Capítulo 7.


Al siguiente día, llegando del trabajo, Axel decidió tocar en la puerta de Kimberly para invitarla a la boda de Virginia y Héctor. «Es ahora o nunca» pensó, «vamos, tú puedes, ¿qué es lo peor que me puede pasar...? Pues que me diga que no» se respondió a sí mismo, «pero debo intentarlo». Supo que fue buena idea cuando la chica le abrió la puerta y la vio usando un pequeño short y un top.

—Hola, Kimberly.

—¡Axel! Hola, ¿cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Muy bien. Pasa, no te quedes ahí afuera. —Lo invitó.

El joven entró y vio que el departamento de la chica estaba más sucio que el de él y Augusto. «Mmm, al menos el gordo mantiene limpio todo» dijo, viendo cajas de comida rápida y ropa sucia tirada por todos lados. La chica lo invitó a sentarse.

—Axel, ¿qué cuentas?

—Bueno, en realidad solo vengo a invitarte a una boda.

—Adoro las bodas, ¿cuándo es y dónde?

«Invitar a esta chica fue más fácil que la tabla del cero» pensó Axel. Luego volteó a ver un par de calzones y brasieres tirados cerca de una puerta. «Lo más seguro es que esa sea su habitación» pensó. «¿Con quién habrá estado?, ¿algún novio, o alguien que se encontró por ahí?».

—Ah, eso es mi ropa sucia —dijo la joven riendo y sin prestar mucha importancia. Axel se ruborizó y regresó al tema.

—¡La boda es el veintiuno de abril! —indicó nervioso, mirándola a los ojos.

—Ah, yo creo que sí puedo ir.

—¡Qué bien! —Exclamó.

—¡Sí! Si no, cualquier cosa yo te aviso, ¿sí?

—Sí, está bien.

Él le contó un poco más de detalles de la fiesta y decidió que era momento de irse. La chica lo despidió y él se fue a su departamento. Augusto se encontraba comiendo unas papas fritas, cuando vio entrar a Axel.

—Hola... ¿Por qué tan feliz?

—Invité a Kimberly a la boda.

—¿Y dijo que sí?

—Sí, no puso ningún pero... Me da la impresión de que es una chica promiscua.

—Oye, no le digas así. —La defendió Augusto.

Axel se encogió de hombros.

—No sé, solo dije que me da esa impresión.

—No seas machista.

Axel rodó los ojos.

—Como sea, gordo, deja de tragar.

—No, yo quiero tragar. —Se metió otra papita a la boca.

—Por eso estás todo marrano.

—¡Axel! —Se quejó—. No me critiques, déjame ser.

—Me preocupo por tu salud, gordo.

—Gracias... Pero no gracias. —Siguió comiendo.

Axel de nuevo rodó los ojos. Al menos algo le salió bien.


***


Días después, en cuanto Elizabeth llegó a su trabajo, bajó del auto, con su bolso en mano. Se acomodó el saco y se alisó la falda; comenzó a caminar hacia la entrada y, para su inconformidad, vio a Axel con la chica que parecía seguirlo a todas partes. Él lucía malhumorado y la chica demasiado feliz. «No es que me importe» pensó. Tenía que pasar al lado de ellos para llegar a la entrada, estuvo tentada a no saludarlos, pero al final decidió hacerlo, pues no quería parecer una maleducada.

—Buenos días —dijo con tono altanero sin siquiera voltear su rostro hacia ellos, nada más los vio de reojo.

—Buenos días —saludó Axel, pero por alguna razón lucía más incómodo que nunca. La chica, en cambio, la miró de mala manera y no respondió.

Elizabeth se alejó y pudo escuchar la conversación que se generaba atrás de ella.

—¿Quién es esa? —Alcanzó a escuchar.

—Martina, es una compañera de trabajo, solo eso. No le vayas a decir nada, por favor.

Elizabeth no pudo evitar sonreír con malicia. No es que fuera mala —no tanto—, pero seguía enojada con Axel, aunque sabía que ese enfado no duraría mucho, de seguro después se sentiría un poco triste y, al final, decepcionada. Pero en ese momento causar discordia en torno a él no le parecía una mala idea.

«Es un imbécil» pensó mientras subía al piso que le tocaba. «Ni siquiera sé por qué me fijé en él». En seguida lo recordó: cuando entró a esa empresa, al principio nadie era amable con ella ni la tomaban en cuenta. La veían como la estudiante ingenua que acababa de salir de la escuela, la chica que podían mangonear a su antojo para ponerla a hacer cosas que no le correspondían. Diamantina, que era el nombre de la señora Carvajal, en un inicio fue cruel y mala con ella.

—Tú, niña, ve a traerme un café. —Solía decirle. En cuanto se lo llevaba, lo tiraba a la basura—. Ya no quiero, te tardaste mucho. —Si no era eso, decía algo como: « está muy simple, tiene mucha azúcar, sabe asqueroso» y cosas por el estilo.

Y no solo ella, sino que sus otros compañeros también la ponían solo a sacar copias o a corregir errores de ellos. El único que no la trató de esa manera fue Axel, incluso llegó a escuchar que una vez le recriminaba a Federico por haberla puesto a hacer el trabajo que le correspondía a él.

—Federico —le recriminó a su amigo—, no seas así, tú haz tu trabajo. —Luego se dirigió a ella. —No les hagas caso, deja que ellos hagan sus propias cosas. No dejes que se aprovechen. —La miró a los ojos, con sus hermosas pupilas color azul—. Tienes mucho potencial. —En seguida le extendió algo. La chica, con un poco de timidez, tomó el obsequio. Era un chocolate. Axel le guiñó el ojo y se dio la media vuelta, alejándose y dejándola con una pequeña sonrisa y las mejillas ruborizadas.

Tienes mucho potencial. Esa pequeña frase le hizo echarle más ganas al trabajo, se preparó, investigó por su parte y también practicó muchas horas frente al espejo para tener más seguridad. Al final, como estaba acostumbrada, terminó demostrando su potencial y acabó arrasando en el trabajo, colocándose en poco tiempo como una de las mejores y dejando atrás a los demás. Por supuesto que esa situación agrandó su ego y arrogancia, y eso la volvió chocante para la mayoría de sus compañeros. La mala noticia es que a Axel también le pareció que se volvió creída y orgullosa.

La chica al final suspiró con pesadez, pues el hecho de ver al que le gustaba y no tener una buena relación con él, hacía sus días en el trabajo más largos y agotadores de lo que esperaba.


***


En cuanto Elizabeth se alejó, Axel tuvo que soportar los reclamos y quejidos de Martina.

—¿Pero por qué la saludaste?

—Porque soy educado —respondió por enésima vez. Ya lo estaba hartando.

—¿Tú trabajas con esa?

—Sí, es mi compañera, ya te lo dije —masculló con obviedad.

—¿Pero por qué?

—Porque es mi compañera, dah.

—¿Y es por ella que no me hablas como antes?

«Qué carajo, yo ni le hablo, ella es la que me hablaba a mí» pensó frunciendo el ceño.

—Martina, no te hablo porque estoy ocupado trabajando —explicó, tratando de mantener la poca paciencia que le quedaba.

—Con ella —le recriminó.

Axel respiró profundamente y exhaló, en verdad lo estaba cabreando.

—Martina, tengo que irme, se me hace tarde y si mi jefa vuelve a ver que entro después de mi hora, me va a generar muchos problemas.

—Axel, esta conversación no se ha terminado. —Lo tomó del brazo y quiso jalonearlo pero él se apartó.

—¿Qué te pasa?

—Axel, estás cambiando conmigo... —Lo miró con rostro triste. «Sí» pensó él, «Ahora mi paciencia se agota más rápido»—. ¿Acaso esa compañera tuya tiene algo que ver?

—No, Martina, ella no tiene nada que ver, eres tú. —La señaló—. ¡Ya me tienes harto! Aléjate de mí.

Martina lo quiso volver a jalar del brazo pero él se hizo para atrás, incluso casi chocó con el auto de un compañero.

—¡No me toques! Ni siquiera eres mi novia. ¡Eres una perra loca, aléjate de mí! —Exclamó finalmente.

—Axel... —murmuró la chica, viéndolo con ojos acuosos. Eso hizo que él casi se sintiera mal por ella... casi, pero antes de que eso pasara, ella cambió su expresión a una enojada—. ¡Te vas a arrepentir! —Lo señaló. Él no le contestó, se dio la media vuelta y comenzó a caminar hacia la entrada—. ¿Me oíste, Axel? ¡Te vas a arrepentir...! ¡Y aquella perra también!

Axel apretó los puños y comenzó a caminar más rápido, ignorándola por completo; sabía que eso la molestaría más, sin embargo él ya se encontraba lo suficientemente enfadado como para querer oírla más tiempo. Siguió oyendo sus gritos y reclamos, pero no le importó, hizo como que no la conocía y entró al edificio.


***


Después de su discusión con Martina, Axel subió encolerizado al piso correspondiente. Quería concentrarse en el trabajo, pero cualquier mínima cosa le recordaba al encuentro que tuvo con aquella loca.

Elizabeth notó en seguida que él se veía enfadado. Se sintió un poco mal al creer que ella tuvo la culpa, pues imaginó que Axel había tenido una pelea con su «no novia» por haberla saludado. Creía que estaba enojado con ella. Se quedó pensando en la situación. «Bueno, pero no hice nada malo, sólo los saludé, incluso ni siquiera los voltee a ver, así que no tiene derecho a molestarse conmigo» pensó. El creer que el joven estaba enojado con ella la hizo irritarse.

—Toma, llena eso —mencionó con un tono autoritario, pasándole a Axel unos formularios.

Él los tomó de mala gana, y no es que no quisiera trabajar sino que seguía enojadísimo por la situación con Martina. «¿Qué se cree esa loca?, ¿que me puede manejar y decirme con quién puedo hablar...? Es una psicópata... Axel, concéntrate en tu trabajo». Tomó el primer formulario para llenarlo pero como no estaba concentrado, escribió cosas que no iban.

—Joder... —masculló.

Elizabeth lo volteó a ver, como pidiendo una explicación de por qué había soltado de repente una palabrota.

—Lo eché a perder. —Le expuso, alzando la hoja.

—Algo así imaginé —dijo, agarrando un folder y sacando una hoja. Posteriormente se la extendió—. Los que traje están contados, pero esta es la base, si los arruinas tendrás que sacarle copias.

Él la tomó y se levantó del asiento.

—Ahora vuelvo —farfulló con tono hosco. No era que en ese momento tuviera algo en contra de ella, pero cuando se ponía de malas, no podía evitar que su voz se escuchara de esa manera.

La chica, sin dejar de ver su computadora, alzó una ceja y siguió en lo suyo.



Je, no le hagan mucho caso a Axel con sus pensamientos tontos acerca de Kimi, su imbecilidad hace que caiga bien y mal al mismo tiempo xD. ¡Y bravo con Augusto, se merece una papita! :D 

Y Martina ya está mostrando su peor lado, aunque eso desde que salió xD

Y Elizabeth... Ay, el amor... Te vuelve tonto.

Ojalá les haya gustado el capítulo, nos vemos pronto :3




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