➽6.
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Ese mismo día, en la azotea de un alto edificio...
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━¿Otra vez aquí? Ya te dije que es peligroso, ¡no me asustes así! Si yo no...━ comenzó a reprochar un joven alfa, que se detuvo abruptamente cuando el omega que estaba de espaldas frente a él, volteó a verle.
Su rostro estaba lleno de lágrimas.
━Es hoy. Lo sabes, ¿verdad?━ balbuceó el menor. Al no recibir respuesta, siguió hablando ━Es hoy, Sabo. El aniversario de la muerte de Ace.
El rubio reprimió un gesto de dolor. ¿De verdad lo había olvidado? ¿O es que su propia mente no lo quiso recordar? Ahora comprendía porqué estuvo todo el día sintiéndose bastante decaído. Avanzó un par de pasos, intentando concentrarse en la temblorosa figura de su hermano pequeño.
━Luffy...
━¿Crees que si le hubiera prestado más atención, él no se hubiera suicidado? ¿Que si le hubiera dicho cosas amables, si le hubiera hecho más caso, si hubiera pasado más tiempo con él, si...?━ fue interrumpido por un fuerte abrazo, que por poco no le cortó la respiración. Porque eso era justo lo que necesitaba.
━¿Pero qué estás diciendo, Luffy?━ cuestionó seriamente, no pudiendo contener la amargura en su voz. Le acarició el cabello ━¡Tú no tienes la culpa de nada! En todo caso, yo sería el culpable.
━Eso no es cierto.
━¡Sí lo es! Yo también soy uno de los hermanos mayores. Yo lo conocí primero y se supone que yo soy el que más piensa de los tres. Pero, al final, no pude hacer nada. Lo siento tanto.
━¿De qué te estás disculpando?━ dijo el moreno, con un tono casi de enojo ━¡Si quieres hacer algo, déjame aquí y no vengas a detenerme! Si mis mensajes lograr salvar a al menos una persona, podré estar tranquilo. Ya perdí a un hermano. Estoy intentando evitar que alguien más pierda al suyo━ concluyó. El rubio, en el fondo, se sintió orgulloso.
━Yo también perdí un hermano. No quiero perder otro. ¡De verdad me preocupo por ti! Te veo todos los días venir, sentarte en la orilla de esta azotea, mirar al vacío... sé que no eres un omega común y corriente, pero los omegas pueden llegar a ser muy sensibles al daño emocional. Si algún día llegaras a tirarte, no podría soportarlo.
Aquel era su más grande temor. Lo había admitido, al fin, por lo que logró sentir, después de mucho tiempo, algo del tan necesitado alivio. Con los ojos cerrados, sintió como unas suaves manos le apretaban las mejillas, en un cariñoso gesto completamente infantil.
Recordó todos esos momentos en los que, de la exacta misma forma, él le había secado las lágrimas al menor cuando eran niños y el otro moreno, le hacía llorar.
“Al final, creo que todos nos volvimos unos bebés llorones. Lo siento, Ace.”
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Y... se murió Ace.
Lo siento. En lo personal, todavía no lo supero.
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