V
El señor del fuego se sentó con optimismo a discutir los acuerdos con el jefe de la aldea del sur al mediodía siguiente. Consciente de que era su ultimo día en la isla. Estaba contento con los resultados generales de su visita. Los recorridos fueron tranquilos y sin ninguna amenaza, los acuerdos con los líderes se desarrollaron en un ambiente de paz y comprensión mutua, su relación con Oyaji era más fuerte, y por lo que había escuchado las chicas de su guardia se habían divertido en sus tiempos libres.
—Me parece perfecto señor del fuego —aceptó con facilidad el hombre de edad avanzada tras horas de conversación, tomando la pluma del tintero y estampando la firma en el documento oficial—. Es todo un honor hacer negocios con usted.
—El placer es realmente mío —respondió el aludido, levantándose ambos para realizar una reverencia mutua y dar por finalizado los tratados.
—¡Ah, por cierto! —dijo el jefe de la aldea antes de que Zuko se retirarse a donde lo esperaban sus dos guardaespaldas—. Señor del fuego, no olvide que está cordialmente invitado al baile de esta noche en el centro del pueblo. Su asistencia seria todo un honor.
Ty Lee y Suki desde la entrada de la puerta, observaron como el cuerpo del joven rey se tensaba.
—E-estaré ahí, por su puesto.
—¡Fantástico, nos vemos esta noche!
Cuando el líder del pueblo finalmente abandonó el salón de reuniones, Zuko soltó un profundo suspiro, relajándose antes de girarse y centrar su atención en las dos guerreras Kyoshi que habían roto la posición de firmes y se estaban acercando a él.
—¿Todo bien? —cuestionó Suki al estar a su lado.
—Sí, no es nada —mintió, evitando su mirada para no delatarse. Ella asintió, aunque con bastante sospecha.
—Bueno, ahora que por fin terminó toda la diplomacia ¡Creo que es hora de ir de compras! —intervino Ty Lee en la conversación dando unos pequeños saltitos en su lugar. Los otros dos negaron con la cabeza por su efusividad—. Las chicas llegaran al pueblo pronto y nos esperan en la zona de comercio, Suki.
La líder de las guerreras Kyoshi no pudo evitar sorprenderse al escucharla. Se había olvidado de su pequeña promesa hecha en el acorazado de la nación del fuego horas antes de que llegaran a la isla. Volteó a ver a su compañera, dándose cuenta por su estado de ánimo que no le permitiría escaparse.
—¿Y quién cuidará a Zuko? —cuestionó, buscando una excusa para evadir el compromiso.
—Está cubierto —aseguró la acróbata con un sencillo gesto de suficiencia—. Tres guerreras del sur montarán guardia.
—Ty no estoy seguro si...
—¡Suki lo prometiste!
El chico soltó una risa por la actitud infantil de Ty Lee, lo cual le ganó una mirada fulminante de la susodicha.
—Está bien, está bien, solo necesito ir a cambiarme —Se rindió la líder de las guerreras Kyoshi con bastante facilidad—. No quiero pasear por toda la ciudad con mi uniforme.
—Entonces a que esperamos —comentó la acróbata de forma energética, tomando la mano enguantada de su líder para jalarla hacia la puerta principal del salón—. ¡Vamos!
—Disfruten el paseo.
—¡Gracias! —respondió Ty Lee al señor del fuego sin detener su andanza. El muchacho volvió a negar con la cabeza con una pequeña sonrisa estampada en su rostro.
Horas después, tras terminar su tiempo de compras en el pueblo. Todas las guerreras Kyoshi pertenecientes a la guardia personal del señor del fuego se reunieron por primera vez desde su llegada a la isla en el salón principal de la casa de hospedaje, a esperas de la aparición de la familia real. Las chicas estaban contentas y animadas, incluida Suki. Conversaban sobre como Ty Lee había gastado todas sus monedas y ahora estaba endeudada con las demás, o como su líder se negó a comprar aquel vestido sexy del último puesto que visitaron.
Cuando los visitantes de la nación del fuego entraron a la sala portando sus atuendos elegantes y típicos de los eventos diplomáticos que enaltecían de gran manera sus figuras. Las chicas dejaron de hablar y tomaron posturas más serias, aunque un brillo juguetón no desapareció por completo de sus ojos.
Suki no pudo evitar centrar su atención en el señor del fuego, mordiéndose de forma inconsciente el labio. Zuko en realidad siempre se veía bien con cualquier vestimenta, pero el traje de rey tenía la capacidad de darle un toque imponente y majestuoso. Esa túnica roja con detalles negros y dorados era sencillamente esplendorosa.
La atención, no obstante, era recíproca. El chico se vio incapaz de despejar la mirada de la no maestra desde el primer minuto en que la vio parada con un hermoso vestido rojo que se ceñía de buena forma a su figura, el pelo recogido en un moño y sobre todo ese lápiz labial escarlata en sus labios que tanto llamaba su atención . Tuvo que obligarse a sacudir la cabeza para deshacerse de la nube de pensamientos impropios que se estaba adueñando de su mente.
Esta era la primera vez en mucho tiempo que la guardia personal del señor del fuego asistiría a un evento sin su uniforme. La líder de las guerreras Kyoshi no estaba del todo convencida con esto, pero era una petición de Zuko y no había mucho que hacer. De todas formas seguirían estando armadas y ante cualquier problema actuarían sin dudar.
—¿Listos para partir? —cuestionó Suki intentando centrarse en su labor por más difícil que le resultase. El joven asintió, también con dificultades para mantener el enfoque—. Entonces avisaré al carruaje.
—En realidad, preferimos caminar —Le informó Zuko tocando uno de sus hombros para que detuviese su paso a la puerta—. Queremos ver lo más posible del pueblo antes de irnos.
—Rompiendo protocolos otra vez ¿eh?
—Me encanta hacerlo y lo sabes.
—Me doy una idea.
El grupo de vestidos rojos, verdes y dorados en la habitación, rodaron los ojos, sonrieron, murmuraron o rieron ante lo que parecía ser un leve destello de coqueteo entre sus jefes. Muchas de las chicas realmente se preguntaban si esos dos no se habían acostado ya. Al menos las miradas que se dedicaban por las noches en el palacio eran las de querer arrancarse la ropa. A todas, en realidad, les agradaba la idea. Zuko era más hablador cuando estaba Suki, y ella parecía mucho más feliz cuando lo tenía a su lado.
Por la tarde, la comitiva del señor del fuego llegó a la mitad del pueblo para el inicio del evento. El jefe de la aldea con una enorme sonrisa y un elegante atuendo los recibió, llevándose a Zuko para poder presentarlo a la multitud y dar el discurso de prosperidad y unión mutua que ambos tenían planeado.
Cuando los dos hombres terminaron de hablar, la música resonó por todo el lugar y los invitados comenzaron a disfrutar del evento. Muchas parejas se trasladaron al centro del área con las intenciones de mover el cuerpo al ritmo de la melodía en turno, y otros más en busca de alguna persona con quien compartir un rato agradable. La mayoría de las chicas, sin embargo, estaban al acecho de poder tener un poco de tiempo con uno de los solteros más codiciables entre las cuatro naciones.
Zuko consiente de lo que sucedería, intentó escabullirse fuera de las miradas de la multitud, mas fue inútil. Tan pronto se alejó de su contraparte diplomática, fue abordado por un montón de mujeres que buscaban su atención. Suspiró exasperado. Era por esto que no le gustaban los bailes y por lo que dudó en aceptar la invitación esa mañana.
Suki de pie frente a un puesto de comida instalado para los invitados, observó toda la escena. En un principio sus propósitos fueron totalmente de trabajo. Escaneaba con la mirada a todas las chicas en busca de cualquier objeto peligroso o actitud sospechosa. No obstante cuando el coqueteo de las pretendientes del señor del fuego se intensificó de sobremanera, un sentimiento amargo comenzó a cobrar vida dentro de sus entrañas.
Cada toque atrevido, mirada sensual o movimiento coqueto la hacían querer acercarse y llevarse a Zuko de ahí. Lamentablemente sabía que no tenía motivos para hacerlo. O al menos motivos que pudiese decir en voz alta. Estaba cansada de ser hipócrita consigo misma y negar lo que era obvio. Se daba cuenta que tenía sentimientos por el señor del fuego y quería creer por la forma en cómo se comportaba que eran compartidos. Aun así ¿Qué podía hacer? ¿Un rey y una plebeya? ¿Un doblador experto y una no maestra? ¿Un hombre descendiente de un avatar y una mujer sin linaje? ¿De reinos diferentes? Simplemente inaudito desde cualquier sentido.
"Lo mejor era olvidarse" pensó la castaña soltando un suspiro.
—¡Hey capitana! —La alegre voz de Ty Lee resonó de repente a su lado haciéndola salir de sus pensamientos. La acróbata se veía agitada con una gota de sudor en la frente. Su pecho subía y bajaba. Al parecer el maestro fuego no era el único que estuvo ocupado—. ¿Por qué no bailas?
—No me apetece.
—Hm, claro —respondió simplemente dándose cuenta hacia donde había estado mirando—. Pobre Zuko. Todas esas chicas quieren que les muestre sus mejores pasos y él ni siquiera sabe bailar.
—¿Hablas en serio?
—Si —No pudo evitar reírse por la sorpresa de su jefa, mostrando una mirada inquisitiva—. ¿Acaso no te has dado cuenta?
Suki se quedó en silencio, pensando en sus palabras.
—Oh, ya entiendo. Estas demasiado interesado observando otras partes de él para notarlo.
—¡Ni siquiera empieces Ty Lee!
—Tranquila, solo bromeaba —dijo volviendo a reír por el ceño fruncido de su líder. La castaña se cruzó de brazos.
—Lo he visto bailar antes con su madre —comentó Suki tras un corto silencio, rememorando el ultimo evento similar ocurrido en el palacio—. Se movía bastante bien.
—Es una farsa muy bien elaborada entre los dos. Ella es quien lo guía y él sabe bien como jugar su papel. Luego siempre busca cualquier excusa para irse —contestó—. Cuando éramos niños lo vi pisar a muchas de las niñas con las que bailaba. Mai y yo estuvimos en la lista, aunque nunca se lo recriminamos. Bueno, al menos yo no lo hice.
—¿Cómo es posible que un miembro de la familia real no sepa bailar?
Ty Lee se encogió de hombros
—A Zuko nunca le interesó aprender, sobre todo después de lo ocurrido con su madre —comentó deteniéndose por un momento. Su actitud juguetona se tornó un poco más seria, mientras pensaba con cuidado sus siguientes palabras—. Su padre solo quería que fuera como su hermana. Un maestro fuego hábil y despiadado. El intentó serlo con tal de complacerlo, pero nada fue suficiente...
»Luego vino el tema de atrapar Aang y definitivamente la idea quedó fuera de la mesa.
Suki asintió, un poco mortificada por traer al presente un tema tan delicado. Debía darle las gracias a Agni o cualquiera de los dioses de que después de tanto dolor y tormento, Zuko no fuera un tirano como su padre. En realidad, era todo lo contrario. Un hombre de paz y amor que hacia todo lo posible por purgar a su nación de todos los pecados cometidos por sus antepasados.
En ese momento, los músicos encargados de la melodía comenzaron a dejar de tocar. Ty Lee volvió a sonreír de oreja a oreja con una gran idea rondando en su cabeza.
—¡Ven, ayudemos a Zuzu para que se lo pase mejor!
—¿Qué planeas Ty Lee? —La líder de las guerreras Kyoshi miró a su compañera con desconfianza.
—Solo confía en mí.
La acróbata arrastró a Suki como lo hizo esa mañana hasta donde estaba el señor del fuego, sin darle tiempo de hacer preguntas. El chico acababa de liberarse de otra estresante danza y estaba a punto de aceptar la invitación de otra jovencita, cuando fueron interrumpidos por la aparición de sus dos amigas y más leales guardias.
—¡Hey!
—¿Ty Lee? —cuestionó Zuko sorprendido al verla tanto a ella como a Suki—. ¿Sucede algo?
—No mucho. En realidad estábamos viendo lo mal que lo hacías aquí —contestó la acróbata con tranquilidad. El señor del fuego no pudo evitar fruncir el ceño por su comentario—. Así que estaba pensando que quizá te harían bien unos consejos de último minuto. ¡Y casualmente Suki es una gran bailarina!
»¡Baila con ella!
La repentina sugerencia de Ty Lee fue tan imprevista para los dos involucrados y su siguiente acción de obligarlos a tomarse de las manos tan osada, que no fueron capaces de reaccionar a la situación. Se quedaron congelados, observando a la otra guerrera Kyoshi reír por un instante, para posteriormente salir de ahí arrastrando a la otra joven con la idea de que no se entrometiera.
Cuando fueron capaces de salir de su repentino trance, se voltearon a ver sin saber qué hacer.
—¿Tu...quieres hacer esto? —vaciló Zuko mirando a sus zapatos y luego al frente. Los nervios haciendo estragos en su cuerpo.
—Trata de no pisarme los pies —respondió simplemente mordiéndose el labio. El señor del fuego gimió por lo bajo debido al comentario, provocando una risa de la mujer.
La nueva melodía comenzó a sonar poco después. La distancia entre ambos se redujo como lo exigía esa nueva tonada más suave. Sus cuerpos estaban rígidos conforme hacían los primeros movimientos, sus manos entrelazadas temblaban un poco por el repentino contacto, y las miradas continuas les provocaban serios sonrojos.
—Oye, no bajes la mirada —Le susurró Suki con una sonrisa al notar que se distraía con sus zapatos—. Solo concéntrate en mí ¿De acuerdo?
Zuko asintió regresándola a ver, apenado.
Con el pasar de los minutos, el baile se volvió más fluido. Los movimientos se hicieron más naturales producto del entendimiento mutuo que desarrollaron tras años de convivencia. Cualquier sonido que no fuera la música desapareció para los oídos de ambos.
Cuando la melodía finalmente terminó, estaban prácticamente pegados. Sus respiraciones constantes y estables por la actividad física chocaban en el rostro del otro. Y solo ahora parecian darse cuenta de la inexistente distancia que había entre ellos.
—Zuko...
—Suki...
Él comenzó a inclinarse ligeramente hacia abajo y ella cerró los ojos en tanto estiraba la cabeza hacia arriba. Pero de improviso, una repentina ola de aplausos a su alrededor los hizo detenerse y separarse como si el contacto quemara. Un par de chicas estaban vitoreando al señor del fuego en un intento de obtener su atención para la siguiente pieza, la cual posiblemente sería similar a la que acababa de terminar.
—Yo...—dijo Suki entre tartamudeos, alejándose lo más rápido que pudo—. N-necesito ver cómo están las otras guerreras Kyoshi.
—Suki, espera...
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