CAPÍTULO V

Con el mismo nivel de confusión que yo, Cane liberó mi brazo de su agarre, dejándome libre finalmente. Fue como si hubiera recuperado mi vida en ese instante y el oxígeno volviera a mis pulmones. Nunca había valorado tanto mi libertad como lo estaba haciendo ahora.

Inconscientemente, masajeé mis muñecas, pues como lo supuse antes, la manera en la que Cane se aferraba a mí para evitar que huyera me había dejado unas cuantas marcas rojas en ellas. Sentí la mirada de Auro sobre mí mientras las sobaba para reducir el dolor.

—Yo... Lo siento, no sabía que ustedes se conocían —dijo avergonzado—, me llamo Cane. Lamento tanto que esta sea mi presentación —se dirigió a mí, ofreciéndome su mano para estrecharla.

Podía ver que él estaba verdaderamente avergonzado por el error que había cometido conmigo, incluso me atrevía a afirmar que estaba arrepentido, sin embargo, aún no confiaba lo suficientemente en él como para estrechar su mano.

Le dediqué a Auro una mirada combinada con miedo y duda, casi como si estuviera pidiéndole que me confirmara que Cane no era un asesino en serie que me terminaría secuestrando de nuevo.

—Vamos, Auro, dile que no soy malo —animó él al notar el temor en mi mirada.

Bueno, ciertamente eres un imbécil, pero descuida —se dirigió a mí esta vez—, no es un mal tipo, solo es muy estúpido.

—Y por si no lo recuerdas, también soy tu líder —agregó Cane en un tono divertido de advertencia para después golpear en broma la nuca de Auro. Pensé que él reaccionaría de mala manera, pero, por el contrario, se echó a reír.

A pesar de los insultos de Auro hacia Cane y viceversa, parecía que ellos dos eran buenos amigos y se llevaban muy bien a su manera. Era la primera vez que veía a Auro en lo que aparentemente era su zona de confort. Se veía mucho más relajado que de costumbre y su actitud no era tan a la defensiva como lo era en la escuela. Además, era la primera vez que veía que Auro sonreía sinceramente con alguien más. Él mismo lo había dicho en las gradas, era una persona solitaria y no le gustaba compartir tiempo con nadie, por lo que descubrir que tenía un amigo me tomó por sorpresa. Y vaya amigo de Auro, igual de misterioso e impredecible que él, podía entender el porqué de su amistad, lo que no podía entender era qué tipo de líder era Cane.

—¿Puedo irme a casa ya? —Me atreví a preguntar al ver que ellos seguían riendo.

—Oh, tu bicicleta se quedó unos cuantos metros atrás —habló Cane, intentando sonar amable—. No te preocupes, yo iré por ella. Te lo debo por el gran error que cometí. Ya vuelvo, ustedes quédense aquí.

Sin siquiera darme tiempo para responderle, comenzó a alejarse de nosotros para traer de vuelta mi bicicleta. Ese gran pedazo de metal, algo viejo y oxidado en verdad, era muy importante para mí y no podía imaginar mi vida sin ella. Me acompañaba a todos lados y desde pequeña, se había convertido en la cómplice de todas mis aventuras.

La situación se había tornado un poco incómoda después de la partida de Cane, ya que ni Auro ni yo nos atrevíamos a decir ni una palabra, a pesar de que estábamos a un escaso metro de distancia. Quise verlo detalladamente a la luz de la luna, porque sentía que era un regalo para mis ojos y si pudiesen hablar, agradecerían por ello.

—Creí que no volverías a salvarme —mascullé sin mirarlo a los ojos.

—Fue una casualidad —soltó él rápidamente—, llegué aquí por otros motivos y te encontré siendo la presa de nuevo. ¿Por qué no me sorprende? —cuestionó sarcásticamente.

—Intentaba ser buena persona y no cargar con el sufrimiento de alguien en mi conciencia. Esas personas están igual de podridas que Matthew. ¿Era necesario llevárselo de esa manera? Y, seguramente, si tú no hubieras llegado a tiempo, yo hubiera pasado por lo mismo.

Auro recargó su espalda en la puerta del coche, el cual se encontraba justo detrás de él.

—Ya te dije que Cane no es malo, él solamente es muy estúpido y se confundió.

—¿Se confundió? —Reí al escucharlo— ¿Y qué hubiera pasado si yo no hubiese podido demostrar que no estaba con la gente de Matthew?

—Él no iba a hacerte daño. Probablemente solo te habría llevado a algún lugar solitario, asegurarse de que no pudieras herirlo y tratar de sacarte información.

Volví a reír incrédula ante lo que acababa de escuchar salir de su boca.

—¿Solo eso? —pregunté irónica.

—Escucha —Despegó su espalda del coche para comenzar a caminar hacia mí, instintivamente yo retrocedí—, si todas estas cosas te asustan, no entiendo por qué demonios sigues metiéndote donde no debes. Te advertí desde un inicio que debías alejarte de Matthew, ¿y qué hiciste? Tirar mi consejo a la basura. No sé en donde crees que estás, pero esto no es el país de maravillas, este no es un lugar para ti, yo no soy el sombrero loco y definitivamente no habrá un final feliz si sigues metiéndote en asuntos que no te corresponden.

Por primera vez tenía en frente de mí al Auro del que toda la escuela hablaba. El Auro frío, altanero, soberbio, arrogante y, sobre todo, el que parecía no tener corazón. No pude evitar sentirme mal por la manera en la que me había hablado, sin embargo, no iba a demostrar fragilidad. No podía mostrarme débil ante Auro porque sabía que las personas como él amaban sentirse poderosos ante personas como yo.

—¿Por qué no debería, Auro? —le cuestioné acercándome a él, sin dejar de mirarlo a los ojos y tratando de retarlo a decirme toda la verdad, aunque en realidad, internamente tenía miedo de escucharla— Dime, ¿qué es eso tan malo de lo que intentas alejarme?

Auro pareció alterarse ante mi pregunta y ver su reacción causó que yo me alterara aún más. Abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo, pero por alguna razón se contuvo. Al parecer, estaba realmente nervioso, por lo que, al ver que las palabras no fluían de su boca, comenzó a retroceder para guardar su distancia conmigo.

—Eres muy inocente, cualquiera podría venir y hacerte daño, pero el hecho de que hayas asistido a la fiesta de Matthew aquella noche fue uno de tus más grandes errores. Está loco y no le importa lastimar a personas inocentes con el fin de obtener lo que quiere. Es de él de quien intento alejarte, por eso te salvé esa noche, por eso te besé el día siguiente, tratando ocultarte de él porque sabía que estaba buscándote y sabía que no sería para algo bueno. Incluso sabiendo que toda la jodida universidad hablaría de nosotros lo hice, te besé para que Matthew no pudiera verte y evitar que te metiera en... Todo esto. Así que si pensaste que lo había hecho solo porque me pareciste bonita, lamento decirte que estás equivocada. Estaba intentando ayudarte, pero ¿cómo puedo hacerlo si ni siquiera eres de capaz de ayudarte tú misma?

Al terminar de decir eso, Auro me dio la espalda y subió a su coche, sin darme derecho a réplica ante todo lo que acababa de decirme, aunque, de todas formas, creo que no sería capaz de contestarle algo coherente, pues su discurso me había dejado sin palabras y sin recursos para defenderme. Era difícil aceptarlo, pero todo lo que había salido de su boca era una cruda verdad.

Tremenda humillación me había dado, y el hecho de que recalcara que solamente me había besado para ocultarme de Matthew lo hacía peor de lo que ya era.

Vamos, Zoe, ¿no te habrás hecho ilusiones sobre el beso de Auro y tú o sí? Supiste desde un inicio que simplemente lo había hecho para que no te viera Matthew, ¿o no?

Tal parecía, mi peor enemiga era mi propia mente, burlándose de los vagos pensamientos que alguna vez tuve y nunca me atrevería a decir en voz alta.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando vi la imagen de Cane acercarse a nosotros, montado en mi bicicleta y con una gran sonrisa en su rostro. Al menos él parecía estar pasando un buen rato.

—Lo siento, es que hace tiempo que no me subía a una y en serio quería hacerlo —se disculpó apenado.

Pese a que aún no terminaba de ganarse mi confianza al cien por ciento, no podía negar que la actitud infantil que estaba teniendo me había causado gracia. Parecía un chico malo y rudo a simple vista, ¿quién podría imaginarlo divirtiéndose en una vieja bicicleta rosada mientras no dejaba de dar vueltas en el mismo sitio? Era una escena divertida, aun así, no tardó mucho en bajar de ella, entregármela y volver a disculparse.

—Vámonos ya, Cane —chilló Auro de mala gana desde el auto, invitándolo a subir con él, cosa que sin dudar hizo.

—¿Sin rencores? —me preguntó una vez que ya estaba en el asiento del copiloto, con una gran sonrisa.

Quise responderle, pero mi mente no mandó ni una sola palabra a mi boca. Lo único que pude hacer fue bajar la mirada. Él no parecía ser una mala persona, sin embargo, la oscuridad y el misterio que lo rodeaba a él y a Auro continuaba advirtiéndome en un grito silencioso que no debía seguir acercándome a ellos si quería mantener mi paz. Tal y como me lo había dicho Auro unos instantes antes, sentía que con ellos a mi alrededor no habría un final feliz para mí.

—No prometo nada, pero podría intentar —musité dibujando una falsa sonrisa en mi rostro, como un intento de respuesta amistosa para Cane. Él me devolvió el gesto.

Auro me dedicó una última mirada antes de arrancar su coche, sin embargo, no estaba segura sobre qué era lo que sus ojos intentaban decirme. ¿Era una mirada de preocupación? ¿De enojo? ¿Fastidio? Quizás fue una extraña despedida. Realmente no podía saberlo, Auro era todo un críptico misterio y muy seguramente perdería la cordura tratando de descifrarlo. Aunque estaría mintiendo si dijera que no estaba dispuesta a hacerlo.

Finalmente, pisó el acelerador y el auto comenzó a andar, alejándose de mí y dejándome en medio de la fría y aterradora noche. Pude percatarme de que el auto de Auro no tenía placas en la parte trasera ni ningún otro tipo de información; tan solo llevaba escritas las iniciales G. M., acompañadas de un extraño símbolo parecido a un león rugiendo.

Con un millón de dudas rondando en mi cabeza, subí a mi bicicleta y sin más, comencé a pedalear a casa debatiendo con mi propia mente.

Una parte de mí me decía que no lo hiciera, que no era Sherlock Holmes para resolver misterios y sobre todo si no me correspondían, pero, por otro lado, moría de ganas por saber qué era lo que tanto ocultaba Auro. ¿Por qué era tan misterioso? Dudaba mucho que fuera el chico malo que la mayoría de la escuela creía, o incluso, que él intentaba aparentar para alejar a las personas. Sabía que había mucho más dentro del corazón de Auro, porque por supuesto que había uno.

 Un par de días después, mi mirada se encontraba algo perdida, mirando a través de la ventana de la cafetería, contando las viejas hojas que caían lentamente de un árbol hasta llegar al áspero suelo. Pronto el delicioso olor a ommelette golpeó mis fosas nasales y casi automáticamente mi cabeza volteó en dirección a la mesa, esperando ver mi platillo ya frente a mí.

—Con jugo de manzana porque si no te pones de malas —habló Kian colocando mi plato y jugo en la mesa, para después sentarse frente a mí. Junto a él venía Mónica, quien también tenía su platillo en mano.

—Gracias, Kian —le agradecí con mi mejor sonrisa.

No se había ganado el título de mi mejor amigo por nada. Durante los siete años de amistad que llevábamos, se había encargado de que nunca nada me hiciera falta. Él siempre bromeaba con la frase "Pídelo y el rey lo conseguirá" y lo curioso de todo era que realmente lo hacía. Así fuera la cosa más extraña del mundo, si se la pedía a Kian, él la tendría para mí en el menor tiempo posible. Así que ahí estaba frente mí, después de haber conseguido un delicioso desayuno para mí, luego de haberle confesado que no tuve tiempo de desayunar en casa.

—¿Alguno de los dos quiere matarme, por favor? Se los agradecería —espetó Mónica de la nada.

—La verdad no. Prefiero ver que sigas sufriendo —le contestó el rizado entre risas.

—¿Sigues llorando por esa tarea de literatura? Vamos, no debe ser tan difícil. Te ayudaremos, quita esa cara de perro —le dije yo.

—Ah —intervino Kian levantando el dedo índice, como si estuviera a punto de dejar un punto en claro—. Los perros son adorables, Mónica tiene cara de cucaracha.

No pude evitar reír como loca ante su comentario. La rubia pareció ofenderse al inicio y después comenzó a reír al igual que nosotros mientras golpeaba ligeramente el pecho de Kian en manera de defensa.

Mi vista y mis pensamientos de pronto se desviaron al notar la presencia de Matthew en la cafetería, acompañado de sus tres robustos amigos cuidándole las espaldas al igual que siempre. Froté mis ojos y parpadeé varias veces para comprobar que lo que estaba viendo era real y no una ilusión. Matthew estaba ahí, en la cafetería, luciendo tan arrogante como solo él sabía y parecía no tener ni un solo rasguño en su cuerpo, o por lo menos ninguno visible. Su rostro no expresaba ni siquiera un ápice de preocupación, sino todo lo contrario, caminaba seguro entre la gente y con una media sonrisa que derrochaba superioridad. Una cara nada parecida a la que había visto la noche anterior llena de miedo y angustia.

Mis amigos no tardaron mucho en darse cuenta de que mi atención ya no les pertenecía a ellos, así que siguieron mi mirada para darse cuenta de que estaba posada en Matthew.

—¿Es Matthew? —cuestionó Kian, a lo que yo asentí con la cabeza lentamente.

—Creí que habías dicho que un par de tipos malos lo habían raptado ayer en la noche —dijo Mónica dirigiendo su mirada hacia mí.

—Sí, porque así fue. Estoy segura de lo que vi.

En realidad, no. Mi mente estaba totalmente confundida. Creí estar segura de que aquellos hombres se habían llevado a Matthew en contra de su voluntad, y no precisamente con la intención de volverse amigos.

Intenté recordar más a detalle todo el día anterior, desde que abrí mis ojos en la mañana, hasta que este concluyó. Aunque algunas memorias eran vagas, el rostro lleno de temor de Matthew en mi cabeza era tan claro como el agua.

Me levanté de mi asiento, dispuesta a acercarme a él y a tratar de averiguar lo que le había sucedido la noche anterior. No esperaba verlo en la escuela después de lo que presencié, y mucho menos tan relajado, como si nada hubiese ocurrido unas horas atrás.

—Espera, ¿a dónde vas, Zoe? —escuché la voz de Kian a mis espaldas.

No le respondí y continué mi camino a la esquina en dónde estaba Matthew, sin saber cuál sería su reacción al verme. Tal vez estaría odiándome por no haber impedido que esas personas se lo llevaran, o tal vez habría algo de agradecimiento de su parte por intentar ayudarlo. Honestamente, lo dudaba.

Ya estando a unos cuantos pasos de él, sus amigos se percataron de mi presencia, por lo que me dedicaron una mirada llena de desconfianza e intentaron evitar que yo siguiera avanzando hacia él, tal cual sus guardaespaldas. Los ojos grises de Matthew de pronto encontraron los míos intentando alcanzarlo y sostuvimos contacto visual por algunos segundos. Pareció quedarse sin palabras al verme ahí parada y yo lo entendía porque me sentía de la misma manera.

—¿Estás bien? —me atreví a preguntarle en voz baja, ignorando por completo las intimidantes miradas de sus amigos grandulones.

A pesar de que con seguridad puedo decir que escuchó mi pregunta, él decidió abstenerse de darme una respuesta. Giró su cabeza a un costado, pasando totalmente por alto mi existencia.

—Eh...—balbuceó nervioso, intentando evadir mi mirada—. Busquemos otro lugar, chicos.

Pasó por un lado de mí y se alejó con prisa, desesperado por interponer un par de metros en nuestra distancia. Sus amigos, como era de esperarse, lo siguieron detrás sin alegar ni un poco. Aun así, yo podía seguir sintiendo el miedo dentro de él, y no poder entender cuál era la causa me frustraba.

Algo muy extraño estaba sucediendo a mi alrededor y yo parecía ser la única que no estaba enterada. Nada parecía tener lógica, o al menos no para mí. Sabía que Auro me había pedido que me mantuviera alejada de esas cosas, y mi lado racional también suplicaba para que así lo hiciera, sin embargo, había algo más, algo inexplicable que me arrastraba hasta él, aun estando consciente de la oscuridad que lo abrazaba.

Ese día, por la noche, mientras mi madre y yo cenábamos en casa, unos insistentes golpes llamando a nuestra puerta hicieron que nuestros sentidos se alertaran. Ella se levantó de la mesa al mismo tiempo que intercambiábamos miradas de desconcierto.

Nuestro vecindario era uno de los más tranquilos de todo el condado, no era un lugar que con frecuencia fuera recurrido y los habitantes eran en su mayoría adultos responsables y serenos, por lo que recibir visitas no era algo tan común, y mucho menos a las diez de la noche.

Mamá abrió la puerta y dio unos cuantos pasos hacia afuera para atender amablemente a las personas que la buscaban. Yo, por mi parte, continué enfocada en la deliciosa comida que se encontraba en mi plato. Alcé la vista unos momentos después, en cuanto escuché una voz masculina en el exterior intercambiando palabras con mamá, pero no era papá. Pensé que seguramente se trataría de algún vecino, cosa que, de todos modos, sería preocupante, pues significaba que algo malo había sucedido en el vecindario y estaban advirtiendo a mamá para tomar precauciones.

Curiosa, di pequeños pasos hacia la puerta, intentando no ser muy ruidosa o verme como una entrometida. Fue entonces cuando vi las luces del auto de la policía.

—No tiene por qué temer, señora. Simplemente queremos hacerle unas cuantas preguntas, será rápido —escuché decir a uno de ellos.

—Debe ser una confusión —le respondió mi madre, enredándose en sus palabras—, no hay manera de que ella...

El oficial la interrumpió.

—No la estamos acusando de nada, señora, solamente será una serie de preguntas. ¿Puede llamarla a la puerta, por favor? Sé que está ahí adentro.

Observé a mi madre dialogar con la policía sin que ella se diera cuenta. Noté la enorme preocupación en su rostro y supe que una sola cosa podía ponerla así de nerviosa.

¿Estaban hablando de mí? ¿La policía estaba buscándome a mí?

Tenía que ser así, ya que no había nadie más en casa. Con papá trabajando por las noches y mi hermano William estudiando fuera del país, solo estábamos mamá y yo por aquí.

—Zoe —me llamó ella, aun dudando—, ¿puedes venir un segundo, hija?

Me acerqué hasta la puerta a paso lento y con algo de miedo. Nunca había sido interrogada por la policía en mi vida; en realidad, eran contadas las veces que siquiera había interactuado con la autoridad.

¿En qué cosa me había metido que ni siquiera me había dado cuenta? Bueno, haciendo un poco de memoria, tal vez sí lo sabía.

—¿Qué pasa? —Me coloqué de lado de mi madre.

Me llevé una sorpresa al ver que la persona parada en mi puerta no portaba uniforme de policía. Vestía una camisa elegante de color índigo algo ajustada para su torso, con las mangas dobladas hacia arriba y un pantalón negro estiloso. Era un chico de algunos veinticinco años, con una mirada intimidante que, al tenerme frente a sus ojos finalmente, pareció estar satisfecho con mi presencia. Me analizó seriamente con la mirada, leyéndome como a un libro, y podía jurar que en ese instante mis mejillas comenzaron a ruborizarse. Él era un hombre apuesto y eso no podía pasarse por alto.

Una tarjeta de identificación profesional colgaba del bolsillo delantero de su pantalón. Aquella proporcionaba su información básica, acompañada de una fotografía suya y el escudo de la policía estatal.

—Zoe Young, ¿verdad? Un placer, soy el agente Mason Coleman, trabajo en la comisaría del estado —habló ofreciéndome su mano, la cual estreché por cortesía—. Lamento la hora, sé que no es muy prudente, pero creemos que puedes tener información de suma importancia para nosotros.

—No entiendo cómo puedo ayudarle, agente. ¿Información sobre qué?

Él miró hacia el suelo en busca de las palabras adecuadas; aparentemente era un tema tan serio que ni siquiera sabía cómo empezar a hablarlo.

—Sobre Akim Komarov.

¿Qué?

—¿Ak- qué? ¿Cómo? —intenté repetir, pero estaba tan confundida que ni siquiera había entendido lo que había salido de su boca.

—Akim Komarov. Es un hombre joven vinculado a una serie de crímenes muy macabros. Está suelto y puede ser potencialmente peligroso. Tenemos razones para creer que está muy cerca de ti.

En ese momento fue como si un gran balde de agua helada cayera sobre mi cuerpo, provocándome un terrorífico escalofrío de pies a cabeza. Mi piel se erizó por completo al escuchar las palabras del agente y pude notar que mi madre llevó su mano a la boca, en manera de evitar emitir algún sonido, o tal vez un grito, por la enorme impresión. Mi mente colapsó en ese momento y podía sentir un miedo inexplicable queriendo apoderarse de mí.

—¿Está seguro, agente? —inquirió mi madre— ¿Cómo un criminal de esa magnitud podría estar cerca de mi hija?

—Eso es justo lo que intentamos averiguar. Queremos encontrarlo, enviarlo de regreso a su país, y encerrarlo hasta que pague por los incuantificables crímenes que ha cometido.

—¿A su país? —Logré apenas preguntar con la voz quebrada entre mi inmenso impacto.

—Aún no tenemos muy en claro su país de origen. Creemos que es alguna mezcla de distintas nacionalidades, rusa, italiana. Lo único que sabemos es que no es estadounidense.

—¿Y a pesar de eso sigues pensando que vas a encontrarlo aquí? —interviene el oficial que acompaña al agente detrás de él— Señoritas, no entren en pánico. Llevamos años buscando a este criminal y nunca hemos encontrado ni una sola huella de él, ni una pista, ni siquiera una señal de vida. A Mason le llegó una llamada anónima dándonos esta dirección, diciendo que podrían proveernos información sobre Akim, pero por lo visto ustedes ni siquiera sabían de su existencia. Debió haber sido otra llamada de broma, así que supéralo, Mason, seguramente ni siquiera existe.

El oficial parecía tener una buena confianza con el agente para hablarle de esa manera. Yo no terminaba de comprender quién demonios era Akim y cómo es que podía estar relacionado conmigo. Mi mente me mostraba la imagen de Auro una y otra vez, pero me negaba a creer que él podía estar ligado a todos esos crímenes.

De pronto, mi memoria se llenó de las advertencias que el mismo Auro me había hecho, tratando de alejarme del peligro, y, sobre todo, tratando de alejarme de él. Había dicho que Matthew era el verdadero peligro, pero ¿y si en realidad lo era él y por ello no me quería cerca? ¿Y si Auro estaba relacionado a Akim? Mi corazón se partía en mil pedazos de pensar en aquello, y mi mente solo seguía mezclando emociones para hacerlo todo aún más confuso.

La voz firme del agente interrumpió mis pensamientos.

—Zoe, te veo pensativa. ¿Tienes algún tipo de información sobre Akim Komarov? ¿O siquiera crees tenerla?

Y aquí era donde mi mente y mi corazón comenzaban una guerra sin límite, luchando por apoderarse de mi boca y hacerme saber qué era lo mejor, si la razón o el sentir.

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