él cuando estuvo cerca.
Azael sonrió divertido, ángel o demonio, nadie lo sabía realmente, su nombre incluso no tenía un significado bien definido, en algunos textos era un ángel, "A quien Dios fortalece", y en otros, era un ángel caído.
Eso no le importaba, desde que su padre les había dejado, él había tomado el papel del hombre de la casa, y por lo tanto había tenido que sacar adelante a su familia con lo que había podido. Drogas, era en lo que andaba de momento, pero realmente ese giro no le gustaba completamente, los adictos no eran buenos clientes siempre, y era peligroso en ocasiones trabajar para quienes le surtían la mercancía, buscando siempre engañarles, y sacar provecho
Steve, Mark, Leonard, y él.
Eran un equipo desde hacía años, desde que eran solo unos niños que robaban comida para sus respectivas familias. Llevaban años juntos, era por ello que con solo miradas, sabían que pensaba el otro, y era por ello que habían llegado tan lejos por el momento, pero por el momento, era la expresión, porque ellos deseaban más, mucho más, iban por algo grande, iban por la idea de tener todo, sin tener que hacer nada, y eso era, llegar a los niveles de la elegante y siempre privilegiada mafia.
- ¡Aniel! - Exclamó, llamando a su hermano menor, quien casi al momento apareció - Toma esto, ve y compra el pollo más grande y jugoso de la rosticería
Sonrió de vuelta a su ilusionado hermano, quien al ver el billete de gran denominación en su mano, le miró con orgullo, mientras él iba a su cuarto, a quitarse el traje que ahora lucía ridículo ante lo sucio, y destrozado.
Sentados todos a la mesa, con el olor del delicioso pollo humeante, que pocas veces podían comer, su madre le pidió decir una oración para bendecir los alimentos, pues a sus ojos, él se había convertido en el ejemplo de un gran hombre, como su padre nunca lo pudo ser.
Azael guardaría en su memoria para siempre ese día, la visión sonriente de su familia que le miraba con orgullo, y sería esa imagen la que le daría la fuerza y el coraje, para lograr cometer todas las atrocidades que en un futuro haría.
El primero fue Leonard, aunque no hubo forma de que sospecharan en ese momento, pese a ser fiel a su familia, tenía muchos problemas con su padre, por lo que constantemente dormía fuera de casa, en hoteles que no siempre eran de la mejor calidad.
Lo encontraron muerto, así nada más, con un tiro en la cabeza, y sin nada que pudiera identificarle, por lo que no llegamos a sospechar de ello.
El siguiente fue Mark, el siempre fuerte Mark, ¿Que se había metido en una pelea callejera, y había muerto también? Eso hizo que Steve y yo nos miramos a los ojos largos minutos, intuyendo que algo no estaba tan bien después de todo, pues pese al carácter explosivo de nuestro amigo, él siempre sabía cuando tenía las de perder, así que nunca se arriesgaba más allá de sus capacidades.
Steve, mi casi hermano, habíamos nacido el mismo día, a la misma hora, en 2 mugrosos cuartos de una casa en los suburbios de la ciudad, y gracias a la ayuda de una mujer que había sido partera, y había ayudado a su madre y a mi madre a dar a luz, ante la falta de dinero para ir a un hospital. Steve fue "encontrado" muerto dentro de su coche, o lo que quedaba de su coche, pues este simplemente se había incendiado como si las puertas del infierno se hubieran abierto ante el vehículo, dejando apenas el esqueleto de lo que fuera antes.
¿Por qué no pensé que vendrían por mí? ¿Por qué no tuve miedo, y busqué esconderme? Tal vez porque sabía que me temían, no vendrían por mí, aunque de igual forma ellos me mataron, como mataron a mis amigos, pues aquel día, aquel último día en que podría considerarme humano, al momento de abrir la puerta de mi casa, lo que mis ojos llegaron a ver, mato lo único humano que quedaba dentro de mí.
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