Capítulo 8.
Al final del turno, Axel salió junto con Elizabeth, todavía no se sentían a gusto al lado del otro pero se soportaban. Antes de llegar a la entrada, el joven se excusó un momento indicándole a la chica que regresaría porque se le olvidó su maletín.
—Tengo que regresar por algo. —Se detuvo en seco—. Hasta mañana.
—Hasta mañana —respondió la chica sin dejar de caminar. Salió del edificio y se dirigió a su auto, pero antes de llegar una mano la tomó del brazo. La chica dio un brinco y volteó a ver a la persona que tenía al lado.
—¿Qué...? —Trató de zafarse pero la mujer la agarró más fuerte.
—A ti te estaba esperando —masculló. Elizabeth la pudo reconocer como la novia de Axel.
—¿Qué quieres? —Preguntó con tono tajante.
—Aléjate de mi hombre —recalcó.
Elizabeth rodó los ojos.
—¿Es en serio? —Murmuró tratando de mantener la calma. «Respira, Elizabeth» —. ¿A quién te refieres? —Inquirió con tono más alto.
—¿A quién saludaste en la mañana? —La castaña la soltó y Elizabeth se cruzó de brazos, sin importarle arrugar un poco los papeles y folders que cargaba.
—Pues a muchas personas, dah. —Rodó los ojos, ¿qué clase de idiota preguntaba eso?
—No te hagas la mosquita muerta. —La señaló. Después imitó a la chica que tenía enfrente y también se cruzó de brazos—. Bien sabes que estoy hablando de Axel...
—Ajá. ¿Y?
—¿Que no me oíste? Que te alejes de él.
—Oye, oye, vele bajando a tus humos. Axel es mi compañero de trabajo —explicó. «Agh, de haber sabido que yo también me involucraría en su estúpido problema de pareja, mejor no lo saludaba»—. Tengo que hablarle quiera o no.
—¿No te vas a alejar? ¡Qué zorra eres!
«Axel tiene una novia muy estúpida» pensó Elizabeth. El chico le mencionó que no era su novia, pero no le creyó, y ahora con esa escena ridícula de celos, mucho menos.
—No seas imbécil —le respondió—, yo no tengo la culpa de tus inseguridades.
Martina frunció el entrecejo y alzó la mano para meterle una bofetada. Como Elizabeth no se lo esperaba y tenía las manos ocupadas con su bolso y los documentos, lo único que hizo fue cerrar los ojos y dar un paso hacia atrás. Esperó el golpe pero como nunca llegó, abrió a los ojos y notó que Axel había detenido la mano de Martina, y ahora la estaba agarrando con algo de fuerza.
—¡Martina! —Exclamó él—. ¡Deja en paz a Elizabeth! —Le ordenó con tono autoritario. Axel tenía la voz gruesa y cuando la alzaba, normalmente cuando estaba enojado, se oía potente y amenazante.
—¡Axel, suéltame! —El joven lo hizo en seguida—. ¿Por qué la defiendes? ¿Por qué la prefieres a ella?
—¡Ya te dije lo que pienso de ti!
—¡Me dijiste perra! —Chilló ella.
—Corrección, ¡te dije perra loca!, ahora vete.
—¡Axel! —Exclamó con lágrimas en los ojos—. ¡Yo te amo! Estuve una hora esperando a que salieras y de seguro no lo hacías por revolcarte con la zorra esa. —Señaló a Elizabeth.
—Al menos me esperaste una hora y no las nueve horas completas —farfulló con tono sarcástico.
Elizabeth hizo ademán de querer alejarse pero Axel la detuvo, agarrándola de la muñeca.
—No, espérate —indicó.
—Yo ya me voy —murmuró.
—¡No! —Casi le ordenó. La joven no sabía cómo actuar pero no hizo el intento de moverse.
—¡Axel, no la toques! —La voz chillona de Martina hizo que Elizabeth volviera a la realidad.
—Martina —explicó él con tono paciente—, hace rato te mandé a la mierda, así que no tienes nada que hacer acá.
—Axel... —musitó la chica.
—¡Ya vete! ¡No te quiero! ¿Qué parte de no somos novios no entiendes? ¡Lárgate!
Martina bajó el rostro un momento, limpiándose las lágrimas. Segundos después volvió a mirar de Axel a Elizabeth, y después a Axel otra vez.
—¡Te vas a arrepentir! —Exclamó fúrica—. ¡Y ella también! ¡Se van a arrepentir! —Se acercó a Axel y le dio un empujón; como no era muy fuerte no lo movió demasiado—. ¡Te odio!
—Es mutuo.
—¡Te Odio! ¡Te odio, te odio, te odio! ¡Los odio! —Fue echando maldiciones en lo que se alejaba corriendo.
En cuanto Elizabeth y Axel quedaron solos, se miraron sin saber qué decir durante unos segundos. Se dieron cuenta de que el joven no le dejó de agarrar la muñeca desde que la tomó, así que la soltó con rapidez. Él carraspeó y fue el primero en hablar.
—Elizabeth, siento mucho que hayas presenciado eso —dijo con sinceridad.
—Todavía no entiendo muy bien qué pasó.
—Martina está desquiciada, no es necesario entenderla —explicó—. Es una acosadora.
—Creí que era tu novia.
—¡No...! ¡No! —Volvió a exclamar—. Sé que no hay que decir de esta agua no he de beber, pero literal, prefiero que me digan que no comeré una semana a tener una cita con ella.
Elizabeth rio un poco por la observación.
—Sí que está loca.
—Sí, por eso nunca me comía lo que ella me llevaba.
—Ah, ¿era ella la que te llevaba comida? —Fingió no saber nada.
—Claro. Es más —se agarró la nuca—, si la señora Carvajal me da algo de comer y me dice que tiene veneno, me lo como antes que algo que me dé Martina.
Elizabeth volvió a reír.
—De haber sabido que esto pasaría, mejor ni te saludaba en la mañana —dijo en un intento de disculpa.
—No, no, tú no tienes la culpa, ¡es ella! Está loca. Tú puedes saludar a quien tú quieras.
Ambos volvieron a mirarse a los ojos.
—Bueno, yo me tengo que ir... —musitó ella de repente.
—Espérate, déjame revisar tu carro —dijo con preocupación.
Ella lo volteó a ver.
—¿Apoco es tan así...? No le veo ningún rayón.
—No me refiero a rayones, me refiero a los frenos —rio con nerviosismo—. Me gustaría revisarlos antes de que subas. Por eso no te dejé ir antes.
Elizabeth se puso pálida.
—¿Es capaz...?
—No creo —expresó con tono relajado para tratar de tranquilizarla—. No sé, no que yo sepa, pero prefiero revisar... Ella me da miedo.
—A mí igual. —Se mordió el labio inferior—. Revisa bien, por favor. No quiero morir joven.
—Sí, revisaré bien, no te preocupes, no quiero ninguna muerte en mi consciencia. —Ironizó, pero al ver su cara de susto decidió ya no hacer bromas de ese tipo.
Él estuvo revisando el auto y al final no notó nada. Se levantó del suelo.
—Todo bien. —Alzó el pulgar.
—¿Seguro?
—Sí.
—¿Revisaste todo? —Preguntó con miedo.
—Tranquila, está todo bien, confía en mí. —La miró a los ojos y le sonrió. Ese gesto la tranquilizó. Respiró profundamente y le devolvió el gesto.
—Está bien, confiaré en ti, pero si muero tú terminarás el trabajo solo. —Abrió la puerta del auto para subir.
—No, gracias, es demasiado, necesito a mi compañera.
Ambos rieron.
—¿Quieres que te lleve? —Le preguntó antes de entrar por completo al vehículo.
—Mira, no quiero ser molestia —se mostró apenado—, pero sí. No quiero encontrarme a Martina por ahí.
—Bueno, al menos si no revisaste bien los frenos, no moriré sola.
—Será un consuelo para ambos. Pero sí los revisé bien —agregó para que no le regresaran los nervios.
—Está bien. Súbete.
***
Cuando Axel llegó a su departamento, una parte de él se encontraba satisfecha, pues cuando Elizabeth lo llevó, el camino fue más ameno que la última vez; conversaron todo el trayecto y no hubo silencios incómodos; para él, llevarse bien con Elizabeth significaba que los días en el trabajo no serían tan pesados, por lo menos hasta que terminaran su proyecto, ya después con lo del ascenso se vería. La otra parte se encontraba furiosa, y ya no tanto con Martina sino con Augusto, pues él causó todo.
—¡Gordo! —Exclamó en cuanto entró—. Hoy tu prima me hizo una escenita en el trabajo y casi golpea a una compañera —le reclamó mientras cerraba bien la puerta—. ¿Para qué le dijiste lo de la boda? Nada más me anda jodiendo, ya había dejado de marcarme a cada rato, antes nada más me mandaba un mensaje diario de buenos días, ¡pero ya volvió a molestar como la última vez! —Siguió en lo que se acercaba a su amigo.
Augusto lo miró con atención, escuchándolo sin interrumpir. Al final, se limitó a responder:
—Es tu culpa.
—¡¿Mi culpa?! —Exclamó indignado.
—Sí, ¿para qué eres tan sexy e irresistible, con tus ojos azules y cabello rojizo?
Axel hizo una mueca y prefirió no responder nada, solo se alejó y se encerró en su cuarto. «¿Acaso el gordo está...? Mejor dejo de pensar en eso» caviló. Luego sus pensamientos fueron hacia Elizabeth. «¿Cómo estará ella? Espero que bien, ojalá ya no esté asustada, pobrecita. La desquiciada de Martina se pasó, qué bueno que no la golpeó». Recordó que, cuando salió del trabajo con mucha calma, esta se vio turbada al ver de lejos a su acosadora con su compañera. Por eso corrió para acercarse a ambas y pudo detener el golpe a tiempo. «Ojalá Martina por fin entienda y me deje de molestar» pensó.
Ay, se supone que actualizo los miércoles pero hoy tuve tiempo, espero que les guste. Y Martina está muy zafada.
¿Creen que estuvo bien cómo le respondió Axel a Martina?
¿Qué habrían hecho ustedes en el lugar de Elizabeth?
¿Y qué creen que pase ahora con Axel y Elizabeth? ¿Serán amiguis o qué? :3
¡Nos vemos muy pronto! Muchas gracias por todo el apoyo a esta historia.
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