DOS
Sora POV's
Un poco de historia antigua.
Mi vida fue un desastre incluso desde antes de nacer. Mi madre, una mujer libertina japonesa, quedo embarazada a los diecinueve años de un hombre que bien podía ser su padre o padrastro. Mi progenitor, un hombre de Seúl que residía en Japón, la abandono al escuchar la palabra "bebé " junto a cargas y responsabilidades que conlleva traer un ser al mundo. Siendo madre soltera paso por todos los vejámenes habidos y por haber, humillaciones, desprecios en un país de machistas y tradiciones costumbristas sobre la mujer y sus valores morales.
Vine a este mundo cargando la rabia y la humillación que tenía mi madre en sus hombros. Ella me lo hacía saber cada vez que podía, cuando me dejaba al cuidado de una vecina que le encantaba dejarme las marcas de sus anillos en las piernas, también cuando se iba a bailar y a tomar como si no tuviera una responsabilidad y volvía al día siguiente.
Fui una persona independiente a muy temprana edad, mientras unos niños salían a jugar con sus padres, yo limpiaba y hacia mi comida para no morir de hambre. Conocí la historia de mamá cuando apenas tenía uso de razón y me culpe en mi ingenuidad por la vida tan horrible que vivía mi madre, que yo hubiera nacido era su perdición y no tenía derecho a exigirle que me cuidara o se preocupara por mí, eso sonaba egoísta y cruel... Era una niña pequeña.
Un rayo de luz vino a mí cuando la hermana mayor de mi madre apareció en la puerta de nuestra casa en Yokohama. La conocía por fotos que mamá tenía en un álbum, no conocí a mis abuelos, ni a las otras personas que salían en las fotos, mamá tampoco habla mucho de ellos y no es que tuviéramos muy buena comunicación para preguntarle.
La tía Yuki, también japonesa, vivía en Seúl. Tenía una hija y también era madre soltera, era como una cadena de maldiciones con las mujeres de la familia y yo rogaba no tener ese gen en mis venas. Llego exclusivamente a reprender a mi madre y exigirle que pusiera atención a su única responsabilidad en la vida, yo. Mamá discutía con ella cada vez que hablaban, la tía estaba de vacaciones con su hija Arlet, procreada con un Alemán que Yuki conoció en Seúl mientras hacia una especialización en Bioquímica.
Yuki arrastro a mi madre y logro convencerla de que en Seúl tendría otra oportunidad, que podía empezar de ceros y que me daría la vida que yo merecía al ser su hija. Mamá lo pensó un tiempo y un día antes de que la tía regresara a Seúl, nos embarcamos en un avión con ella y nuestras pocas pertenencias.
Llegar a Seúl fue un mundo diferente, nuevo, lleno de diversidad. Era pequeña y aprender el idioma no me costó mucho, practique bastante frente al televisor, con las emisoras y hablando con los amables vecinos. La tía Yuki pago los primeros tres meses del alquiler de una casa muy cerca a la de ella; le daba tiempo a mamá para que se adaptara a un trabajo que le había conseguido y tenía muchas esperanzas en que por fin mi madre sentara cabeza. Grave error, las cosas no cambiaron mucho. Yo seguía estando sola en casa, valiéndome por mi misma. Ayudaba a los vecinos a barrer sus jardines o hacer las compras cercanas, así ganaba comida o dinero, cualquiera de las dos eran útiles.
La tía Yuki siempre me decía que cuando quisiera podía ir a su casa para jugar con mi prima, el problema era que esa niña me miraba para matarme porque acaparaba la atención de su mamá. La comprendía, si mi madre fuera la mitad de lo que es la suya, yo también haría cualquier cosa por apartar la otra persona que está robando su atención. Por eso no iba a menos de que la tía me llamara y dijera que estaba en su casa, ahí sí, corría a verla y hablar con ella, aparte de que cocinaba como los dioses y me enseño una que otra receta que me salvo la vida y no morí de hambre o envenenada con alguna preparación que hacía.
Las cosas parecían ir mejorando a medida que pasaba el tiempo. No porque mi mamá me prestara atención, -algo que realmente no pasó-, sino porque iba teniendo las cosas que un niño a mi edad debía tener. Entre a la primaria y estaba atrasada un año, cosa que no fue problema, porque al tercer mes, luego de presentar un examen, fui promovida al siguiente año, quedando a nivel con mi edad. Estudiar era sencillo para mí, me gustaba, había leído varios libros de la biblioteca que quedaba a un par de calles de la casa, no era tan complicado por eso me iba bien. No obstante, comencé a entender que ese tipo de personas que son buenas para el estudio, terminan siendo odiadas por los demás. Tarde mucho tiempo en darme cuenta que eso no debía importarme y que ellos sentían envidia de mis conocimientos y por eso me trataban indiferente y me molestaban cada vez que veían la oportunidad.
Luego, igual que una montaña rusa, como subí tuve que bajar. Fue así cuando mamá apareció en nuestra casa con un hombre mucho mayor que ella. Hacía seis años habíamos arribado a Seúl, recorrió calles y taburetes hasta que un día encontró a alguien que le calentara la cama en las noches. Yung Ji, un hombre de mirada pervertida, de dientes chuecos y ojeras de a metro, no me agrado desde que paso la puerta de la casa. No me daba buena espina, me preguntaba en que se había fijado mi madre, porque ese tipo no tenía nada deseable, a menos que a ella le gustara esa voz de tarro.
Debí huir de esa casa cuando pude.
Si pudiera regresar el tiempo y evitar algo en mi vida, sería justo lo que paso un mes después de que Yung se instaló en nuestra casa. Tal vez pasaría por cosas más graves que eso, pero no dejo de pensar, en que precisamente lo que paso con él, fue el punto de partida, fue lo que dividió mi mundo en un antes y un después.
Fue un sábado en la noche, mamá cumplía un turno hasta las diez de la noche en un Call Center del Seguro SOAT. No llegaría hasta después de las once, así que yo preparaba la comida para el cerdo Yung y para mí. Jamás lo vi con buenos ojos, siempre note la maldad en su mirada y ocasionalmente le hacia el comentario a mi madre, haciendo que ella rabiara hasta maldecir su día. Ya le había pillado viéndome morbosamente y evitaba salir de mi habitación en pijama, cuando estaba dentro o dormía, ponía el seguro y una tranca en la puerta para que no se le ocurriera entrar. Serví la comida y él no me quitaba la vista de encima, era tan asqueroso que ni siquiera disimulaba. No pude comer frente a él, simplemente el bocado no pasaba de mi garganta, al final, opte por comer en mi habitación viendo alguna película.
Subí mi plato alejándome de su mirada y camine rápido a mi habitación estaba entrando cuando su cuerpo se pegó a mi espalda y cerró la puerta con seguro. Todo fue oscuro, negro y asqueroso. Me doblaba en fuerza y en tamaño, se abalanzo sobre mí y robo mi inocencia, la parte más pura y noble que tenía mi ser. Jadeaba y se burlaba de mis lágrimas y mis gritos de desespero, él había manchado mi alma y con sus toques marcaba el dolor en mi cuerpo.
Como pude hui lastimada y destrozada por dentro. Mamá no llego hasta las doce. Corrí a mitad de la noche a casa de mi tía Yuki y ella se desplomo cuando le conté, lloraba y lloraba como si le hubiera pasado a ella y me consoló entre sus brazos, acariciaba mi cabeza y repetía que todo estaría bien. Yo sabía que no era cierto, nada volvería a ser lo mismo, nada haría que regresara el tiempo.
Cuando llego el momento de contarle a mamá, ella hizo algo que me obligo a odiarla, defendió a aquel hombre que no conocía, lo puso delante de mí y dijo que yo tenía celos de ella, que envidiaba su vida. ¿Yo? Con escasos catorce años de edad, ¿envidiando la vida de una casi cuarentona libertina, alcohólica que le encanta pasar de cama en cama? ¡Que locura, Dios! Eso me lastimo, incluso más que haber sido abusada en mi casa, mamá me lanzo al profundo de la oscuridad, al abismo del desprecio, ¿tanta era su rabia por mí? ¿Este era el precio que pagaba por haber nacido? Entonces, me separe de ella, próxima a cumplir los quince años, salí de mi casa, con nada más que mis dos maletas, una de colgar y otra de ruedas.
No podía buscar refugio en la casa de mi tía porque ella había hecho suficiente por mamá y por mí, no podía depender más de su gran corazón. Salí a probar suerte, dejándole una bella nota a mi tía Yuki diciendo que volvería una vez estuviera instalada y con buenas noticias. No tenía celular en ese entonces, así que no podíamos comunicarnos a menos de que yo la contactara.
¿Quién en este mundo loco le da trabajo a una niña de catorce años –casi quince- que carga dos maletas a cuestas? Increíble, pero cierto. Deambule por las calles de Seúl por cuatro o cinco días, alimentándome de restos de restaurantes, de algunas cosas en los botaderos, y de las personas amables que me daban algo de dinero para comer. Mi hogar fue la calle, estaciones de metro, los estaderos públicos con baños termales, conocí mucha gente, mala, escorias y otras de buen corazón.
En una de mis caminatas en busca de un trabajo que no fuera la prostitución, -aunque la había dejado como último recurso en caso de que realmente estuviera sin esperanzas-, la vida me sonreía y vaya que era hora de que lo hiciera. Una mujer mayor, mucho muy mayor, que caminaba con un bastón se tropezó conmigo afuera de una plaza de mercado, su espalda no parecía apta para cargar unas pesadas bolsas de frutas y verduras; antes de que se partiera alguna vertebra, me ofrecí a ayudarla y ella acepto sin protestar. La acompañe hasta un pequeño y modesto restaurante de comida rápida, en el camino me hizo muchas preguntas las cuales tuve que evadir en su mayoría, no iba a contarle a cualquier persona lo asquerosa que había sido mi vida hasta ahora, aunque con solo verme bastaba para saber que no me fue del todo bien.
En pago por haberla ayudado a cargar por veinte minutos sus bolsas, me ofreció trabajar en su restaurante, dijo que necesitaba una mano extra y que yo podía ser esa persona. ¿Trabajar y comer? Sonaba muy bien, pero no estaba muy segura, le había ayudado sin una doble intención y quería que lo viera así, ella insistió que incluso me podía dar un techo para dormir y deje de negarme. Tendría trabajo, comida y un techo, por fin la suerte me sonreía, nada de estar en las calles, de comer los restos, eso se había acabado.
Volví a tener esperanzas, fe en que todo iba a mejorar, que la vida que me había tocado hasta ahora, no era mía y que merecía algo mejor. Trabajar con la abuela Min, como le puse de cariño, era fácil, hablábamos mucho, ella me contaba historias de su pasado, de sus hijos que la abandonaron, de su esposo el bombero que se convirtió en un héroe que nadie recuerda. Le ayudaba con el aseo del lugar y atendiendo, ella solo se preocupaba por cocinar y alimentar a todas las personas que llegaban día a día. El restaurante era pequeño, pero me asombraba ver como se llenaban las mesas y había gente que hacía fila esperando a entrar. Su sazón era la responsable de eso, probé más de un plato echo por ella y eran como los dioses, exquisitos.
Nos fuimos acercando y casi parecíamos familia. Las personas le decían
—Abuela Min, tienes una bella nieta—. Ella asentía y me guiñaba.
Al inicio fue incomodo, pero termine acostumbrándome y no intentaba explicarles o corregirlos. Vivíamos juntas en la parte trasera del restaurante, era pequeño, humilde, pero acogedor, dormíamos en la misma habitación, hasta que ella decidió que debía tener mi propio espacio y adecuamos una habitación más.
En ese tiempo, hable un par de veces con la tía Yuki, alababa a Dios cada vez que yo la llamaba a reportarme, me platicaba de su vida y de que me extrañaba mucho, yo a ella igual, pero ya estaba haciendo mi vida, no era necesario que entrara en la suya y la hiciera un lio con su hija.
La última vez, me hablo sobre mamá, yo no le había preguntado por ella, sabía que mamá tampoco se preocupaba por saber si su hija estaba viva o muerta.
—Se mudó del barrio—. Yuki sonaba decepcionada.
—Oh, ya veo—. Fue todo lo que pude decir.
Quizás se había ido con Yung a vivir a otro lado, cosa que dudaba, creo que más bien, él tipo la dejo y por vergüenza tuvo que largarse de esa casa. Frente a su hermana mayor había quedado como una zorra y para sumarle una irresponsable, era mucho estrés para mamá y ella odiaba eso. No volví a saber de ella, ni mucho menos pregunte al respecto. Ella me había enterrado, esa había sido su decisión y debía aceptarla por mucho que me doliera.
Pero otra vez la vida me daba una patada en el culo y me mandaba de cara contra el suelo. Era como si no me dejara flotar sobre las nubes, apenas sintiera que estaba flotando en una burbuja, la estallaba y me dejaba caer sin paracaídas.
Paso que la abuela Min enfermo del corazón y entre jadeos y picadas a su pecho, agonizo en un hospital frente a mis ojos. Yo que no era su verdadera familia, presencie sus últimos suspiros, hablo de sus hijos y que los perdonaba, recordó cuando nos conocimos y lo bien que se sintió cuando acepte trabajar con ella. La quería mucho, ella me dio un techo, comida, abrigo, calor humano, fue mi consejera y mi guía mientras estaba en la secundaria. Limpio mis lágrimas como una madre de verdad y por primera vez, sentí que realmente le importaba a alguien, me sentía bien siendo protegida por ella, me gustaba ser mimada y consentida, salíamos a pasear a los parques, comíamos helados y reíamos de alguna tontería. Todo eso quedo en bonitos recuerdos y en sus últimas palabras.
—Eres la hija que debí tener... Eres un ángel y Dios tiene grandes cosas destinadas para ti... Se fuerte... Te quiero...
El aparato conectado a su corazón mostro una línea recta y un zumbido largo. Min había dejado de respirar.
Con la muerte de Min se vinieron los problemas, yo quede a cargo de su restaurante, un abogado, amigo de ella, me entrego papeles que decían que yo tenía derecho a tener esa propiedad, nadie más, pero las pirañas de sus hijos cayeron al lugar como aves de rapiña que buscan algo para desgarrar y satisfacer sus necesidades. Yo no había aceptado quedarme con nada de la abuela Min y ellos ya estaban poniendo demandas sobre mí por disque haberme aprovechado de la pobre anciana, que fui una insensible por ignorar su enfermedad y que no buscaba más que quedarme con su dinero. Antes de que una bomba así estallara en mis manos y me dejara manca, salí de la vida de ellos, sin nada más que las cosas que había comprado en los tres años y medio que trabaje con la abuela, no quería el dinero de nadie, a mi si me dolió perderla a ella, me dolió verla llorar por sus desconsiderados hijos, que solo aparecieron cuando se habló de herencias y dinero ahorrado.
Lo único que no pude desechar de la herencia de la abuela Min, fue una cuenta que quedo a mi nombre y por la que pelearon hasta el cansancio sus hijos, pero fue en vano al estar a mi nombre. Había dinero suficiente para vivir por un tiempo mientras buscaba trabajo; no sabía si era lo correcto, pero no tenía de donde echar mano, era mi salvación, ella lo fue desde que me la choque fuera del mercado.
Me encamine en busca de trabajo luego de alquilar una habitación en un lugar decente en el centro, decidí esa zona porque es la más concurrida y comercial, lo que me costó un poco más caro, pero tendría más posibilidades de hallar un trabajo y plantearme qué hacer con mi vida. Un anuncio en el periódico, parecía una buena opción, era una cafetería abierta 20 horas al día, los turnos eran rotativos y se descansaba una vez cada quince días, arranque el anuncio con la dirección y fui a donde decía, era relativamente cerca de donde vivía y podía funcionar.
Me lleve una grata sorpresa al ir a la cafetería, no había mucha gente, pero se veía llena, diagonal estaba una empresa de nombre BIGHIT y parecía una zona tranquila, podía ver otras empresas a lo lejos pero no identificaba sus placas. Resulto que el dueño de esa cafetería era un gran amigo de la abuela Min y me reconoció de inmediato, llevaba más de tres meses sin ir al restaurante y tuve que ser yo quien le diera la noticia y de paso contarle lo que había pasado con los hijos de Min. Cuando le dije que necesitaba trabajo, me entrego un formulario, un delantal y un horario para iniciar en dos días, mis ojos se llenaron de lágrimas y le agradecí con una muy marcada reverencia, el amable hombre de la edad de Min, sonreía y decía que podía apoyarme en él, que iba a ayudarme por la memoria de su amiga, que me entere después, fue su primer amor.
Una luz al final del camino, a veces es bueno pasar el túnel y ver qué hay del otro lado. Así pensé cuando recibí otra oportunidad de la vida, necesitaba creer que podía lograrlo, quería hacerlo... Pero fue justo aquí donde recibí el golpe más duro de todos... Ni el rechazo de mi madre, ni la muerte de la abuela Min, me dolieron tanto como lo que paso después...
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Oh si, los visualizo lanzando insultos a la pantalla de sus móviles y laptos.
Y este es solo el comienzo. ¿Que les parece?
Debo aceptar que tenía dudas sobre escribir tan rápido parte de la vida del personaje, el suspenso es bueno, pero creo que les ayudará mas adelante para entender un poco mas a fondo lo que pasa con ella.
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