Estuvo peleando por varios meses en el bardo que causó la segunda Gran Guerra. Él se negaba a creerlo, pero todo era la cruda realidad. Tenía las manos demasiado sucias y manchadas de sangre como para no aceptar todo lo que tuvo que hacer para seguir con vida hasta el día de hoy.

Le tocaba hacer su ronda por el centro, ahí se podían presenciar algunas ejecuciones a rebeldes o a aquellos que estaban en contra del líder. Esta vez fue un caso especial, estaban preparando una hoguera; los ciudadanos se acercaron para atestiguar quien era la pobre alma que moriría incinerado, los insultos se escucharon por parte de otros hacía alguien: demonio, infrahumana, basura, mierda y hasta cosas mucho peores.

El soldado se acercó para divisar a la persona, tragó frío al ver quien era. La joven notó una mirada en ella, de manera inmediata hizo contacto visual con él también y empezó a gritar entre llantos su nombre de manera desgarradora para llamar su atención, teniendo la esperanza de que al menos podría parar lo que le iban a hacer. No se inmutó en hacer algo al respecto, hizo como si no la conociera y solo observaba como le prendían fuego a la hoguera. 

Pudo escuchar sus gritos y llantos de suplica por su vida, pero todo eso fue en vano. Él solo apretó sus puños con toda la fuerza que le permitía su estado, salió de la escena y entre dientes dijo para sí mismo "Lo siento... No pude salvarte, perdóname".