Nunca es tarde 📷

Aura

—Es una suerte tenerte a ti como hermano —comento algo nostálgica, no puedo evitarlo.

—Y es una gran suerte tenerte a ti, como esposa.

Su comentario me confunde y me altera, siento mi rostro calentarse y la mirada inquieta y algo preocupada de Ligia solo hace que me inquiete más. No entiendo porque él dijo eso, ahora que estoy pasando por un momento muy difícil en mi vida

—No deberías decir eso —mi voz es algo dura aunque solo es para encubrir lo mal que me siento.

—Si esperas una disculpa de mi parte por lo que dije, no la escucharás, esta vez no voy a callar.

Llegan de golpe a mi mente antiguos recuerdos, será posible que él... Niego de inmediato, Daniel no me dijo nada en ese entonces y Julián... posiblemente todo lo que él me dijo sobre Daniel hayan sido mentiras.

—Tengo que colgar —Su voz me hace volver a nuestra situación actual—, pero eso no significa que nuestra conversación haya terminado, mañana estaré en tu casa.

—Está bien —hablo en voz baja, un poco más tranquila.

Escucho el sonido característico de una llamada finalizada y no entiendo porque sus palabras me afectan tanto si él y yo no somos nada; me sorprende la fácil reacción que tuvo mi mente ante él, sé que me sentí ofendida al oír sus palabras, pero escuchar una promesa que debe cumplirse alivio cualquier tensión existente en mi cuerpo.

—Debes tomar algo —Ligia me ofrece un vaso con agua.

Mantengo el celular entre mis piernas en tanto tomo el vaso y sin darme cuenta bebo toda el agua en poco tiempo. Miro el móvil y aprovechando que Julián no está llamo a papá, marco rápidamente los números y espero que la llamada sea contestada. Intento tres veces y finalmente contestan.

—Buenas tardes familia Caballero Sáenz en que...

—Hola Elizabeth, soy Aura —la interrumpo y al otro lado de la línea escucho sus gritos llamando a papá.

—Estoy llamando a tu padre para que hablen.

—No te preocupes, puedes usar el altavoz, quiero hablar con los dos.

La escucho respirar profundamente, creo que ella aún se siente incomoda por la relación que lleva con mi papá y debo decir que me parece algo absurdo, ellos están casados y son padres, gracias a ella tengo a una hermana que amo.

—Hola hija —sonrió al oír la voz de papá— disculpa la demora, estaba llevando a Milena a su cuarto.

—¿Ella se encuentra bien? —oír aquello me asusta.

—Sí, no te preocupes solo estaba cansada y la lleve a dormir un poco.

—Espero que no sea yo quien los moleste.

—En absoluto —comenta Elizabeth al instante— no sabes lo felices que somos cuando nos llamas.

Odio pensar y saber que no me comunico con ellos tanto como me gustaría; hasta ahora estoy viendo todas las limitaciones que me ha impuesto Julián en todos estos años.

—Empiezo a sospechar que tu llamada no es para saber cómo estamos...

—Por favor papá no pienses eso.

—No me interrumpas —Al parecer esta algo malhumorado y disgustado, no lo culpo— soy tu padre y te conozco muy bien Aura, dime la verdad ¿Qué pasa en tu casa? ¿Por qué llamas hasta ahora y no lo habías hecho antes?

Esto era lo que temía, su reacción. Los dos nos conocemos muy bien y en ocasiones eso me disgusta, sin embargo no puedo culpar a nadie por mis actos egoístas —como no llamar a mi familia— nadie debería manejar mi proceder, pero sin darme cuenta o por ignorarlo por completo Julián lo hizo.

—Estoy esperando una respuesta Aura.

—Por favor Jacobo no seas tan duro con tu hija —Elizabeth trata de razonar con papá— ¿Acaso esa es la manera de hablar con ella después de tanto tiempo?

—No te preocupes Eliza, mi papá tiene toda la razón —le aseguro— aunque me duele un poco el aceptarlo.

—Perdóname hija —mi padre habla más tranquilo—, pero me siento impotente al no poder hacer algo por ti, sé que me dijiste que no te llamara, que siempre esperara tu llamada, pero no lo haces, escribir ha sido mi única manera de estar contigo.

Prometí ser fuerte al estar con papá, que no lloraría y me siempre me mostraría fuerte, peor duele escuchar toso eso y saber lo triste que esta.

Después de los dos primeros años de casados Julián me pidió que solo llamara a mi familia cuando él estuviera presente y no era algo seguido ya que su trabajo le impedía estar con frecuencia en casa así que decidí enviarle cartas, pero después de algunos años él también empezó a vigilar eso. En ocasiones Julián se mostraba muy compresivo, pero pocos días cambiada de opinión.

—Seré sincera con los dos —me encuentro muy segura acerca de mi decisión— Julián y yo estamos pasando por un momento crítico en nuestra relación... cada día que pasa se amplía la brecha entre los dos hasta el punto de no soportar nuestra presencia y pensé en...

—¿En qué pensaste? —cuestiona Elizabeth de manera precavida.

—En el divorcio.

Estoy un poco sorprendida de mí misma, aquella palabra salió con gran facilidad de mi boca; no escucho alguna palabra por parte de papá o Eliza, en la cocina escucho algunos golpes, al parecer Ligia también está sorprendida por lo que acaba de oír.

—¿Estas segura? —cuestiona mi padre.

Aquella pregunta me devuelve al pasado, la misma pregunta que utilizo cuando le dije que quería casarme, sé que le desagrado mucho la idea, pero fingió lo contrario cuando le comenté lo feliz que me sentía, sin embargo callé mis miedos e inseguridades respecto a ese tema, fue mi madre quien me apoyo —si es la palabra adecuada— en todo mi camino al matrimonio.

Puedo escuchar sus suspiros, sé que el difícil para el hablarme sobre ese tema, al inicio de su divorcio con mamá lo tome mala, pero el tiempo me hizo ver la verdad, el amor se había acabado, aunque creo que nunca existió.

—Si tú crees que esa es la solución a tus problemas, estaré a tu lado.

No sé en qué momento había dejado de respirar, pero escuchar su apoyo impulso a mi cuerpo a tomar aire y sentir fuertemente el latido de mi corazón.

—Sabes que esta es tu casa —comenta Elizabeth.

Es como tener otra familia, no estoy segura si mi madre me diría lo mismo aunque ella ahora no importa, siempre odio mi carrera y su apoyo nunca existió, gracias a mi abuela y mi padre logre obtener un título profesional.

—¿Cuándo vendrás? —pregunta papá.

—No lo sé, en este momento no tengo una fecha definida, presiento que será muy pronto, no te preocupes.

—Te dije que tu hija llamaría pronto —asegura Elizabeth de forma susurrante.

—¿Cómo llevas el embarazo?

Había olvidado su situación actual y sería imperdonable no preguntar, ella es la madre de mis hermanos.

—Todo marcha maravillosamente —menciona cariñosamente— antes que llamaras estábamos en la cita mensual, tu hermana estaba muy ansiosa por verlo.

—¿Es un niño? —estoy muy sorprendida.

—Aún no lo sabemos —escucho a papá— pero...

—Tú papa quiere que sea un niño —dice Eliza entre risas— ya compró su primer traje, aunque trato de ocultarlo lo vi y su color es azul.

Sonrío al oír todo aquello e imaginar la cara de mi padre al ser descubierto, puede comportarse como todo un pequeño cuando se lo propone.

—¿Puedo dar un nombre si es un chico?

Mi voz sale un poco triste, no sé si es debido a la emoción del momento o al insípido recuerdo de no saber si algún día tendré la oportunidad de ser madre.

¡Dios! Debo sacar aquel pensamiento de mi cabeza.

—Por supuesto.

La voz maternal de Elizabeth solo provoca que ese sentimiento sea más grande.

—Me gusta Gabriel.

—Es perfecto —hablan al unísono.

Conversar con ellos se muy tranquilizante, pero la emoción no puede durar para siempre, escucho un auto llegar y al acercarme a la ventana observo a Julián llegar, me quedo en shock, no sabía que iba a llegar, aparentemente, temprano.

—Hija ¿pasa algo?

—Lo siento tengo que colgar.

No espero oír su voz y saber que me escucho, termino la llamada y con mis manos algo temblorosas dejo el teléfono en su sitio, me dirijo cadi corriendo a mi habitación, pero la puerta está siendo abierta y me quedo congelada en mi sitio.

—¿Para dónde vas?

Giro sobre mis talones hasta quedar frente a Julián quien me mira de forma interrogativa. Puedo ver en su rostro que se encuentra sereno, su voz no me inspira algún mal sentimiento, solo me mira con curiosidad.

—Subía al baño.

Julián parece aceptar mi respuesta; sigue su rutina de siempre así que se dispone a ir a la recamara y al pasar a mi lado se detiene, siento como el mundo cae sobre mí y al percibir su rostro muy cerca al mío cierro los ojos y mis manos se forman en puños a mis costados.

Siento un ligero, pero duradero beso en mis labios e instantáneamente abro los ojos y lo que miro me asusta, Julián se limita a sonreír y sigue su camino. Me quedo allí y solo lo observo mientras sube cada escalón; poco a poco mi cuerpo cae y me siento en el frio piso, no entiendo nada de lo que paso.

—¿Te encuentras bien?

Miro a Ligia a mi lado quien apoya sus manos en su cintura y su mirada recorre todo mi cuerpo buscando alguna señal que le muestre el porqué de mi situación. Me apoyo en mis manos y me impulso hasta quedar de pie nuevamente, limpio mi pantalón y trato de alisar mi cabello; mi mente se encuentra en blanco y lo único que hago es mirar las escaleras por unos segundos, el ruido en el segundo piso me indica que Julián está buscando algo y que sí está en casa.

—Ya que el señor ha llegado voy a servir la cena.

A mi espalda Ligia se dirige a la cocina y yo decido caminar hacia el comedor, esperando a Julián.

En pocos minutos los dos estamos cenando, esta vez él se encuentra tranquilo y me observa mientras come, aunque lo hace de manera fugaz es imposible no sentir su mirada sobre mí.

—Tu mejilla se ve un poco más roja —señala su pómulo haciendo alusión al mío.

Toco levemente mi rostro, duele un poco menos, pero sigue allí ¿Cómo podría olvidar el origen de ese golpe? Fue él quien lo provoco y ahora está señalando ese hecho, la rojez, resultado de su agresión ¿acaso quiere traer a la mesa lo ocurrido?

—Es el resultado de un golpe —replico— tu...

—Debes tener más cuidado cuando no estoy en casa.

¿Qué está pasando con ese hombre? No puedo evitar mirarlo con total sorpresa -o descaro- Julián parece ser otra persona, donde sus malos actos han sido olvidados.

—Debo decirte algo importante —coloca sus dos manos bajo el mentón— mañana asistiré a la inauguración de un nuevo centro médico, no te comunique nada porque pensé que podrías aprovechar ese día para salir y visitar a tu padre.

—¿Estás seguro? —toda la tensión anterior se ha esfumado al oírlo hablar.

—Por supuesto.

Y sin decir otra palabra se levanta de la mesa y se dirige a la sala, dejándome perdida en mis pensamientos abstractos ¿acaso su personalidad se debe a su aparente trastorno?

———

Pensé que Julián estaría toda la mañana en casa, pero no fue así, poco después que el reloj marcara las ocho había salido, no hubo despedidas y reconocí el verdadero sentimiento que nacía para él, nada.

Nueve años juntos en total actuación, creyendo que estaba felizmente casada y en menos de una semana todo de desmorona. Sí, algo dentro de mí no deja de doler, pero al menos ya no me encuentro ciega ante la realidad. Si Julián había logrado hacer una vida fuera de la mía yo también puedo hacerlo.

Al llegar la tarde no dejo de mirar el reloj y tan pronto escucho un ruido procedente del exterior corro a la ventana para saber quién se encuentra afuera. Si por mi fuera me daría una cachetada o retrocedería el tiempo, aunque la segunda opción pueda sonar mejor elegiría la primera ¿Cómo puedo tener una cita con alguien y no saber cuál es la hora en la cual debo estar lista? Espera ¿esto es una cita?

¿Qué piensas que es?

Oh querida mente espero que no... ¿o eso es lo que quiero?

Grito de frustración al no tener una idea clara en mi cabeza. Mi creciente mal genio es interrumpido por una sonriente Ligia quien mira nuestro querido celular secreto que lleva en sus manos y enseguida me mira.

—Acaba de llegar un mensaje —anima tranquilamente haciendo que me altere un poco— debes alistarte pronto, vendrá por ti.

Siento a mi corazón hacer volteretas en mi pecho mientras mis manos comienzan a sudar.

—¿Estas segura?

Muevo mis dedos en señal de mi nerviosismo, pero no obtengo respuesta; Ligia llega a mi lado y me empuja levemente hacia las escaleras, si es un mensaje creo que lo capte por completo o eso creo.

HACE 9 AÑOS

Creo que mi emoción fue más grande que la realidad, aunque aún me tiemblan las piernas y me sonroje un poco más cada vez que el me mira, no dejo de pensar en este lugar para una cita.

Si todo sale como lo he planeado, seré el dueño de este gran hospital.

Sonrió ante su comentario lleno de ilusión y du emoción al hablarme de sus sueños me alegra por completo.

Estoy segura que lo lograras.

Me toma de la mano y me lleva al último piso del edificio, no le pregunto hacia dónde vamos, solo me dejo llevar por él. Pronto nos encontramos frente a una gran puerta y en esta se ven algunas letras doradas: Gerencia.

Julián abre la puerta e ingresamos, la oficina es grande y amplia, los muebles parecen ser nuevos y cada libro y carpeta del lugar se encuentran en completo orden, varios cuadros se encuentran enmarcados en la pared y al acercarme a uno de ellos, veo que es un acta de grado obtenido en una prestigiosa universidad, otro cuadro es un diploma por excelencia académica.

Escucho una canción un poco estridente, la reconocería en cualquier lugar, es el tono de llamada del celular de Julián.

Ahora vuelvo, tengo que atender esta llamada.

Lo único que hago es asentir, busco un sillón sonde sentarme y me limito a mirar cada rincón del lugar, procuro no tocar nada ya que esa es la manera de no crear problemas en un lugar que desconozco por completo.

PRESENTE

Salgo de la ducha rápidamente, hace poco había escuchado a Ligia en mi cuarto y al salir del baño encuentro el vestido sobre mi cama, acompañado de mis zapatos —de hace dos años— y una cartera de sobre pequeña. Sin duda alguna mi ama de llaves está más preparada para esto que yo.

Trato de no demorarme mientras me arreglo, busco lencería a juego con el vestido, perfumo mi piel y me visto, acaricio la suave tela sobre mi cuerpo y al verme en el espejo puedo ver a una mujer que estaba oculta bajo telas inexistentes tejidas con olvido, miedo y tristeza. Sonrió ante la nueva versión que soy y seré, busco el maquillaje y me arreglo, resalto mi mirada, cubro de rosa mis pómulos y finalmente mis labios. El color rojo pálido perlado enmarca cada centímetro de mi boca y me siento más sexi que nunca.

Escucho el timbre sonar y por poco me caigo al tratar de calzarme mis tacones.

¡No puedo creerlo, aun me falta le peinado! ¿Qué hago ahora? Vaya, no tengo más que pensar, ya estoy vestida, imagino que mi cabello no representara un gran problema. Tomo mi cartera, verifico que todo lo que necesite se encuentre allí y bajo las escaleras, pero no encuentro a nadie, me dirijo a la sala y lo que veo sobre la mesa me descoloca por completo.

Me acerco lentamente y toco levemente los tallos y hojas verdes, el gran mosaico de diversos colores parece ser surrealista e imposible, pero cada pétalo y flor son reales. En medio de estos observo un sobre, lo tomo de inmediato y leo le mensaje que lleva dentro.

"Espero no sea tarde para una flor"

Daniel.

—Nunca se es tarde cuando es la primera vez.

—Son muy hermosas, pero ¿Qué harás si tu esposo las ve?

Creo que Ligia lo ha hecho sin querer, romper mi burbuja de felicidad, pero ella tiene toda la razón. No puedo ocultarlas fácilmente, es un arreglo muy grande, en mi cabeza se crea la mentira perfecta.

—Si me pregunta le diré que es un regalo de mi padre.

Con la carta entre mis manos miro a Ligia, sé que ella entiende todo lo que está pasando, pero no sé si lo acepta así de fácil; guardo el pequeño sobre en mi cartera y nuevamente es escuchado el timbre.

Decido abrir la puerta y al hacerlo observo a Daniel al otro lado, al principio no se percata de mi presencia y verlo detalladamente parece un joven distraído, con sus manos en los bolsillos de su pantalón y mirando a un lado; pero, cuando su mirada se posa en la mía todo cambia en él, se sorprende un poco y se acerca, sonríe, toma mi mano y deposita allí un beso.

—Estas impresionante, bella.

Si hubiera escuchado esas palabras antes no las creería, sin embrago ahora las siento tan sinceras.

—Y tú eres todo un galán.

Ríe ante mi comentario y yo también lo hago; lo invito a pasar y el acepta, lo dejo en la sala mientras corro al baño y peino, así sea un poco, mi cabello, aplico un poco de crema en el para evitar que se aloque más adelante y salgo. Miro a Ligia hablar animadamente con Daniel, nunca la había visto así con alguien, ni siquiera con Julián, me agrada verlos tan animados y seguros; cuando él me mira algo en mi interior me indica que no está mal lo que estoy haciendo. Me acerco a ellos y Daniel me ofrece su brazo, lo tomo y salimos de la casa.

—Que esta noche sea perfecta —nos grita mi querida ama de llaves.

Me giro y veo a Ligia moviendo su mano rápidamente, su rostro no deja de mostrar una amplia sonrisa y hago lo mismo antes de subir al auto, Daniel abre la puerta y ya cuando me encuentro dentro el también sube y nos dirigimos juntos a la inauguración.

—Gracias por las flores —comento nerviosa mientas miro por la ventana, mi poca fuerza me impide verlo a la cara, aunque de seguro es poco de vergüenza o una mezcla de todos los sentimientos posibles.

—Sabía de tu gusto por esas flores hace años, cuando pensé que espiarte un poco me acercaría a ti.

—¿Me espiabas?

Su confesión es algo que nunca esperaría, recuerdo haberlo visto en algunas ocasiones en compañía de sus hermanas, pero eso fue hace tantos años ¿Cómo podría acordarse de ello?

—Al saber tu lugar de trabajo e incluso tu horario modifiqué mi ruta hacia el hospital en el cual laboraba, te parecerá algo loco, pero elegí la ruta más larga solo por verte.

Esta vez mi atención se centra en su rostro y él solo sonríe, mi cara debe ser todo lo contrario ya que al verme de reojo su semblante cambia un poco, está más serio.

—No te preocupes —habla serenamente— no soy un acosador, cuando Julián me conto sobre la relación que llevaban trate de no buscarte más o saber algo de ti.

Oír aquello ultimo me molesto ¡Dios! No entiendo claramente por qué o talvez si, era como recibir una puñalada en mi ego.

—Aún no me dices ¿Cómo sabías mi...

—Estaba acompañando a mi hermana en un local cercano —me interrumpe y al parecer dará luz a mi pregunta— me escape por unos minutos... llegue a tu trabajo y mire como Vicente te regalaba un pequeño ramo... vi tus ojos y...

Lo recuerdo, ese era un regalo de agradecimiento por un trabajo que había salido muy bien, días antes le había comentado a Vicente mi gusto por aquella flor y lo difícil que era para mi tener, al menos una, ya que Julián aseguraba ser alérgico a las flores, vaya que excusa tan tonta, a él nunca le gusto lo que quería o hacía.

—Llegamos.

La voz de Daniel me aleja de mis pensamientos y el lugar que ven mis ojos es totalmente maravilloso. El edificio es grande y está bien iluminado, pero lo que llama más mi atención son las grandes letras doradas que adornan la parte alta del sitio: Centro Médico Pediátrico de Florida. Al momento de sentir el auto detenerse un joven botones abre la puerta a mi lado y me ayuda a salir, en segundos Daniel se encuentra a mi lado, mi mano toma su brazo inconscientemente, al percatarme de ello trato de retirarla.

—Por favor no lo hagas —dice al mirarme— no quiero perderte allá adentro, no quiero estar solo.

Respiro resignada y dejo mi mano en aquel lugar y aunque me cueste admitirlo frente a él y el mundo, tiene un brazo muy cómodo... y no quiero estar sola... quiero estar con él.

Caminamos hacia la entrada y una joven muchacha pide la invitación, momento en el cual me siento perdida y mortificada. Daniel saca de su saco la tarjeta y puedo sentir la mirada de aquella mujer sobre mí; después de unos segundos interminables donde mis manos comienzan a sudar, la mujer da un visto bueno y podemos seguir caminando. En nuestro recorrido Daniel saluda a varias personas, al parecer son amigos y colegas, me siento extraña con su compañía y las miradas sin ningún rastro de disimulo nos acompañan, trato de centrarme en las decoraciones de las múltiples mesas y en leve música que se puede oír, pero las murmuraciones a mi alrededor me están poniendo paranoica.

—Así que tu lograste que ella saliera de casa.

Aquella voz hace que mi cuerpo se alarme, aún no he visto su rostro ya que se encuentra a nuestra espalda, creo sentir a Daniel en una postura igual a la mía, pero él se recupera rápidamente y gira, haciendo que yo haga lo mismo y puedo ver a Julián quien no se encuentra solo. Puedo sentir su mirada y al verla a la cara su rostro dista mucho de estar feliz, sonríe, pero no hay ningún rastro de felicidad, todo lo contrario sobre todo cuando mira mi mano apoyada en el cuerpo de Daniel.

—Es un placer, soy la Doctora Cynthia White.

Ofrece su mano en señal de saludo y quisiera no tomarla, pero la mirada que recibo por parte de Julián no se aproxima a la amabilidad. Tomo su mano entre la mía por un leve momento y la retiro.

—Si nos disculpan seguiremos con nuestro recorrido.

No sé si agradecer o sentirme aun pero por lo que él hace, dejamos atrás a Julián y... Cynthia, ella parecía sentir celos por mi cercanía con ¿Daniel? Mientras caminamos dirijo la mirada a nuestra espalda, Cynthia ya no se encuentra allí, Julián nos observa y no logro descifrar el mensaje en sus ojos.

—¿Quieres algo de tomar? —pregunta Daniel al momento de detenernos.

—Por el momento no, gracias.

—¿Estas bien? Pensé que te sentirías mejor si salíamos de aquella situaron —señala el lugar donde nos encontrábamos antes.

—No es fácil ver a tu esposo acompañado de su...

Decido callarme de inmediato, no creo que sea prudente hablar de ese tema aquí, sobre todo frente a Daniel, no sé cómo es su relación con aquellas dos personas. Canino un poco hasta llegar a una pequeña terraza, observo una, mesa algo alejada de la reunión y me dirijo alli, sonrió al ver dos sillas en el lugar y me siento en una de ellas, pronto la compañía de Daniel de hace presente, pero su mirada me incomoda y mucho.

—Cuando tú me llamaste ayer y me pediste que te acompañara, reconsidere mi asistencia a esta "gran reunión" —dice haciendo comillas imaginarias con sus dedos— pensé que tu querías estar aquí así que...

—¿Cómo llegaste a suponer eso? —cuestiono curiosa.

—Solo lo pensé —afirma— aunque había ideado un plan si todo llegaba a salir de manera diferente, si tu decías que no.

Siento que esta conversación me está llevando a saber más del hombre que me acompaña, estar aquí me aleja de las preocupaciones de estos últimos días y puedo sonreír si pena o miedo. Daniel se levanta, pero antes de irse me hace una señal indicándome que lo espere, pienso en la lista de cosas por hacer en estos momentos y al estar en blanco lo hago. Afortunadamente al es pera no es larga y llega a nuestra mesa con dos copas.

—No podemos estar aquí sin tomar algo.

Recibo la bebida y la tomo rápidamente, un gran error. Comienzo a toser, mi garganta comienza a quemar y siento mis ojos húmedos, unos leves golpes en mi espalda ayudan a controlar mi ataque, regulo mi respiración y pronto todo vuelve a la normalidad, con mi dignidad escapándose por mis poros.

—Creo que la bebida fue una mala idea —Daniel se disculpa, se siente muy apenado por la situación.

—La bebida está bien, no tienes por qué preocuparte —me levanto— mírame casi me ahogo por no saber beber —reímos al tiempo— espérame un momento, voy al baño y regreso.

Entro al salón principal y le pregunto a una camarera por el lavabo, no he tomado suficiente líquido, pero mi vejiga demanda toda mi atención. El baño es amplio y —agradezco a Dios— reluciente, con un leve aroma a jazmín, busco un baño limpio y vacío y entro en el.

Esto es magnífico, es como quitarse un peso de encima o de debajo.

Salgo y lavo mis manos, arreglo mi cabello que amenaza con alborotarse, lo aplaco con un poco de agua y antes de salir enmarco el color de mis labios. Mientras camino de vuelta a la mesa, una pareja llama mi atención, ellos no se percatan de mi presencia y los sigo, se dirigen a un área apartada de los invitados y la poca luminosidad aporta mayor intimidad.

—¿Realmente quieres hacer esto? Tu esposa esta acá.

Si no la estuviera viendo pensaría que se siente culpable, que al menos siente pena por mí, pero hace todo lo contrario. El vestido que lleva deja al descubierto su ropa interior, sus manos se aferran fuertemente a su espalda y en pocos segundos su chaqueta cae al piso. Los gemidos en ambos comienzan a sonar en la estancia y tratan de callarlos en medio de sus besos.

Una lágrima silenciosa baja por mi mejilla, soy una estúpida masoquista por ver esto.

—Aura no es capaz de encenderme como lo haces tú.

El nudo en mi garganta se hace insoportable y antes de darme por descubierta salgo del lugar. Trato de respirar, pero no puedo, mis tobillos amenazan con doblarse en cualquier momento y provocar mi caída aunque ya me encuentro en el suelo, totalmente destrozada; sin saber cómo, llego a la mesa, donde me espera Daniel.

—Quiero irme —demando y él me mira sorprendido.

—Aura, dime ¿Qué te paso? Estas pálida.

—Por favor —le ruego— quiero irme.

Veo en sus ojos que quiere reprochar, pero no dice nada, apoya su mano en mi espalda y salimos de la gran reunión. Tan pronto como entro al auto rompo en llanto, ignoro por completo a Daniel y me dejo llevar por todo el dolor que había soportado mi pecho.

¿Qué hice mal? ¿Por qué Julián me hace esto?

Tardo un poco en notar que el auto se ha detenido, miro a través de la ventana, al parecer nos encontramos frente a un parque ya solitario. Mis labios tiemblan al igual que mis brazos, empiezo a sentir frio e inútilmente trato de entrar en calor al frotar mis manos, pero nada cambia.

—Tienes frío.

Miro a Daniel quien se quita la chaqueta y la pasa seguidamente sobre mis hombros, verlo a los ojos y sentir su compasión aumenta mi llanto. Pronto su cuerpo acobija el mío, trata de arrullarme e innegablemente sé que quiere ayudarme, pero mi mente va a aquella escena.

—Estaba con ella, la estaba besando —hablo con amargura y mis manos forma puños sobre mis piernas.

—Lo sé.

Me alejo de su cercanía y lo miro, no le entiendo.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Tú sabias que esa relación...?

Comienzo a enojarme, ¿acaso Daniel me había ocultado eso? ¿Él también me mintió?

—Los vi ayer —lo dice de manera calmada.

—¿Por qué debería creerte? —mi enojo es más grande que cualquier dolor.

—¿De qué me serviría mentirte?

Trago duro, alivio la tensión en mis manos y alejo mirada de él ¿por qué le creo tan fácilmente? Su mano toma mi rostro y hace que lo mire de nuevo, acaricia mi mejilla y lo dejo hacer. Al estar cerca puedo ver el color de sus ojos y por primera vez miro unos azules claros y penetrantes.

—¿Por qué no te atreviste a ir más allá de un simple saludo?

Aquella pregunta lo toma por sorpresa, pero pronto su rostro refleja una gran sonrisa, demostrándome que entiende mis palabras, mi inquietud.

—Era algo estúpido en ese entonces, creo que ya te lo había dicho.

Y somo si fuera una leve brisa calma a mi fuego creciente, a mi rabia y caos interno.

>> Te miraba y pensaba que merecías a un hombre mejor.

—¿Aún sigues pensando eso?

Podía ver en sus irises su debate a mi pregunta, el seguía siendo aquel joven que prefirió callar sin darse una oportunidad.

—¿Tú me habrías aceptado en ese entonces?

No quiero mentirle a su pregunta, pero no sé cuáles serían las palabras adecuadas para una respuesta clara; en medio de un impulso toco su mejilla y el parece disfrutar de mi tacto, delineo su creciente barba y sonrío al sentir su picor en mis dedos, pero lo peor es sentir un inevitable deseo de besar sus labios.

¡Por Dios! Lo que hace la abstinencia.

¿Por qué no lo besas tonta?

¿Acaso es fácil hacerlo? Claro que no yo...

Sus labios capturan los míos, aunque sea pecado lo estoy disfrutando. Es cálido, no llevamos prisa, él es muy delicado, mis manos se dirigen a su nuca y acaricio su cabello, se acerca aún más y pronto el beso se profundiza, la velocidad aumenta y nuestros besos dejan de ser dulces, son más agresivos, con ansias de más.

Nos separamos en busca de aire, pero nuestras manos siguen en su lugar. No me atrevo a abrir los ojos y dejar ir este momento, Daniel une su frente a la mía, besa mis parpados y mejillas, donde el rastro de mis lágrimas aún permanece.

—Escapémonos.

¿¡Qué!?

Me alejo un poco, su mirada solo me expresa una cosa, no está bromeando respecto a lo que acaba de decir ¿Por qué se me hace apetecible decirle que sí? Pero nada es fácil, me separo del todo y de inmediato su calor desaparece; me acomodo en la silla, mi espalda se adapta al respaldo del sillón y miro por la ventana, el paisaje se torna cada vez más oscuro.

Su petición ha sido ¿extrema? Talvez, la adrenalina por su beso aun recorre mis venas, siento todo esto como si fuera una adolescente, pero mi parte adulta me hace razonar.

—Es la idea más loca que he escuchado —la humedad en el ambiente ha empañado el vidrio de la ventana y con mi dedo trazo algunas líneas en el— Julián me hizo ver en ti lo que realmente él era, por ese motivo llegue a ¿odiar? No, creo que es una palabra muy fuerte... a olvidar e ignorar.

—Eso es aún peor que el odio —puede que su voz suene fuerte, pero el dolor no le es indiferente.

—Y no puedo creer que en menos de una semana —lo miro— eso haya cambiado, debo pedirte perdón por lo equivocada que estaba.

Sus manos ahora se aferran al volante, mira al frente como si buscara algo en la carretera donde pocos transeúntes caminan despreocupados y sonríe, pero no hay emoción en su gesto. Mi mano toma la suya y el cierra los ojos, suspira pesadamente mientras una lagrima baja por su mejilla.

—Quiero intentar ver el mundo contigo, estar en la playa y ver el mar —digo y de inmediato me mira sorprendido—. No sé si podamos retomar nuestra extraña relación del pasado, te odie por dejarme ir, me hiciste dependiente de tus visitas y cuando te marchaste algo dentro de mí se rompió, ahora entiendo por qué.

Vaya, tenían que pasar más de cinco años para finalmente entenderlo, Daniel se había convertido, en ese entonces, en mi primera ilusión, en mi enamoramiento fugaz y platónico. No se lo había dicho a ningún amigo, a nadie, lo guardé para mí y decidí ser egoísta al retener ese sentimiento y no dejarlo salir.

—Tengo que ir a casa —su rostro es pura confusión y antes que diga lo contrario continuo— debo arreglar las cosas para salir, creo que el divorcio se demorara un poco y no quiero ver más a Julián.

No necesito decir más, Daniel enciende el coche, pensaría que está feliz y algo desconcertado, como lo estoy yo; el silencio no parece incomodar, solo acuna los sentimientos que estuvieron tanto tiempo ocultos. Recuerdo las últimas palabras que mi abuelo le dijo a mi abuela: todos pueden volver a amar. Él sabía más que cualquier hombre y todos los respetaban por eso, pero estoy segura que miro en su vida junto a su esposa que había algo en blanco, un vacío que no había logrado llenar.

Las calles se vuelven cada vez más familiares, miro mi casa y Daniel parque a unos metros de ella y creo que es una manera prudente de evitar las habladurías de mis vecinos, me imagino que algunos de ellos vieron mi salida de casa sin mi esposo.

—Voy a quedarme unos minutos aquí -sale del auto y se acerca a mi puerta para abrirla.

—¿Estas seguro? Creo que Julián no llegara hoy y dudo que lo haga mañana, arreglare las maletas y dormiré un poco.

—Pensé que vendrías conmigo -su rostro es como el de un niño y me río.

—Las cosas tienen que ordenarse antes de seguir, quiero hacer todo bien.

Me acerco a él y lo beso, puedo sentir su sonrisa y antes que este beso suba de nivel me separo. Camino y al llegar a la puerta noto que está abierta, mi piel se eriza por completo y al entrar todo está oscuro, a excepción de bombillo en la sala que parece relampaguear. Recorro lentamente la casa y bajo mis pies siento algunas piedras, busco el encendedor y al volver la luz mi corazón comienza a latir más rápido, la sala y el comedor son un desastre, las flores están regadas por todo el área, deshechas y quemadas; empiezo a sentir miedo.

—¡Ligia! —grito y mis pasos se vuelven débiles.

No obtengo respuesta y me dirijo a la cocina, trato de encender las luces y estas no funcionan, gracias a la leve luz que proviene de la sala logro ver la escena frente a mis ojos, todo está tirado, hay vidrios en el suelo y detrás de la isla central de la cocina logro ver un bulto.

Mis pasos vacilantes me llevan poco a poco a lo que desconozco, me arrodillo y siento un leve dolor es esa parte de mi cuerpo; al observar lo que se encuentra tirado, mi mundo se parte de dos.

—No, no.

Busco su rostro y la sangre lo cubre casi por completo, mis manos tiemblan y mi respiración se entrecorta. La sacudo fuertemente, pero no obtengo respuesta en ella; me levanto y mi mente confundida solo busca una solución, debo llamar a una ambulancia, pero al momento de dirigirme de nuevo a la sala una sombra se proyecta frente a mí.

—Te lo había advertido Aura, no me gustan los juegos.

Retrocedo sin dejar de mirarlo, su voz es un susurro lleno de frialdad, las lágrimas empañan mi visión y trato de limpiarlas rápidamente, el parece no moverse y en sus manos parece llevar un objeto, este brilla cuando la luz lo toca y al observar de que se trata mis ojos se abren de sorpresa y temor.

—¿Qué le hiciste?

Pronto mi cuerpo choca con la estufa y trato de rodear el lugar, lo veo caminar hacia mí y escucho su risa resonar en cada rincón, haciéndome estremecer.

—Ella prefirió estar a tu lado y mira como termino.

Veo una salida y obligo a mis piernas actuar, corro, pero Julián me toma por el cabello haciendo que gima de dolor, me tira al suelo y caigo sobre mi brazo izquierdo. Trato de levantarme, pero su mano se aferra a mi cabeza y la aprieta contra el suelo.

—¿Creíste que iba a pasar tu grotesco acto en la inauguración? Fuiste mi vergüenza —escupe— y todos hablaron sobre tu cercanía con Daniel ¿acaso te acuestas con él?

Roza el arma por mi espalda hasta llegar a mis glúteos y vuelve a subir, la pasa por mi rostro hasta llegar a mi boca, forcejeo al sentir su presión sobre mis labios con mi mano libre trato de buscar algún objeto que me ayude a salir de aquí, pero no encuentro nada y finalmente introduce parte del arma en mi boca.

—Aura nunca te ame, solo te utilice por mi bien y Daniel siempre lo supo, fuiste muy ingenua al creer en mí, debiste oír a tu padre -puntualiza irónicamente y me suelta.

Trato de levantarme, pero el dolor en mi brazo incrementa y dificulta mis movimientos. Escucho su respiración agitada y pesada, miro a mis lados buscando una salida, pero no encuentro nada, solo me queda subir las escaleras; giro mi rostro y lo observo de reojo.

Unos, dos y tres.

Me impulso hacia las escaleras, pero no consigo llega a la parte alta, su mano toma mi tobillo y me tira hacia abajo y un grito lleno de dolor sale agónico de mi pecho. Siento un sabor cobrizo en mi boca y un líquido caliente en mi brazo maltrecho. Soy volteada y logro ver su rostro con mayor claridad, busca algo en su chaqueta y me tira en la cara las fotos que Isabel me había enviado, se ubica a mi lado, fuerce una sonrisa retorcida y suelta una fuerte carcajada. Cierro mis ojos por un momento, un golpe en mi costado hace que los abras de inmediato y el dolor no tarda en llegar, jadeo en busca de aire, todo en mi cabeza parece dar vueltas, otro golpe seguido de otros dos provocan que mis pocas fuerzas se agoten y no puedo tener mis ojos abiertos.

—¿Por qué no te comportaste como una mujer de casa?

Siento su respiración en mi oreja por unos segundos, ahora sus pasos parecen alejarse, todo mi cuerpo palpita de dolor. El olor a cigarro comienza a ser cada vez más fuerte y de nuevo lo noto cerca. Intento abrir los ojos, pero al hacerlo una bocarada de humo llena mi nariz haciendo que tosa fuertemente haciendo que dolor a mi costado sea insoportable; escucho el sonar de un teléfono y Julián llega con este.

—Parece que mi amigo te necesita.

¡Daniel! Él me puede ayudar.

>>¿Qué quieres que le escriba? -pregunta, pero el aparato es arrojado al suelo, justo a mi lado y lo pisa, haciendo que se parta en pedazos.

—Mal-maldito.

—¿Lo soy? Eso eres tú y...

Se escucha otro sonido y esta vez es su teléfono el que suena, lo busca entre su ropa, mira mi rostro dubitativo y se aleja para contestar la llamada. Aprovecho su partida y trato de levantarme, me impulso hacia atrás hasta encontrar las escaleras, mi mano derecha toma la base de estas y con fuerza me levanto, es dolor es indescriptible, mi visión es borrosa y mi respiración cada vez se dificulta más. Doy un paso y un fuerte tirón se desplaza desde mi abdomen a mi pecho haciendo que cierra los ojos de manera abrupta y me aferro a la baranda.

Sino lo hago ahora estaré muerta.

Corro hacia la puerta y oigo a Julián maldecir detrás mío, abro la puerta y a lo lejos observo el coche de Daniel.

—¡Daniel!

Grito y siento mi garganta rasposa y me duele, pero no me importa ese dolor o el de todo mi cuerpo; logro ver su silueta salir del auto y corre hacia mí, pero el sonido de un disparo me detiene.

—¡No! —grita y con mayor rapidez trata de acercarse a mi.

Miro al hombre que se acerca a mi rápidamente y su mirada está llena de terror y angustia, no deja de mirar mi abdomen y yo también lo hago, una gran mancha roja parece crecer sobre la tela y me deja perdida y ya sin fuerzas caigo al suelo.

—Aura no me dejes —oír a Daniel y verlo a mi lado me hace sonreír. Su mano hace presión sobre mi estómago y yo lo dejo hacer.

Lloro amargamente al recordar a Ligia, con su rostro cubierto de sangre. Ya no creo sentir lo que pasa a mi alrededor, a lo lejos se escucha el sonido de la sirena ¿acaso los vecinos notaron el escándalo?

Lo miro, sus ojos azules lucen muy tristes y no puedo hacer nada por ayudarlo, su mano acaricia mi rostro y logro sentir se calor y me quedo allí, donde su presencia me arrulla.

—No cierres los ojos, por favor Aura, ya viene la ayuda —suplica lleno de tristeza.

¿Qué puedo hacer por él? Ya no tengo fuerzas y aunque desee verlo otra vez no puedo, me dejo llevar por la oscuridad y por el sonido de su voz que solo dice mi nombre.


En multimedia una imagen del regalo de Daniel, una preciosidad, créditos a la página arreglosflorares.

Gracias enormemente por llegar hasta acá, este es el último capítulo, solo queda el epílogo y espero que lo amen.

Nos leemos.

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