➽20.
El camino a casa se le pasó sorprendentemente rápido. Había acompañado primero a Violet, no porque realmente quisiera, sino más bien porque sería peligroso dejarla sola por la calle, la noche había caído. Sanji no le perdonaría que algo malo le ocurriese, de por sí no se perdonaba el no porder acompañarla por su cuenta.
Pobre idiota enamorado. Al menos, ahora lo entendía, un poco.
Le hubiera encantado acompañar a Luffy, pero Jimbe y Zoro se le adelantaron. Si bien, el mayor al menos tuvo la decencia de mantenerse sereno, aquel estúpido alfa peliverde sí que se tomo su tiempo en sonreirle con burla.
De todos los omegas del mundo, se terminó fijando en uno rodeado de alfas que no querían a Law ni a un kilómetro de distancia. Cosa que tenía a su propio alfa interno malditamente inquieto.
Juraría haber sentido ese aroma marino un poco más fuerte. Aunque, obviamente iba a ser distinto sentirlo en unos aviones de papel, que sentirlo del propio omega.
No era posible que Luffy hubiera salido de la seguridad de su hogar teniendo su celo cerca. De seguro sólo era su imaginación.
Aunque ese aroma hechizante, ese tierno rostro y esa dulce voz no se le iban de la cabeza. No mientras caminaba a su casa, mensajeando a su grupo para que dejaran de molestarlo. No mientras cenaba, con el estruendo de su anormal familia de fondo. Y no mientras intentaba dormir en vano, dando incontables vueltas en la cama.
Al diablo, como estudiante de medicina, soy inmune al sueño.
Se levantó y se puso unas zapatillas deportivas y un abrigo encima del pijama, con toda intención de salir a dar una vuelta. Ya en la sala, de camino a la puerta, se lo pensó mejor.
Si salía de la casa, era probable que se encontrara con alguien. Podría ser Zoro, perdido de camino al baño de su casa. O Kid, de camino a un antro, un bar o una fiesta en un rancho. O podría incluso volver a encontrarse a la chiflada de Bonney, intentando robar otro restaurante chino.
Quizá para la próxima.
A quien no esperaba encontrarse, era a Cora, sentado en el piso de la cocina, tomándose un jugo, con cara pensativa.
- Ey, ¿todo bien? ¿Te caíste? - cuestionó, ya preparándose para ayudarle a levantarse. Su padre negó con la cabeza.
- ¿Qué haces despierto, Law? - ojeó su ropa con sospecha.
- Podría preguntarte lo mismo - el omega soltó una risa suave.
- A juzgar por la falta de enojo o tristeza en tu cara, puedo suponer que no tuviste pesadillas - le contestó con simpleza, leyéndolo como un libro, como si fuera lo más fácil del mundo.
- ¿Y tú sí? - se apresuró a preguntar. Y, si bien su rostro se mantuvo serio como siempre, su voz dejó notar algo de preocupación. Cora sonrió.
- No realmente. Pero me tuviste algo preocupado - admitió, tranquilo - de por sí, es poco común en ti el salir de casa. Llegaste más tarde de lo que creí, también. Y tu lado alfa se siente más presente, de la nada. ¿Qué pasó en casa de Sanji, hijo?
- ¿Mi lado alfa? - ni se molestó en ocultar su sorpresa - ¿A qué te refieres? ¿De verdad puedes sentirlo?
- Claro que sí. Así como también puedo sentir ese bello aroma playero, incluso si es leve. Lo encontraste, ¿verdad? - el rostro del alfa le respondió claramente - Felicidades.
- ¿Por qué no suenas feliz?
- Me gustaría poder mentirte. De verdad que sí. Pero contigo eso no sirve, e incluso si lo hiciera, no podría. Sería malo de mi parte, después de haber pasado años enseñándote sobre la importancia de la confianza - sonrió, triste.
- ¿Estás enojado? - apartó la mirada con vergüenza - Sé que allá afuera hay muchísimos alfas que no han sido buenos contigo, pero te prometo que yo nunca voy a ser...
- Como ellos. Sí, lo sé - aseguró, para intentar calmarlo - No se trata de eso, no te preocupes. Es algo muy tonto, de hecho.
- Si te pone triste, no es tonto - se sentó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro. El rubio volvió a sonreír, esta vez con más calma.
- Es un cambio muy repentino, ¿sabes? Un día, eres mi hijito, el mismo de siempre, el que no quiere socializar, el que no se desvive por omegas, ni por nadie, en general. Y al día siguiente, te vas a una pequeña fiesta y vuelves a casa en medio de la cena, con olor a omega y una presencia más alfa.
- ¿Pero a qué te refieres con eso? De verdad no lo entiendo.
- Yo tampoco lo hago del todo, en serio. Aún así, yo sabía que el no interactuar con omegas, siendo tan joven, era malo para tu salud. Y, si bien siempre te pedí que salieras, que fueras a conocer gente nueva y tuvieras actividades fuera de casa, no insistí ante tus negativas, y no te expliqué el porqué era importante. Te puse en peligro, Law - admitió, con la voz temblorosa.
Y ahí, el alfa entró en pánico. Porque, si bien era un omega, y uno realmente bueno, contadas eran las veces que se permitió llorar frente a él. Como la primera vez que le llamó papá, por ejemplo. Eso le dio una idea.
- Papá - lo llamó, su voz gentil, mientras posaba una mano en su brazo. Siguió al ver que volteaba a verlo - No estoy enojado contigo. Y no me siento mal.
Al menos, ya no.
- No hace falta que me mientas en mi propia cara. Te vi mientras cenábamos. No lucías bien.
- Nunca dije que me sentía bien. Sólo dije, que no me siento mal - dijo, terco en su intención de despreocupar al mayor - Aún así, ¿por qué no me dijiste nada? Con una explicación concreta, lo hubiera entendido. No eres como el resto de esta jodida familia, tú sí me la puedes dar.
- Ya ya, ¿insultando a los demás, que ni siquiera están aquí? Eso no se hace, Law - se tomó la molestia de regañarlo, secándose las lágrimas - Y, si te digo la verdad... estaba algo asustado - admitió.
- ¿Asustado? ¿Por qué? - cuestionó, casi temblando ante la idea de darle miedo a su propio padre.
- No es lo que piensas, cálmate. No tenía miedo a que me lastimaras, nunca lo tuve. Sin embargo, me quitaba el sueño la sola idea de que no me escucharas, de que dejaras mi opinión de lado... por el simple hecho de ser un omega. Y no me mires con esa cara, sé que es un pensamiento estúpido. Ahora lo sé.
- ¿Acaso es una broma? ¡Jamás haría algo como eso! - se ofendió. El otro, le dio algunas palmaditas en la espalda.
- Sí, Law, ya lo sé. Me tomó tiempo, demasiado, y por eso lo lamento. Los chicos de tu edad van por un buen camino. Ya no dejan a los omegas tan de lado, y ya no dejan que tantos alfas se salgan con la suya. Me alegra verlo - admitió. El otro rodo los ojos.
- Hablas como si fueras un anciano.
- Pues así me siento - rió un poco ante la expresión de pura confusión de su hijo - en mi época, todo omega que se atreviera a hacer comentario alguno sobre la salud de un alfa era... golpeado, en el mejor de los casos. Ridiculizado en público, abusado y abandonado a su suerte, en el peor. No puedes culparme por tener miedo.
Pasaron unos minutos en silencio.
- ¿Es por eso que hay tan pocos omegas estudiando medicina conmigo? - susurró, como si fuera un secreto.
- Pues sí. De por sí, que haya omegas me sorprende bastante. Debe de ser una regla reciente. Me alegro por ellos. Y les deseo lo mejor - respondió, su pura amabilidad endulzando su voz.
- De verdad lo siento. No tenía idea.
- Ahora la tienes. Y también tienes un omega al qué cuidar. Sé bueno con él, ¿sí? Y si tienes alguna pregunta, puedes venir a hablar conmigo cuando quieras - le ofreció.
- De acuerdo, lo haré - vio como su padre, contento con la respuesta, se levantó, de seguro, para regresar a su habitación - ¿Papá?
- ¿Sí?
- Siempre seré tu "hijito" - admitió, con el rostro cálido, sin siquiera poder mirarlo a los ojos.
Aunque Cora, formó una sonrisa radiante, podía notarla sin esfuerzo, así como podía sentir su aroma endulzarse de felicidad.
- Sí, siempre - confirmó.
Se desearon buenas noches y, por fin, pudieron dormir tranquilos.
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Entre tanto estudio (y el hecho de que me acaban de dar la segunda dosis, yay) terminé acrualizando mucho después de lo que quería.
Aún así, este capítulo me gustó bastante. Adoro a Corazón ❤
Espero que a ustedes también les guste.
¡Hasta pronto!
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