doce.

La cena con la familia siempre era silenciosa. Todos estaban atentos a lo que yo hacía, mientras jugaba con el plato, moviendo los alimentos de un lado a otro.

Yo comí en la escuela. Me comí un bocadillo cuando llegue de la escuela.

Esas siempre eran mis excusas.

Mi mama las creía, o por lo menos, hacía como que las creía.

Mi padre no las creía.

Mis hermanos definitivamente no las creían, lo puedo afirmar por las miradas que me envían. Ellos creen que lo hago para llamar la atención.

Pero es, exactamente lo opuesto.

Yo no quiero la atención que me estan dando. Eso era lo que me estaba matando.

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