Capítulo 10.


Axel bufó en un momento en que vio su celular y notó que era un mensaje de Martina. La chica ya le había dejado de enviar mensajes, cosa que al principio le preocupó, pues se preguntó qué era lo que estaba planeando, sin embargo unos días después se le olvidó. Por eso, recibir un mensaje en su tiempo de descanso hizo que se pusiera de malas.

—Está loca —murmuró—, creí que ya me había dejado en paz.

Elizabeth, que estaba sentada al lado de él, se dio cuenta de que algo no andaba bien con su compañero.

—¿Todo bien?

—No, Martina me acaba de mandar un mensaje.

—¿La acosadora?

—Sí, esa loca. Creí que ya me iba a dejar de molestar.

Elizabeth se encogió de hombros.

—Mmm, ¿qué vas a hacer?

—Ignorarla. —Se decidió—. Pero esa mujer no importa. —Le restó importancia—. Dime, ¿qué has hecho? —Preguntó para conversar con ella.

—Pues no he hecho mucho —dijo con tono aburrido.

—¿Ah, sí? ¿Qué haces después del trabajo? ¿Llegas a dormir a tu casa?

—No. Los lunes, miércoles y viernes voy a clases de yoga, y los martes y jueves voy a aeróbics. Saliendo de hacer ejercicio voy a mis clases de francés y cuando llego a mi casa me pongo a leer. También me gusta escribir, pero últimamente no he tenido mucha inspiración, voy muy lento con mi última novela y además tengo uno de mis poemas inconcluso. Eso sí, los sábados voy con una amiguita al cine, no podemos faltar, pero no sé, como que le hace falta acción a mi vida. —Al darse cuenta de que estaba hablando mucho, se detuvo y lo miró—. ¿Qué haces tú?

«Llego a dormir a mi casa» pensó.

—Casi lo mismo —respondió nervioso.

—¿Ah, sí? ¿Haces deportes? ¿Vas a clases de algo? ¿Lees algún libro?

—Sí. —Esperaba que no le preguntara más pero no tuvo suerte.

—¿Qué deporte? ¿O clases de qué?

—De guitarra —respondió, recordando que cuando era chico fue a clases y aprendió a tocar una pieza.

—¿Y qué libro lees?

—Amm, este... El de... —Se quedó pensando, tratando de recordar uno de los libros de Augusto—. El de Tempestad sangrienta. —Soltó finalmente, pues por el título creyó que era algo de terror y además imaginó que era muy bueno, puesto que Augusto lo mencionaba como uno de los mejores libros que había leído.

—¡Oh! —Exclamó sorprendida—. No sabía que te gustaban esa clase de libros.

—Pues es que me llamó la atención el título, además he pensado que se debe leer de todo en esta vida.

—Tienes toda la razón —concordó—. Ese yo lo leí cuando tenía diecisiete años —recordó—. Me gustó mucho en su momento.

«¿Diecisiete?» pensó. «Ojalá no siga preguntando más».

—¿Y en qué parte vas?

—En la mitad.

—¿Ya llegaste a la parte donde Marianne casi le saca el ojo a Charlotte cuando le puso una fresa en la cara, y Blaine se molestó con ella?

—Por ahí voy. —«¿Qué clase de cosas lee el gordo? ¿Libros de niñas? Pero muy raros».

—Oh. —Ella notó que Axel se sentía un poco nervioso, así que decidió no preguntar más. «A lo mejor le dio pena decir que estaba leyendo un libro de vampiros, aunque no tiene nada de malo... O a lo mejor lo dijo para impresionarme... No, no creo. No te sientas tan importante, Elizabeth». Ella misma se reclamó—. Oye, ¿qué crees que le falte a la presentación? —Cambió de tema para no incomodarlo más.


***


En la tarde noche, cuando Axel llegó del trabajo, le preguntó a Augusto de qué se trataba Tempestad sangrienta.

—¿Para qué quieres saber?

—Curiosidad. —Se limitó a responder.

—Ah —rio—. Se trata de que una vampiresa llamada Charlotte y un cazador de vampiros llamado Blaine se enamoran; además otra chica caza-vampiros llamada Marianne está enamorada de Blaine, y hará lo posible para separarlos y matar a Charlotte... —explicó—. Tienes que leerlo, ¡está hermoso!

—¿Pero qué clase de cosas lees? —Murmuró molesto—. ¿Lo tienes?

—¿Lo leerás?

—Sí, sí, te dije que tengo curiosidad.

Augusto buscó entre sus libros viejos y lo sacó de su estante. Le sacudió el polvo y se lo extendió.

—Cuídalo con tu vida.

—Sí, trae acá. —Se lo quitó.

Después de ducharse, tomó el libro y comenzó a leer pero le pareció demasiado aburrido. «Agh, en qué me metí... Igual y Elizabeth no me vuelve a preguntar de eso... ¿Pero y si sí? Seguiré leyendo por si las dudas». Después de terminar la primera página y ver que esos vampiros eran alérgicos a las fresas, hizo la cabeza hacia atrás con un gesto de estar chocado y cerró los ojos con la intención de descansarlos un momento, pero no tardó ni un minuto en quedarse dormido.


***


Después de tanto estrés, un día antes de la boda de Virginia y Héctor, Axel se sentía nervioso. «¿Pero por qué me pongo así? Incluso siento que estoy más nervioso que los novios» se reclamó. Sus amigos también lo notaron.

—Axel, ¿qué tienes?

—Mañana es la boda de Virginia y Héctor —le respondió a su amiga.

—¿Y por eso estás tan nervioso? —Se entrometió Federico.

—Mejor no vayas —habló Amanda—. Es decir, si algo no te hace sentir bien, es mejor evitarlo.

—No, tengo que ir, además ya le dije a Kimberly.

—¿Quién es esa? —Amanda alzó una ceja.

—Es una vecina —respondió, tratando de restarle importancia para que no preguntara más, pero se dio cuenta de que su plan no funcionó.

—¿Y de dónde la conoces?

—¡Es mi vecina!

—Bueno, ya. Pero apenas la conoces, ¿no? Nunca la mencionaste antes... ¿Cómo es que aceptó ir contigo sin siquiera conocerte bien?

—Amanda, deja de estar de preguntona.

Pero la mujer lo ignoró y siguió metiéndose.

—¿Por qué no le dijiste a Elizabeth?

—Eso sí. —Federico fingía que tecleaba pero no se perdía ni un detalle—. No está bien que coquetees con dos a la vez; sigue mi regla, una chica a la vez —recalcó.

—Vamos, no coqueteo con Elizabeth, ¿además creen que ella habría aceptado ir a una boda conmigo? Se ve que no la conocen. —Rodó los ojos.

—Contigo sí hubiera ido, Axel, ¿en serio no te das cuenta? Al principio también creí que te quería hundir, pero creo que en verdad te quiere —dijo la mujer—. Además, aquí entre nos, Perla me dijo que nunca la ha escuchado hablar mal de ti.

Axel se quedó pensativo y prefirió no responder nada.

—Además ya se llevan mejor, ¿no? —Continuó su amiga.

—Pues sí —respondió—. Nos llevamos mejor pero eso no significa que ninguno de los dos deje de competir por el ascenso.

—Obvio no.

—Prefiero no involucrarme más allá de lo debido con ella —aceptó—. Pero volviendo al tema, Kimberly ha de estar emocionada con la boda, no le voy a cancelar de último momento.

Amanda prefirió no comentar nada pero Federico empezó a indagar más.

—Oye, ¿y esa Kimberly es guapa?

—Está guapísima, Fede, si la vieras... Es de esas muchachas que no te encuentras dos veces en la vida. Es hermosa, rubia, de cuerpo escultural... —Iba a seguir diciendo adjetivos calificativos de su guapa vecina pero de reojo vio que Elizabeth, que terminó de hablar con la señora Carvajal, se acercaba a él para informarle detalles acerca de su trabajo, así que calló, esperando que se aproximara más.

Federico se quedó extrañado de que su amigo se hubiera callado de repente, pero cuando notó que Elizabeth se acercaba a ellos, sonrió un poco mirando a Axel.

—Axel, tengo que hablar contigo —dijo la chica.

—Voy.

Una vez que se alejaron de Amanda y Federico, la chica comenzó a contarle lo que le dijo Diamantina. Ella pidió hablar solo con Elizabeth, en otro momento le habría molestado, pero estaba tan concentrado en el tema de la boda, que no le interesó mucho.

—¿Te dijo algo malo?

—Al contrario, espera algo muy bueno de nosotros. Va a venir su superior para escucharnos exponer, ¿no es genial?

Axel, al escuchar eso, se puso más alterado.

—Sí, súper genial —expresó sarcástico.

—Saldrá todo bien, Axel. —Trató de calmarlo.

—Sí. —La miró a los ojos—. Gracias.

—Te he notado un poco sobresaltado, ¿te sientes bien?

—Sí, estoy bien —explicó—. No te preocupes.

—¿Seguro?

—Estoy bien. —Le sonrió, recordando las palabras de su amiga: «¿en serio no te das cuenta...? En verdad te quiere». Decidió no pensar más en ello y decidió concentrarse en su trabajo.


***


Cuando llegó a su departamento, los nervios, que habían disminuido bastante en cuanto se puso a trabajar, volvieron con más fuerza. Augusto lo notó.

—Axel, tranquilo, no te van a comer.

—Vaya o no vaya, hablarán de mí.

—Me refería de forma literal. ¿En qué quedaste con Kimberly? —Preguntó, creyendo que hablar de la rubia distraería a su amigo.

—Hablamos el lunes, me dijo que sí va, pero no me ha vuelto a decir nada más.

—Oh, ¿y ya estás preparado?

—Mentalmente no —aceptó—. Decidí ir solo para que vean que no me interesa nada que ver con ellos, pero no creas que me da gracia que me vayan a reconocer como el cornudo.

—No te tiene por qué importar la opinión de los demás.

—¿Qué? ¡Pero si tú mismo fuiste el que me convenció de ir, alegando que si no lo hacía, dirían que me importaban mucho!

—¿Yo? —Se hizo el inocente—. ¿Apoco?

—¿Apoco no? Gordo, acuérdate.

—Ah, creo que sí, pero solo lo dije porque quería ir a la boda contigo, no para que te lo tomaras tan literal.

Axel frunció el entrecejo y apretó los dientes.

—Pues bien, ahora tendré que ir, ya invité a Kimberly.

—Pues sí. Por cierto, llévate una bolsa de plástico para meter comida y traérmela.

—¡Augusto!

—¿Qué? No tiene nada de malo... Y por ahí te traes el adorno de la mesa.

Axel prefirió ir a ducharse para después tratar de dormir. Como no conciliaba el sueño, tomó el libro que le prestó su amigo y leyó dos páginas hasta que se quedó dormido.


Yay, ya va a ser la boda :D awws, qué bonis, ¿cómo creen que salga todo?

Con la suerte que trae Axel, quién sabe xD

Espero que les guste el capítulo, trataré de actualizar rápido, saben que sus votos y comentarios me suben bastante el ánimo, me hace pensar que hago un buen trabajo porque les está gustando la historia.

Nos vemos muy pronto :D




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