•Tres•


La vida avanza acompañada de un tic tac que jamás se detiene. Avanza, no importa si no lo sientes, pero si, nos movemos y a medida que el tiempo transcurre, cambiamos. El tiempo está unido y fusionado a las experiencias de las que aprendemos a lo largo de toda nuestra vida, por lo que ambas cosas hacen que aprendamos, conozcamos y como dije, cambiemos.

Cualquier emoción que surja de un contacto directo con la realidad implica un cambio, y como dijo Platón: El amor proviene de Dios, se le puede juzgar racionalmente.
O como mencionó Heráclito, no se puede tener dos veces el mismo río, lo que viene siendo algo como: No se puede conocer dos veces a una misma persona.

Las personas enamoradas tienden a contradecirse, por ejemplo: Una persona te desagrada pero cuando estas solo no dejas de pensar en ella. Pero también es cierto que vivir y tomar decisiones tiene un precio, un precio elevado, y ese precio va ligado a nuestro tiempo de vida.

Yo decía amarla, pero la dejé ir.

Habrá instantes que nos marcarán tanto, que creeremos que han durado más tiempo de lo que en realidad se ha llevado y otros que recordaremos como fugaces.

Para mi, aquella chica era algo intermedio.
Pues la recordaba como algún momento fugaz en mi adolescencia, pero mi amor por ella ha durado más de lo que en realidad imaginé. Porque, si. Seguía amándola.

Sin embargo, seguí con mi vida tratando de aceptar mi decisión y aferrándome a la idea de que hice lo mejor, quizá solo para evitar caer en el arrepentimiento, un pozo lo suficientemente profundo como para no salir de él, al menos no en una pieza.
Si, seguí con mi vida, y al continuar con ella surgieron grandes cambios. Después del término del verano, la familia Vasseur decidió mudarse a Inglaterra a excepción del hombre de la casa, quien se dirigió a Venecia por trabajo.
Yo pasé un año trabajando arduamente para ahorrar dinero y pagar mi universidad al siguiente, como era previsto, decidí estudiar arte.

Y no si fue el hecho de que ya existe un destino escrito, si fue por mi duro esfuerzo, o porque lo desee tanto que alguien de arriba dijo: "Toma, deja de estar molestando" pues al término de la universidad, logré obtener un fuerte reconocimiento por mis obras en París bajo el seudónimo de Jérôme, me volví más conocido, pude brindarle a mi padre una mejor vida, una con la que siempre habíamos soñado, logré formar parte de la alta sociedad, aquella que años atrás veía completamente inalcanzable, pero, a pesar de tener todo lo que alguna vez había soñado, no podía evitar sentirme...incompleto.

Sentimiento que incrementó cuando una noche cualquiera la visualice al otro lado de la calle.
No había planeado absolutamente nada, al despertar jamás me llegué a imaginar que terminaría en aquella situación, no quería que sucediera, pero al final, así pasó.

No había cambiado en nada pese a que los años habían transcurrido, seguía portando esos labios rojos que cualquiera podría considerar una tentación, ese porte de elegancia y seguridad, y aún seguía siendo dueña de esos dos luceros deslumbrantes.

Gracias a que mi suerte aquel día había estado a mi favor, aquella aún no lograba verme y por supuesto quise aprovecharme de eso, así que baje mi boina para taparme el rostro, un error grande, pues eso no hizo más que llamar su atención.
Confundida su entrecejo se frunció y comenzó a buscar mis ojos con su mirada, como preguntándose :¿Realmente es él? Y cuando la respuesta fue: "Si, es él" aceleró su paso para llegar al frente mío, pasos que disminuyeron poco a poco al no saber con exactitud qué es lo que diría.

Justo en ese momento vagos recuerdos irrumpieron en mi memoria y pensé " Si tan sólo regresáramos a esa época, dónde aún éramos jóvenes, más tontos, más atrevidos, no hubiera dudado en tomar tú mano y huir" pero, eso no pasaría. No lo diría.

Ella y yo, ya no podríamos volver a estar juntos por una, y solo una razón.

—Has cambiado mucho—mencionó casi en un susurro, como si su voz lentamente se perdiera—Casi no te reconozco.

—Tú no has cambiado en nada—respondí sin atreverme ni a mirarla.

—No esperaba encontrarte, ¿Qué tal te ha ido?—soltó rápidamente aclarándose la garganta mientras sus pupilas jugaban—¿La vida te ha tratado bien?

—No puedo quejarme, me ha tratado bastante bien—repliqué casi conteniendo mi respiración.

—Me alegro mucho por ti Jimin, de verdad—respondió sonriéndome y yo casi pierdo la cordura—Siempre tuviste mucho talento.

—Supongo—me limité a contestar.

Un suspiro se escapó por ambas partes.

—Supe que vas casarte—solté tomándola desprevenida.

Ella comenzó a caminar jugando un poco con los dedos de sus manos, y por supuesto yo seguí su paso.

—Si—respondió acompañada de un bufido sutil—Cuando terminamos, fui a la universidad, me enfoqué en mis estudios, hasta que papá volvió a mencionar el matrimonio y escogió un esposo para mi.

Quiere y deja que te quieran, ama y sé amado, pero sin exigir sumisión. Lo tengo claro.

Sabia que ella no era mía, al igual que yo nunca seré de nadie más que de mi mismo. Pero, el simple hecho de pensar que ahora alguien más ocuparía el lugar que alguna vez yo pude poseer, alguien que dormiría a su lado, noche tras noche, año tras año, alguien que quizá a veces lleve consigo un canasto con alimentos para convertirlo en un día de campo, disfrutar de su lectura, tal vez disfrutar de su silencio, alguien más que la observaría mientras se encuentre concentrada, recostada sobre su regazo, y evitar que el sol dé a su rostro haciendo que su entrecejo se frunza. Pero lo que más me dolía, era el hecho de pensar que alguien más sería padre de sus hijos, que alguien más la vería envejecer.

Alguien más, no conmigo.

—¿Cómo se llama?—pregunté realmente siendo un masoquista.

—Dominique—dijo—Es capitán en el ejército, no está tan mal—completo, tratando de convencerse más a sí misma.

—¿Lo amas?

Realmente necesitaba parar.
Tenía que detenerme, dejar de hacerme más daño.

—Sabes perfectamente que no amaría a nadie más, como te amo a ti—respondió haciéndome detener al instante.

Ella siguió  su paso con la mirada sobre la calle y repentinamente se giró a mirarme.

—¡¿Por qué no me buscaste?!—cuestiono elevando un poco el tono de su voz—¿Tienes idea de cuánto tiempo estuve esperándote?

Baje la mirada al notar como la suya se cristalizaba al paso de los segundos.

—Lo siento.

—Sabes que no quiero oír eso, Park —me respondió extenuante.

—Es que no sé muy bien que quieres que di...

—Dime la verdad—interrumpió buscando mi mirada—Dime que fue por mi, por mi padre, dime cualquier cosa, inventa una excusa, pero no te disculpes.

—Es que era lo mejor para ti.

—¡Tú eras lo mejor para mi!—espetó abruptamente—¿Aún no lo entiendes? Nunca busqué nada más, sólo te quería a ti.

Tratando de controlar su respiración, se acercó a mi con lentitud, y acompañada de una suavidad tomó mis dos manos entre la suyas.
Podía presenciar cada rasgo de su fisonomía, cada lunar, cada pestaña, el aroma embriagante que desprendía.

—Park—dijo en un susurro—Nunca dude de mi sentir, y antes de caminar a ese altar debo confesártelo...sólo bastan unas cuantas palabras de tu parte para determinar nuestro futuro, si es que aún queda algo de él.

Fue lo ultimo que dijo, antes de perderse entre la multitud que vagaba en las calles.

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