Prólogo: Nat te ayuda a integrarte en el equipo cuando llegas, y poco a poco van empezando a tener sentimientos por la otra.

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Cuando recién habías llegado al equipo, no conocías a nadie a excepción de Scott. Él era lo más cercano que tenías a un papá, y ambos trabajaban con Hank, por lo que cuando te llevó a la Torre te la pasabas a su lado todo el día.

No eras una persona muy comunicativa, eras reservada y poco sociable, bastante tímida e introvertida, y hasta el momento con los únicos que hablabas eran Scott (por obvias razones), de alguna manera Thor logró hacerse tu amigo y convenció a Loki de que también lo fuera, Peter, y Wanda. Ellos eran con quienes más hablabas.

Sin embargo a quien te volviste mucho más cercana a parte de Scott, fue a Natasha.

Ella quería incluirte para que no estuvieras sola, sin embargo sabía que era un proceso, por lo que simplemente te ayudaba poco a poco.

Y en el proceso, como era de esperarse y todos suponían, ella había empezado a sentir cosas por ti, y realmente nunca lo negaba ni afirmaba. Mientras que contigo se podía notar por la forma que la veías, cómo la tratabas y eras con ella.

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Había una gran fiesta en la Torre, nada inusual teniendo en cuenta de que Tony Stark no necesitabas excusas para hacer una fiesta.

Sin embargo a mitad de ésta decidiste salir un rato por lo que te fuiste a la azotea donde te apoyaste en la baranda y te quedaste viendo hacia la gran ciudad de Nueva York nocturna.

–Hey... hasta que te encuentro.–Escuchaste a Nat decir desde detrás tuyo acercándose a ti para dejar dos botellas de cerveza y una bandeja llena de todos y cada uno de los bocadillos que habían en la fiesta.–Te busqué por todas partes. Asumo que tu batería social ya se agotó.

–Ah... si... lo siento, necesitaba tomar un poco de aire.–Le dijiste con una pequeña sonrisa tomando la botella que te entregó luego de abrirla.

–¿Quieres que te deje sola?

–No, claro que no. Me gusta tu compañía.–Le aseguraste con una sonrisa chocando tu botella con la suya antes de beber.

Las dos se quedaron en un cómodo silencio viendo la ciudad y comiendo de los bocadillos que Nat trajo, hasta que habló.

–¿Puedo decirte algo en lo que he estado pensando hace mucho tiempo?–Te preguntó sin apartar la vista de la ciudad.

–Claro. Te escucho.–Dijiste bebiendo de tu cerveza.

–En ti, he estado pensando mucho en ti.

–¿En mi?

–Sí... no puedo sacarte de mi cabeza. Estás ahí las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana porque incluso cuando me voy a dormir sueño contigo.–Te dijo viendo hacia sus manos mientras jugaba con ellas, y tu la observabas a ella.–Steve dijo que debería hacértelo saber. No es necesario que correspondas a lo que te estoy diciendo, solo pensé que sería bueno que lo supieras.

Una sonrisa se formó en tu rostro y bajaste la mirada avergonzada y tímida con las mejillas sonrojadas.

Nat se volteó hacia ti y te vio riendo nerviosa y sonrojada, jugando con la botella en tus manos, provocando que una sonrisa se formara en su rostro también.

–P-puede que tu también estés en mi mente todo el día.–Le dijiste con una sonrisa tratando de ocultar tu rostro con el cabello que caía por tu costado.

Nat se acercó y quitó el cabello de tu cara dejando la botella a un lado provocando que te voltearas hacia ella.

Poco a poco se acercó pasando su nariz por la tuya, y luego acortó la distancia besando tus labios con suavidad dándote escalofríos por todo el cuerpo.

Llevaste tus manos algo dudosa y temblorosas a sus brazos haciéndola reír con ligereza, mientras las suyas estaban una en tu mejilla y la otra alrededor de tu cintura.

–Creo que nunca me había sentido así de feliz en toda mi vida.–Te susurró con una sonrisa provocando que sus labios rozaran al hablar.

–Yo tampoco...–Murmuraste embobada y sin dejar de sonreír.

Nat rió ligeramente y volvió a acercarse para besarte nuevamente mientras seguías sonriendo en su boca.