CUATRO

Sora's POV.

El dolor de cabeza no me dejo dormir. Punzaba mi cerebro contra el cráneo y se volvió insoportable. Sin darle más espera empecé a empacar, era un hecho que nos deportarían, tendríamos que esperar a que apareciera el abogado del estado con la notificación, después, era cuestión de tiempo para regresar a Japón.

Anticipándome a los hechos, había comprado un par de cajas de cartón, tenía las esperanzas de no tener que usarlas, pero aquí estoy, acomodando mis cosas dentro de ellas. No puedo parar de llorar. Las ganas de gritar regresaban de la misma manera y con la misma intensidad.

Aquí dejo muchas cosas, amigos, personas que me ayudaron y apoyaron, mis estudios, mis sueños, mi corazón. Espero poder despedirme de la abuela Min, le daré un dolor de cabeza donde sea que este, ella entenderá y me perdonara como lo hacía siempre que me equivocaba con algo. Absorbo por la nariz y mojo mis labios, llorar me está deshidratando al punto de tener los labios resecos. En el tocador hay una caja de sumo de pera, lo destapo y bebo con la pajita. Hidrato mi garganta y continúo empacando.

Mi delantal, una libreta de la cafetería Moon's... Fue un gran trabajo. No encontrare otro trabajo igual, me dio todo, esperanzas, sueños, amigos, familia adoptiva, y la persona que amo con todo mi ser.

En Moon's conocí al famoso Min Yoongi, alias Min Suga, Suga; o el putoamodelceñofruncido como solía decirle.

(Flashback)

El primer mes de trabajo era de prueba. Tenía dos turnos, uno en la mañana era más suave y otro de la noche a la madrugada que era más movido. Creí que no recibiría una paga por el mes de prueba y llore cuando recibí un cheque por parte del señor Dan.

En ese entonces, no había pensado en estudiar una carrera universitaria, ni siquiera sabía qué carrera estudiar. Fue hasta que un libro de psicología fue abandonado por un cliente. Esperamos una semana y nadie lo reclamo. Lo leí mientras lo mantuve conmigo, el tema me llamo mucho la atención, me surgieron muchas preguntas que estaba segura solo sí estudiaba podía obtener las respuestas. En ese orden de ideas, me dieron el turno de 10pm a 5am, podía dormir y asistir a la Universidad hasta las 9pm. Fue un respiro que me dio la vida.

El señor Dan y mis compañeros de trabajo, en su mayoría hombres de dudosa sexualidad y un par de mujeres; me apoyaron desde el principio. Me cubrían en los turnos que no podía trabajar, o me salvaban de ser regañada por llegar quince o media hora tarde ( culpen al pesado tráfico de la nocturna).

Pasadas las doce de la noche, podíamos ver celebridades entrando a la cafetería, productores, compositores, actores, presentadores, etc. Me gustaba ese turno. Conocer gente famosa sin necesidad de hacer largas filas o pelear por un puesto. Yo podía servirles, conversar un poco y obtener alguna firma extra si había confianza. Habían muchas empresas alrededor, obviamente empresas pequeñas, nada de ver cruzar por la puerta a Jung Yae Suk o a Kim Gura, personajes de gran talla, era más bien trainees y otros niveles de fama.

Cierto día, cubría mi turno habitual de la noche. Cuatro personas trabajábamos a esa hora, Eunwoo, Moonbin, Mini y yo, teníamos  cuatro mesas para atender cada uno, ayudábamos en la cocina y en la limpieza. Todo muy justo, pocas veces no estábamos de acuerdo. En el grupo de mesas de Moonbin, apareció un chico de sudadera negra con franjas blancas, tapabocas y la mirada muy al fondo de sus pensamientos, miraba al suelo o a sus zapatillas, una de las dos. Lo raro en este personaje es que no se dejó atender.

Moonbin se acercó para tomar su orden, pero fue ignorado, paso una segunda y una tercera vez siendo ignorado por completo. Existían clientes que tenían sus preferencias en cuanto a ser atendidos por alguno de nosotros, los clientes más frecuentes; sin importar a quien pertenezca el grupo de mesas, el cliente será atendido por quien desee.

Así era, solo que este chico era nuevo, no lo habíamos visto. Bin empujo a Eunwoo para que fuera a atenderle, el resultado fue el mismo, ignorado. Deducimos que no quería ser atendido por un hombre, yo estaba con el cupo lleno en mi zona y enviamos a la bella Mini. Estaba sorprendida cuando vi como Mini fue tremendamente ignorada, el chico ni se inmutaba teniéndola al lado.

Nos reunimos detrás de la barra de los pedidos, con la mirada puesta en la mesa del chico. Escribía en una libreta argollada vertical, su mano se movía con el bolígrafo y con la otra mano daba toques en la mesa.

—Este quiere pasarse el agua—. Dijo Moonbin con una mano en la cintura. 

*Traducción, vino solo por agua. Que por cierto, es gratis.

—¿Cómo puede ignorar mis bellezas?—. Mini se agarró los pechos sin pudor, hasta Moonbin trago grueso cuando se le abultaron en las manos.

—Es tu turno Sora, sino te hace caso, llamamos al jefe—. Moonbin estaba molesto, no lo han rechazado en décadas, o eso decía.

¿Por qué no acudimos al jefe antes? Bien, ya nos había pasado, resulto que un señor de bigote y barriga de camionero, quería que yo le sirviera; no dijo nada y nosotros corrimos con el jefe para que lo sacara, fue todo un teatro. Aprendimos la lección, yo era la última opción.

Pegue la libreta a mi pecho y camine gestando una sonrisa amable al chico con la capota que no despegaba la vista de su libreta. ¿Escritor? ¿Libretista? Un simple estudiante que necesitaba cafeína para poder continuar sus estudios de la madrugada. El reloj cucu de la pared marcaba más de las tres de la madrugada.

—Buenas noches. Bienvenido a Moon's, ¿puedo servirle algo, joven?

Silencio, él movía la mano sobre el papel garabateando unas líneas.

Alce la vista a mis compañeros que estaban detrás de la barra, con señas querían saber que pasaba y yo negué con la cabeza, realmente había venido por el agua. Hice un segundo intento aclarando mi voz y hablando un tono más alto, tal vez tenía audífonos (invisibles) y por eso no podía escucharnos.

—¿Quiere ver las bebidas?—. Baje la carta que venía pegada a mi libreta y el bolígrafo que llevaba entre los dedos, resbalo y cayó al suelo.

Perfecto. ¡Gracias Dios! El uniforme de los chicos es pantalón y camiseta, pero el maldito uniforme de las chicas es una falda que bien podía ser un trozo grueso de tela, agacharme a recogerlo sin que se vea mi ropa interior era todo un desafío.

Resople dispuesta a bajar en posición recta para alcanzar mi bolígrafo. A la velocidad de la luz este chico movió su cuerpo, bajo el brazo, tomo el bolígrafo a sus pies; levanto la mirada y lo extendió en su mano. Sus ojos es algo que no olvidare ni en mil años. Líneas delgadas, cansados, de pestañas negras carbón, penetrantes pero inexpresivos.

Tome el bolígrafo apenada y  me obligue a despertar del trance en el que me tenían sus ojos.

—Gracias—. Musite.

Él asintió y bajo la mirada ocultándose tras su capota.

—Sino está listo para pedir, puedo pasar en un momento—.Sí, fue cortes de su parte recoger mi bolígrafo, pero no iba a dejar que ocupara la mesa de alguien que podía darnos propina.

—Un café—. Dijo en un hilo de voz, su ronca voz lo hacía sonar dormido.

—¿Perdón?

—Algo que me mantenga despierto—. Ahora sonaba molesto.

Apunte en la libreta, el chico era realmente raro, sonaba calmado y en segundos hablaba enojado. Quizás no tuvo un buen día que lo complicaba mas si debe trabajar en este turno hasta el amanecer, cualquiera no estaría de humor.

—¿Quiere acompañarlo con algún aperitivo?

—Necesito estar despierto. Comer mucho me dará sueño—. Podría jurar que me estaba reprendiendo.

—Tenemos un aperitivo perfecto para eso ¿Desea probarlo?

Dejó de escribir, yo creí que me iba a gritarme o a golpearme, porque soltó con hastió el bolígrafo. Puso ambas manos sobre la capota y asintió. Lo apunte junto con el café americano y me marche a la cocina.

Pase la orden y al segundo tenía tres pares de ojos tan abiertos como sus bocas.

—¿Te quería a ti?

—¿Se te declaro?

—¿Vino para acosarte?

—No, no y ruego a Dios porque no–. Respondí entre risas.

—¿Por qué nos ignoró?—. Pregunto Mini.

Voltee a ver al chico que estaba leyendo la libreta donde escribía. Escritor, le dije a mi interior.

—Tal vez, estaba concentrado en lo que escribía y no quería distraerse—. Dije a su favor.

Sí, eso dije yo aquel primer día que lo vi. La cosa fue, que siguió yendo los siguientes días. Sin falta entre las tres y las tres treinta de la madrugada aparecía por la puerta, solo que se sentaba en mi grupo de mesas, no sé cómo, ni porque, pero solo en mi grupo de mesas, a mano derecha entrando, junto a una matera de casi dos metros que trajo el señor Dan de Taiwan.

Iba lo saludaba como a cualquier cliente, hacíamos el protocolo de ordenar, escribir y llevar. El mismo café, la misma tarta de almendra amarga, para que no le de sueño. Acababa lo servido, dejaba el dinero en la mesa, sin nada de propina, nada de dinero para quien amablemente le atendía cada día. Un desperdicio de mesa y de tiempo, pero tenía que cumplir con mi trabajo.

Los días se hicieron semanas y las semanas meses. Siempre llegaba sin falta. Mis compañeros hacían broma diciendo que mi pretendiente pronto colmaría la cuota de tazas de café para hacer su declaración oficial. Yo no entendía porque lo decían, sus palabras no tenían ningún fundamento. Porque primero; nunca cruzamos más de dos palabras a excepción para cuando ordenaba, ni siquiera un saludo informal, nada, y segundo, si ese era su modo de "conquista", pues estaba doblemente equivocado, porque yo tenía cierto desprecio hacia los hombres, mi padre que me rechazo, el hombre que abuso de mí, y un par de degenerados que se me cruzaron en el camino; aparte veía doramas y hacerse el interesante, no incluía ser tan frió como un tempano de hielo, en pocas palabras mi interés por él oscilaba entre el cero y el cero coma cinco.

Así lo creía, así pensaba en ese tiempo. No había tenido amoríos con nadie, yo rechazaba cuanta declaración me hacían, nadie valía la pena ante mis ojos, nadie merecía estar conmigo, o tal vez, yo no merecía a nadie.

Paso el tiempo y un día de repente el chico, cuyo nombre no sabía y lo habían apodado señor G, por gruñón. Entro a la cafetería pasadas las cuatro de la mañana, fue algo desconcertante que cambiara la rutina, parecía una persona regida por la rutina y según mis clases en la Universidad les cuesta bastante cambiar eso. Atendía una mesa diagonal a la suya, se veía cansado, exhausto, tenía vendada la mano derecha y movía sus labios maldiciendo en voz baja. Pase a la barra dejando la bandeja de otra mesa y estaba lista para ir a su mesa, Mini codeo mi costado al señalar la mala cara del chico, ella estaba curiosa; puede que yo también, pero solo alce los hombros.

—Buenas noches, joven— la primera impresión fue su mano vendada, vi algunos moretones alrededor. La manga de su chaqueta era ancha al moverse se subía dejándome ver los verdes y morados de su mano.

Movía su cuerpo impaciente. Tal vez se había peleado hace poco por eso se veía tan enojado. Ignore el resto y continúe.

—Un café cargado y una tarta de almendra. Lo traeré en seguida.

—No—Soltó golpeado.

—¿Que desea esta noche?—. Me hice para atrás, sentía que en cualquier momento lanzaría un golpe.

—Una cerveza—. Ordenó.

¿Cerveza? Eso fue nuevo. Aunque mirando su estado, podía  conectar  su humor con su mano vendada. Sí, una cerveza le serviría para calmar sus humos.

—Cerveza, lo tengo. En seguida la traigo.

Camine a la barra viéndolo de reojo, no había levantado la mirada de la mesa, hasta me pareció que resoplaba, su pecho se hinchaba con cada respiración profunda. Destape la cerveza, tome un vaso con hielos y ajuste mi delantal. Algo estaba mal con él,  no es que me importara en ese momento, pero si me causaba curiosidad. Eunwoo llego conmigo, hizo las mismas muecas de Mini queriendo saber que pasaba, pero yo estaba igual que ellos, no sabía y tampoco le iba a preguntar. Es un cliente, es su vida, no debía importarle a nadie, ni a mí...

Bebió cinco cervezas hasta calmarse.  Volvió a ser el chico concentrado en una cosa, saco su libreta e inicio su ritual de escritos. Sin embargo, se veía realmente cansado, tenía que escribir con su mano vendada, lo escuchaba a lo lejos quejarse mientras la movía, parecía serio el golpe por los moretones. Me vi unos minutos perdida en su figura agotada y adormecida. Haber bebido no ayudaba a la causa, porque el alcohol produce sueño después de un rato, significaba que no trabajaría hasta el amanecer.

Despabile gracias al chasquido de los dedos de mi jefe frente a mis narices. Miraba al chico de la mesa y a mí; entorno los ojos, su cabecita cargada de ideas estaba ideando algo.

— Te ves preocupada muchacha—. Comento el abuelo bebiendo chocolate caliente.

—No. Pensativa que es distinto—. Sacudí mi uniforme.

—¿Por qué no le preguntas algo?

Voltee a verlo con los ojos abiertos. La regla de oro en el café, es nunca, nunca de los nuncas, debe haber un vínculo mayor entre el cliente y los empleados. Que sugiriera justo lo contrario me tomo por sorpresa.

Sin embargo, negué con la cabeza.

—En situaciones lamentables, las personas necesitan que alguien se preocupe por ellos.

—Ese es el punto. Yo no estoy preocupada por nadie—. Lo estaba en un grado minúsculo.

—Sí un viejo como yo lo dice. Debe ser por algo—. Termino y se metió a la cocina.

La edad, me dije y continué trabajando.

El chico que se aquejaba por el dolor en su mano, sacaba con dificultad el dinero de su billetera, maldecía tener una mano inservible y dejo sobre la mesa la paga, sin propina claro. Recogí el dinero y por primera vez le seguí con la mirada, Cruzo la calle, camino diagonal, directo a BIGHIT, el CEO de la empresa nos visitaba mucho y era muy amable con todos. Ese no era el punto, él trabajaba ahí, a escasos metros de la cafetería.

Cada paso que él daba para llegar a la portería me empujaba a salir detrás de él. ¿Estaba preocupada? ¿Quería ayudarle? ¿Por qué? ¿Quién era él? Debatí en mi interior. No sabía como, pero ya estaba yo caminando hacía mi jefe dejando atrás las bandejas en la barra y desatando mi delantal.

—Jefe, necesito salir cinco minutos—. Los dos estábamos sorprendidos por lo que acababa de decir. ¿Yo salir? ¿A qué?

Sonrió y asintió.

—Te doy diez—. Paso a su oficina.

¿Qué estaba haciendo? Acababa de pedir permiso para alcanzar a un completo desconocido. Porque, sí, él llevaba meses visitando Moon's, pero yo no sé ni sus iniciales. Porque de seguro elputoamodelceñofruncido no contaba.

Camine rápido a los vestíbulos y abrí mi casillero, no entendía bien lo que hacía, pero estaba buscando una pomada, algo que cargaba desde hace tiempo para curarme golpes o raspaduras. La encontré bajo mi saco de lana y salí disparada. Iba a entregársela a él, ¿Por qué? era una respuesta que llego a mí mucho tiempo después. Empuje la puerta y alcance a verlo a pocos pasos de la portería, o era muy lento o yo tenía demasiada prisa, opte por pensar que era la primera.

Cruce la calle rápido, era de madrugada no había trafico como en las mañanas o en las tardes. Acelere el paso y antes de que pusiera la mano en el pomo de la puerta de cristal, agarre su brazo que no estaba lastimado.

Volteo a verme y si las miradas mataran ese hubiera sido mi último día en la tierra. Claro, como no estar así, sí una chica te detiene jadeando y sin aliento. Respire hondo y obligue a mi corazón a calmarse, necesitaba hablar para que él entendiera que estaba pasando.

—¿Estas — su mirada estaba pidiendo que retrocediera o mi vida estaría en peligro — bien?—. Solté el agarre y nos quedamos viendo.

Él estaba ahí, parado frente a mí con su mano lastimada dentro del bolsillo de la chaqueta, sin decir nada. ¡Incomodo!, iba a darme la vuelta, olvidar lo que paso, y quizás, jamás volvería a atenderle, no después de eso. Empuñe la pomada a mi espalda, su silencio estaba helandome las articulaciones.

Mis pies ya  estaban moviéndose para dar la vuelta y regresar por donde vinimos, cuando un susurro se coló en mis oídos.

—Algo así—. Regrese la vista a sus labios, estaban cerrados. Tal vez imagine que había hablado, pero quería comprobarlo.

—¿Cuándo te lastimaste? 

Él saco la mano de su sudadera, la giraba mostrando ambas caras.

—Fue esta mañana—¡Sí hablo! Fue todo un alboroto en mi interior, toda yo estaba eufórica porque había respondido... Sí, yo estaba así. Él no podía ser un puto robot amante al café amargo.

Saque la pomada de su escondite y la extendí a él. Guardo su mano dentro de la sudadera y miro la tapa de la pomada, leyó rápido y me dio una mirada entornada.

—Pomada para relajar los músculos y tratar los moretones. A mí me funciona, la uso hace tiempo —. Explique rápido.

La tomo con su mano sana y la guardo en la sudadera.

Nos quedamos viendo por un momento y su mirada buscaba respuestas, explicaciones. Él no sabía que yo buscaba lo mismo y que estábamos al mismo nivel. Un silencio incomodo me puso a temblar, ya había hecho lo que creía bueno, ayudar a alguien, no había nada de malo en eso. Bien, entonces podía regresar con la consciencia tranquila.

—Bueno— parpadeo —Me voy, tengo que seguir trabajando. Adiós—. Hice una pequeña reverencia, no sé porque, pero la hice. Di media vuelta y corrí a la cafetería, no mire atrás y la verdad no quería ver qué cara tenía.

(Fin del Flashback).

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Me divertí escribiendo esta parte *-*.

¿Que les ha parecido hasta el momento? ¿Vamos bien? ¿Curiosos?

En fin, ya saben como pueden mostrar amorshhh..

Nos leemos pronto, besus!!

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