CAPÍTULO IX
Durante todo el recorrido a mi casa, me mantuve callada. Tuve que acceder a decirle a Auro en dónde vivía, ya que, si no lo hacía, quién sabe a dónde me hubiera llevado y, a decir verdad, tenía miedo.
—¿No vas a hablar en todo el camino? —me preguntó Matthew asomando su cabeza al asiento trasero.
Negué con la cabeza y sin mirarlo a los ojos.
—Está asustada —le respondió Auro—. ¿Y cómo iba no estarlo después de todo lo que tuvo que pasar hoy? Todo es culpa tuya, Matthew.
—¿Culpa mía? Disculpe gran Gian Millani, es a ti a quien está buscando el estúpido agente.
—¡Por asuntos tuyos!
Y así se mantuvieron discutiendo durante todo el trayecto. Yo tan solo observaba por la ventana el brillo de la luna. A pesar de la pesada y mala noche que estaba teniendo, la luz de la luna me hacía sentir algo especial. Saber que la oscuridad nunca la opacaba, sino que, por el contrario, la hacía sobresalir luciendo tremendamente hermosa. La luna parecía solitaria en el firmamento, pero nunca dejaba de brillar. La luna me hacía sentir acompañada cada que alzaba los ojos hacia ella, recordándome que por más oscuro que todo pareciera, ella siempre estaría ahí, brindando un poco de luz a lo que carece de ella.
Me perdí tanto en mis propios pensamientos que ni siquiera me di cuenta en el momento que Auro llegó a mi casa. Bajó del coche y abrió mi puerta, liberándome finalmente. Salí del auto y me acompañó hasta la puerta de mi hogar.
—Puedo ir sola —musité.
—Lo sé, pero quería hablar un poco contigo sin que escuchara Matthew.
—Ignati —lo corregí.
—Matthew —volvió a decir—. En fin, si de verdad quieres saber el desastre que hay detrás de todo esto, te invitaré a salir la próxima semana. Iremos a un café, nos sentaremos totalmente relajados y te explicaré absolutamente todo, sin importar el tiempo que tenga que tardarme. Y entonces... Será todo. Después de eso no tendrás que volver a verme, no te preocupes por eso, sé cómo esconderme.
La manera en la que hablaba con tanta seriedad en su rostro lo hacía lucir tan diplomático. Si no fuera por lo que acababa de escuchar y vivir unas horas antes con él, me creería que era el estudiante perfecto, como lo describió el profesor White; lleno de seriedad, algo introvertido, inteligente, correcto y educado. Pero la realidad era otra, aunque yo no la conocía completamente, sabía que Auro estaba relacionado a grandes criminales.
—¿Por qué la próxima semana y no mañana? Digo, entre más pronto sea todo esto mejor, ¿no lo crees?
—Esta semana no estaré aquí —habló nervioso—. Tengo un viaje.
—Déjame adivinar. Italia.
Él miró hacia el suelo, tratando de ocultar su pena ante mi respuesta irónica, dándome a entender que yo estaba en lo correcto.
—No es lo que estás pensando, Zoe.
—Está bien, avísame cuando regreses y después de eso, no habrá ningún tipo de contacto entre tú y yo de nuevo.
—Lo prometo —dijo asintiendo con la cabeza, pero sus ojos seguían expresando tristeza.
Observé una vez más la luna llena, ya que desde donde estábamos parados se veía realmente hermosa. Me quedé anonadada ante tan conmovedora vista y me resistí a mirar a Auro porque sabía que sus ojos hacían un juego perfecto con la luz de luna. Un juego al que yo no estaba dispuesta a renunciar. Aun así, su voz me llamó
—Parece que admiras mucho a la luna —habló dibujando una media sonrisa en su rostro.
—Es la única luz en toda esta aterradora oscuridad. No se apaga. Siempre da luz a quien no puede ver.
En un segundo sentí como su mano helada tomó mi mejilla y la rozó suavemente con la yema de su dedo pulgar, causando que me estremeciera. Luego me obligó a mirarlo.
—Eres como ella. Le das un poco de tu luz a la gente que está podrida por dentro.
Esta vez fui yo quien bajó la vista al no saber qué responderle. Por dentro estaba muriendo y mi corazón quería explotar de amor por él, pero no podía demostrarlo. Apreté mis labios con fuerza para evitar emitir algún sonido que me delatara, él lo notó y soltó una leve carcajada.
Hubo un pequeño silencio entre nosotros, debido a que me quedé muda ante su comentario.
—Por favor ten cuidado con Mason.
Resoplé.
—Es un agente, Auro —le dije—. ¿Un presunto mafioso me está pidiendo que me cuide de un policía? Parece no tener sentido, en teoría debería estar más segura con él.
—Puede no ser lo que piensas. Está obsesionado con encontrar a Akim, lleva años buscando algún rastro suyo, alguna pista. Es capaz de hacer cualquier cosa con tal de llegar a él —trató de explicar lleno de preocupación.
—Bien —mascullé tomando un poco de distancia de él, dispuesta a entrar a casa—, supongo que hablaremos de ello después. Intentaré estar alerta.
Auro con los ojos cerrados soltó aire, expresando un gran alivio al escucharme decir eso. Después asintió levemente.
—Nos vemos, Zoe —dijo para comenzar a alejarse de mí.
Me quedé un par de segundos observando su silueta caminar hacia el coche. Caminando tan relajado como siempre, con las manos guardadas en los bolsillos de sus jeans rasgados, como si no le preocupase la situación en absoluto. Repentinamente, noté como frenó en seco y se dio la media vuelta, para regresar corriendo hasta donde estaba yo.
—Olvidé algo —dijo acercándose a mí y depositando un suave beso en mis labios.
Sus ambas manos estaban sosteniendo mi cara, y no pude resistirme más para seguirle el beso. No pude resistirme ante su encanto, por más que estuve intentándolo todo el tiempo, la tentación me ganó.
—Lo siento. Tenía que hacerlo antes de alejarme de ti —dijo entre divertidas risas.
Y sin más se marchó. Una enorme sonrisa lo acompañaba hasta el coche y no se percató de que en mi rostro también había una.
Luego de eso, mis días parecían transcurrir con mucha normalidad. Ayudar a mamá en las tareas del hogar por la mañana, ir a la escuela, convivir con Kian y Mónica, tomar casi cinco horas seguidas de clase y finalmente llegar a casa para hacer tarea toda la noche. Terminaba el día totalmente agotada y, aun así. mamá seguía insistiendo en que debía conseguir un trabajo.
Respecto a Auro, no había ni una sola señal, ni de él, ni de Matthew. Al menos ahora sabía que cuando se desaparecían era porque viajaban a otros países, aunque no sabía exactamente para qué. Habían pasado cerca de seis días desde que ocurrió el incidente y no sabía cuándo regresaría.
Extrañamente, el agente Coleman tampoco había tratado de contactar conmigo. O bueno, no hasta esa noche.
—Zoe —dijo mi madre entrando a mi habitación—, el agente Coleman está afuera. Quiere verte.
Fruncí el ceño y sin lograr entender del todo, abandoné mi tarea de física en el pequeño escritorio de mi habitación.
—¿Estás en problemas, hija? ¿Es por ese criminal de nuevo? —me detuvo mi madre antes de cruzar la puerta.
—No, no mamá —mentí, mi nerviosismo era evidente—. Mason ha estado haciendo vigilancia en la escuela estos días, supongo que tiene alguna información importante que darme.
—¿Mason? —dijo imitándome, pero con una expresión de confusión en su rostro— ¿De cuándo acá el agente y tú se llevan tan bien?
—Hablamos luego, mamá —farfullé finalmente saliendo de mi habitación, intentando evadir la conversación que mamá quería tener.
Estando ya a punto de abrir la puerta principal, detrás de la cual me esperaba el agente, me detuve un segundo para tomar aire y pensar en qué le diría sobre lo que ocurrió ese día. Aún sin estar muy segura, abrí la puerta encontrándome con su rostro lleno de seriedad y sus ojos ámbar viéndome fijamente. Sentí un escalofrío recorrer lentamente mi espalda al hacer contacto visual con él. Su mandíbula estaba algo tensa, dándome a entender que no estaba del todo contento, y claro, no era para menos.
—Agente... —susurré lista para comenzar a dar excusas sobre mi comportamiento de ese día, pero él me interrumpió.
—No, Zoe. No tengo mi placa conmigo ahora mismo, ni mi tarjeta de identificación. No estoy en turno. En este momento soy solo Mason, no agente.
Asentí inquieta. Sabía que tarde o temprano tendría que venir el reclamo, como si se tratase de mi padre. Lo invité a pasar por cortesía y él sin dudar aceptó. Mamá lo saludo cordialmente en cuánto lo vio y lo invitó a quedarse a cenar, yo por dentro estaba rogando para que él se negara.
—Solo estoy aquí para mostrarle un par de cosas a su hija, señora, fuera de mi trabajo como agente, pero muchas gracias por la cena, tal vez sea en otra ocasión.
Mi madre al escucharlo entendió que era una plática más personal, por lo que se despidió con una sonrisa amable de él y abandonó la sala, dejándonos solos a Mason y a mí para poder hablar.
—Estás en peligro, Zoe —soltó—. No quiero asustarte, pero en verdad estás en peligro relacionándote con Auro.
—¿Podrías bajar la voz? —le pedí acercándome a él, cuidando que mamá no estuviera cerca para escuchar—. Bien, explícame por qué estoy en peligro. ¿Qué tanto sabes de Auro?
Mason me miró y dejó salir un enorme suspiro de su boca, preparándose para hablar. Aparentemente, tenía mucho que decir, por lo que tomó asiento en mi sofá y después señaló con su dedo el moretón en su rostro.
—¿Estás viendo esto? Ignati me golpeó para poder huir. ¿No crees que si verdaderamente fueran inocentes no habrían huido de la manera en la que lo hicieron? Ya te lo dije, Zoe, son una familia de mafiosos, operan con las mafias italiana y rusa simultáneamente y son potencialmente peligrosos. Los conocí hace cuatro años en un operativo en Rusia para capturar a Akim. Están siendo buscados por las autoridades italianas y rusas por diversos delitos. Esos chicos son unos monstruos, no podrías entender la inimaginable maldad que hay en ellos.
Tragué saliva al escucharlo. La manera en la que me lo decía era tan real y alarmante que no pude evitar asustarme. Por su manera de narrar parecía que estaba contándome una confusa historia de terror, sin embargo, esto no era ficción y era lo que me aterrorizaba más. Había una duda que no dejaba de rondar por mi cabeza, a pesar de que tenía miedo de saber la respuesta, la curiosidad me estaba matando, así que me animé a preguntar.
—¿Por qué tipo de delitos está siendo buscado Auro? —pregunté con voz quebrada.
Cerré los ojos esperando escuchar su respuesta.
—Privación de la libertad, tráfico de armas, tráfico de sustancias, delitos contra la salud pública, amenazas y... —pausó— homicidio.
Mi cuerpo se congeló al escuchar todo aquello. Mantuve mis ojos cerrados con fuerza esperando que se tratara de una cruel broma por parte de Mason, o solo un mal sueño del cual ya debía despertar.
—Si no quieres creerme a mí, entonces míralo por ti misma —dijo en voz baja, colocando un portafolio en la mesa de mi sala para que yo lo tomara—. Ahí está todo lo que necesitas saber, Zoe.
Lo tomé con manos temblorosas y lentamente lo abrí para ver lo que había dentro.
El miedo recorría cada rincón de mi cuerpo, mientras mis ojos observaban lo que había dentro del portafolio. Ojalá no lo hubiera visto. Dentro de él estaban folletos de búsqueda con la cara de Auro y bajo el nombre de Gian Millani. Aparentemente buscado por los delitos de asesinato, tráfico de armas, conflictos con bandas delictivas y secuestro. Mis manos seguían analizando las hojas que el agente me había dado y entre ellas encontré una noticia de periódico. Esta estaba en italiano, pero claramente podía notarse una foto de Auro en ella, luciendo como todo un mafioso.
—Espera a ver la última —habló Coleman.
Decidí ignorar los demás folletos porque todos eran lo mismo, y pasarme a la última hoja, como lo había dicho Mason. En ella estaba escrito un reporte en italiano, que después tenía su traducción en inglés. Entre tantas palabras confusas entendí que se acusaba a Auro de haber asesinado un hombre de treinta años, en las calles de Venecia con un arma de fuego. Aquello fue suficiente para mí. Alejé los papeles y me levanté del sofá, horrorizada.
—¿Por qué me enseñas esto? —pregunté a punto de romper en llanto.
—¿Acaso no es obvio? Estás conviviendo con un asesino. Ese es solo uno de los crímenes que se le ha podido comprobar, imagina cuántos más no habrá hecho sin ser descubierto. Es uno de los mafiosos más buscados en tres países y tú como si nada. ¡Reacciona, Zoe! Es momento de que lo entregues a la policía, antes de que sea demasiado tarde y termines como el hombre al que asesinó en Venecia.
Sus palabras eran crudas. Y lo peor de todo, verdaderas. Habían perforado mi corazón por completo, dejándome sin aliento. Las lágrimas comenzaron a salir descontroladamente de mis ojos como dos abundantes cascadas, acompañadas de mis sollozos.
—Tengo miedo, Mason —susurré con mi voz totalmente quebrada, casi inentendible.
Noté como se levantó del sofá para acercarse a mí y rodear mi cuerpo con un cálido abrazo. Una de sus manos acariciaba mi cabello suavemente intentando tranquilizarme, mientras su barbilla estaba ligeramente pegada a mi frente.
—Tranquila, voy a sacarte de esta, Zoe.
—¿Por qué tú no puedes hacer algo al respecto? Eres agente, si de verdad Auro y Matthew son unos monstruos, debes hacer algo.
—¿Matthew? —preguntó confundido.
—Ignati.
—Ah —suspiró—. Esos malditos se cambian de nombre como de calcetines. Verás, Zoe, hace seis años tuvimos problemas graves, yo terminé vetado del caso y por poco pierdo mi placa. Ellos son poderosos, el padre de Ignati es el jefe de la mafia rusa, por lo tanto, sus hijos están totalmente protegidos. Cualquier persona que quiera atacarlos sufre las consecuencias y yo las sufrí, cuando intenté arrestarlos. Hace una semana lo encontré contigo en el estacionamiento de la escuela, quise detenerlo, pero escapó. Aun así, si vuelvo a mencionar algo del caso de Ignati o Gian perderé mi placa y el trabajo que tanto amo. Es por eso que yo no puedo hacer mucho, pero tú sí.
Limpié mis lágrimas intentando tranquilizarme para analizar mejor la situación. ¿Estaba en mí el detener a Auro? No podía hacerlo, no podía acusarlo y menos si no me constaba nada de aquello. Temía por la probabilidad de que fuera cierto, pero había otra probabilidad de que todos fueran malentendidos por la familia de Matthew, que inevitablemente también era de Auro.
Mi mente se encontraba terriblemente confundida y sin saber en quién confiar.
¿A quién debía creerle?
—¿Sabes? Durante los seis años que tengo buscando a Akim, todo me lleva a Auro, sin importar el país. No importa si es Rusia, Italia o Estados Unidos. En dondequiera que haya algún rastro de Akim, Auro está ahí. Al principio pensé que solo podía estar relacionado a él, pero ahora creo que es él. Creo que Auro puede ser Akim.
—Por favor, dame tiempo de pensar las cosas. Auro es... Alguien que me importa.
Caminé hasta la puerta y la abrí, invitando amablemente a Coleman retirarse. Mi mente ya había sido expuesta a demasiada información como para seguir. Creo que ya tenía suficiente como para no poder dormir por lo menos por tres noches.
Él notó lo que quería decirle, así que tomó el portafolio y salió lentamente por la puerta.
—Piénsalo muy bien, Zoe. Estoy preocupado por ti. Si decides hacer lo correcto, prometo sacarte de esta situación, tú no mereces pasar por esto. Pronto todo pasará y recuperarás tu paz.
—Gracias por preocuparte, Mason —respondí.
Entonces abandonó mi casa, dejándome con millones de dudas y un enorme hueco en mi corazón. Si realmente Auro era todo aquello que Mason decía, mi deber era entregarlo a las autoridades. Eso era lo correcto.
A pesar de que él había dicho que no me haría daño, no podía evitar sentirme expuesta al peligro. Independientemente de si él era un mafioso o no, el ambiente en el que se desenvolvía era terrible.
El sonido de mi teléfono anunciando una llamada entrante me desconcertó. Revisé la pantalla y me topé con su nombre. Era Auro. Supongo que se había llegado el día. El día de su regreso de Italia, donde intentaría explicarme todo desde su punto de vista, pero era demasiado tarde porque yo ya estaba aterrada.
Dudé sobre si debía contestarle o no.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top