CAPÍTULO 10

En los pasillos del palacio, donde las luces doradas de los candelabros danzaban sobre las paredes de piedra, Jungkook caminaba con pasos firmes, casi arrogantes. A su lado, un pequeño de cabello oscuro y ojos brillantes lo seguía apresuradamente, intentando mantenerse al ritmo de su hermano mayor.

ㅡ Jungkook, espera ㅡ dijo Chris, su voz suave pero llena de una tímida urgencia. A pesar de sus apenas diez años, el pequeño tenía la capacidad de observar más allá de las actitudes imponentes de su hermano.

Jungkook se detuvo con un suspiro, girando hacia él ㅡ ¿Qué quieres, Chris? No tengo todo el día.

Chris levantó la vista, mordiendo su labio inferior como si estuviera buscando las palabras correctas ㅡ Solo... quería saber si, cuando regrese papá de su reunión, podemos ir a montar caballos. Tú me dijiste que lo haríamos.

El príncipe Jungkook lo miró durante un largo momento, evaluando la inocencia en los ojos de su hermano. A pesar de su fama como alguien frío y distante, algo en la mirada de Chris siempre lograba derretir su coraza. Un suspiro más pesado escapó de sus labios.

ㅡ Sí, claro...ㅡ respondió con un tono más suave, casi como si se estuviera forzando a ser amable, pero aún así había sinceridad en su voz ㅡ...Cuando papá regrese, iremos a montar. No te preocupes.

Chris sonrió con una mezcla de alivio y emoción, dando un pequeño salto ㅡ ¡Gracias, Jungkook!

Jungkook lo observó por un instante, notando cómo la expresión de su hermano brillaba con una felicidad genuina. Aunque en el fondo, Jungkook no era conocido por sus acciones bondadosas ni su calidez, con Chris, las palabras y gestos eran diferentes. A veces, parecía que su hermano menor era la única persona que realmente podía sacarle una sonrisa sin forzarlo, aunque nunca lo dijera en voz alta.

ㅡ Solo no te caigas del caballo esta vez ㅡ le advirtió con una pequeña sonrisa burlona, antes de girarse y continuar su camino ㅡ No quiero perder tiempo buscando un médico por tu culpa.

Chris rió, corriendo para alcanzarlo ㅡ ¡No me voy a caer! ¡Prometido!

Mientras avanzaban por los pasillos, Jungkook, el príncipe frío y distante, caminaba un poco más lento, como si quisiera asegurarse de que su hermano estuviera cerca. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, había algo en esa relación que lo mantenía atado a su humanidad. No todo en él era oscuridad, especialmente cuando se trataba de Chris.

El sol de la tarde bañaba los jardines del palacio, y las risas de los niños en los pasillos parecían romper la quietud solemne del castillo. Jungkook y Chris estaban caminando, cuando de repente apareció Namjoon, con su habitual expresión tranquila pero determinada.

ㅡ ¡Jungkook, Chris! ㅡ llamó Namjoon, deteniéndolos en seco ㅡ ¡Es hora de ir a clases de equitación! Ya es tarde, no quiero que se les pase el tiempo.

Chris, al oír las palabras clases de equitación, sonrió inmediatamente y comenzó a correr hacia los establos, mientras Jungkook siempre más reticente, le lanzó una mirada de incomodidad.

ㅡ ¿Clases de equitación? ¿De nuevo? ㅡ preguntó Jungkook, su tono sarcástico evidente.

ㅡ Es necesario ㅡ respondió Namjoon con una leve sonrisa ㅡ Es parte de tu formación, Jungkook. Y Chris lo disfruta. Además, el caballo no va a montar solo.

Jungkook resopló, pero al ver cómo su hermano menor corría entusiasmado, no pudo evitar sentirse algo culpable. Por más que su propio desinterés lo empujara a rechazar la actividad, veía la alegría en los ojos de Chris, y eso lo hacía sentir algo distinto.

ㅡ Vamos, Jungkook ㅡ insistió Chris desde unos pasos más adelante ㅡ ¡Va a ser divertido! Prometido.

Jungkook suspiró, pero sin mostrarlo demasiado, siguió a su hermano. Ambos llegaron al establo, donde los caballos relinchaban suavemente. La tierra bajo sus pies estaba tibia, y el aire olía a hierba fresca y madera. A pesar de su actitud habitual, Jungkook se sintió algo relajado en ese ambiente. No era tan malo, pensó, mientras observaba a Chris acariciar con cariño a su caballo.

Mientras preparaban los caballos, Chris, con el rostro aún iluminado por la emoción, comenzó a hablar sin parar, como solo lo haría un niño de diez años, lleno de pensamientos que no podía guardar.

ㅡ Jungkook, ¿has pensado alguna vez en conocer a la gente del pueblo? Yo fui, pero... no me gustó mucho. Es raro. Son gente sencilla, a veces no saben qué hacer con tanta realeza alrededor, pero... ellos me quieren.

Jungkook, aún sujetando las riendas de su caballo, lo miró curioso  ㅡ ¿Te quieren? ¿Por qué?

Chris se encogió de hombros, mirando al suelo ㅡ No sé, tal vez porque soy pequeño. Pero me miraban como si fuera... especial. Como si todo lo que hiciera les importara. A veces no entiendo por qué. Les dije que no me gustaba que me miraran tanto, pero insistieron en saludarme.

Jungkook no respondió inmediatamente, pero pensó en lo que su hermano decía. Era cierto que siempre había mantenido una distancia con la gente del pueblo. Siempre los veía desde lo alto de su torre, como una masa anónima que no importaba, ni merecía su atención. Después de todo, él era el príncipe, y su mundo estaba muy lejos de los suyos.

ㅡ Pero... ¿por qué quieres que los conozca? ㅡ preguntó Jungkook, algo desconcertado ㅡ No son más que... gente común. ¿Qué tendría de interesante?

Chris lo miró con seriedad, una expresión que no era común en su rostro juvenil ㅡ Porque, Jungkook, si somos los futuros reyes, tenemos que entender cómo vive la gente. Ellos son los que nos siguen, los que trabajan para que tengamos todo esto. Si no sabemos qué les pasa, no vamos a poder hacer nada por ellos.

Jungkook lo observó por un momento, las palabras de Chris resonando en su cabeza. 

¿Entender al pueblo? 

Nunca lo había considerado. ¿Por qué debería? Siempre había vivido rodeado de lujos, donde todo era fácil, donde todo se hacía por él. Pero, al mismo tiempo, había algo en la mirada sincera de su hermano que lo hacía pensar que tal vez estaba siendo demasiado ciego.

ㅡ Está bien...ㅡ dijo finalmente, con un tono algo resignado ㅡ Quizás... un día vaya a ver al pueblo. No prometo nada, pero... veré qué pasa.

Chris sonrió de inmediato, el brillo en sus ojos era todo lo que necesitaba para sentirse feliz ㅡ ¡Lo prometes! ¡Va a ser genial, Jungkook! Podemos hablar con la gente, conocer sus historias...

Jungkook, sin embargo, lo observó en silencio mientras se subía al caballo, pensando en lo que acababa de decir. No sabía si estaría listo para cambiar su forma de pensar, pero algo en su interior sentía que tal vez, algún día, tendría que hacerlo. Porque si algún día llegaba a ser rey, si alguna vez el reino dependía de él, necesitaba algo más que las murmuradas palabras de los consejeros. Necesitaba ver y comprender a las personas de las que tanto dependía.

ㅡ Vamos, Jungkook, apúrate ㅡ dijo Chris, ya montado sobre su caballo, agitando las riendas y mirando a su hermano con una sonrisa confiada.

Jungkook se quedó mirando un momento al horizonte antes de dar el último paso hacia su montura. Quizás las palabras de Chris tenían algo de sentido. Y por una vez, no se negó.

.

El sol se alzaba tímidamente sobre el horizonte, proyectando una luz suave que apenas lograba disipar la niebla matutina que se cernía sobre el pueblo. Jungkook caminaba entre las sombras, cubierto con una capa de tela gris oscura y un sombrero que ocultaba parte de su rostro, para que nadie lo reconociera. Había salido sin avisar a nadie, decidido a ver el pueblo desde una perspectiva distinta, sin el velo de la realeza que siempre lo separaba de los demás. A pesar de que no estaba seguro de por qué lo hacía, había algo en las palabras de su hermano que le había quedado dando vueltas en la cabeza.

A medida que avanzaba por las estrechas calles empedradas, Jungkook observaba el paisaje que nunca antes se había detenido a mirar. Las casas eran pequeñas, de madera envejecida y tejados cubiertos de musgo. Las chimeneas humeaban tenuemente, pero el humo era gris y denso, como si no fuera el de una casa cálida, sino el de una vida que luchaba por mantenerse a flote. El aire era fresco, pero se sentía pesado, como si la misma tierra estuviera sobrecargada de preocupaciones.

Los niños corrían por las calles polvorientas, con la ropa rota y sucia, pero con sonrisas brillantes en sus rostros. Las mujeres, con delantales manchados de harina o barro, se apresuraban a sus tareas diarias, cargando cubos de agua o tendiendo la ropa. Los hombres, con semblantes cansados y cuerpos encorvados por el trabajo, caminaban en grupos, charlando en voz baja, mientras las vacas mugían y los caballos relinchaban a lo lejos.

El pueblo estaba lleno de vida, pero también de una cruda realidad. Los edificios de madera estaban desgastados, los tejados a punto de colapsar en algunos casos, y los caminos cubiertos de barro que se convertían en ríos de agua sucia cuando llovía. El olor a comida quemada y a tierra mojada flotaba en el aire, mezclándose con el humo que salía de las chimeneas. No había el lujo de la palacio, no había ornamentos dorados ni mármol reluciente. Todo era sencillo, y la pobreza se respiraba en cada rincón.

Jungkook caminó hasta el bar del pueblo, un lugar pequeño y oscuro que apenas se distinguía de las demás construcciones. Al entrar, el sonido de las conversaciones se apagó momentáneamente, pero pronto la gente volvió a sus discusiones en voz baja, ajenos al forastero. Jungkook se acercó a una mesa apartada, buscando mezclarse con la multitud.

El interior del bar era sombrío, con una chimenea en el centro que apenas daba calor, y mesas de madera gastada donde los hombres bebían cerveza oscura, sus rostros rojos por el alcohol. El aire estaba impregnado con el olor de la cerveza derramada y el sudor de los hombres que trabajaban sin descanso. Un par de mujeres, con miradas cansadas, servían las bebidas mientras intentaban ignorar las miradas lascivas de los clientes.

En una esquina, un grupo de hombres discutía acaloradamente. De repente, la pelea se desató, empujones, maldiciones y golpes en la mesa. Los gritos se mezclaron con el sonido de las sillas al caer, y el bar entero se tensó. Jungkook observó desde su rincón, perplejo. No estaba acostumbrado a ver tales escenas de violencia cerca de él. Siempre había estado rodeado de la cortesía y las reglas de la corte, donde las disputas se resolvían con palabras elegantes y diplomáticas, nunca con puños.

Un hombre de rostro marcado, con barba sin afeitar, trató de separarlos, pero el ambiente se había tornado tenso, casi insoportable. La pelea se calmó solo cuando uno de los hombres cayó al suelo, visiblemente golpeado. Nadie hizo nada. Nadie intervino. Fue solo otro día en el pueblo, otra pelea más. Los hombres regresaron lentamente a sus sillas, mirando al recién llegado como si nada hubiera ocurrido. Al final, los ojos de todos se volvieron hacia la cerveza, como si ese fuera el único alivio que podían encontrar para su dureza cotidiana.

Jungkook no se movió. Se quedó allí, observando el caos que le rodeaba, mientras su mente comenzaba a hacer preguntas que nunca antes había considerado. ¿Por qué nadie luchaba por algo mejor? ¿Por qué todo parecía estar condenado a repetirse una y otra vez en este lugar? ¿Qué pensaría el pueblo si supiera quién era él, el príncipe, sentado allí entre ellos, observando en silencio?

Un hombre se acercó a él, un joven con una cicatriz en la mejilla ㅡ ¿Qué tomas? ㅡ preguntó de manera directa, con una mirada desconfiada.

Jungkook, algo desconcertado, miró al hombre a los ojos, tratando de recordar las palabras que su hermano Chris le había dicho ㅡ Lo que ustedes estén tomando ㅡ respondió, con un tono más calmado de lo que hubiera esperado de sí mismo.

El hombre asintió con una sonrisa rápida, como si lo hubiera aceptado sin cuestionar más ㅡ Una cerveza entonces. La gente como tú no viene mucho por aquí ㅡ dijo con un dejo de curiosidad, pero sin malicia ㅡ ¿Buscas algo en especial?

Jungkook pensó un momento antes de responder ㅡ Solo ver cómo es la vida aquí, cómo viven ustedes.

El hombre lo miró, sin entender completamente lo que el príncipe quería decir, pero tampoco cuestionó su respuesta ㅡ La vida aquí es dura. Pero la gente no se queja. Lo que más tenemos es tiempo, y el tiempo nos da espacio para pensar. Tal vez demasiado espacio para pensar.

Jungkook asintió, pensativo. Nunca antes había considerado que la vida pudiera ser tan complicada y tan sombría para tantos. En el palacio, todo era fácil. El dinero, la comida, el poder, todo estaba al alcance de su mano. Pero aquí, entre la mugre y la pobreza, parecía que las personas solo intentaban sobrevivir, día tras día.

Un silencio incómodo llenó el espacio entre ellos antes de que Jungkook decidiera levantarse. A pesar de lo extraño que se sentía, sabía que había algo importante que debía llevarse de este lugar. Algo que le haría entender mejor el reino que algún día tendría que gobernar. Con un asentimiento, dejó una moneda sobre la mesa y salió del bar, sin mirar atrás.

Al salir a la calle, el ruido del pueblo lo envolvió nuevamente, pero algo en su interior había cambiado. No sabía si entendería completamente el sufrimiento del pueblo, ni si podría hacer algo al respecto, pero por primera vez, sentía que su mirada sobre ellos, sobre su futuro, estaba un poco más clara.

Y así, mientras se adentraba nuevamente en las calles, una parte de él comenzó a comprender lo que su hermano Chris había intentado decirle: para ser rey, no bastaba con vivir en un castillo dorado. Debía conocer el dolor y las luchas del pueblo, lo que realmente los mantenía unidos a su tierra. Sin ese conocimiento, todo lo demás carecería de sentido.

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