Día Dos.- Té
Su cabeza le dolía, los recuerdos de la pelea que había tenido con sus padres la atormentaban justo ahora.
Se sentó en la cama para pasar su mano por toda la cara.
Con un suspiro se levantó de la cama dejando en la cama a un dormido y hermoso Awase.
Se colocó su bata para cubrir su cuerpo que solo poseía un camisón, salió al balcón para contemplar la luna.
Sin que ella se diera cuenta fue observada por su pareja, comprendía absolutamente lo que le ocurría. Alguien tan hermosa como ella también sufría de preocupaciones y problemas.
Con cuidado se levantó de la cama para después salir de la habitación, quería prepararle algo especial para no estuviera así.
Después de todo ella se lo había dicho.
-Cuando estoy triste o cansada de todo, lo que me anima siempre es una taza de té- dijo la chica de cabello negro y ojos del mismo color.
-¿Porque?
-Porque de alguna manera siento que me hace olvidar todos los problemas que han ocurrido- contestó para llevar la taza a sus labios.
El no era un experto en preparar té pues prefería el café pero lo haría por ella. Porque quería verla tranquila y sin ninguna preocupación.
Colocó unas cuantas hojas y agua en un recipiente y dejó que hirviera con calma, su té lo estaba haciendo con amor. Por otro lado estaba preparándose una buena taza de café para él, quería compañar la en esa noche.
Finalmente endulzo ambas bebidas con un poco de miel y se dirigió con ambas tazas hacía su habitación. La encontró en la misma posición en la que la había dejado, el poco viento que se sentía hacia que el cabello de ella se meciera lentamente.
-Te preparé té de limón- le llamó el.
Momo se sobresaltó al escuchar la voz de su pareja. Volteó a mirar lo, el sonreía.
-Una vez dijiste que el té te animaba cuando te sentías triste y preocupada, así que te prepararé una taza- Momo sonrió.
El era el esposo más atento.
-Y recuerdo que también te dije: Cuando estés triste y sola, yo estaré a tu lado. En lugar de tus padres y tú amigos, estaré acompañando te con tu taza de té.
La felicidad se apoderó de ella que unas cuantas lágrimas
escurrieron por sus mejillas.
El era tan dulce como su té y tan profundo como el café que a él le apasionaba.
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