Capitulo: 6-3: El niño perdido.

Era demasiado obvio que era la sede del gremio. El lugar estaba bastante concurrido. Hombres lobo, humanos, elfos y enanos conviviendo juntos, eso fue una escena que le costó un poco procesar ¿Por qué? Se preguntó pero ignoro aquel sentimiento y camino mas adentro para no interrumpir la entrada de otros.

Entro al lugar y tomo asiento. Se quedó congelado ¿Qué debía de hacer ahora? Se había lanzado a aquel lugar pero ahora no sabía que rayos debía de hacer. Entonces alguien le toco el hombro, al mirar vio a una mujer, tenía el cabello negro, piel blanca y ojos marrones. Estaba vestida con lo que parecía ser un uniforme, en el lado del corazón llevaba el escudo del gremio y debajo de este estaba el nombre de Ximena.

—Buenas noches y feliz año nuevo —Le dijo con una sonrisa —Disculpa, sé que estas en una familia de aventureros y que vienes de una misión, pero por favor, no se siente en los asientos en ese estado de suciedad.

— ¡Eh! —Se puso nervioso, no esperaba que le hablaran así —¡Dis... Dis... Disculpe! ¡No era mi intención ensuciar aquel lugar! Y No, no soy aventurero... —Se avergonzó de eso ultimo antes de hablar —En realidad soy de la calle, y necesito trabajo. Estoy harto de tener que estar durmiendo a la intemperie y tengo el presentimiento de que habrá nieve dentro de poco.

— ¿Tu? ¿De la calle? —Ximena le miro confundida y le analizo de arriba abajo —Tu no pareces ser de la calle.... —Noto que ella se mordió la lengua —Disculpa, no era mi intención cuestionarte. No se mucho como ayudarte, pero creo que hay una persona que podría ser la solución a todos tus problemas.

— ¿De verdad?

—Solo no esperes que la bienvenida que te dé sea cálida.

Ximena le guio por unos cuantos pasillos del gremio, le termino llevando a una oficina. Al entrar en el fondo había una Elfa. La Elfa cumplía con el cliché completo: de piel blanca, rubia, y ojos azules. Ella también llevaba el uniforme del gremio y era más alta que Ximena.

Ximena se le acercó y le susurro unas palabras, ella le miro con una cara de pocos amigos antes de levantarse del escritorio con un fuerte golpe.

— ¿Me esperas que te crea esa vil mentira de ti?

Ximena tenía razón, la bienvenida no fue especialmente cálida.

—Tú no pareces ser alguien de la calle, así que dime ¿Cuál es tu propósito aquí? —Le dijo la mujer con un tono de voz duro. —Aunque espera un momento niño, dime Ximena ¡¿Por qué me lo trajiste en primer lugar?!

Eso último hizo que Ximena saltara un poco debido a la fuerte voz que se dirigió a ella, no le extraño. El tampoco esperaba una respuesta demasiado explosiva.

—Jefa, pienso lo mismo que usted. Solo quería que usted me lo confirmara. —La respuesta de Ximena fue demasiado tranquila. Al parecer estaba acostumbrada. —Iba decirle eso yo también pero usted misma me ha dicho que no juzgue por las apariencias.

—Estoy consciente de que en este momento este siendo hipócrita, pero me es difícil de creer que este muchacho sea de las calles.

—La Elfa dirigió su mirada a el —Dime muchacho ¿de verdad eres de la calle? Últimamente han venido muchos diciendo eso y al final resulta que son adolescentes que tienen deseos de ir al inframundo y claro, terminan muriendo al primer Holder que ven.

— ¿Eso quiere decir que no puedo obtener trabajo?

Si las miraras mataran, la de al Elfa ya le había cortado a la mitad cinco veces. Sabía que no podía irse de ahí sin trabajo, no soportaría estar otra semana en las calles, ya no podía más. Sus enemigos estaban a la vuelta de la esquina esperando para poder matarlo.

Si quería salir de ahí con trabajo, debía de insistir, el destino le dio la oportunidad y no iba a desaprovecharla.

—Mire, si no me cree sobre si soy o no de la calle no me interesa. Lo que si me interesa a mi es que estoy harto de estar durmiendo en concreto frio. Dicen que año nuevo es una vida nueva. Así que... quiero una nueva vida fuera de las calles.

Hubo un extraño silencio en la oficina, ¿la había cagado?

— ¿Cómo sé que no me estas mintiendo? —Dijo la elfa

—No gano nada mintiendo —Respondió.

—Escucha, quiero creerte pero tengo mis razones para desconfiar.

***

Papeleo. Una palabra que odiaba con toda su alma, cuando era niña Ana se juro a si misma que nunca conseguiría un trabajo que requiriera papeleo y sin embargo, ahí estaba ella, en un trabajo que consistía en usar lo que más odiaba: El papeleo.

¿Era una tortura o una bendición? Las dos partes en realidad, su odio al papeleo era algo justificado, pero, si dejaba su actual trabajo tendría que regresar al trabajo de mensajería y eso era algo que ella no podía permitirse, no porque tuviera alguna herida física, era porque sus años en mensajería la habían llevado casi a la locura.

Esa locura se traducía en estrés, demasiado estrés donde la cosa más mínima que saliera mal era una completa locura para resolver.

Gran parte del día para ella había sido demasiado tranquilo, pero ver a ese muchacho y escuchar las palabras "Dice que es de la calle" le sonaron a una gran mentira. No podía creerlo, era una mentira demasiado obvia.

Era muy obvio que el muchacho es albino: Cabello blanco, ojos grises y piel morena. No se veía de más de doce años, su altura no llegaba al metro y medio, algo normal para alguien de su supuesta edad, pero, algo que le decía a los cuatro vientos de que era mentira que él no era de la calle era ver la condición física del chico.

— ¿De verdad has vivido toda tu vida en las calles? —Le pregunto en un tono fuerte —He visto a muchos chicos de las calles en mi vida y ninguno se ve como tú.

— ¿Qué le hace pensar que miento?

Esa pregunta le irrito, cada vez estaba más convencida de que intentaba ser engañada. En el fondo algo le gritaba que solo buscaba una excusa para ir al inframundo, pero no podía permitir aquello. A no ser que comprobara que en realidad si es de la calle. Aunque no tenía forma de comprobar por completo si era o no era mentira.

—No hay trabajos ahora mismo niño. Lo mejor es que busques en otro lugar.

Pudo ver la desilusión en sus ojos. Quizá no estaba mintiendo pero no quería comprobarlo.

***

La nieve comenzó a caer. El invierno ya había llegado, y con ello mayores posibilidades de morir en las calle. Como si no tuviera ya suficientes cosas que lo quisieran matar. Aunque no todo estaba perdido, Ximena le hablo sobre un trabajo que podía hacer.

Aquel trabajo no sería agradable, pero tenía que hacerlo, estar en las calles con la nieve cayendo fuera iba a ser un suicidio para el. Estaba frente a la mansión de la familia Fénix, la familia más poderosa de Ofiria. Aun eran las cinco de la mañana de año nuevo.

Por lo que le conto Ximena, el gremio tiene poder total en el país de Iladia, donde está el y siendo Ofiria la capital del país. Esos dos nombres no le fueron familiares para nada, así que, muchas cosas no las entendió. Lo que si entendió con claridad es que en la ciudad existen dos profesiones bien pagadas: mensajeros y aventureros. Estos últimos se dedicaban a reunir metil, la materia prima que mueve la economía del país, y debajo de ellos estaban los mensajeros quienes principalmente mantenían las cosas funcionando en el país haciendo entregas en las otras ciudades y en el inframundo donde en este último era donde pagaban bien pero era el trabajo de mayor riesgo.

No podía ser mensajero debido a que la Elfa le rechazo, así que... Ximena le dio un consejo: buscar trabajar de recolector a alguna familia de aventureros.

Ese último trabajo era quizá de lo peor. Consistía en reunir ciertos materiales en el inframundo, pero debido a que necesitaba dinero y que la nieve estaba comenzando a caer. Decidió hacerle caso a Ximena, quien le dio una dirección que le llevo a una mansión, al ver qué lugar era se puso nervioso ¿iba a ser echado una vez que fuera visto?

¡No! Ya estaba ahí, no iba a echarse para atrás. Reprimió sus dudas y toco la campana de la mansión, anunciando visitantes. Alguien abrió, era un chico de cabello negro y ojos rojos, mucho más alto que el: era un Kuro.

— ¿Quién rayos toco?

—Aquí abajo señor.

El Kuro bajo la vista y le vio.

— Ay no. Déjame adivinar, esa tal Ximena te dijo que vinieras aquí para que comenzaras a trabajar de recolector.

Asintió, solo vio al Kuro llevarse la mano a la frente.

— ¿Así que tú también vas a ir a una muerte segura?

—Necesito el dinero. No me gusta dormir en las calles.

—Sí, razón más que suficiente para arriesgar tu vi... —Entonces el Kuro lo analizo como lo había hecho Ximena —Aunque veo que tú eres alguien de recursos. No pareces como esos idiotas que vinieron con anterioridad y nunca volvieron.

—¿A que se refiere?

—¡Vamos niño! ¡Mírate!

—Oiga, ya se que soy de la calle y estoy sucio. No tiene que recordármelo.

El Kuro quedo confundido por aquella respuesta.

—Creo que puedo ayudarte, aunque voy a necesitar que me digas la verdad.

Celebro aquello, no sabía como pero había llamado la atención de aquel Kuro. Sentía que era una buena señal.

—Primera pregunta ¿Quién eres tu?

—Soy Aidan. Desperté hace un mes y medio aquí con amnesia y desde entonces he estado sobreviviendo. He perdido a alguien cercano en la última semana... yo, ya estoy harto también de tener que estar viviendo en las calles. Además, está comenzando a nevar, no creo que pueda sobrevivir al frio.

—Interesante. Eres la primera persona que tiene amnesia que viene aquí —Podía ver la duda en los ojos de aquel Kuro —pero te hare una segunda pregunta ¿no estás pensando utilizar aquello como una excusa para intentar unirte a la Familia Fénix?

Se quedó confundido, incluso si se pudiera ver se vería en su cabeza un signo de pregunta bastante grande.

—No entiendo a qué se refiere, señor....

—Paul, Paul Fénix.

—Señor Paul, yo solo vine aquí porque me dijeron que podría tener algo de dinero. Se que no es problema suyo pero le pido por favor que me de trabajo como recolector. Necesito dinero, al menos para poder dormir en una posada y al menos cambiarme esta ropa, llevo más de un mes con ella.

Paul le olio un poco el cabello.

—Pues no se nota que lleves un mes sin bañarte. —Paul suspiro, como si se debatiera —Esta bien. Te daré trabajo como recolector. Iras a las "cuevas profundas" y necesito que reúnas piedras doradas, estas se encuentran cerca de los Holders ¿sabes lo que es un Holder?

La respuesta salió solo de su boca, como si aquel conocimiento fuera algo básico de el.

—Son esas arañas gigantes que matan con sus telarañas y envuelven a sus víctimas en telarañas para después volverlos una masa...

— ¡Esta bien, no des demasiados detalles!

¿Cómo demonios sabia aquello? Sintió un extraño sentimiento de familiaridad, como si esa respuesta ya la hubiera dicho un millón de veces antes. Tembló un poquito por aquello pero no dejo que eso le afectara su compostura.

—Ahora, voy a prestarte unas cosas. Primero toma este sombrero que te permitirá ver en la oscuridad de las cuevas profundas, también toma esta mini bolsa que permitirá que guardes las piedras, tranquilo que esta bolsa es mágica y tiene un gran espacio. Además de este mapa.

El sombrero era parecido al de un vaquero, incluso le quedaba un poco flojo en la cabeza pero por suerte tenía un lazo que hacía que lo sostuviera, la bolsa era más un saco que una bolsa pero serviría y el mapa era bastante sencillo, se veía que había sido hecho a las prisas, pero era suficiente para poder guiarse en las cuevas profundas.

—Muchas gracias señor Paul —Dijo sonando lo mas educado posible.

—Solo no mueras y trae ese material... —Se le habia olvidado su nombre.

—Aidan señor Paul.

— ¡Aidan! ¡Tienes todo el día para regresar con al menos veinte piedras doradas!

Solo asintió agradecido. Ahora solo debía buscar dos cosas: la entrada a las cuevas profundas y mas importante aun, investigar sobre el inframundo. Así que tomo la decisión de volver al gremio.

La cueva que lleva a las "cuevas superficiales" y a la capa zero del inframundo. La entrada a lo que muchos consideran un averno de oscuridad.

Las historias de esa cueva donde cientos de aventureros y mensajeros entraban todos los días daban temor a muchos niños, pero pare el, para el le daba un sentimiento extraño. No era nada cercano al miedo, mas bien estaba una emoción dentro de el de querer entras y adentrarse a aquel lugar.

Ignorando las miradas de quienes estaban cerca de la entrada, entro a las "cuevas superficiales" mientras mas se adentraba, el sombrero que Paul le habia dado comenzó a emitir luz, iluminando su camino, no dejándolo en completa oscuridad, permitiéndole ver el mapa con facilidad. Camino un rato antes de lograr ubicar la zona del mapa y comenzó a seguirlo.

Se adentró más, y cuando se dio cuenta ya estaba ahí. Estaba en las "cuevas profundas"

Tragando un poco de saliva, siguió caminando, alerta ante cualquier cosa que pudiera atacarle por la espalda o por de frente, con cada paso que daba tenia la ilusión de que el sombrero iluminaba cada vez menos pero ya no habia marcha atrás. Necesitaba esas piedras doradas.

Desenfundo su espada, esta estaba ya bastante gastada pero era un arma perfecta para poder defenderse. Volvió a mirar el mapa, la zona que marcaba donde habían piedras doradas estaba cada vez mas cerca, entonces escucho voces. Provenían justo del lugar donde el estaba buscando las piedras. No corrió hacia ahí, siguió caminando vigilando su alrededor.

—¡Viene alguien!

Escucho la voz de un niño y una espada siendo desenfundada.

— ¡Vengo en paz!

Dijo mientras se acercaba, alcanzo a ver las luces que emitían los sombreros. Eran otros dos niños, estos a diferencia de el si se veían como niños de la calle: flacos, débiles, vulnerables si alguien no tenía corazón podría atacarles y llevarse todo lo que han reunido sin ningún esfuerzo.

No tenía intenciones de hacer eso, pero podía entender porque los niños se pusieron en alerta, después de todo tan solo cuatro días atrás tuvo que masacrar a muchos para poder sobrevivir e intentar cobrarse una venganza. Debía calmarlos para que pudiera recoger piedras en paz.

— ¡No vengo a atacarles! Incluso yo también estoy buscando piedras. Así que tranquilos, no les voy a robar.

Aun con eso, los niños seguían en guardia.

— ¡No te acerques! —Dijo el niño que tenía la espada desenfundada — ¡Ya nos han engañado con eso antes! Estas esperando a que bajemos la guardia y cuando menos nos lo esperemos entonces nos vas a atacar y nos vas a quitar todo lo que hemos conseguido.

Se detuvo, no juzgo la duda de aquellos niños. El también había vivido aquello, a su mente vino una imagen de el siendo engañado con su amiga y eso lo llevo a ese momento. No quería pelear con ellos así que debía encontrar una forma de dejarlos tranquilos sin armar una pelea que le deje en mala posición.

—Esta bien, no me acercare a ustedes pero voy a ponerme a buscar piedras doradas por otro lado, y te dire en todo momento donde estoy.

Sin decir nada mas, miro el mapa y se aseguro de que estaba en el lugar correcto.

No podía verlo bien debido a la oscuridad pero estaba en una enorme división de caminos. El venia del camino del sur y este se partia en tres, tres enormes caminos. Esto lo sabia gracias al mapa porque de no ser por aquello gracias a la oscuridad creería que sigue en una sola cueva.

Los niños estaban en la cueva de la izquierda, el tomo el de la derecha y reviso el mapa donde estaba marcado que las mejores piedras doradas se encontraba en aquel lugar por lo regular.

Su suerte fue recompensada, nada mas llegar piso una piedra dorada y la recogió, ya tenía la primera piedra, cada vez estaba mas cerca de salir de las calles, miro a donde se supone estaban aquellos niños, gracias a la luz de su sombrero pudo ver que uno le estaba vigilando mientras que otro recogía las piedras doradas.

"Se ve que son buenos amigos ¿Qué pasaría si ella estuviera aquí? Si no la hubiera dejado de mirar"

Sus ojos se humedecieron pero contuvo las lágrimas, se sacudió la cabeza y siguió buscando piedras doradas mientras buscaba no quedar desubicado por culpa de la oscuridad. Solo recogía las piedras y las metía en su bolsa. Un trabajo muy repetitivo, sin embargo algo le puso en alerta. Eran pasos, pero no pasos cualesquiera, los pasos eran muy pequeños y rápidos como si quien los estuviera haciendo tuviera más patas.

Desenfundo su espada, con silencio para no provocar a los niños que estaban cerca de ahí. Afino su oído, podía escuchar los latidos de su corazón, comenzó a sudar pero no era porque estuviera asustando, un sentimiento que nunca había sentido desde que despertó aquel día estaba llegando, el sentimiento de querer pelear.

— [Técnica de hielo]

Su espada comenzó a brillar, y la hoja fue envuelta en un vapor de hielo.

— ¡Lo sabía!

Dijo uno de los niños. Al verlo alcanzo a ver una silueta, una silueta de una araña, los pasos eran más fuertes y por lo tanto más cercanos y el niño iba a ser una víctima perfecta.

— ¡Tarado! ¡Viene un Holder!

Justo después de decir eso, como si todo fuera coreografiado. Apareció el Holder. Aquello solo duro dos segundos pero su mundo se pudo en cámara lenta.

Le fue un poco difícil de ver, pero gracias a la oscuridad vio como una enorme araña se abalanzo en contra del niño que tenía la espada, intento correr para empujarlo pero incluso antes de que corriera el destino del niño ya estaba sellado. Los colmillos de la araña se clavaron en su cuerpo, y una de las patas atravezo el corazón del otro niño, quien en su susto mando a volar la bolsa que tenia donde estaba llenando las piedras doradas.

—¡Demonios!

Detuvo su carrera y cayo de barrida, se arrastro de espaldas para alejarse del Holder.

El Holder, por su parte junto a los dos niños y comenzó a envolverlos en una especie de cesta hecha de telaraña, Aidan escucho el grito de los niños, aquellos gritos le causaron indiferencia, no sintió nada, ni terror, ni pena, nada. Como si eso fuera la cosa mas normal del mundo para el. Luego escucho cono algo siendo escupido y los gritos de terror se transformaron en gritos de dolor.

Al levantarse y mirar bien al Holder con su canasto, ya los gritos habían parado. La muerte de esos dos niños fue muy rápida. Aquel cesto estaba lleno de un extraño líquido y el olor, aquel olor de sangre mezclado con una especie de ácido al golpear su nariz hizo que tuviera que tapársela con su mano izquierda, ese olor era insoportable.

El Holder bebió con rapidez su comida, termino rápido, demasiado rápido. En menos de treinta segundos aquellos dos niños ya estaban muertos, no quedo casi nada de ellos. Lo único que quedo fue una mano de uno de ellos que quedó colgando por un momento de los colmillos del Holder. La mano cayó al suelo.

—Un Holder adulto.

Su intuición y su instinto le hicieron decir eso.

Un Holder adulto. Raros de ver pero malo encontrarse con ellos si no sabías como combatirlos, a diferencia de un Holder normal, los adultos tenían los ojos morados y no rojos como los normales. También tenían la particularidad de que a diferencia de los Holder normales sus ojos no brillaban en la oscuridad.

Se quedo quieto, atento a cualquier sonido. El Holder le atacaría y dejaría que el atacara primero. Asi fue, el Holder se abalanzo en su contra con rapidez.

—[Cuerpo de hielo]

Su cuerpo se fue cubriendo de hielo, retrocedió para que la [técnica] pudiera hacer su efecto completo. Su mundo se puso en cámara lenta una vez más. Cuando todo su cuerpo se cubrió de hielo dejo que el ataque llegar a él, esos colmillos cada vez estaban mas cerca, y más cerca.

Aun así, él no quería gritar porque su vida estuviera en peligro, no temía a aquel monstruo que le quería devorar como hizo con aquellos niños que momentos atrás seguían con vida ¿Qué era lo que estaba sintiendo en realidad? Un cosquilleo, un cosquilleo y una extraña emoción de haberse encontrado con aquel monstruo.

Los colmillos le golpearon en el hombro, usando la fuerza de sus piernas impidió que la araña le derribara. Uso toda su fuerza y clavo su espada en el Holder atravesándola en vertical. Una de las patas de la araña le golpeo en el pecho, pero el hielo que le cubría le protegió pero el dolor se lo llevo con él, fue mandado a volar y se golpeó contra la pared de la cueva.

Cuando se recuperó, el Holder había huido, huyo por la misma dirección donde había venido. El monstruo no era para nada estúpido, huir cuando la presa era demasiado difícil de cazar.

Su mente volvió en sí, se revisó el hombro y el pecho. No tenía nada, ninguna herida, nada roto. Solo el dolor por el golpe. Su cabeza comenzó a dar vueltas y al acercarse donde estaban esos niños vio esa mano y cerca de ahí vio el cesto donde los dos niños fueron convertidos en masa humana.

Lo único que quedo reconocible en ese cesto eran los globos oculares, dientes humanos y un poco de ropa rasgada. Aquella imagen revolvió su estómago y decidió no mirarla más. Lo que si vio fue la bolsa que esos chicos estaban usando, al revisarla encontró bastantes piedras doradas y junto con ella un colgante.

En ese colgante estaba la foto de uno de los niños y a su lado estaba una mujer junto con un hombre. Era su familia, al reverso decía "siempre estaremos contigo, Jimmy"

—Tal parece que ya te reuniste con tu familia Jimmy. Aunque no de la forma esperada, al menos moriste junto con tu amigo —Dijo echándole un vistazo por última vez al cesto con masa humana y a la mano

Tan solo un minuto atrás esos dos niños estaban vivos, intentando sobrevivir y al otro ya no estaban con vida. Ese hecho que debía aterrarle no lo estaba haciendo, más bien se sentía como que le estaban recordando algo. Como si aquello fuera un "estate quieto" de la vida ¿Qué había sido en su anterior vida?

A su mente vino aquellos momentos, donde hizo aquella masacre, donde no sintió nada al matar a cualquiera que estuviera ligado a aquello fuera culpable o no. No sentía nada, estaba indiferente a aquello. Aun asi, sentía pena por "Jimmy", no pudo evitar que un nudo se le formara en la garganta pero al mismo tiempo no sintió sentimientos de ira o de frustración por lo que habia pasado... claro, lo habia olvidado otra vez como olvido sus recuerdos: la vida no era justa. No importaba, siempre recordaba aquella frase.

Volvió a la realidad y guardo el colgante en sus sucios pantalones y se adueñó de las piedras que los niños habían recolectado, después de todo no los iban a necesitar.

***

—Entonces ¿Cuánto recibiría por esas piedras?

Al tocar la puerta vio a Paul sorprendido. Como si no esperara que el volviera, noto esa sorpresa y solo dejo escapar una sonrisa falsa.

Paul termino de contar las piedras, y solo le dio cinco mil bits.

—Por el momento es el único trabajo que tenemos. Vuelve en unos días si quieres más. Quédate con el sombrero y el mapa. La bolsa se queda con nosotros. Gracias por trabajar con nosotros.

Paul cerró la puerta dejándolo solo con el dinero. Solo se quedó ahí, paralizado y sin poder creer que lo había conseguido. Hubo un poco de suerte pero tenía dinero entre sus manos. Al fin tenía algo de lo que sentirse satisfecho.

—Si tan solo ella estuviera aquí —Dijo dándose media vuelta y guardando su dinero.

Regreso por donde había venido de regreso al gremio. Abrazándose debido a que cada minuto que pasaba el frio se hacía más y más fuerte. Era urgente que consiguiera primero ropa para el frio, así que decidió irse a la Avenida Nix a buscar una tienda de ropa barata.

Esa noche durmió en una posada. Estaba en un cuarto, estaba en una cama, se había dado un baño en mucho tiempo, por primera vez se sentía limpio, por primera vez se sentía como una persona...

Miro por la ventana, la muerte había estado cerca de él y sin embargo ahí seguía, con vida. Había sobrevivido un día mas, no se había rendido como lo hizo Martha, pero, aun así no se sentía satisfecho.

Tomo asiento en su cama, aunque el cuarto era sencillo, para él se sentido como un lujo enorme, después de todo por primera vez en mucho tiempo no había tenido un lugar donde dormir sin tener que pasar por el frio.

—Dime Martha ¿Por qué te rendiste con tanta facilidad? ¿Por qué me dejaste solo y lastimado?

Dejo caer un par de lágrimas pero no se entregó al llanto. El llorar no le iba a servir para nada. Solo se acostó y cerró los ojos.

Esa noche... volvió a tener aquella pesadilla, aquella noche volvió a ver a aquel dragón de seis ojos que le atormentaba. Solo despertó, y suspiro después de aquello. Ya estaba acostumbrado a la pesadilla, quizá iba a ser algo que lo iba a acompañar el resto de su vida.


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