Alguien me conoce...


El teléfono el lunes volvió a despertarlo el lunes a las 7:30 en punto, y nuevamente al descolgar el auricular la comunicación se cortó. Era como si alguien estuviera cuidando que no llegara tarde al trabajo.

Tai meno la cabeza, otra vez estaba pensando tonterías.

En tiempo récord se cambió la ropa, tomó un desayuno ligero y estuvo listo para salir. Fuera un taxi parecía estarlo esperando, lo miró desconfiado e intentando ignorarlo camino rumbo al subterráneo, no sin antes darle un último vistazo al auto de alquiler que apenas verlo desaparecer arranco para incorporarse al tránsito. Una vez en el vagón se relajó lo suficiente para dejar las paranoias de lado y concentrarse en lucir enérgico pues darían los resultados de las ponencias del viernes.

Bajó en la estación mar cercana al despacho y camino despacio; hacia una mañana agradable que auguraba una tarde igual, ideal para salir a pasear lástima que tenía trabajo pendiente. En eso pensaba cuando apenas traspasar la entrada la recepcionista lo llamo por su nombre para indicarle con algo de urgencia que se dirigiera a la sala de reuniones del tercer piso.

Tai inhalo profundo y se preparó mentalmente para admitir, en caso de no haber sido elegido, su fracaso. Porque siempre es más fácil emocionarse cuando conseguimos lo que deseamos.

Tomó asiento en la gran mesa de juntas, observando de reojo a todos sus compañeros de pasantía, en especial a Seichiro, el muchacho que el jueves pasado se le había declarado apasionadamente, parecía algo incómodo y evitaba su mirada lo que Tai supuso era normal dada la situación.

No paso ni dos minutos cuando el presidente y dos asociados más entraron por la puerta con una sonrisa en los labios, luego y sin perder la sonrisa comenzaron la reunión sentándose a la cabeza de la mesa.

—Primero que nada, me gustaría expresar mi deleite al haber tenido a tan dedicados y emprendedores muchachos bajo mi tutela; sé que en el futuro me los topare en un tribunal y escuchare sólo halagos a su persona. Mis felicitaciones, son jóvenes ejemplares a los que les deseo lo mejor. En segundo, y creo que es lo que todos esperan; anunciare los nombres de quienes se quedaran en esta firma. Es una pena que sólo puedan ser dos.

Tai dio una rápida mirada a todos, la mayoría estaba aguantándose los nervios igual que él, pero sus rostros no llegaban a disimular la angustia que estaban soportando y se preguntaba si el suyo estaba igual o peor.

—Es para mí un placer darles la bienvenida a Yoshitsugu Matsuoka y Sora Amamiya a esta firma.

Tai se quedó helado, de verdad había confiado en que su presentación y desempeño en ese último año había superado a cualquiera, sin embargo... no fue así.

Con todo su valor se forzó a sonreír, debía grabarse en su cabeza que si ellos fueron elegidos debió ser por algo y no era deshonroso, al contrario, aprendería de sus errores y volvería a intentarlo. No era el fin del mundo y él apenas estaba comenzando a incursionar en el mundo de la política.

—Aún queda mucho camino por recorrer —se consoló mentalmente y entonces con total sinceridad se acercó a felicitar a los afortunados deseándoles lo mejor de corazón.

Uno a uno fueron abandonado la sala de juntas, los seleccionados para instalarse en la oficina que les seria asignada como permanente, los demás a recoger sus cosas y llenar su último reporte de prácticas sociales y ¿por qué no? a despedirse de alguno que otro amigo que hubieran hecho en el Despacho.

Tai lo hizo con rapidez, un que aceptaba la decisión de los directivos no podía evitar sentir cierta tristeza. Había dado lo mejor de sí y...

—Taichi Yagami —llamo la secretaria del Presidente con voz recatada. —El señor Satoru solicita que pase a su oficina antes de que se retire.

Tai asintió un poco dudoso.

Con sus pertenencias en mano y un ligero temblor en el cuerpo de paró frente a la oficina y tocó la puerta del principal de la firma. Un suave "adelante" fue la indicación de Tai para pasar, respiro hondo para tratar de controlar los nervios que le asaltaban y entro.

—Tai, adelante y toma asiento —dijo Satoru Endo con un gesto cordial. Una vez que el muchacho estuvo cómodo continúo hablando. —Quizá mi decisión te pareció arbitraría a la realidad que durante este año se estuvo observando en este despacho. Y mi pregunta sería ¿tienes algo que objetar?

Tai lo miró sorprendido, pero luego de respirar calmadamente negó con la cabeza, quien era él para opinar en decisiones que involucraban vidas ajenas o de ser más materialista, el negocio crecido con esfuerzo de alguien más.

—Eso es lo me gusta de ti. Asumes el papel que te toca, jamás reclamas, sino que, te haces cargo del asunto, tú no te quejas de las circunstancias las tomas y les buscas una solución. Estoy seguro que te sorprendió no ser uno de los elegidos para quedarte y aun si los felicitaste sin rencores.

—Yo...

—Taichi, la razón por la cual no te elegí para formar parte de esta Firma fue porque creo que tu lugar no es aquí, tienes demasiado potencial para desaprovecharlo en un trabajo repetitivo, en casos menores que jamás te harán brillar por eso... —arguyó mientras le mostraba una hoja.

Tai tomó el papel y comenzó a leer con prisa, al terminar observo al presidente como si no pudiera creer del todo lo que estaba ahí plasmado y volvió a releer lo escrito porque no se creía su buena fortuna. Era como un sueño.

—Yo... no sé qué decir.

—Di que si algún día esta firma por fortuna llega a tener un caso extraordinario y necesito un buen abogado vendaras a echarnos una mano.

—¡Por supuesto! Cuente conmigo —afirmó feliz.

—Bien, eso es todo. Los pasajes de avión al igual que tu carta de admisión para la maestría están aquí —dijo extendiéndole un sobre amarillo. —Esfuérzate mucho Yagami y demuestra que no estuve equivocado al apostarlo todo por ti.

Tai se levantó de la silla y sin tapujos corrió a abrazar al hombre que le estaba ofreciendo una de las mejores oportunidades de su vida.

—Gracias, muchas gracias.

Al salir del Despacho de Abogados sentía el cuerpo ligero, era como caminar en las nubes.

A pesar de tener entre sus manos la carta de admisión aun no podía creer que iría a estudiar a USA más específicamente a la Escuela de Derecho de Yale, una de las mejores en todo el mundo. El presidente había logrado que lo consideraran para estudiar la maestría. Tai no se había permitido siquiera considerar del todo haber ganado un puesto de trabajo cuando la vida le esta arrojando semejante sorpresa.

Con una felicidad jamás imaginada camino al parque sintiendo que su vida era como un cuento de hadas. Y ahí estaba tan sumergido en su propia alegría que no escucho a la niña que lo llamaba hasta que esta tiro de su saco.

—Esto es para ti —dijo ella entregándole un ramo de flores.

—Y esto... — se acercó otro chiquillo a entregarle tres globos que decían felicidades.

Tai agradeció sin saber que ocurría, pero estaba tan feliz que poco le importo, además ¿Quién desconfía del regalo de un niño? Y sin darse cuenta de un momento a otro casi diez parvulillos gritaba a coro. —Felicidades, buen trabajo.

Tai no sabía qué hacer, su corazón iba tan rápido que casi podía tratarse de una arritmia, en ese momento era tan feliz.

—Gracias... —si una lagrima resbalo por su mejilla y él la limpio discretamente nadie lo sabría, o eso creyó Tai sin saber que, a un par de metros, dos ojos captaban cada movimiento por pequeño que fuera.

—Felicidades amor... —dijo aquel sujeto sonriendo ampliamente.


۝


Era de tarde cuando llegó a casa, estaba cansado, las emociones tan poderosas que había sentido lo dejaron extenuado, ahora lo único que deseaba era darse una ducha y meterse a la cama para soñar con todo aquello que le deparaba el futuro.

Se desvistió parsimoniosamente dejando cada prenda en el cesto de la ropa sucia. Una vez desnudo se hizo de una toalla limpia y se metió bajo el chorro tibio de la regadera. Dejó que el agua se llevara su cansancio, que le relajara. Terminando se dispuso a dirigirse al dormitorio.

—Está lloviendo —murmuró cuando el sonido inundo sus oídos, después su vista se deleitó con la vista de la ciudad enmarcada por las gotitas de agua impactaban contra el cristal del ventanal. Había sido un día maravilloso y lo único que fato para que pudiera llamarlo perfecto fue...

—Matt —nombro mordiéndose los labios. Cada cosa buena en su vida le gustaría compartirla con Matt. Lo bueno era que ahora que estudiaría en Yale, así que tendrían más oportunidades de verlo, o al menos eso esperaba.

Con la misma sonrisa que adquirió desde en la mañana se acorruco entre las sabanas. Pronto, pronto podría volver a verlo, a estar con...

Y ese pensamiento no llego a concluirse, cuando la sangre dejo de correr por sus venas hasta dejar a su piel completamente blanca, sus ojos se abrieron a más no poder y toda la alegría que sentía se esfumo cuando noto la taza de leche que reposaba sobre la mesa de noche junto a su cama.

Tiritando de miedo sujeto la taza y la llevo a sus labios para probar. El sabor no hizo más que estremecerlo aún más.

—Leche con un poco de chocolate y endulzada con miel —susurró, sin duda su modo favorito de tomarlo en días de lluvia con aquel, —y está caliente... —se aterro hasta lo más profundo, porque eso quería decir que quien sea que lo hubiera preparado había estado ahí hace poco, tal vez mientras él se bañaba.

Con eso en la mente dejo la taza como si fuera alguna clase de objeto radiactivo y se levantó de la cama mientras miraba en todas direcciones como si esperara ver salir de cualquier rincón a un monstruo. 

Continuará...

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