3. Delirio


Se colocó su chamara que dejaba en evidencia que pertenecía al Edén, con el símbolo representativo en un costado. Guardó los cacahuates que el segundo le había regalado, con la intención de comerlos entre clases cuando se estuviera durmiendo.

Era una técnica que había desarrollado en su tiempo dela escuela, un poco de comida siempre lograba despertarla y mantenerla atenta. O bueno, lo suficiente para aparentar que estaba prestando atención.

Una vez que salió de su cuarto contempló a su padre en la mesa, que había desviado su mirada del periódico y le había dedicado una mirada suficiente significativa, tanto que ella no necesitó leerla la mente para saber qué era lo que quería decirle. Se sentó enfrente de él a comer el desayuno que estaba en la mesa, eran Hot-cakes, los devoró al escuchar su estómago rugir por algo de comida.

―Anya...

―Ya lo sé.

― ¿Qué es lo que sabes?

Ella se llevó un gran bocado a la boca y masticó lentamente, sintió como se le atoraba en la garganta y dio un largo trago de leche para pasar el pan que se negaba a pasar.

―Que tengo que hablar con Damian Desmond.

Loid inclinó la cabeza con cierta duda, como si estuviera considerando algo. Pero al cabo de un rato, dejó a un lado su periódico, mientras proseguía a apoyar su mentón en una de sus manos.

―Estas en lo cierto, pero no quería decirte eso.

Anya bebió toda la leche con chocolate que tenía en su vaso y se limpió el bigote que se le había formado. Pensó que su madre se estaba demorando demasiado en baño, pero luego cayó en la cuenta que ese día Alain entraría a un prescolar, por lo que de seguro su demora era para poder arreglar al infante.

Si tan solo su madre no se hubiera retirado de ser una asesina, Anya sabría que esa era una excusa vacía para irse a una misión para erradicar a algún objetivo. Extrañaba tanto la adrenalina de la doble vida que antes tenían sus padres y como eran unos buenos mentirosos. Si ella no hubiera tenido su habilidad para leer mentes ni fuera tan perspicaz, la hubieran engañado con facilidad.

― ¿Entonces qué?

― ¿No dormiste bien? Te ves agotada.

Anya recordó en ese momento un par de años atrás como había pasado la peor noche de su vida. Ella era una chica que solía dormir profundamente, conciliar el sueño jamás había sido complicado. Sin embargo, en alguna de esas veces, había escuchado a sus padres en la noche, un sonido que la despertó, con su habilidad haciendo acto de presencia y arrepintiéndose al instante. No había visto nada visual, pero un solo pensamiento de su padre había bastado para traumatizarla durante toda la noche.

Sus padres estaban haciendo cosa de adultos, de las cuales una niña como ella no debería estar enterada. Al día siguiente sus padres aparecieron bastante animados y dirigiéndose miradas al otro lado de la mesa, acción que repugnó a Anya al entender a que se debía todo eso. Entendiendo que esas mismas acciones se habían repetido y ella inocentemente no se había ni percatado.

Loid, su padre, le había preguntado lo mismo en ese entonces y ella simplemente se había excusado diciendo que había tenido pesadillas. Aunque lo que menos había hecho era dormir.

Esa había sido una de las razones más importantes que la habían impulsado a dejar de leer con frecuencia la mente de sus padres. Porque sabía que había cosas y más específicamente en las noches, de las cuales no se quería enterar. Lo único que le importaba es que se quisieran y pudieran seguir en esa familia por siempre. Fuera de eso sus actividades maritales quedaban fuera de su mente.

Adicional a eso estaba el hecho de que no quería abrumarse al estar leyendo la mente de una gran cantidad de personas, como solía pasar antes en el colegia. Siempre había tantos chicos con pensamientos ruidosos y estúpidos.

Ella había notado las bolsas debajo en sus ojos en la mañana, pero no había podido dormir en toda la noche. Al menos no profundamente, se había levantado un par de veces antes de decidir ver una película en la sala en lo que esperaba el amanecer, del cual no faltaba mucho tiempo. Había escuchado el sonido de la alarma de sus padres en su cuarto y había regresado en puntas a su cuarto antes de que notaran que había estado en la sala todo ese tiempo.

Tiempo atrás había mentido diciendo que había tenido pesadillas y que por eso no había podido dormir cuando la realidad es que había escuchado a sus padres haciendo cosas indecentes. Ahora era una realidad, las pesadillas no la habían abandonado en toda la noche.

El hecho de que la noche anterior había escuchado a sus padres hablando de que Donovan había sido el responsable del experimento que habían hecho con ella, de que todo su sufrimiento y las heridas internas que tenía por esa infancia tan precaria, habían encendido un interruptor que se había mantenido apagado todo ese tiempo.

Había soñado con Loid y Yor abandonándola al enterarse de sus habilidades, como los otros padres que habían tenido y a su hermano repudiándola al ser tan extraña. Aun recordaba cuando se animó a decirles, tiempo atrás, sobre su habilidad, cuando ambos se habían retirado. Había considerado que era justo que ellos supieran el secreto mejor guardado que tenía, considerando que ellos le habían compartido el suyo. Sin embargo, el miedo había estado latente. A pesar de que sabía que eran unas grandes personas y los mejores padres del mundo, sus malas experiencias en el pasado dejaban relucir sus heridas.

Temía el tener que enfrentarse a su pasado para poder ayudar a su padre a atrapar a Donovan. Sabía que ella no intervenía en nada de eso, lo único que le estaban pidiendo es que consiguiera información algo sumamente sencillo para ella considerando que era una esper. Solo debía hablar con Damian, lo suficiente para que le dijera las cosas o al menos las pensara y ella saber lo que su padre necesitaba. Era sumamente sencillo.

Por lo que no tendría que preocuparse de ver a Donovan, además que aquel miedo que se le había presentado no tenía el más mínimo sentido. Aquel experimento donde había estado fue hace varios años atrás, ella había sido la única niña de todos los que estaban en el laboratorio que habían presentado esas habilidades. Por eso la habían cuidado mucho, monopolizando todas sus acciones y movimientos, porque no tenían a nadie más como ella.

Lo cual significaba que cuando ella huyó, el experimento había sido un fracaso y seguramente el laboratorio había quebrado. Ya no había nadie de esas personas ahí, lo cual debería tranquilizarla.

―Solo he dormido mal, pero ya se me pasara. ―Lo miró con cierto gesto travieso. ―A menos que prefieras que me quede en casa a descansar.

Loid levantó una ceja ante los intentos de su hija de quedarse de floja en la casa. La pudo visualizar frente a la tele, comiendo maní y rascándose el estómago.

―No, hoy más que nunca necesito que vayas a la escuela y obtengas aquella información lo antes posible.

Anya se dejó caer en la silla con gesto derrotado, sabía que esas cosas no funcionaban con su padre. Otra cosa era su madre, que siempre se preocupaba mucho y le permitía hacer y deshacer a su antojo.

―Bien.

Se levantó sin más, llevando sus platos a la cocina y dejándolos en el fregadero. Su padre la siguió, saliendo ambos del departamento y llegando a la calle en el momento en el cual el autobús se estacionaba enfrente de la casa.

―Buena suerte, Anya. ―Loid la despidió con la mano mientras la veía abordar en el autobús.

La pequeña Forger se dejó caer en un asiento vació del autobús. No muchos de los estudiantes del Edén asistían en autobús como ellas. Al ser la mejor escuela de Ostania, donde los hijos de la gente más adinerada asistían, la mayoría solía llegar en sus autos elegantes con chófer incluidos, como su amiga Becky.

Una vez que llegaron a la escuela, descendió con gesto ausente, caminando por los pasillos. Justo cuando estaba entrando al salón de clases, sus orbes jade se encontraron con los castaños que habían subido al percatase que alguien había llegado.

Anya se sintió repetidamente nerviosa, no esperaba ver a Damian tan temprano en la mañana, quería prepararse mentalmente sobre cómo abordar el tema de su padre en su plática. No es como que fuera a llegar y preguntarle de una, sería demasiado extraño.

Pero su nerviosismo iba más allá, lo cual no podía comprender. Por qué en el pasado se había llevado bastante bien con él, lo suficiente para estar cómoda a su alrededor y disfrutar hablar con él. Si eso había sido así antes ¿Qué era lo que había cambiado en ese corto lapso de tiempo?

Bien, Damian podía verse más... imponente por su altura, pero fuera de eso no había nada más. Tal vez su ausencia la había hecho olvidar en cómo actuar a su alrededor y le había restado familiaridad. Por lo que debía calmarse y comportarse de la misma forma que hace un año.

Respiró profundamente y se acercó hacia él, sentándose a su lado. Damian que al parecer había seguido sus pasos con gran interés mientras caminaba, cuando ella estuvo a su lado, fijó su atención en el libro que estaba leyendo.

―Es una sorpresa verte tan temprano. ―Habló él, sin dejar de mirar las hojas, solo buscaba molestarla.

―Han cambiado muchas cosas desde que te fuiste, Segundo. Ahora soy bastante puntual.

Le habían llamado la atención un año atrás, regaño que había llegado a oídos de sus padres y que ahora se aseguraban de que llegara temprano. Aunque ella jamás se había ido tarde, la verdadera razón es que cuando llegaba antes a la escuela iba al jardín y solía quedarse dormida debajo de un árbol. Luego despertaba cuando la campana sonaba y tenía que irse corriendo para alcanzar a llegar.

Ahora Anya no solía deambular tanto, mejor aún, se quedaba durmiendo en el salón de clase, así no tenía que correr para llegar a tiempo. Una grandiosa solución.

―Por cierto, los cacahuates estaban ricos, tuve que contenerme para no acabarme la bolsa.

Damian desvió la mirada de su libro y miró a la Forger que tenía enfrente, con esa mirada emocionada y la sonrisa más encantadora que le había visto. Tal vez sus recuerdos no eran lo suficiente justos, aquellos a los cuales se había aferrado en su tiempo lejos de Ostania. Desvió la mirada avergonzado de tal acción.

―Es bueno saber que te ha gustado.

―Pensé que habías estado lo suficiente ocupado en tu viaje, pero me sorprendió que pensaras en mí. ―Ella se quitó la mochila que colgaba en su espalda y la colocó en la mesa de madera de enfrente. ―Yo igual pensé mucho en el segundo y en que estarías haciendo.

Damian sintió sus mejillas colorearse con gran intensidad y su pecho latiendo con desenfreno ¿Anya había pensado tanto en él, como él en ella? ¿Acaso...? Se cubrió las mejillas con la palma de la mano, en un intento de que su nerviosismo no fuera evidente. Lo que menos quería era que aquella atolondrada chica se diera cuenta del poder que ejercía sobre él.

―No te hagas idea, Forger, simplemente en el aeropuerto las vi y las compre, no es como si hubiera pensado en ti. Estuve al pendiente de mi madre todo el tiempo.

Anya estiró la mano, jugueteando con el separador que el Desmond tenía encima del libro con gesto ausente. Tal movimiento redujo el espacio entre ellos, poniendo aún más nervioso al chico.

― ¿Y tú padre no fue a ver a tu madre?

Ahí estaba, lo había soltado, tomando la oportunidad que se le había presentado, sin dudar y con el gesto más inocente que se le ocurrió poner. No podía sospechar que había dobles intenciones de una pregunta más sencilla.

Anya no sabía cuál era la dinámica de sus padres, era más, no entendía como una mujer tan amable y bella como Melinda Desmond, pudiera estar casada con Donovan. Su padre era bastante raro, con los ojos saltones. No lo había visto de frente, pero las fotos que Loid tenía sobre él dejaban en claro que su presencia no debía ser lo más agradable. Pero Anya si había visto un par de veces a Melinda, que frecuentaba a su madre de vez en cuando.

Melinda parecía bastante interesada en que Damian se llevara bien con ella, tal vez porque ella apreciaba mucho a Yor. O esas eran las suposiciones de su mamá. En alguna ocasión, años atrás, cuando aún era una niña, solían hacer tardes de juego, dejándolos a ambos en uno de esos lugres para niños. Damian se quejaba mucho de esos eventos absurdos en los cuales su madre lo implicaba. Anya, se había divertido molestándolo.

―Sí, él estuvo bastante pendiente de mi madre.

Damian apoyó su mejilla en su palma y Anya asintió con gesto ausente, cuando la realidad es que se encontraba extasiada ante lo que acaba de oír. Damian si había tenido contacto con su padre, aquel que decían que había desaparecido de la faz de la tierra o que pensaban que pudo haber muerto. La realidad era que era bastante bueno esconderse.

― ¿Entonces volvieron todos juntos del extranjero?

Damian la miró con intensidad durante unos segundos y abrió los labios, listo para responder.

― ¡Anya! ―Una voz chillona llegó hacia ella, forzándola a girar su rostro y ver a su amiga Becky aproximándose.

Maldijo internamente por tal interrupción, volteó a ver a Damian de nuevo, pero el chico se había metido de nuevo a leer lo que sé que estaba leyendo antes de que ella llegara. Frustrada se levantó y se alejó del segundo, que parecía estarla ignorando.

― ¿Qué es lo que hacías con Damian?

―Solo le preguntaba algo importante. ―Soltó con cierto resentimiento.

― ¿Qué cosa? ―Becky levantó una ceja al escuchar tales palabras ¿Qué podría ser importante para que ellos dos hablaran?

―Sobre la tarea.

Becky giró los ojos, Anya era tan simple algunas veces lo cual le hacía dudar como era que era su mejor amiga. Parecía tan perdida en su mundo o en su cabeza, que muchas veces no entendía como llegaba a las conclusiones tan extrañas.

―Olvida eso, quiero enseñarte esta nueva revista.

Becky demandó su atención y Anya pensó que se esforzaría en crear otra oportunidad.



Su padre había estado realmente contento al enterarse de lo que Anya había averiguado, porque de esa forma podían trazar una línea de los movimientos y paraderos que había tenido Donovan.

Loid tenía ciertos rumores sobre varios paraderos, que tenía ubicados en un mapa que tenía en su cuarto y había anexado la información que su hija le había brindado.

Sin embargo, Anya se sentía presionaba. Por qué WISE estaba avanzado rápidamente, estaba totalmente colocada en Ostania y estaba haciendo todo lo posible para conseguir la cabeza de Donovan. Las pruebas en sus contras iban ascendiendo y el caso contra él estaba totalmente listo. Lo único que hacía falta era saber si los rumores de su presencia en Ostania eran cierto.

El problema radicaba es que al inicio del año escolar se había tenido una pista, un avistamiento del Desmond. Sin embargo, luego de eso, era como si la tierra de lo hubiera tragado. No habían logrado ubicarlo nuevamente y había dudas de que él siquiera se encontrara en el país. Por lo que la única posibilidad de conseguir esa información fiable era por medio de alguno de sus hijos, más específicamente en Damian. Tarea que le había sido confiada a Anya.

Y ante eso había un único inconveniente, había pasado alrededor de un mes desde que habían iniciado las clases escolares en el Edén, y había pasado un mes desde que Anya había estado tan cerca de obtener la información en un único día.

Luego de eso, ella no había tenido la oportunidad de volver a sacar el tema a colación. Si lo hubiera hecho, el Desmond hubiera sospechado inmediatamente, porque eso era un tema pasado y su insistencia hubiera resultado extraña. A pesar de que la misión de adquisición de información se mantenía detenida, la Forger se había esforzado en entablar nuevamente la amistad con el menor de los Desmond en todo ese tiempo.

Lo encontraba temprano en la mañana en el salón de clases, donde solían hablar antes de que sus amigos llegaban. En alguna ocasión Anya le había llevado su jugo favorito, que había visto que el chico solía consumir con frecuencia. Acto que ocasionó que el mismo le diera, un par de días después, un par de dulces extranjeros.

En ocasiones se encontraban al finalizar las clases, en el patio trasero donde simplemente disfrutaban la compañía del otro, sin hablar o decir nada. Solo sintiendo el aire acariciar sus rostros. En un par de ocasiones Damian había querido decirle algo, llamándola y dudando una vez que ella lo miraba, para después arrepentirse. En otras ocasiones, Anya había querido preguntarle aquello que urgía por saber, pero no había encontrado las palabras para inmiscuirse en la vida personal del Desmond.

Todo resultaba más difícil de lo que creía, recordando sus primeros años en el Edén y como jamás había logrado ir a la casa de Damian como Loid había querido. En su programa de televisión resultaba más fácil, pero en la vida real era sumamente complicado.

Pero ese día Anya, bajo del árbol y con el Desmond a su lado, pensó en una idea infalible que le aseguraría el éxito de la misión encomendada. Sonrió de aquella forma tan peculiar que tenia de pequeña.

―Oye, Segundo.

Damian abrió sus orbes castaños que se habían mantenido cerrados ante el momento de relajación que había tenido.

― ¿Qué?

― ¿Recuerdas nuestro primer día de escuela aquí en el Edén? ―Soltó sin más.

Damian levantó una ceja al escuchar aquellas palabras que habían salido de la nada ¿su primer día? Eso había sido hace varios años, tampoco es que lo tuviera demasiado presente. Sus memorias se desataron recordando la primera vez que la había visto, pensando que ella se había enamorado de él a primera vista y que ella no era nada fea para ser una de sus admiradoras.

Grande fue su sorpresa cuando ese mismo día, al estar imponiendo respeto y autoridad ante aquella chica, ella sin ninguna pista, se había girado y le había dado el golpe más fuerte que había recibido en toda su corta vida. Era un Desmond, por supuesto, nunca nadie le había levantado la mano. Siempre había conseguido lo que quería cuando lo quería sin restricciones, había nacido en una cuna de oro.

Y su vida había sido planeada para vivir en la abundancia y el respeto absoluto por su posición familiar en Ostania. O eso había pensado, hasta que esa niña se había atrevido a golpearlo tan fuerte que lo había lanzado hacia atrás, haciéndolo impactar en el muro.

En esa ocasión la incertidumbre lo había aturdido, confundido de que alguien lo haya tratado de esa forma, sin razón. Porque él no había hecho nada malo, solo se había comportado de la misma forma que hacía con todas las personas. Aun así lo habían enfrentado. Y tal hecho hizo que odiara a esa plebeya de cabello extraño y piernas cortas para su edad. La despreció por su vulgar comportamiento hasta que se paró ante él y se disculpó con los ojos verdes brillando con intensidad e inocencia y las lágrimas recorriendo sus mejillas.

En cualquier otra persona Damian pudo pensar que se vería lamentable, en aquella niña lo encontró tan adorable, que su pecho se había movido sin poder contenerlo. Y desde ese día no había podido dejar de verla.

Lo extraño era que ella sacara a colación aquel día, que había sido tan significativo para el Desmond, en ese momento.

― ¿Qué tiene?

― ¿Recuerdas que te golpee tan duro que te estrellaste con la pared?

La vergüenza se hizo presente en las mejillas de Damian, a la par que un gesto de disgusto se formaba. A pesar de que sabía que esa era la verdad, no se atrevería a aceptarlo, su orgullo no podía.

―Por supuesto que no, no me golpeaste tan fuerte, apenas lo sentí, una tonta como tú no podría golpearle con la fuerza suficiente para alcanzar la pared.

Ella lo fulminó con la mirada al notar como intentaba ocultar la verdad.

―Aunque lo niegues, ambos sabemos que fue así.

―Bueno ¿y qué quieres con eso? ―Él no lo aceptó pero tampoco lo había negado.

Anya giró por completo su rostro y le dedicó aquella sonrisa forzada que más que alegre parecía falsa.

―Estuve pensando y... se aún ahora puedo ganarte.

Damian soltó una risa burlona, ante lo que ella había hecho, riéndose de la pensara que algo como eso fuera posible.

―No te equivoques, ese día simplemente tuviste suerte porque me tomaste desprevenido, pero jamás se repetirá.

Anya se enojó cuando el segundo demérito aquel golpe que le había dado antes, le enojaba tanto que se burlara con facilidad y dejara salir ese lado grosero que lo hacía parecer tan detestable. Pero ella no permitiría ese comportamiento.

Sin esperar más, su puño salió disparado para impactarse en la mejilla de Damian que tenía cerca. Para su sorpresa, antes de que lo alcanzara, el chico reaccionó con rapidez e interpuso su mano para bloquear el golpe. El impactó chocó con su palma y Damian sonrió con satisfacción cuando en un limpio movimiento sujetó la muñeca de la chica, que tenía cerca, para evitar que intentara algo más.

La Forger enojada por ser atrapada en su acto, lanzó un segundo golpe sorpresa, el cual de igual forma fue bloqueado por la mano libre que tenía el Desmond. Él le dedicó una sonrisa torcida y arrogante. Acción que solo hizo enfurecer a la fémina y que buscó forcejear al verse atrapada.

Damian resistió a los tirones de la chica, sujetando ambas muñecas con un poco de fuerza, la suficiente para evitar que se soltara pero si hacerle daño. La sintió forcejear más fuerte y sorpresivamente la chica usó tanta fuerza que tiró de él hacia ella.

Él reaccionó tan rápido como el momento le permitió, soltando las muñecas de la chica e interponiendo sus manos contra el piso, para evitar caer encima de ella. Había cerrado los ojos por la impresión, pero cuando los abrió su corazón se paralizó. Para posteriormente dar un golpe muy fuerte y estridente, desatando una carrera desenfrenada, que dejaba inhabilitado su sentido auditivo, ya que los latidos se escuchaban hasta sus orejas.

El Desmond había reaccionado con rapidez para evitar hacerle daño, sus manos habían quedado a ambos lados del rostro femenino. Anya Forger estaba debajo suyo, mirándolo con gran intensidad con aquellos orbes jade que le paralizaban su corazón, las mejillas ligeramente sonrojadas dándole una apariencia más jodidamente adorable y los labios entreabiertos. Aquellos labios con los que había fantaseado tantas veces en su ausencia.

Lamentándose de no haberlos probado antes de irse ante su incierto regreso y como aquella parte especifica de la chica Forger lo había obsesionado al grado de soñar con ellos y como pronunciaban su nombre.

Luego de un tiempo había pensado que había exagerado, desechando todas sus ideas e intentando reprimirse, porque estaba perdiendo la razón. Un Desmond no podía desear algo de esa forma, no de una mujer como ella. Consideró que aquellos sueños lo alteraban, por lo que intentó no darle tantas vueltas. No era para tanto.

Pero la había visto al entrar a la escuela, aquella cabellera rosa inconfundible y como había girado al escuchar su nombre. Todo su interior se había estremecido al verla a la distancia, su pecho reaccionando su presencia y haciéndole ver que tal vez sus delirios no eran tan exagerados. Al quedar enfrente de ella, su atención se había dirigido a estudiar cada centímetro de su rostro captando todos los cambios que había tenido en su ausencia y deteniéndose con fijación en esos labios.

Aquellos labios que tenía ahí, ante él, pidiéndole que los probara. Estaba tan cerca, a su alcance, solo bastaría con inclinarse un poco y podría probar el objeto de su delirio. Se inclinó un poco, hipnotizado, acercándose solo un poco más. Solo quería ver si sus fantasías eran simplemente fantasías, que solo había estado exagerando todo este tiempo.

Lo peor es que ella se mantenía tan quieta, como si esperaba que lo hiciera. Tal tentación era imposible de ignorar. Estando tan cerca, solo un poco más y... su mirada se desvió viendo un pétalo blanco posarse en el cabello rosado. Tal simple acto lo hizo regresar en sí, estirar la mano y retirarlo, mientras se incorporaba, hasta quedar sentado donde había estado antes de todo esta situación.

La decepción total lo sacudió, además de la frustración de no hacer aquello que tanto había deseado. Era un cobarde, uno que jamás podía hacer lo que quisiera.

Anya se quedó en el césped absorta, parpadeando intentando comprender los latidos ensordecedores que la invadían. Luego de unos segundos, se incorporó, sentándose, mirando un punto enfrente.

¿Qué diablos había sido eso?

Ella solamente había buscado sacar a colación el tema de su padre, con la intención de preguntarle qué era lo que había dicho al enterarse que su hijo había sido golpeado en esos años. Una vez que lo mencionara, iba a preguntar de nuevo por su paradero.

¿Cómo un plan tan perfecto se había salido de las manos y terminado de esa forma? Tragó saliva intentando contener los latidos de su pecho. Damian se había acercado demasiado ¿todo para quitarle un pétalo del cabello? Su rostro sereno, de marfil a tan poca distancia le hizo darse cuenta que sus facciones eran más maduras que un año atrás y que si no lo conociera y lo viera por la calle, le hubiera resultado atractivo. Pero esa no había sido la parte más importante, sino la mirada que le había dedicado. Con tanta intensidad, que la habían atravesado.

Reduciendo por completo la distancia que había entre ellos, haciendo estragos en ella. Tal cercanía había despertado una sensación cálida en la boca del estómago y por un breve instante se había quedado tan quieta, a pesar que todo su instinto le imploraba que lo empujara o que aprovechara el momento de vulnerabilidad para golpearlo como había pretendido al inicio. Se había quedado inmóvil deseando por un momento que él desapareciera por completo la distancia que había entre ellos.

Incapaz de poder verlo de frente al no poder entender que era lo que sucedía con ella, Anya se puso de pie, alejándose del jardín sin mirar atrás y sin girar para ver si el Desmond la seguía. Aunque estaba bastante segura que no lo haría.

Decidió caminar hasta su casa, no es que estuviera tan lejos, ya lo había hecho antes. Pero ella necesitaba tiempo para pensar en lo que había sucedido y como posiblemente estaba llevando la misión al más rotundo fracaso.

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