Capítulo 5.


Al siguiente día, Axel llegó al trabajo con una actitud llena de flojera. Todavía no entraba al edificio, así que decidió comprar un volován al señor que los vendía afuera del mismo. En ese momento vio llegar a Elizabeth. A diferencia de otros días, la joven no llevaba saco ni pantalón de vestir o alguna falda de tipo tubo, como casi siempre acostumbraba, sino un vestido negro con tacones altos y lentes de sol, mismos que dejó en el auto. La joven lo saludó cuando pasó al lado de él.

—Buenos días.

—Buenos días —respondió.

—Ahorita te veo. Ayer encontré algo que creo que nos puede servir, pero primero quiero que lo analices.

—Sí, en un momento subo.

En lo que esperaba a que el viejito terminara de envolverle el volován, vio llegar a la señora Carvajal.

—Buenos días —dijo él.

—Buenos días —respondió la mujer con tono seco. Para sorpresa del muchacho, se acercó a él—. ¿Cómo van con el trabajo?

—Bien —respondió de inmediato—. O sea, sí nos está costando un poco encontrar toda la información pero en general va bien.

—Mmm... —Murmuró, dándose la media vuelta—. Apúrate, no sea que entres tarde. —Comenzó a alejarse de él, dirigiéndose al edificio.

—No se preocupe, en un momento voy.

—A mí no me preocupa, debe de preocuparte a ti. —Alcanzó a escuchar.

—Sí, ya voy.

Cuando le dieron el bocadillo, se dirigió al edificio pero antes de entrar, sintió unos brazos alrededor de él.

—¡Axel! —Escuchó la voz chillona de Martina. Al sentirla y escucharla, se le enchinó la piel y le brincó el corazón del susto, tanto que sintió que se le salía. Incluso tiró el volován al piso—. No entres todavía.

—Martina —dijo cuando se pudo recuperar. Después se alejó un poco de ella—. Casi me matas del susto, ¿qué quieres?

—Mira, te traje esta manzana —le extendió la fruta, que estaba envuelta en una servilleta—, para que comas saludable... No debes comer bocadillos como esos, el hecho de que se haya caído es una señal —señaló el volován en el suelo—, ¡mejor come frutas y verduras!

El chico frunció el entrecejo y tomó, con molestia, la manzana.

—Gracias —respondió con tono fastidiado.

—No hay de qué. Por cierto, ¿qué hay con la boda?

—Mira, tal vez ni vaya, así que mejor ve pensando en otros planes para ese día.

—Oh, qué mal... Pero sí, pensaré en planes contigo, ¿entonces qué piensas hacer?

—Yo... No sé, todavía no he pensado, probablemente adelante trabajo, ahorita tenemos un montón —explicó para que no pensara en tomarlo en cuenta.

—Ah, pues igual y voy a ayudarte con tu trabajo...

«Por favor, no».

—Oye, ¿y quién es esa con la que estabas hace rato, la que te saludó? —De repente cambió el tema y puso un tono de reclamo.

Axel en seguida pensó en Elizabeth.

—Solo es una compañera de trabajo —explicó con rapidez. Lo que menos quería era que su acosadora estuviera fastidiando no solo a él sino a sus compañeros—. Por favor, Martina, no le vayas a decir nada, ella no significa nada para mí.

—Ah —musitó con aparente tono desinteresado—. Igual y se ve muy vieja para ti, parece jirafa, además no te ves bien con las que tienen el pelo rubio amarillo pollo.

«¿Vieja, jirafa y cabello amarillo pollo...? Joder, no».

—Martina, esa es mi jefa, ¿sí? Por favor, nunca de los nunca le digas nada, por favor, no quiero que me despidan por un malentendido.

—No, ¿cómo crees? Yo no le diría nada a tu jefa... ¿Pero quién es tu compañera? —Preguntó con tono serio.

«Ups, la regué» pensó, acomodándose el cuello de la camisa.

—¿Qué compañera?

—La que me dijiste.

—Es Amanda, ya te había platicado de ella, ¿no?

¿La que es monja y usa faldas largas?

—Sí, ella. —Amanda no era monja, solo dedicaba mucho tiempo de su vida a la Iglesia, pero él le dijo a Martina que sí era para que no le echara pleito una vez que lo vio conversando con ella.

—Mmm, igual no me agrada que estés junto a ella, pimpollo, pero dejo pasar que le hables solo porque es monja.

—Sí, je, je —rio nervioso—. Ahora, si me disculpas, tengo que irme, sino se me hará tarde.

—Te veo luego, corazoncito, y no se te olvide comerte la manzana.

—No, para nada.

Axel entró con paso veloz y se dirigió con rapidez hacia donde estaba Elizabeth.

—Subiste tarde.

—Tuve un problema ahí abajo.

—¿Todo bien?

—Sí, nada grave, por suerte. —«Por ahora» agregó con el pensamiento.

La chica notó cómo tiraba la manzana en el bote de basura. Tuvo una vaga idea del tipo de problema que tuvo, pero decidió callar y le enseñó lo que encontró.

***

Al final del día, cuando Axel llegó a su departamento, justo antes de entrar vio que Kimberly acaba de subir el último escalón.

—¡Kim! —Exclamó—. Hola.

—Hola, Axel —le sonrió.

En vez de entrar, caminó hasta ella.

—¿Qué tal tu día? —Preguntó para hacer plática.

—Bien, ¿y el tuyo? —Respondió la chica sonriendo.

—Igual, bien... Oye, ¿te gustaría ir a algún lado el viernes? —Preguntó de repente.

A pesar de que era un joven atractivo, pues además de que su madre y su abuela se lo repetían de manera constante y lo escuchó bastante de los rumores de las chicas cuando era estudiante, no estaba acostumbrado a ligar. Cuando Virginia lo engañó, le afectó de tal manera en que, cuando veía a una chica que en verdad le gustaba, prefería no hablarle ni acercarse, pero esa noche estaba tomando en cuenta un consejo de Federico, que le mencionó que si nunca se arriesgaba, se quedaría igual que siempre, solo y acomplejado, y que, en base a su experiencia —que Axel tomaba en cuenta porque era una persona mayor—, a las mujeres les gustaban más los hombres seguros de sí mismos. Pero al ver que la chica se quedó pensativa, se arrepintió, pues imaginó que tal vez era demasiado pronto o que no era muy atractivo para ella.

—Sí, ¿a dónde? —Respondió finalmente. En realidad estaba recordando si tenía un plan o no para ese día.

—¿A dónde te gustaría? —Metió las manos en sus bolsillos para no moverlas con nerviosismo.

—No sé, ¿al cine?

—¿A las ocho?

—Sí —sonrió ella, pues era muy amiguera y le encantaba conocer gente para salir a divertirse—, ¿nos veremos aquí o allá?

—Como gustes.

—Mmm. —Se quedó pensando—. Pues allá, para que vayamos después de nuestro trabajo y no perdamos tiempo en regresar y volver a ir.

—Me parece bien. —En realidad le gustaba que no fuera tan quisquillosa como las chicas con las que salió antes, así como Virginia, que de seguro hubiera querido que pasara por ella para no llegar sola.

—Va, ya quedaste.

—Sí —respondió él sin dejar de sonreír.

***

Cuando entró en el departamento, Axel no podía dejar de sonreír.

—Hola, Axel —saludó Augusto—. ¿Y ahora? ¿Por qué tan feliz?

—Invité a Kimberly al cine, ¡y aceptó!

—Qué bien, la Kimi es buena onda. ¿Y qué película verán?

—No sé. —Se encogió de hombros.

—Yo también quiero ir —dijo Augusto.

—No, gordo, ¿cómo crees? No vas a interrumpir mi cita.

—Ah, ¿es una cita?

—Pues sí.

—Oh, ¿y le pagarás el boleto y las palomitas?

Axel se quedó pensando un momento.

—No...

—Pero si es como cita, tú la tienes que invitar, si no, no es una cita.

—¡Noo! —Exclamó Axel—. Ya no estamos en esa época antigua.

—Claro que sí, si la invitas a una cita, tú pagas, las chicas de hoy en día dicen que no les importa, pero la verdad es que si no les pagas ni siquiera en la primera cita, no te toman mucho en cuenta como futuro novio.

—Es que no tengo tanto dinero, tengo muchas deudas... ¿Me prestas dinero, gordo? —Preguntó finalmente.

—Sí, pero con una condición.

—¿Cuál?

—Que yo vaya con ustedes.

—¡Augusto! —Se quejó.

—¿Qué? —Preguntó con inocencia, aunque Axel no supo si fue fingida o no—. Yo quiero ir al cine, hace mucho que no voy, la última película que vi fue la de ¿Sabes quién se enamora? Y no me quedaron ganas de volver ir al cine en un buen tiempo, pero ahora quiero ir.

Axel lo miró con fijeza sin saber qué pensaba. En su mente, ocurría alguna de dos situaciones: la primera, que era algo que ya venía cavilando desde hace algún tiempo pero no lo quería aceptar de manera abierta, era que Augusto estaba enamorado de él y no quería que coqueteara con alguna chica; eso en parte explicaba porque su amigo siempre le ayudaba a sacar su trabajo pendiente y le regalaba cosas sin pedir nada a cambio. La segunda era que en verdad quería ir al cine y no le importaba ser impertinente. Había, en realidad, una tercera opción: que a Augusto le gustara la chica, pero esa la descartaba casi por completo.

—Gordo, si vas tú no podré ligar con Kimberly.

—Axel, yo siempre te ayudo y no te pido nada a cambio, pero esta vez es diferente. —Se cruzó de brazos—. Si quieres que te preste dinero, iré... es más, no me pagarás nada, yo los invito, pero si no quieres no te doy nada.

—Está bien, pues voy yo solo —masculló Axel.

—Pero ten en cuenta de que ya no tendrás oportunidad con la Kimi.

—¿Y si te llevo a ti sí?

—Pues sí.

—Lo pensaré —musitó luego de quedarse callado un rato—. Mañana te digo.

«Mmm, qué complicado, ¿pero cómo sé que el gordo dice la verdad? Le tendré ue preguntar a una mujer» pensó mientras lavaba los trastes de ambos, pues casi siempre le tocaban a Augusto.

***

El siguiente día, decidió preguntarle a Amanda acerca de la situación que se presentó con Kimberly y Augusto pero prefirió no hacerlo, pues sabía que su amiga no tenía mucha experiencia con los hombres. «¿A quién le preguntaré?» pensó mirando a sus compañeras. «¿A Olivia...? No, es muy vieja... ¿A Carmela...? No, creo que es casada, ya no ha de saber de citas». Al final vio llegar a Elizabeth y decidió preguntarle a ella. «¿Cómo no se me ocurrió desde un principio?».

En un momento en que estaban trabajando, Axel sacó el tema con naturalidad.

—Elizabeth.

—¿Qué?

—Necesito un consejo.

—A ver, dime —respondió, sin dejar de ver los documentos que tenía en mano.

—¿Tú qué pensarías si un chico te invita a ir al cine pero lleva a su mejor amigo a la cita?

La chica de inmediato dejó de ver lo que tenía y lo miró con atención.

—¿Qué?

—¿Qué pensarías del chico? Digo, si te llegara a pasar.

—Pues... —Se quedó pensando. Como no supo qué responder, se empezó a poner nerviosa—. No sé.

—Vamos, ¿pensarías mal del chico o no?

Elizabeth no sabía a dónde quería llegar con esa conversación.

—¿Qué quieres decir? ¿Me quieres invitar al cine? —Se atrevió a preguntar, aunque no estaba segura de la respuesta. Axel creyó que se sintió ofendida por que según la estaba invitando, y es que no imaginaba a la señorita perfección saliendo con alguien como él.

—No, cómo crees —hizo un ademán con sus manos—, es que necesito una opinión femenina.

Elizabeth lo miró con irritación.

—¿Por qué no le preguntas a alguien más? —Respondió, levantándose de repente. En seguida fue al baño para tranquilizarse.

«¿Y a ésta qué le pasa?» Se preguntó el imbécil de Axel.


Solo puedo decir que Axel es un idiota, Martina está loca y Augusto es impertinente pero creo que ya se dieron cuenta xD

¿Opiniones?

Espero que les haya gustado, nos vemos pronto :3




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top