3. Primogénito | Legolas escapa otra vez
"¿El reconocido primogénito de Mirkwood está castigado? ¿Por qué no nos sorprende?"
El mensaje en el papel transmitía el tono sarcástico de sus amigos. Mal momento para venir, Legolas ya se los imaginaba riéndose de él hasta las lágrimas. De seguro que no le dejarían en paz si descubren la razón de su castigo.
- Si es que no lo han descubierto- murmuró Legolas para sí mismo, tenía que salir cuanto antes de su infernal encierro.
Corrió hasta la puerta y la entreabrió un poco, los guardias seguían apostados en el pasillo. Legolas calculó la hora de la cena, le quedaban dos horas así que debía darse prisa si es que quería ver a los gemelos de Imladris. De un baúl cerca de su cama sacó un rollo grande de cuerda, siempre tenía uno en su habitación en casos como este, lo ató a la barandilla del balcón y lo dejó caer al exterior del jardín. Legolas era un buen trepador por muchas razones y una de ellas es por las escapadas que hacía desde pequeño. Sin dudarlo bajó silenciosamente hasta tocar el suelo y protegido por la oscuridad, fue al final del amplio jardín. Allí había una escalera bien oculta entre el follaje, estas llevaban a unas de las pocas estancias amplias y altas donde permitían ver las magníficas cavernas del rey Thranduil. Legolas entró a uno de los salones donde se escuchaban risas y la música alegre de un arpa.
Viene el primogénito de Mirkwood
Con el atuendo desastroso,
La cabellera de oro mojado
Y el tierno rostro feliz sucio,
Pues ha caído en el lodo,
Pero el príncipe está satisfecho
Porque ha salvado a un cuervo,
aunque ha sido castigado con el encierro,
Ha vuelto a salir en secreto,
Sin temor alguno de ser descubierto.
— Ustedes... ¿No tienen una mejor canción que matar?— masculló Legolas con un tic en el ojo. No esperaba que se enteraran tan rápido, aunque se lo esperaba.
— No hay nada bueno como éste, te.lo aseguro— contestó Elladan con una sonrisa socarrona— la verdad es que me sorprende que tú padre no te haya dado un castigo más duro por regresar ante él en esa guisa.
— No tuve opción, ni siquiera me dejaron cambiarme de ropa— contestó Legolas sonrojándose fuertemente.
— ¿No tienes miedo que tu padre te descubra fuera de tu habitación?— preguntó Elrohir bajando el arpa de oro.
— En realidad no hubiera venido aquí si no fuera por la flecha que casi me da en plena cara— dijo Legolas mirando a Elladan, quién era de las ideas locas y el que manejaba bien el arco... Aunque no tanto como él mismo.
— ¿Por qué me miras así? ¿Acaso dudas de mis habilidades? Además, sabía que lo ibas a esquivar— dijo Elladan muy tranquilo, Elrohir sacudió la cabeza.
— Que tal si salimos a pasear un poco, recién llegamos aquí y estamos ansiosos por saber de ti— dijo Elrohir levantándose.
Legolas y Elladan no tardaron en seguirlo de buen humor. Iban a tener una larga plática.
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