— ¡Legolas! ¡Elrohir! ¡He recibido una grata noticia!— gritó Elladan entrando a la habitación.

— Baja la voz que te escuchamos— replicó Elrohir leyendo un libro.

— ¿Qué sucede, Elladan?— inquirió Legolas intrigado por la cara sonriente de su amigo.

— Tu padre recibió a un visitante— dijo Elladan sentándose frente a su hermano que había dejado a un lado su libro— adivina quién es.

— ¿Cómo quieres que lo adivinemos?— replicó Elrohir mirando a su tonto hermano.

— Es alguien que los tres conocemos— dijo Elladan feliz— y lo conocemos muy bien.

— Eh... ¿En serio?— dijo Legolas sin saber quién podría ser— ¿Quién es el huésped de mi padre?

Ambos miraron expectantes al joven peredhil que ya esperaba su pregunta con ansias. Inclinándose ligeramente en su silla, bajó la voz.

— ¡Es Mithrandir! Acaba de llegar de sus largos viajes.

— ¡Gandalf, Capa gris!— gritaron Elrohir y Legolas felices.

No había elfo en la Tierra media que no conociera a los tres magos, de los cuales era Gandalf o Mithrandir uno de los más queridos por todos. Siempre andando por los confines de la tierra para ayudar y aconsejar a cualquiera que lo necesitara. Nunca llegaba tarde y tampoco temprano, sino en el momento justo y pertinente.

Por consideración, los gemelos esperaron junto a Legolas en la habitación. Mithrandir estaba en una reunión con el rey Thranduil y no podían interferir, además de que Legolas seguía bajo el castigo impuesto por su padre. Así que esperaron pacientemente a que el mago se desocupara, con la esperanza de recibir al menos una breve visita del mago bonachón.