Capítulo 20.
Desde que se levantó, Martina tuvo presente el cumpleaños de Axel. Es más, desde días antes planeó la sorpresa perfecta para su amor. En su retorcida mentecita, las cosas con Axel no estaban del todo bien, pero podían mejorar hasta salvar su relación. «No todo está perdido» pensaba constantemente, «el chiste es alejar a las alimañas de mi hombre».
La chica se despertó a las dos de la tarde y se quedó un rato pensando en lo que haría el resto del día para sorprender a Axel; minutos después se levantó para ducharse y comer junto con sus padres.
—¿Qué harás el día de hoy, hija? —Preguntó su madre.
—Hoy es un día muy importante —indicó—, ¡es el cumpleaños de Axel! Y planeo darle una grata sorpresa.
Sus padres se voltearon a ver entre ellos, no muy convencidos de su decisión. Sabían que su hija tenía problemas, aunque no lo quisieran hablar de manera abierta. «Ya se le pasará» repetía constantemente su padre. Su madre, en cambio, conoció a Axel una vez y en seguida notó la aversión que sentía hacia su hija; le caía como patada al hígado, pero en su interior no podía culparlo.
—Hija, ¿no sería mejor que ya buscaras un trabajo estable? —Dijo su papá.
La chica había tenido uno que otro trabajo, como cajera en tiendas departamentales o de mesera, pero su «ligero» —usando palabras de sus padres— problema de obsesión siempre hacía que la terminaran despidiendo.
—Digo, no es que me moleste mantener a mi princesa, pero es algo que también debes ir viendo, ya tienes veinticinco años... —Siguió el hombre.
—Ya pronto lo haré, padre, pero primero tengo que salvar mi relación.
Sus padres prefirieron no comentar nada, y aunque cada vez la esperanza del «ya se le pasará» era más vaga, no tenían el carácter suficiente para imponerse ni la sensatez para mandarla con un especialista a pedir ayuda profesional.
La chica, al terminar su desayuno, fue al centro comercial para comprarse un lindo vestido. Estuvo horas buscando en varios locales hasta que encontró uno que la convenció, era pegado y de color dorado. Después fue a otros lugares a hacerse manicura y pedicura, además de hacer que le depilaran la ceja, la maquillaran y le arreglaran el cabello. Una vez que quedó lista, se admiró en el espejo de la estética.
—¡Te ves divina! —Le comentó la chica que la arregló.
—¿Tú crees?
—Ay, por supuesto que sí.
—Hoy es el cumpleaños de mi novio —comentó—, y quiero darle una sorpresa.
—¡Ah! —Exclamó la otra mujer. En seguida se acercó un poco más a ella y le dijo en voz baja—, si quieres sorprenderlo, te recomiendo ir a la tienda que está enfrente, venden lencería muy sexy.
Martina rio, un poco escandalizada.
—No me refería a esa clase de sorpresa todavía.
—¿Ah, no?
La chica negó con la cabeza.
—No, pero quiero un regalo bonito. Un detalle, ¿qué me recomiendas?
—No sé, a mí siempre se me ha hecho difícil darles regalos a los hombres, pero puedes ir a una de las tiendas que está en la entrada, venden puro detalles para hombres.
—¿De qué lado está?
—Del lado derecho.
—Iré para allá en seguida —sonrió.
Después de pagarle a la muchacha, se dirigió a ese local que le recomendó la estilista. Se quedó viendo todos los productos, sin saber qué elegir, hasta que un empleado se acercó a ella.
—¿Buscas algo en específico?
—Quiero un regalo para mi novio, pero no sé qué darle. —Puso expresión triste.
El joven estuvo recomendándole juegos de azar, perfumes, carteras. Al final se decidió por un agua de colonia. Era lo típico, pero a la bolsa de regalo le iba a meter las tarjetitas que estuvo haciendo los días anteriores con notas cursis y besos marcados. Una vez que le dieron el regalo, el empleado de la tienda la halagó.
—Eres muy guapa, tu novio es muy suertudo al tener una chica como tú.
La chica le agradeció y se quedó pensando en Axel. «Si tan solo él también se diera cuenta...» interrumpió sus pensamientos. «Lo hará, se dará cuenta de que nadie lo va a amar como yo y me querrá para siempre». Apretó los puños, en verdad deseando que sus pensamientos se volvieran realidad.
Después de ir a casa a poner las notitas en el regalo, se dirigió a una pastelería. Tenía pensado llegar de sorpresa al departamento de Axel, con un delicioso pastel y su regalo. Pensaba que eso pondría de buenas al chico y la querría más. Se maldijo en la mente al llegar a la repostería y ver mucha gente en la fila. «Agh, se me hará tarde» pensó frustrada.
Una vez que obtuvo el pastel perfecto, que era de queso y chocolate, tomó un taxi para ir al departamento de su «novio». Antes de subir, se vio en un espejo que estaba en uno de los vestíbulos. Se esmeró tanto para que todo saliera a la perfección, ahora solo faltaba lo último. «Bueno, se me hizo un poco tarde, pero fuera de eso todo salió muy bien». Al estar enfrente del departamento de Axel, dejó el pastel y el regalo en el suelo y tocó con fuerza para que la escucharan. Suspiró con nervios, esperando que su amor abriera para lanzarse en sus brazos. En su mente, el chico la abrazaría de regreso, agradecido por todo lo que se esforzó por él, y la besaría apasionadamente. «Sí, eso hará». Cuando abrieron la puerta, la chica sonrió y abrazó sin ver a quien la había recibido, pero al notar una contextura más gruesa, abrió los ojos y miró a la persona que tenía enfrente.
—Hola, prima —dijo Augusto impresionado—, también me da mucho gusto verte.
La chica puso expresión de fastidio y se agachó para recoger el obsequio y el pastel.
—¿Dónde está Axel? —Preguntó levantándose.
—Emmm... Este...
—Déjame pasar.
—No creo que sea buena idea...
—¡Que me dejes pasar! —Le ordenó.
—Okey, pasa. —Se hizo a un lado.
Martina comenzó a buscar por todos lados a Axel pero no lo vio. En cuando Federico y Amanda la notaron, pusieron expresión de asombro y preocupación, y al ver que se dirigía a la cocina, quisieron detenerla pero fue demasiado tarde. La castaña tiró el pastel al piso junto con el regalo al entrar donde estaba Axel y verlo a punto de besar a su compañera de trabajo. Ambos tenían los labios entreabiertos y el joven acariciaba con dulzura la mejilla de ella; sus narices seguían juntas y Elizabeth tenía los ojos cerrados mientras esperaba el beso con ansias. Cosa que nunca se dio.
—¡AXEEEEEEL! —Escucharon el grito furioso de Martina y ambos se separaron súbitamente.
—Mierda —murmuró él, tomando una servilleta y limpiándose el resto de chocolate que tenía en la cara—. ¿Qué hace aquí?
Elizabeth, por su parte, tenía una expresión seria. Los demás se acercaron a la cocina para oír el drama.
—¡¿Qué te crees?! —Tomó el obsequio del suelo. La loción, al parecer, se había roto dentro de la bolsa, pero no le importó, se acercó y comenzó a pegarle al muchacho con el regalo—. ¡Sigues con la zorrita esa!
—Ya, Martina, cálmate, no te pongas así —reclamó él.
—¡¿Cómo no quieres que me ponga así?! ¡Estuve todo el día preparando una sorpresa para ti y así me pagas! ¡Revolcándote con la primera que encuentras!
Elizabeth, aunque tenía ganas de responderle a sus ofensas, se quedó callada. Axel, en cambio, sí le recriminó.
—Martina, no te refieras a Elizabeth con esas expresiones. Además qué reclamas, ¡no somos nada!
—¡Yo estuve intentando salvar lo nuestro! —Se soltó en llanto—. ¡Pero eres un mujeriego! ¡No me valoras lo suficiente!
—Martina, ya te dije que...
—¡No! —Lo interrumpió—. ¡Tú escúchame! ¡Aún podemos salvar nuestra relación...!
—¿Cuál relación? —Hizo una mueca.
—¡No interrumpas...! ¿En qué estaba? —Murmuró para sí misma—. ¡Ah, sí! ¡Todavía podemos salvar lo nuestro! Pero tendrás que cambiar de trabajo para no ver a la mujerzuela esa, que le encanta interponerse entre nosotros.
—¡¿Que qué?!
Todos los demás estaban callados, sin mostrar ninguna expresión, excepto Penélope, que se reía bajito.
—Ya tengo que contar en la prepa —murmuró.
—¿Prepa? —Federico la escuchó y por un momento, olvidó que la chica llevó su credencial, y comenzó a sudar frío.
—Dah, que reprobé un año —siguió susurrando—, pero soy mayor de edad, tu amigo el infiel me hizo mostrar mi credencial.
—Ah, sí es cierto, se me había olvidado. Por cierto, no es infiel —lo defendió—, la tipeja está loca y se imagina que tienen una relación.
Penélope miró directamente a Martina.
—Esto es mejor de lo que pensé, ojalá hubiera palomitas.
Por su parte, Martina seguía reclamándole a Axel.
—¡Es que tú no pones de tu parte!
—Martina, Martina, no te lo tomes a mal, pero no pongo de mi parte porque no somos nada.
—¡Lo dices por la zorra esa!
—Martina, entre tú y yo nunca hubo nada. —Trató de ser amable—. En verdad estoy muy halagado y sé lo que haces por mí, pero ya no lo hagas, no te correspondo de esa manera —explicó—. Nunca funcionaría lo nuestro —agregó, recordando la primera y única vez que salió con ella; la cita no estuvo mal pero el problema fue que la chica quedó tan prendida por él, que le mandaba mensajes todos los días a cada rato y eso lo fastidió desde el principio, y cuando comenzó con las llamadas le cayó aún peor.
—¡Pero podemos intentarlo! ¡Podemos intentar que funcione!
—Lo siento, pero no puedo.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—¿Es por ella? —Señaló a Elizabeth. Axel tragó grueso, pues no la quería involucrar más—. ¡Pero si es una ramera vulgar y...!
Eso a Elizabeth le cayó como si le hubieran dado una patada en el estómago, así que decidió hablar.
—¿Por qué sigues aquí? ¡No te quiere, estúpida! Le gusta alguien más, ¡ya supéralo!
Martina dio un paso hacia ella y Elizabeth, asimismo, estuvo a punto de hacer lo mismo, pero Axel la detuvo, tomándola de la mano y entrelazando sus dedos con los de ella.
—No, Eli... —le susurró.
Elizabeth pareció calmarse con su mirada, así que dio un paso hacia atrás. Martina, al ver que Axel era lindo y amable con esa joven, todo lo contrato a como se mostraba con ella, apretó los puños con coraje.
—¡Me las vas a pagar! —Se dirigió a Elizabeth, que rodó los ojos y le hizo un ademán, restándole importancia.
Martina dio la media vuelta, encolerizada, y se alejó con paso firme, azotando la puerta tras ella con toda la fuerza posible.
***
Después de la escena que hizo Martina en su departamento, los demás se quedaron un poco más con Axel solo para tratar de aligerar el ambiente. Augusto comenzó a contar chistes a todos para que se rieran, pero lo hacían por compromiso, pues seguían pensando en la situación que había pasado.
—Axel, lamento que Martina arruinara tu cumpleaños —dijo Amanda acercándose a él.
—No te lamentes, tú no tuviste la culpa —le sonrió—. Espero que con esto Martina se aleje de verdad.
—Te quiero, amiguito. —Le dio un abrazo—. Feliz cumpleaños.
Axel le devolvió el abrazo.
—¿Ya te vas?
—Ya, mi primo trabaja los fines de semana, por eso no nos podemos ir tan tarde.
—Gracias por haber venido.
Después de que ellos se fueron, Penélope le dijo a Federico que también se tenía que ir.
—¿Tan pronto?
—Sí, mis papás creen que estoy en la pijamada y me van a ir a recoger a casa de Estefany, así que tengo que ir con ella, no puedo llegar tan tarde porque si no sus papás les dirán a los míos que no me manden a esas horas.
—Está bien, ya te llevo, nada más me despido. —Buscó a Axel. Se acercó a él—. Amigo, feliz cumpleaños, de seguro no es la mejor reunión que hayas tenido pero estuvo bien. Mejor que otras a las que he ido. —Le dio una palmada en el hombro.
—Gracias, Fede.
Después de que se despidieron, buscó a Elizabeth con la mirada y la vio platicando con Kimberly. La primera lucía muy enojada y la segunda estaba tratando de calmarla. Augusto se puso al lado de él.
—Creo que serán mejores amigas.
—¿Tú crees?
Elizabeth, al notar la mirada de ambos, volteó hacia ellos. En seguida se despidió de la rubia y se acercó a los dos.
—Chicos, me tengo que ir —murmuró. Se despidió de Augusto y Axel la acompañó afuera, hasta su auto. Ninguno de los dos dijo nada durante el trayecto, pero cuando llegaron hasta el vehículo, ella habló—. Axel, espero que lo que pasó no haya arruinado tu día, solo...
—Está bien —la interrumpió—. No te preocupes, todo está bien —le sonrió—. Sé que estás muy molesta, lamento mucho eso, pero lo que importa es que hayas venido y te hayas pasado bien aunque sea un rato.
La chica lo vio a los ojos.
—Me la pasé súper estando contigo.
Él besó su mejilla y se alejó un poco.
—Maneja con cuidado.
—Sí —sonrió con un poco de timidez—. Te veo el lunes.
—Hasta entonces.
Una vez que arrancó y se fue, Axel subió hasta su departamento, sin saber que unos ojos castaños veían toda la escena con furia.
Bueno, desde que el capítulo empezó con Martina ya sabíamos que las cosas no terminarían bien.
Qué escenita... Ay, horror.
¿Creen que Martina haga algo más?
Nos vemos pronto :3
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