8. Estrella | Una noche espléndida

Thranduil miró a los tres príncipes que recién habían llegado a la reunión, sus cejas afiladas casi se juntaron en su severo rostro. Legolas inclinó la cabeza y acercándose a su furibundo padre, le contó sobre lo sucedido en el baño. A pesar de la seriedad de su tardanza, Thranduil no ocultó la risa y levantando la mano, lo dejó pasar sin decir ni una palabra. Legolas suspiró aliviado cuando se retiró, aunque vergonzoso al menos su padre no hablaría del asuto para ridiculizarlo. Cuando se sentó junto con los gemelos ellos le dieron palmaditas en la espalda por su valentía.

El rey Thranduil no solamente era un rey ambicioso y cauteloso, sino también un padre de lo más estricto.

Mientras disfrutaban del banquete, pronto oyeron una canción elevarse en medio de las voces de los demás elfos. Elladan y Elrohir escucharon atentamente hasta que no pudieron evitar unir sus voces al coro. Legolas inclinó la cabeza y buscó entre los elfos que cantaban hasta encontrar al grupo principal que dirigía la canción. Para su grata sorpresa, encontró una figura conocida en aquel grupo de bellas doncellas. Porque en medio de tantas, una había conseguido llamar su atención. Era aquella muchacha con la que se había cruzado en los jardines, su voz le sonaba más clara que la del resto, sus pálidas mejillas contrastaban mucho con su cabello rubio, esbelta y alta, de ojos grises intensos. La música combinada con la canción lo hacía cada vez más embelesado por ella.

En la bóveda celeste está brillando Eärendil.
Más esplendorosa que cualquier estrella amada por los elfos.
Recorriendo eternamente los cielos en su barco Vingilot.
Venciendo la oscuridad desde el firmamento.

Legolas miró extasiado la adorable imagen de aquella joven, quería ir allá y cantar junto a ella pero algo le impedía. Normalmente se sentía muy seguro de sí mismo, pero ya no tenía esa misma confianza y no sabía porqué. Con esos pensamientos en mente, el banquete llegó a su fin sin que él se diera cuenta. Elladan y Elrohir estaban satisfechos después de compartir aquella agradable noche y se despidieron del rey y de Legolas para descansar en sus habitaciones. Legolas se distrajo unos minutos en despedirlos, cuando volvió su mirada al grupo de doncellas se percató de que ella ya no estaba.

— ¿A dónde se habrá ido?— se  preguntó Legolas otra vez distraído.

— ¿De quién estás hablando, hijo mío?— preguntó una voz distante e indiferente a sus espaldas.

— Ah, me refiero a esa doncella que estaba cantando al frente— contestó Legolas sin pensarlo, su mirada puesta en el grupo de elfas que se iban. Suspiró rendido, ya la había perdido la pista otra vez.

— Oh, una doncella... Eso no me lo esperaba— dijo la voz más clara que antes, una mano grande se posó en su hombro.

De repente, Legolas sintió un frío recorrer su espalda, recordando lo que había dicho retrocedió medio asustado y medio sorprendido. Como lo temía, era su padre quien estaba detrás suyo.

— Adar...

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