Capitulo 3-1: Ana Uguisu. La elfa del inframundo

Capítulo 3: La elfa del inframundo.

"Somos héroes y al final nos están tratando como esclavos ¿valdrá la pena salvar a este mundo?"

Heroína de la sabiduría Año 1128.

Desde aquel fatídico día, Ana siempre había luchado para sobrevivir. La primera experiencia cercana a la muerte fue cuando ese demonio acabo con todos a excepción de ella y Rydia. Los días donde tenía que huir de cualquier lugar en Utas porque las estaban buscando a las dos son días que nunca podrá olvidar, el trauma de repente ser odiado por todo el mundo no era algo fácil con lo que lidiar, y aun así, de alguna manera lograron llegar a Ofiria, donde ella pensaba que iniciaría una nueva vida, quizá mucho mejor que la que llevaban viviendo en Utas.

Lo cierto es que si, vivían mejor que en Utas pero no se comparaba a los días en que ellas estaban en casa, en su aldea natal donde su madre quien era amorosa siempre les contaba historias de cómo conoció a su padre y sus hermanos quienes le enseñaban a sobrevivir, aunque ella ponía poca atención a sus lecciones que al final del día le ayudaron a burlar la seguridad en Utas.

Las calles eran difíciles, pero era mejor que huir todo el tiempo. Durante un mes vivieron así, hasta que unos aventureros intentaron abusarlas y Ana con una espada rota y mucha suerte logro defenderse a ella y a Rydia matando a todos los aventureros, tras eso comenzaron a ser perseguidas por la familia Mimir, y aun así... eso era mejor que ser perseguidas en Utas por un crimen que no cometieron.

Hasta que llego ese dia, ese dia donde finalmente las acorralaron y parecía que iba a ser su fin, sin embargo apareció alguien, un salvador... al menos en ese momento. Ese enano quien se convertiría en su maestro las salvo, pero ahora debían entrar al inframundo.

Aquel infierno hizo que Ana deseara volver a las calles, de todas formas era mejor enfrentarse a otros humanos que a los monstruos que estaban ahí dentro, pero tomo acción demasiado tarde. Antes de que se diera cuenta, Rydia había muerto de forma horrible

— ¡Todos los mensajeros, tienen un tornillo flojo!

No comprendió lo que le quería decir su maestro. En su lugar, coloco las flores en la tumba de su fallecida hermana, quien había muerto tan solo una semana atrás en aquel infierno, había muerto en el inframundo.

—Rydia era alguien cuerda, por eso murió. Lo mismo que con Alfredo, y claro, también el pobre Aidan. El miedo se apodero de ellos y el inframundo aprovecho esa oportunidad para acabar con ellos. Al menos tuvimos suerte de poder recuperar sus cuerpos, muchos muertos aún se les dice que están desaparecidos.

Miro de reojo a su maestro, a aquel enano. La acogió a ella y a su hermana, prometiéndoles sacarlas de las calles, un gran golpe de suerte para ambas, pero al mismo tiempo una gran maldición: El inframundo.

Hasta apenas unos meses atrás ella no sabía usar una espada, ella no sabía usar magia y ahora ella era una experimentada luchadora, una mensajera hecha y derecha a pesar de su tierna edad: un prodigio. Pensar en aquello le daba unas ganas inmensas de vomitar ¿Por qué ella seguía viva? Ella no lo merecía. Su hermana era muchísimo mejor en todo que ella, ella era una verdadera prodigio a sus ojos y sin embargo la realidad mostro que su hermana no era apta para aquella vida.

Su maestro coloco una mano en su hombro.

—Ana, entiendo que sea algo duro para ti. No creas que soy una persona desalmada y sin empatía, pero esto te lo tengo que recordar: En el inframundo, nunca sabes si un día vas a poder volver, muchas veces, cuando menos lo esperas es tu último día con alguien. Puede que mañana sea yo, sea Fox, sea Karl o quien sabe, puede que incluso seas tú.

Eso ultimo le hizo sentir un escalofrió en su columna que casi hace que caiga de rodillas.

—Espero que entiendas aquello, y espero que puedas recomponerte pronto.

Justo después de decir eso, su maestro saco una botella de entre su traje y comenzó a beber el alcohol que contenía dentro.

—Maestro ¿no cree que bebe demasiado?

— ¡Eso es a lo que me refiero Ana! Tu cordura... tus tornillos están en su lugar. Eso en algún momento va a ser tu perdición y me duele decírtelo, pero seguir viniendo a ver a tu hermana y las tumbas de los caídos apretaran más tus tornillos.

—Lo entiendo, maestro —Respondió con tristeza.

—Me retiro Ana, te espero en la base. Si no quieres continuar en esto, te dejare ir. Aunque sabes lo que eso implicaría.

—Lo se

—Piensa de forma fría: sabes lo que te espera si te quedas.

Su maestro se fue. Se quedó sola frente a la tumba de su hermana. La brisa del viento la golpeaba, una cosa que sería relajante, para ella se sentía en ese momento como el preámbulo de un desastre, la paz antes de la tragedia... aunque en este caso iba a ser la tragedia para una tragedia más grande.

Le era difícil decidir. Volver a las calles era su peor opción, ya había vivido aquello, ya sabía lo que pasaba, incluso vio frente a sus ojos como otras niñas y niños de su edad fueron violados e incluso asesinados. ¡No! ¡Volver a ese mundo no era una opción! Pero, quedarse en el mundo del inframundo no era mejor tampoco.

Todo aquello comenzó cuando su padre comenzó a usar magia demoniaca. A su mente vinieron recuerdos de días más felices, días más sencillos, días en los que ella era una niña. Utas, el país donde nació, se le vino a la mente aquellos días donde pasaba todo el día jugando en el bosque con sus hermanas, huyendo a lugares donde la contaminación de la ciudad donde vivían no era un problema, cuando se peleaban y se reconciliaban... cuando sus diez hermanos vivían aun con ella.

Todo cambio aquel día, cuando su padre conjuro mal un hechizo y un demonio termino entrando a su casa. Sus hermanos intentaron enfrentarlo pero todos murieron, ella y su hermana sobrevivieron a aquella masacre, a cambio, ambas vieron como su familia, su vida y su infancia moría. Tras eso las cosas no fueron a mejor, fueron acusadas de alta traición a pesar de que ellas no tenían nada que ver con lo de su padre. A partir de ese día desprecia a su padre por haberle jodido la vida por culpa de sus ambiciones, después de mucho tiempo lograron llegar a Ofiria, donde al menos las calles eran mejor vida que la de marginadas en Utas, sin embargo el destino se encargó de llevarla a poner flores en la tumba de la última hermana que le quedaba.

Diez hermanos, y ahora solo quedaba ella ¿Quién decidía esas cosas? A su mente vino su hermano mayor, quien le dijo que prefería que de todos sus hermanos el muriera a lo último porque no quería que sus hermanitos soportaran su perdida. Uno de sus héroes, ya no estaba, quien estaba sufriendo aquella pesada carga era ella, y por lo menos ella iba a vivir alrededor de quinientos años.

— ¿Qué debería de hacer?

Por su mente cruzo la idea de suicidarse.

"¡Sigue ese camino!" Escucho la voz de su hermana. Miro a su alrededor pero no había nadie, tembló, no de miedo, si no de impotencia. Sabía lo que debía de hacer, pero no se sentía con la suficiente fuerza para poder afrontar aquello.

— ¡No quiero! —Dijo en voz baja, para ella misma — ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! —Inhalo todo lo que pudo, antes de exhalar con sus palabras — ¡No quiero!

Su mente se puso en automático, cuando se dio cuenta había regresado a la base. Su maestro ya estaba esperándola.

— ¿Qué decidiste? —Le pregunto.

—Voy a seguir

Aquellas palabras, le dolieron en el interior. Aquel día la poca niñez que le quedaba murió, aquel día la Ana alegre y positiva murió. No pudo evitar derramar una lágrima porque sabía que algo dentro de ella se había perdido por siempre.


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