I

Notas inicial [1]: Fan-Fic ubicado cronológicamente después de los sucesos ocurridos en el comic oficial de humo y sombra.

Notas inicial [2]: Aclaración rápida. Los ojos de Suki son azules en la serie y en los comics son verdes. Lo menciono por la diferencia entre lo que muestra la imagen y lo narrado en este fic.

—¡Zuzu, Zuzu! —La alegre voz de Kiyi se escuchó por todo el pasillo y sus pequeños pasos comenzaron a hacerse más fuertes conforme se acercaba a su destino—. ¡Ya llegamos! ¡Ven a ver!

El nuevo señor del fuego levantó su mirada de los documentos oficiales que estaba leyendo, posando sus ojos en su pequeña hermanastra que residía parada junto a la gran puerta de hierro, ahora abierta, de su despacho personal. Una leve sonrisa se apoderó de las comisuras de sus labios al verla tan contenta.

—Iré en un momento. Solo necesito terminar con algo más.

—Está bien, pero date prisa. ¡Ya vamos a desembarcar! —respondió con la misma emoción volviendo sobre sus pasos, olvidándose de cerrar la puerta.

Zuko estuvo tentado de dejar escapar una diminuta risotada, aunque al final regresó su atención a lo que estaba haciendo. Varios pergaminos se amontonaban encima de su mesa de trabajo, casi todos relacionados al lugar que visitaría. Tenía desde horarios a seguir, personas con las que interactuar y temas a tratar, hasta cosas más específicas, como economías por región, productos de exportación y tradiciones típicas por área.

El único papel diferente era una carta recién hecha, aun sin firmar. Le había prometido a Iroh escribirle una vez que tocaran tierra. Esperaba que no estuviese teniendo muchos problemas cubriéndolo como señor del fuego interino. Si bien, estaba casi seguro que estaría usando su tiempo para crear otro evento como el día mundial de la apreciación del té.

Agarró la nota, leyéndola una vez más para asegurarse de haber escrito todo lo que quería trasmitir. Al no encontrar nada que desaprobara, estampó su autógrafo, y esperó a que la tinta secara definitivamente antes de enrollarlo. En seguida salió de su estudio privado y se encaminó por los pasillos interiores del acorazado de la nación del fuego, tomando en el proceso un halcón mensajero.

Su destino final fue la cubierta. Dos guerreras de su guardia personal le dieron la bienvenida, gesto que correspondió de inmediato. Ahí dejó ir al majestuoso animal con la nota amarrada a su espalda, observándolo por un momento para acto seguido concentrar su atención en el entorno que lo rodeaba. 

Encima de su cabeza, en la cabina del transporte, Kiyi, Ursa y Noren tenían su atención concentrada en la isla Kyoshi a la que se aproximaban. A su altura, algunos sirvientes se movían en todas direcciones organizando algunos preparativos de última hora. Y enfrente, en la parte de la proa, la capitana de su escolta daba instrucciones a dos de sus compañeras.

La vista de Suki le hizo dar un suspiro. Existían muchos motivos para este viaje. La mayoría de ellos diplomáticos: acuerdos comerciales, lazos políticos, intercambios culturales, entre otros más. No obstante lo que lo tenía realmente ahí eran las razones personales. Deseaba disculparse por quemar el pueblo durante la guerra y quería que las chicas que tanto lo cuidaban tuviesen un merecido descanso en su tierra natal.

"Espero todo vaya bien" pensó sin dejar de mirarla.

—¿Disfrutando de las vistas Zuzu?

Una voz a su espalda deshizo todo el hilo de pensamientos en su cabeza. Giró con rapidez sobre sí mismo, encontrándose cara a cara con Ty Lee. La chica como de costumbre se veía contenta, vestida con su inconfundible uniforme de guerrera y el rostro pintado.

—Hace mucho tiempo que no veía la isla Kyoshi —contestó simplemente, encogiéndose de hombros.

—La isla, por supuesto—confirmó con ironía. El tono picarón en su voz y su sonrisa ensanchándose le dieron a entender que no le creía—. No imaginaba que te gustara tanto este lugar. Quizá si te acercaras más a la proa podrías tener una mejor perspectiva.

—¿Qué intentas Ty Lee?

—Nada que no entiendas.

El señor del fuego guardó silencio por un momento con las mejillas un tanto coloradas. Sabía lo que tenía en mente, y dado el hecho que lo había descubierto observando, tampoco es que tuviese muchas formas de hacerla creer que estaba equivocada.

—Y-yo, estoy perfectamente aquí—tartamudeó, indeciso —. ¿No deberías estar de guardia, por cierto?

Ty Lee levantó una ceja al escucharlo, divertida. Podía ver la desesperación del chico por desviar su atención.

—Hm, en realidad estoy de descanso. Al menos por los siguientes cinco minutos hasta que desembarquemos —Le informó decidiéndose por dejarlo en paz, al menos por ahora. En su lugar centró su atención en el puerto al que se aproximaban—. Me muero por llegar, necesito algunos accesorios para combinar con los últimos vestidos que compre en la tribu agua. Seguro que aquí encuentro algo lindo.

—¿Creí que tenías ya un cofre lleno de esas cosas?

Ty Lee negó con la cabeza, cruzándose de brazos mientras hacia un mohín de molestia.

—Nunca son suficientes.

Zuko rodó los ojos. Abrió la boca para contestar, pero se detuvo ante el sonido de un par de botas acercándose.

—¿Haciendo planes? —La voz de Suki se filtró por los oídos de ambos, haciéndolos voltear hacia ella.

La capitana de la guardia personal del señor del fuego portaba al igual que sus compañeras una armadura similar a la usada por el avatar Kyoshi décadas atrás. El maquillaje sobresaliendo con orgullo en su rostro y el casco dorado protegiendo su frente. Su cabello castaño con toques rojizos cayendo hasta su cuello, moviéndose ligeramente con la suave brisa del viento. Una pequeña sonrisa en sus labios y en una de sus manos enguantadas, un pequeño pergamino de forro dorado.

—Más bien escuchando como Ty Lee piensa gastar hasta su última moneda —le informó Zuko. La recién aparecida no pudo evitar reír.

—¡Ey! —Se quejó la acróbata haciendo un puchero, cambiando su atención a su líder—. Eso me recuerda. Suki tienes que venir de compras esta vez. ¿Acaso no has visto tu ropa últimamente?

—¿Eso qué significa? —cuestionó la aludida llevándose las manos a la cintura y con el ceño fruncido.

—Nada —respondió con rapidez, negando con sus manos para reafirmar su punto —. De todas formas nos acompañaras ¿verdad?

—Yo, no lo sé. La agenda es apretada, Ty Lee. Las visitas a las aldeas consumirán gran parte de mi tiempo y...

—Por favor —le interrumpió haciendo una súplica y una pequeña mueca.

—Ty Lee.

—Solo por esta ocasión, no lo pasaremos bien. Tú, yo y las chicas.

—Necesito pensarlo.

—¡Eso dijiste la última vez! —Le recordó cruzándose de brazos, molesta—. ¡No me iré de aquí sin un sí!

—Eso es muy infantil.

—Como sea, no me moveré —declaró Ty Lee poniéndose firme—. ¡Vamos! Compraremos comida. La que tú quieras.

—No me vas a convencer con eso.

—Por favor...

—Bien, bien —aceptó Suki con un suspiro de frustración mientras se pellizcaba la nariz.

—¡Hurra!

Zuko y Suki intercambiaron miradas y negaron con la cabeza. La jefa de las guerreras Kyoshi temió un poco por lo que acababa de hacer. Le gustaba ir de compras como a la mayoría de las mujeres, sobre todo con sus compañeras y amigas. Sin embargo cuando la acróbata planeaba las salidas, estas se convertían en todo un espectáculo que no siempre terminaba bien. Muy posiblemente terminaría arrepintiéndose.

—Ahora, solo, ve a tomar tu puesto Ty Lee —pidió la castaña resignada—. Tocaremos tierra pronto.

—A la orden capitana —respondió muy contenta haciendo un saludo militar, parándose de manos para dirigirse a su puesto.

Al quedarse solos y más tranquilos, el señor del fuego hizo un pequeño gesto a la líder de su guardia para que lo acompañara a una de las esquinas del barco. Ahí se entretuvieron viendo el mar en un cómodo silencio, interrumpido ocasionalmente por el sonido de voces o pisadas a su alrededor. Suki lo miró de reojo, intentando descubrir cómo se encontraba. Era buena para captar sus emociones, le servía mucho para ayudarlo cuando parecía frustrado o no sabía qué hacer.

—¿Nervioso?

—Un poco —admitió Zuko en voz baja, regresándola a ver en tanto se frotaba la parte trasera del cuello—. Desearía haberme ido de Kyoshi en mejores circunstancias.

—No te preocupes demasiado. Ha pasado mucho tiempo, Oyaji no te guarda ningún rencor —Le aseguró, sonriendo—. Además la larga lista de suministros que enviaste también ayuda.

—Era lo mínimo que podía hacer. Tu pueblo sufrió por mi culpa.

—Pero ahora lo estás arreglando —Le recordó Suki colocando una mano enguantada en su hombro—. Date algo de crédito.

El señor del fuego dio un largo suspiro, pareciendo un poco más sereno. Un estado poco común por las presiones del trono. A la vista pública, siempre parecía tener una postura seria o enfadada, estoica en algunos casos. Era solo con un pequeño círculo de personas donde en verdad mostraba sus emociones.

—Qué te parece si mejor repasamos una vez más la llegada —propuso la castaña, recordando a lo que venía.

—Suena bien.

Suki desdobló el pergamino que cargaba, abriéndolo en su totalidad enfrente de ambos. El interior mostraba un mapa de toda la isla Kyoshi, donde se podía distinguir los pueblos principales, los caminos y los accesos a los distintos lugares. Por encima, marcado con líneas de colores estaban trazados algunos trayectos previamente seleccionados.

—Bueno, atracaremos en el único puerto capaz de albergar un barco de estas características. Nos desplegaremos en una formación estándar alrededor del carruaje real y avanzaremos por las calles principales hasta llegar al hogar de Oyaji —informo recorriendo con su dedo el camino que tomarían en el mapa—. Ahí descansaremos esta noche para que puedas tener tus pláticas diplomáticas.

»Nos mantendremos al margen en todo momento, pero actuaremos al menor indicio de problemas.

—Como siempre, espero no lleguemos a eso.

Suki asintió. A ella tampoco le gustaba cuando tenía que intervenir, ya que normalmente eso se traducía a un sujeto intentando clavar un cuchillo al señor del fuego.

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