6.
No soy yo otra más, que aquella a la que acuden cuál pañuelo a llenar de lágrimas y es que, es la gente quién encuentra paz conmigo, no yo con la gente y sin embargo, aquí sigo, continúo siendo pañuelo de tristezas y penas, sigo cumpliendo mi rol de todo para todos, nada para nadie. Me pesa el alma de lágrimas, rebosa en su totalidad y vuelve todo una tormenta al estallar. ¿Por qué? Porque los ojos crédulos de la gente se quedan simplemente dónde da la luz y no dónde pica la espina de la oscuridad. Duele, duele enterrada en la carne, anclada hasta lo más profundo de la misma, ahí dónde nace la rabia y le jala con fuertez brazos, invitándole a convertirse en uno más de su amarga colección. Y no, no soy otra más que aquella quién siente y ve, pero que nadie siente ni nadie ve.
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