6. Cenit
Sus ojos ámbar se abrieron visualizando la oscuridad total en su habitación. Sentía el rostro y cuello pegajosos, había sudado demasiado. Aunque ahora se encontraba mejor, la fiebre casi se había ido, por la oscuridad en su cuarto podía determinar que habían pasado varias horas. Se levantó de golpe, acercándose a la ventana, viendo el patio en completo silencio.
¿Qué hora era? Buscó el reloj que tenía cerca de su armario, eran cerca de las diez de la noche. Maldijo interiormente, al haber sucumbido a la fiebre que lo dominó. No debió haber caído rendido, había cosas más importantes que debía hacer. Justo cuando pensó en dirigirse a la puerta de su habitación, se detuvo, dejándose caer en la cama. Esa fiebre lo había dejado fuera de combate, innecesariamente, pero en ese momento se materializó nuevamente lo que lo había llevado a presentar ese cambio de temperatura.
Las palabras de su padre resonando de nuevo en su cabeza, sobre hacerlo sentir orgulloso y ayudarlo en detener a Twilight, el hombre que quería destruir su familia. Su deber como portador del apellido Desmond era apoyar a su padre para lograr su cometido. Si ese nombre era un espía de Westalis, su obligación como ciudadano debía ser atraparlo.
Aunque si eso sucedía, él sería el responsable de romper con la familia de Anya. Sacudió la cabeza, esa no era su familia, solo la habían adoptado por esta misión. Estaban jugando a la casa feliz y tal vez ella había participado en toda esa misión para despojar a los Desmond del poder. Apoyó las palmas en las rodillas, intentando contener el ácido que buscaba subir por su garganta y expulsar el almuerzo que había comido en el Edén.
Debía terminar con todo esto, debía despojarse de esos pensamientos absurdos y la compasión que tenía por la chica de piernas cortas. Porque siempre había actuado con él, fingiendo que le importaba, o que tal vez había algo más allá que una simple amistad. Sonrió con amargura, había sido absurdo pensar que le importaba. Por un momento, en esos últimos años juntos Damian podía jurar que él le importaba a la Forger.
Había sido la única dispuesta a escucharlo en sus momentos difíciles, ella le había tendido la mano, parecía que era la única persona en el mundo que lo entendía y estaba para él cuando lo necesitaba. Con esa sonrisa torpe, sus orbes jade centellando al verlo y haciéndolo olvidar de todas las presiones que tenía día con día al ser un alumno imperial. Ella realmente había sido su salvación, su puerto seguro.
Toda esa imagen se había fragmentando en un segundo, rompiéndose en mil pedazos. Porque eso era una mentira y ella solo estaba actuando así por el bien de la misión. Ellos siempre habían sido enemigos. Porque su padre quería atrapar al suyo.
Enterró los dedos en su cabello, si las cosas hubieran sido diferentes, él...si tan solo ella fuera una chica normal... él no se sentiría tan culpable de quererla.
El sentimiento del deber y sus propios sentimientos se presentaban en su interior como dos olas abrasadoras empujando, intentando comprobar cual tenía más fuerza de arrastre para dominar.
Él debía hacer lo que su padre esperaba de él, salvaguardando a su familia. Aunque eso implicaba destruir la familia de la Forger y a ella misma. Intentó pensar positivo. Si la intención era atrapar solo a su padre, tal vez las cosas no estaban del todo mal. Tal vez la señora Forger. Había un camino a seguir, donde no todo resultaba perdido.
Debía confiar en las decisiones de su padre y seguirlas, él más que nadie sabía cómo llevar las cosas para que resultaran mejor. Y le había prometido que no le haría daño a Anya y si su padre lo decía, era porque era cierto.
―Tú―Soltó con el más alto grado de descaro.
―Veo que vivir con una familia, lejos de un orfanato no te brindó modales.
Anya presionó los labios ante aquellas palabras y la mirada inquisitiva del hombre con los ojos saltones y profundos, aquel peinado ridículo y el tono de voz más autoritario que Anya había escuchado. Más que cuando su padre se enojaba y le prohibía prender la televisión.
―No tengo porque tener respeto por alguien que encarcela a sus invitados.
El hombre se quedó de pie, sin mostrar ni un cambio en su rostro, su sola presencia le daba escalofríos. Pero el respeto o sumisión ante una presencia era algo que no iba con Anya. Podía pasarse por el arco del triunfo sus modales, el respeto y la posición de la gente. Les hablaba de la misma forma a todos.
―Tienes razón, pero lo he hecho porque es algo que tú y tu padre querían hacer conmigo.
La Esper se quedó callada intentando pensar cómo reaccionar o que decir. Sus suposiciones eran correctas, sobre que tal vez el que ella estuviera ahí era por la relación con su padre. La cuestión era saber cómo ese hombre lo había descubierto y más aún ¿Qué más sabia? ¿Tenía conocimiento que Ma era una asesina retirada? ¿Qué su entrada al Edén fue para atraparlo?
―No sé de qué está hablando, soy la compañera de su hijo.
Donovan la miró con fijación, viéndola de pies a cabeza y más detenidamente el valor que demostraba en su postura y el gesto que tenía en el rostro. No le temía ni a él ni a su posición en Ostania. Ese valor y coraje era el que le faltaba a su segundo hijo. Tal vez por eso Damian parecía tener una fijación con la chica. Algo que esperaba que por la situación cambiaran las cosas.
―Tienes razón, no te preocupes pronto te dejaré ir, solo estoy esperando a alguien.
Una sonrisa asquerosa se formó en la boca de aquel hombre, Anya sintió nauseas, no había nada bueno en Donovan. Se maldijo nuevamente por no tener sus poderes, si ese fuera el caso, podría estar leyendo cada una de sus pensamientos y planes del hombre que su padre había seguido durante tanto tiempo.
Intentó forzar su poder, haciéndolo reaccionar a pesar de la luna nueva, sin ningún éxito. Tenía que ser la peor aspirante a espía que existía en el mundo. Cuando más necesitaba sus habilidades, es cuando parecía fallar. Su padre estaría muy decepcionado de ella. Le había fallado, dejándose atrapar con facilidad y siendo incapaz de poder hacer algo, ni siquiera pudo decirle a su padre que había averiguado que Donovan estaba ahí.
Las palabras de Donovan retumbaron en su cabeza ¿esperando a alguien? ¿Acaso...estaba esperando a su pa? No, él no sabía que Donovan estaba en la mansión Desmond y mucho menos que la estaban usando de carnada para atraerlo... ¿o tal vez si? Realmente no dudaba que su padre hubiera movido los hilos por su incompetencia y averiguara todo esto en un par de horas, cuando ella no pudo hacerlo en todo este tiempo.
Anya tuvo miedo, porque estaban esperando a su padre y eso solo significaba que estaban preparados para atraparlo o... hacerle algo peor.
―No podrás atrapar a mi pa, él te detendrá.
Anya recordó aquel absurdo juego que había jugado con sus padres tiempo atrás, donde ella había sido una princesa que había sido secuestrada por Franky. Su papá había sido el caballero que la había salvado de las garras del mal. Eso se veía tan lejano, pero estaba plenamente confiada de que eso volvería a suceder. Su papá la salvaría a ella y salvaguardaría la paz que había entre Ostania y Westalis.
Porque Twilight era el agente más grandioso de todos los tiempos.
Y ella quería ser como él, tan ágil, fuerte, capaz e inteligente. Junto con los movimientos de su padre, sabía que podría llegar a superarlos a ambos. Se imaginó una escena donde rompía las barras de la celda de un golpe certero y terminaba venciendo a Donovan con un par de golpes. La realidad es que en su tiempo solo había intentado durante un largo rato forzar la cerradura de la celda, con un pasador que tenía en su cabeza, sin éxito. Había buscado un barrote débil, como mostraban en las películas que siempre había uno, pero en esa celda todos estaban totalmente soldados.
No había manera de escapar sin la llave o tal vez rompiendo las paredes, como en las películas, pero eso tampoco había sido buena idea intentarlo. Se había lastimado las piernas al pensar que con varias patadas la pared cedería.
―Nosotros podríamos...
El exponente mayor del apellido Desmond detuvo las palabras en su boca al ver descender de entre las escaleras a un hombre que se acercó hacia él y le susurró algo en la oreja. Estaba lo suficiente oscuro para que la pequeña Forger no detallara sus facciones, solo podía ver que era regordete.
El susurro cesó y Donovan miró de tal forma a Anya que la chica de cabello rosado se estremeció ¿Qué era lo que aquel hombre había dicho? El hombre a su lado giró el rostro para dedicarle una mirada igual de escalofriante.
Anya Forger presentó un deja vú, tal imagen, el rostro de aquel hombre enfrente fue como una pelota de béisbol golpeando con una fuerza impactante en su rostro. En todo el tiempo que Donovan había estado enfrente, no había franqueado ni retrocedido, no le tenía miedo. No iba a demostrar ni un deje de debilidad. Sin embargo, al ver a aquel hombre, uno de sus pies se deslizó hacia atrás, con la intención de retroceder tanto como pudiera. Pero al mismo tiempo, aquel pequeño retroceso fue lo único que pudo hacer su cuerpo.
Ella perdió por completo la motricidad al reconocerlo.
No era la mejor para recordar cosas ni mucho menos recordar rostros. Pero aquel en específico era uno que a pesar de los años que habían pasado sabía que jamás podría olvidar. Porque había estado en los años más traumáticos de su infancia.
Su voz resonó en su cabeza, como si fuera un radio al cual estuvieras subiéndole el volumen poco a poco. Recordando en específico aquella frase que le había dicho tiempo atrás.
"Tú no tienes padres, fuiste creada aquí"
El aire se había atorado en sus pulmones y sus ojos se movían inquietos entre la realidad y los recuerdos que la abrumaban, todas esas voces en su cabeza, las paredes blancas y las batas de hospital, su solitaria infancia y las pruebas que no dejaban de llegar.
Sin decir una palabra, ambos hombres que momentos antes la observaban, le dieron la espalda y ascendieron por la escalera hasta que la puerta cerró detrás de ellos.
Anya recordó lo que había escuchado de un par de días atrás, sobre el hecho de que Donovan había estado muy relacionado con el experimento que había originado sus poderes. Loid mismo pensaba que él lo había dirigido. Y ver a ese hombre calvo ahí, lo confirmaba. Casi lo había olvidado, por supuesto que no era algo que iba a tener presente, no cuando eso generaba un gran trauma para ella.
Una vez que los hombres se fueron retrocedió lo más que pudo de la celda, alcanzando la cama que tenía ahí. Encogió su cuerpo hasta que pudo abrazar sus piernas con sus brazos y hundió el rostro, mientras cerraba los ojos, en un intento de silenciar todos los recuerdos que se habían desatado.
Ella ya no era el sujeto de prueba 007, era Anya Forger, estudiante del Edén, casi una alumna imperial. Sus padres eran Loid y Yor Forger, ella tenía padres.
La oscuridad del cuarto pareció colarse en su cabeza, intentando llenarla de pensamientos y memorias oscuras, aquellas que ella prefería olvidar. Anya sabía que al aceptar esa misión tendría que enfrentarse a su pasado, aunque jamás pensó que de esa forma.
―Pa, por favor, ven a rescatarme. ―Susurró en un intento de que su plegaria fuera alcanzada.
Deseando que aquel absurdo juego doce años atrás, se hiciera realidad y un caballero fuera a salvarla.
Su brazo se levantó listo para tocar la puerta enorme de roble, cuando unas voces lo detuvieron. Su padre estaba ocupado, podría esperar y volver más tarde. No era como si su visita fuera relevante.
― ¿Y qué pasa con Damian?
El escuchar su nombre del otro lado de la puerta lo hizo detenerse en su sitio y quedarse junto a la puerta, casi pegando la oreja en la puerta para escuchar. Si su padre estaba ocupado en temas políticos ¿Qué tenía que ver con él? Estaban hablando de él pero no sabía cómo eso era posible.
― ¿Qué tiene que ver?
―No creo que se quede tranquilo cuando se entere que es lo que piensas hacer con esa huérfana.
Damian sintió sus músculos paralizarse ¿huérfana? ¿Se referían a Anya? Pero aún más importante ¿Qué era lo que planeaban hacerle? Su padre le había jurado que no le harían nada, que solo serviría para atraer a Twilight y luego la dejarían ir.
―Jamás le prometí que no le haría nada, deje en claro que haría lo que fuera necesario para esta familia. Y esto es algo realmente necesario...aquella niña es la clave para volver a tomar el control de Ostania. La única chica que sobrevivió a aquel experimento, la única niña con el material genético capaz de leer la mente. ―Una risa extraña salió de sus labios.
― ¿Piensas replicar el experimento?
―Es algo en lo que he trabajado en mi ausencia de la vista pública, sin ningún éxito, al pensar que todos los individuos habían muerto. Pero esto cambia las cosas... podré replicarlo y perfeccionarlo, con un poco de suerte podremos transferir su material genético a agentes de BOLD...
―Quien diría que aquella niña, la hija de Twilight, sería más útil de lo que esperabas.
Damian mantuvo su mano levantada, convertida en un puño listo para tocar. Sus ojos estaban tan abiertos de la impresión de lo que había escuchado que había contenido la respiración.
¿Anya Forger capaz de leer mentes? ¿Un experimento? El asco vino a su boca, quiso vomitar cuando el peso de las palabras escuchadas se sembró en su estómago. Anya parecía ser el resultado de un experimento tiempo atrás, que le había dado la habilidad de leer mentes. Lo realmente alarmante de todo esto era que su padre, el hombre que más admiraba y que quería que estuviera orgulloso de él estaba dispuesto a usarla de conejillos de indias para sus planes.
Por las palabras intercambiadas por Demetreus y su padre, mantenerla con vida no estaba en sus planes.
Escuchó los pasos acercándose y retrocedió con premura, hasta que finalmente estaba corriendo, desapareciendo por el pasillo. Un hombre regordete con una bata blanca se aproximó a la puerta e ingresó con una sonrisa. No lo había visto antes, pero tenía toda la pinta de ser un científico ¿acaso él sería el responsable de...?
Nuevamente las palabras de su padre se presentaron en su cabeza, sobre hacer lo correcto y todo lo necesario por esa familia, por el apellido y por supuesto, para que él estuviera orgulloso.
Los planes de su padre eran claros, experimentar con Anya para recrear personas como ella y regresar al poder de Ostania, dejando a un lado el gobierno pacifista que había y asegurar la supremacía del país, poniendo en alto el apellido Desmond y a todos sus integrantes, incluyéndolo.
Demetreus pareció coincidir con las ideas de su padre, ellos eran tan similares, pensando a la par y sus pensamientos seguían sus propios hilos. Porque ambos querían las mismas cosas, tenían la misma ambición. Y él, al ser el segundo hijo de los Desmond debía hacer lo mismo. Apoyar a su padre en cada decisión, aunque tuvieran que sacrificar grandes cosas en el camino.
El segundo hijo de Donovan se pie en el pasillo ocultándose para que no se dieran cuenta de que había escuchado su conversación presionó los puños, sintiendo el gran peso que su propia familia ponía sobre él, aquel sentimiento del deber del cual no podía deshacerse ni ignorar. Aquel que lo había llevado a seguir cada uno de los pasos fielmente trazados por su padre, los mismos que había seguido su hermano a su edad.
Damian Desmond había tomado una decisión, la cual era la más importante de toda su vida y que marcaría un antes y un después ante los ojos de su padre.
Él lo haría sentir orgulloso de ser su padre.
La mansión Desmond se encontraba en penumbra, desde su perspectiva a un par de metros por fuera. Se llevó los binoculares al rostro para poder apreciar cuantos hombres había ahí. Contó cinco hombres en el jardín, aún faltaba considerar los que pudiera haber dentro y ocultos.
No sería nada fácil ingresar sin ser visto, se había colocado un disfraz que le permitiría mezclarse, pero si aquellos hombres eran cuidadosos notarían que él no pertenecía ahí. Lo ideal era ingresar, atrapar alguno de los guardias y hacerse pasar como uno.
Miró su reloj, eran las once de la noche, era momento de actuar si quería terminar con esa misión que le había tomado más de diez años. Loid Forger se preguntó si debió pedir refuerzos para esa emboscada. A fin de cuentas había estado retirado más de diez años y se sentía un poco oxidado. Nunca había dejado de ejercitarse pero el tiempo fuera de acción podrían haberlo afectado en su rápido reaccionar. Tal vez debió aceptar la insistencia de Yor para venir a ayudarla una vez que se enteró que estaba sucediendo.
El hecho de la ausencia de Anya durante la tarde y más aún, cuando una carta codificada había llegado a su domicilio, dejo en claro que había sucedido lo que más temía.
Su fracaso anterior al no atrapar a Donovan años atrás cuando debía lo había alcanzado y estaba cobrando facturas. La única misión que había fallado había sido su perdición. Se había preparado con la ira y el miedo intentando dominarlo, sobre qué era lo que el Desmond estaba dispuesto a hacerle a su hija para atraerlo hacia él. Y más aún preocupante si se enteraba que ella había sido sobreviviente de su experimento en el pasado.
Anya jamás había sido clara sobre como había escapado del laboratorio, suponía que se había valido de sus habilidades de lectura de mentes y había logrado sobrevivir en la calle antes de llegar al orfanato y que él la encontrara. Se sentía realmente mal de saber lo que tuvo que pasar antes de conocerla y se había jurado protegerla para que nada como eso volviera a sucederle.
Era la segunda vez que fallaba en su cometido.
Su hija estaba en manos de su enemigo y estaba dispuesto a hacerle pagar cada uno de los momentos de sufrimiento que le pudo causar. Se atrevía a considerar que aquel hombre no le haría nada a su hija, porque solo debía estar usándola de carnada. Sin embargo, si se enteraba quien era y que podía hacer ¿sería tan piadoso?
Lo alarmante era saber cómo Donovan se había enterado que él le había estado siguiendo la pista, pero no le sorprendía tanto, a fin de cuentas tenia a BOLD, organización que había encontrado a WISE y la había destruido. Tenía un gran equipo de obtención de información y de ataque.
Por esa misma razón no había permitido que Yor viniera a pesar que sabía que sus habilidades en su antiguo oficio le vendrían bien. No podría exponerla al peligro, su deber era protegerla y más aún cuando alguien debían cuidar a Alain.
Su deber era regresar con vida y junto a Anya, o al menos recuperar a su hija mayor, no podía asegurar a cierta ciencia su integridad pero lo intentaría. Porque se lo había prometido a Yor, cuando la había besado para tranquilizarle y le había dicho con total seguridad que volvería.
No podía volver a romper una promesa, no a su familia, que era lo más importante que tenía.
Y no estaba dispuesto a permitir que un bastardo se atreviera a tocarla, aunque tuviera que hacer lo imposible para protegerlas. Esto era algo de lo cual Donovan iba a arrepentirse el resto de su vida, porque la muerte era un escape demasiado benevolente para alguien que se había atrevido a tocar a su familia.
Lo haría sufrir cada momento de su existencia.
Se colocó la máscara del hombre que personificaría y descendió del árbol donde se encontraba para poder observar el área desde una altura adecuada. Respiró profundamente, sintiendo el arma oculta en la parte trasera de los pantalones. Además de la navaja que su esposa había colocado entre sus calcetines.
Era momento de poner fin a esa misión que se había alargado más de la cuenta.
Anya se sobresaltó y levantó la mirada para ver a todos lados al escuchar un estruendo a lo lejos ¿Qué había sido eso? Sabía que en su posición no podría ver nada, pero aun así sus reflejos la obligaron a hacerlo. Un segundo estruendo la hizo deshacer la posición en la cual estaba y levantarse, mientras miraba al techo de su celda.
¿Eso había sido un arma o una bomba?
Posiblemente podría ser la televisión, el estar en el sótano de la mansión no le ayudaba a estar informada sobre qué era lo que sucedía en el exterior. Mordió el interior de su mejilla con ansiedad ¿acaso tenía que ver con aquel científico? Estaba por completo segura que la habían reconocido. Ella lo había hecho desde que pudo verlo, sin poder evitarlo. Y su cabello rosado era algo que estaba segura que esas personas no podrían olvidar. Estaba perdida y atrapada en ese sitio.
¿O quizá era su padre el que estaba atacando el complejo Desmond?
La ansiedad la hizo caminar en círculos en la celda, hasta que llegó a la parte trasera donde había una pequeña ventana, una que estaba muy por arriba de su campo de visión. Torció la boca y dio un par de saltos en un intento de lograr ver algo, pero sin éxito.
Tal vez si lograba despegar la cama de la pared podría correrla y ver qué era lo que estaba sucediendo. Consideró que podría ser imposible, era fuerte pero no lo suficiente para despegar una cama pegada a una pared.
Volvió a mirar la ventana con fijación, si tan solo fuera más alta o tuviera telequinesis. Las lágrimas se asomaban por sus ojos, a punto de derramarse, tenía que hacer algo, salir de ahí antes de que...
―Eres paticorta, ni saltando podrás alcanzarla, así que olvídalo.
Anya sintió su pecho golpear con fuerza al escuchar aquella voz tan conocida para ella, giró sobre sus talones encontrando al dueño al otro lado de la celda, con las manos en los bolsillos y la expresión más seria que le hubiera visto.
―Segundo...
La indecisión la golpeó de repente ¿aliado o un enemigo? Algo que jamás pensó en considerar. Siempre había dado por hecho de que él no estaba enterado de los juegos sucios y movimientos de su padre. Sin embargo, él la había traído hasta aquí y ante cualquier perspectiva parecía una trampa. Y más aún, cuando él no había acudido a ayudarla en todo el día.
El sonido de los cristales ronpiendose llegando desde arriba los alertaron a cortar el contacto visual que tenían. Damian dio los pasos necesarios para acercarse a la celda y de la bolsa de su pantalón sacón un juego de llaves. Con cierto nerviosismo miró hacia la escalera, como si estuviera alerta por si alguien se asomara.
― ¿Qué estás haciendo? ―Soltó Anya al verlo batallar con las llaves, parecía que las manos le temblaban.
― ¿Qué crees que hago, tonta? ―Encontró al fin la llave que ingresó a la cerradura.
Damian miró sobre su hombro de nuevo, mientras batallaba con la cerradura.
―No me refiero a eso, sino ¿Por qué lo estás haciendo?
Anya era bastante consciente de la presión con la que había tenido que vivir Damian todo ese tiempo, al intentar ser el hijo perfecto y llenar los estándares de los Desmond. Y por eso de alguna forma había entendido porque él había actuado de esa forma en esta situación, aunque no lo justificaba. Le tenía resentimiento al haber confiado en él. Lo increíble es que estuviera ahí, liberándola en contra de lo que su propia familia, su mismo padre quería.
Las llaves giraron en la cerradura y sonó un pequeño clic que indicaba que se había abierto.
―Bien, tienes que moverte rápido.
La puerta se abrió ante ella y la Forger se quedó de pie enfrente de él, mirándolo con aquellos ojos verdes penetrándolo. Como odiaba verla llorar, cuando ella había girado y pudo ver las lágrimas recorriendo sus mejillas, su corazón se estrujó con fuerza.
―No me iré hasta que me digas porque estas liberándome, te meterás en problemas.
―No importa, tienes que irte. ―La miró con impaciencia cuando ella parecía no dispuesta a moverse, aunque el quedarse ahí significara que los atraparan.
―No me iré, dime porque haces esto.
Damian soltó una exhalación frustrada mientras se rascaba el cabeza, exasperado por las prioridades que la Forger.
― ¿Eres tonta? ¡No es momento de hablar de eso!
―Dímelo o no me iré.
―No te das cuenta de lo que dices.
Ella se quedó de pie, con la expresión seria y cruzándose se brazos, sin intención de salir de ahí. Otra explosión lo hizo alterarse y presionar los dientes ¿acaso era consciente de lo que estaba sucediendo en ese momento?
―Porque se me ha dado la gana, así que vamos ―La tomó de la muñeca, tirando de ella pero se detuvo cuando no pudo moverla de su sitio.
―Esa no es la razón.
― ¡Porque he querido, solo por eso!
Anya levantó una ceja, dispuesta a no creer nada de sus razones. Solo estaba siendo grosero, como siempre, pero del tiempo que llevaba leyendo su mente, sabía que sus pensamientos y lo que decía eran contradictorios en todo momento y más cuando se trataba de ella. En ese momento no podía leer su mente, pero estaba completamente segura de que había algo detrás de todo esto.
¿Acaso había una trampa fuera de la celda? Le estaba dando la oportunidad de confiar en él, una última. No entendía porque lo estaba haciendo, pero se aferraba al hecho de que él tuviera una última oportunidad. Lo miró a los ojos, con aire retador e inquisidor.
Lo vio torcer la boca y devolverle la mirada con fiereza.
―No tenemos tiempo para esto. ―La tomó de su antebrazo, jalándola más fuerte, para dirigirse a la escalera.
Pero ella se resistía en cada ocasión, incapaz de seguirlo si no sabía la realidad de sus acciones.
―Eres tan terca e infantil, por dios y aún así me tienes tan mal todo el tiempo.
Él detuvo su arrastre, dejando caer el rostro y mirando al suelo, incapaz de poder mirarla luego de decir aquello que no pretendía. No en ese lugar, no de esa forma. Sentía las orejas calientes y su corazón agitado.
― ¿Qué?
Damian levantó la mirada con valentía, dispuesto a enfrentar las consecuencias de su confesión. Sorprendiéndose de ver el rostro de la chica desubicado, dejando en claro que no había entendido nada. Frustrado presionó los dientes con ira, acortó la distancia tomándola de los hombros y tiró de ella, para que leyera sus labios en caso de que fuera tan atolondrada de entender sus palabras.
― ¡Que estoy enamorado de ti! ―Dejó salir en un arranque de valentía e ira. ―Y no puedo permitir que nadie, ni siquiera mi padre te atreva a tocarte. Aunque eso represente manchar mi apellido y mi linaje...
Anya se quedó inmóvil, mientras sentía los dedos del segundo presionando sus brazos y su aliento acariciar su rostro al estar tan cerca. Sus orbes ámbar resplandecían y la miraban tan desesperadamente, suplicando que entendiera lo que estaba diciendo. Aunque ella muy en el fondo estaba consciente de los sentimientos del Desmond. Al escuchar las cosas tan buenas que Damian pensaba de ella, cuando le había dicho otras cosas. La palabra linda repitiéndose una y otra vez, además de sus pensamientos de preocupación.
El calor inundó sus mejillas, pero era incapaz de desviar la mirada, más aun ante los ojos demandantes y encantadores de Damian. Un vendaval de emociones inferiores la sacudían, pero las palabras no salían de su boca.
―No puedo tolerar verte llorar...―La mano derecha masculina se liberó, alcanzando con sus dedos la mejilla femenina y borrando el rastro de lágrimas que se habían desplazado por ahí.
El contacto de la mano contra su piel la hizo estremecer hasta la medula, mientras aquella sensación en su estómago se materializaba aún más fuerte ¿Desde cuándo ella pensaba que los ojos del segundo eran encantadores? No lo sabía, pero no podía dejar de pensarlo, no cuando estaba tan cerca.
―No puedes ni imaginar el efecto que... ―El miraba los labios femeninos entreabiertos, invitando a probarlos, como todos esos años.
Sus labios tocaron tan delicadamente los femeninos, desatando una explosión eléctrica ante el contacto. Una explosión que hizo eco y llegó ante ellos, de la parte de arriba de la mansión. Haciéndolos saltar en su sitio.
―Vamos, o será demasiado tarde, tu padre...
― ¿Él está aquí?
Damian asintió, tomándola de la mano, tirando de ella escalera arriba y saliendo al campo de guerra. Pero Anya se dejó guiar, aunque sabía que podría ser un grave error y que podría estar siendo guiada a un tipo de trampa, algo en ella le decía que confiara en él.
Ella había sido salvada por un caballero, aunque contrario a lo que había deseado, no había sido su padre, sino Damian Desmond.
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