Cap. 24: ¿Refuerzos?


El Líder, Gaia: Epílogo, Mägo de Oz.

La noticia del tiroteo en Portugal llegó a los oídos de uno de los líderes del continente europeo: Saga Yannakos. Con un gesto triunfal y ante la mirada de sus subordinados, estaba sentado en su usual sillón mirando el ocaso del Sol. En una mano sostenía su delicioso habano y en la otra, una copa de brandy que sorbía lentamente. Desde el gran ventanal, podía ver el mundo de la luz: niños jugar con otros, madres paseando con sus esposos, ancianas sonriendo plenas con sus amigas... un mundo limpio y vomitivo para el mafioso. Adoraba la intensidad con la que vivía: mujeres a sus pies, licores deleitantes, puros de la más alta calidad, una casa en la playa y su único compañero de vida: Kanon Yannakos, su hermano.

Justamente, el gemelo entró a la habitación y se sentó frente a la espalda de su reflejo. Éste último hizo una seña con la mano indicando que sus subordinados se retirasen y se volteó lentamente. En su rostro yacía una expresión de felicidad, casi a punto de la locura. Kanon adoraba esa personalidad tan interesante de su hermano, aclarando a su mente que era el único que podía manipularla fácilmente. El de mente retorcida le entregó a su hermano un vaso de whisky (su bebida favorita) mientras éste resumía su reporte:

—Todo como lo ordenaste y se acomodó tal como lo planeamos. La policía encontró los ya cadáveres justo a tiempo... puedo decir que... Misión cumplida...

—Muy bien, Kanon. Nos quitaste un gran peso de encima...

—Mis muchachos dicen que todo salió como lo acordado. Ahora ya puedes darle su parte de consolación a Mu. —contestó el gemelo menor satisfecho. — ¿Y qué pasa con "Los hijos de Dios"? ¿Cuál es su estrategia ahora? Que yo sepa, no pudieron encontrar a la rusa... —Saga se lamió los labios antes de contestar:

—Vuelan directo a Japón. Por fin Oriente caerá en nuestras manos y lo controlaremos todo, hermanito...

—Te felicito. —levantó su copa a su gemelo. —Salud por tu victoria...

— ¿Nunca oyeron que "El que mucho abarca, poco aprieta"?

Hoy es un día triste para la humanidad

Se ha decidido en un despacho que hay que atacar

El cielo se torna rojo presagiando fatalidad

Las nubes se escapan a prisa que no quieren presenciar

Una tercera voz inundó la habitación acercándose sobre la duela y haciendo eco con las suelas de sus zapatos. Ambos hermanos giraron la cabeza y se levantaron de sus asientos, sorprendidos. El no tan desconocido hombre vestía un costoso traje de rayas horizontales combinando con su pálida piel y, a su vez, combinando su corbata y cabellos largos. Saga murmulló inconsciente:

—Hades...

—El mismo, caballeros... —el citado hombre no se encontraba solo. Sus tres contratistas y su hermana yacían junto y detrás de él. Hades aventó un sobre cerrado negro al escritorio y tronó los dedos, impasible. Radhamantys le acercó una silla junto a Kanon y el líder se sentó señalando el sobre. —Como usted lo pidió, Hört Yannakos: toda la investigación de los principales líderes de las mafias... No fue nada fácil...

—Pensé que el gran Hades nunca salía de su castillo... —comentó Kanon con sorna al acercarse un poco más al gótico. Éste sonrió bajando la vista un momento, mas la levantó para responderle:

— ¿Qué les puedo decir? Siempre me ha gustado cerrar los tratos en mis negocios personales.

—Me alegra oír eso, Hades. —contestó Saga a la par que leía el contenido del sobre. Hades volvió a tronar los dedos y Radhamantys le ofreció una silla a la señora Heinstein y ésta se sentó, no sin antes sonreírle discretamente al sublevado. Para los ojos de Kanon no escaparon las anteriores acciones y le tendió al espectro su vaso ordenándole:

—Oye, sírveme un whisky ya que estás muy acomedido...

—Se la proporciono si el señor me indica dónde se encuentra. —respondió firme sin inmutarse siquiera, provocando que el gemelo menor le hablase de mala gana:

—Eso velo por ti mismo, amigo. Hazlo rápido, ¿Sí?

—Ya basta, Kanon. —dijo el líder griego dejando los papeles sobre el fino poliéster dirigiéndose a los extranjeros. — ¿Y bien? ¿Qué no fue tan fácil de encontrar, Hades?

Hades se recargó en el asiento juntando sus manos y sonriendo sádico. Era hora de entregar resultados. Siempre lo veía personalmente y no dejaba que sus socios, Hipnos y Thanatos lo manejaran.

—Empezaremos con Mu Wang: es muy precavido en cuanto a la seguridad de su mafia. Los demás empresarios que pactan con él no tienen ni idea que su niño de veinte años es una figura más importante y sucia que ellos. En cuanto a los pactos, no encontramos indicios de traición hacia usted, Hört... —Saga sonrió pleno y le dio un trago a su bebida. Hades siguió con su reporte. —En cuanto a Saori Kido, es una niña muy interesante...

— ¿Qué tiene de interesante una mocosa de trece años? —preguntó Kanon.

—Según lo que hemos investigado sobre ella, tiene una fundación que recluta niños huérfanos para entrenarlos y utilizarlos en las misiones de entregas ilegales. Tiene un pacto con la líder de Rusia en la que intercambian distintos productos y drogas de diseño además de influencias importantes... es una enemiga un tanto cruel...

— ¿Qué hay de la perra Poliakoff? —Pandora sonrió contestando la pregunta que efectuó Saga.

—Después de un exitoso intercambio en Portugal le perdimos la pista... pero déjeme decirle, Hört Yannakos que la encontraremos y se la traeremos viva o muerta...

— ¿Pero qué nos dices de ella, hermosa? —inquirió Kanon en tono seductor. Sin inmutarse, Pandora contestó. Era su especialidad hacerle la vida de cuadritos a la mujer que masacró a sus padres:

—Controla toda Rusia y parte de Finlandia y Dinamarca. Tiene a su mando a una mercenaria de nombre Hilda de Polaris, mujer despiadada que ha pisado muchas cabezas de la mafia rusa. La rusa se encarga principalmente de la distribución y resguardo de información elemental entre algunos gobiernos. Si ella acepta guardar esa información, nunca se sabe más del asunto. Ningún hacker ha podido derribar su sistema informático. Sus contratistas son excelentes y fieles como el mismo cancerbero, pero tiene una debilidad: el vodka y el sadomasoquismo...

—No puedo creerlo... —Kanon estaba extasiado por la nueva noticia. —Se supone que ustedes son expertos, sin ofenderte, lindura, entonces, ¿Por qué no ha caído en sus garras?

—Esa maldita es muy astuta para escoger a sus víctimas... después de utilizarlas, hace dos cosas: las mata de un tiro en la sien o las recluta en su mafia...

—Puedo darme una idea del desenlace de ustedes, Hades... —opinó Saga sin sorprenderse. Hades carraspeó un poco antes de continuar:

—Aquí viene la parte sencilla de la información: Midoriko Sesshoukawa. Sabemos todo de ella. El gobierno japonés la tiene registrada como la líder suprema de los Yakuza, además de su ubicación y negocios principales. —se acercó un poco a un líder griego que servía en dos vasos whisky. —Si me permiten opinar, creo que para vencer a Oriente deben eliminarla primero. Ella es el dragón que está detrás de los hilos de Saori.

Tronó los dedos por tercera ocasión y su portafolios le fue entregado por Minos. De él extrajo distintas fotografías y expedientes en fólderes negros. Dio un buen trago a su bebida antes de ir mostrando las fotografías y hablando:

—La conocen como "La Señora de los Kanzashi". En su niñez tuvo un maestro que la adiestró en las artes marciales, pero por orden de su padre, se retiró a China llevándose consigo a dos niños. Esos niños crecieron y...

— ¿Y? ¿Qué tiene que ver esa linda historia de heroísmo? —interrumpió Kanon ya desesperado. Hades miró intensamente al gemelo y contestó dirigiendo su vista a Saga:

—Esa historia de heroísmo se la cuento porque es el talón de Aquiles de la Nipona... El maestro se llevó consigo a una pareja de chicos: un muchacho que ahora está en la Organización de Oriente llamado Shiryu Fujikawa y una chica que tiene una rara enfermedad cuyo nombre es Shun Rei Li. Todo esto se los cuento porque, recientemente, el maestro abandonó la montaña con la pequeñita y suplicaron a Midoriko que se le atendiera. Pues bien, ahora Shun Rei está en evaluación y es sumamente protegida por la Yakuza junto con su antiguo contratista, Milo Antares. Ésa es la señal para derribar su torre de juguete...

—Nos has dicho información muy importante de todos... te lo agradezco infinitamente, Hades. —comentó Saga levantándose del su sillón y yendo por un maletín plateado para volver a sentarse. —así que hago entrega de tu pago por tan excelente trabajo...

Minos, esta vez, recibió el dinero y junto con Aiacos contaron el dinero hasta dar una seña positiva del mismo. Hades se levantó con Pandora y le tendió la mano al líder de Grecia. Éste sonrió maléficamente y la estrechó con firmeza. Kanon quiso hacer lo mismo con Pandora, pero ésta no correspondió el gesto del gemelo. El mayor se levantó y antes de abrirles la puerta, les indicó:

—Les tendré que dar otro encargo, señores...

—Sus deseos son órdenes, Hört... —respondió Pandora. Saga se lamió los labios y dijo:

—Tráiganme a la protegida de Midoriko. Será un perfecto anzuelo para asesinarla.

—Muy bien. Estará aquí lo más pronto posible, Hört. ¿Desea algo más? —señaló Hades tronándose los dedos. Saga sonrió:

—De hecho sí. Averigüen más información del Cardenal Sforza. Es posible que me pague un favor... y claro, sigan vigilando a los demás.

—Muy bien. Espere nuestras noticias.

Indignado, Kanon volvió a su asiento y, en cuanto los alemanes se fueron, comentó tomando los últimos sobres oscuros:

—Vamos a ver lo que nos dejaron los góticos...

—Calma, Kanon. No seas tan impulsivo... —respondió Saga sentándose de nuevo. Kanon abrió el fólder y descubrió algunas fotografías del personal japonés, entre ellos una chica de larga lacia y oscura cabellera, mirada azulina envuelta en un traje ninja. Dio un largo chiflido y se la mostró a su hermano con lascivia:

—Mira, hermano. Con esta chica podemos divertirnos un poco antes de matarla, ¿No lo crees?

—Puede ser. Es muy atlética, realmente... —su vista se enfocó en el nombre y lo repitió lentamente mientras seguía leyendo: —Tamashii Onikawa... aquí en la información, dice que es el brazo derecho de Midoriko y la ninja principal del clan Onikawa y... —sonrió. —qué interesante...

— ¿Qué?

—Se le ha visto mucho con Milo... —comenzó a reír estrepitoso mientras que su hermano ataba cabos sueltos. —Eso quieres decir que Milo no me ha traicionado del todo. Su especialidad es conquistar a las enemigas y nunca falla... es muy buen elemento...

—Entonces utilízalo como se debe. Puedes matar a la ninja en manos del Escorpión y así desestabilizar a Midoriko...

—Es muy buena idea, Kanon. —opinó Saga mirando los últimos destellos luminosos del astro rey.

***

Asco. Ya conocía esa sensación desagradable. El ambiente se percibía a muerte. Podía notarlo entre los poros cutáneos. La boca estaba seca, tanto que le costaba trabajo tragar saliva. No deseaba hacerlo, pero tenía qué. Era el encargado de las armas y de una falla no podía salvarse. Los santos de plata lo descubrirían y sería el fin. Suspiró. Ya no había escapatoria. Tenía que traicionar ante el fanatismo de la religión. ¡Cómo odiaba eso! Y para colmo, empezaba a anochecer. Justo lo que faltaba, una maldita noche para entregar a su líder en charola de plata...

—Santiago, es la hora... dale a cada quien su arma... dentro de cinco minutos atacaremos...

—Ya lo sé...

¡Cinco miserables minutos! Midoriko jamás podría comprender en el lío que estaba metido, sin decir que no le perdonaría que destruyera su residencia. Seguramente le cortaría la cabeza. Un movimiento brusco y diversas sonrisas enfermas lo hicieron entrar en la realidad: debía distribuir las armas. Sin esperar más tiempo, se dirigió a la camioneta y comenzó a proporcionar el armamento digno de un cuartel general marine. Granadas, rifles, escuadras, bazucas, escopetas, bombas de gas para distraer al enemigo... no le importaba si no disparaba, ya estaba condenado de llevar el mote de "Judas Iscariote"...

Cuando por fin entregaba la última arma a Sirius, se oyó un alboroto entre sus "compañeros" de guerra. Cerró la camioneta ya vacía y se dirigió a la causa del disturbio. Cuando dobló una esquina, el aire se le detuvo en los pulmones. Uno de los guardias de Midoriko estaba atado de manos y siendo custodiado por Cassius y Dante. Su rostro se encontraba marcado por una buena paliza y de la ceja derecha comenzaba a brotar líquido escarlata. Lo único que pudo hacer el español fue cerrar fuertemente los ojos para no ser delatado.

— ¡Confiesa, hereje! ¿Cuál es el punto más débil de la casa? —preguntaba Argol con firmeza.

—No... se los diré... —contestó entrecortado el nipón. Esta vez Cassius le propinó un fuerte golpe en el estómago, haciendo tirarlo de bruces contra el concreto. Santiago se movió rápido e impidió que continuase con la tortura física y psicológica. El enorme hombre frunció el ceño y, cuando apenas abría la boca, Santiago ya se encontraba dando una explicación al líder:

—Lo siento, pero esta es mi presa y creo sacarle la información, ya que no quiere cooperar con ustedes...

—Muy bien, Santiago. Encárgate del hereje. —contestó satisfecho Argol. Fingiendo severidad en la mirada, jaló al herido hasta el interior de la camioneta, se introdujo en ella de un salto y la cerró de golpe. El japonés comenzó a gritar desesperado pidiendo auxilio, pero Santiago lo tomó del mentón y obligó que mirara su cara.

—Escúchame bien, ¿Reconoces quién soy? —los ojos del oriental se abrieron súbitamente y comenzó a preguntar confuso:

— ¡Santiago Sama! Pero, ¿Qué hace usted aquí? ¿Quiénes son ellos? ¿Por qué quieren saber sobre Midoriko Sama? ¿Qué rayos está...? —el chico se interrumpió en cuanto Santiago se colocó un dedo en sus labios y susurró:

—Estoy en una misión, pero tal parece que las cosas no resultaron como esperaba... Pon atención. —el Yakuza asintió. —es posible que ataquen la residencia y tu deber es comunicarle a Midoriko para que se proteja, ¿Cuento contigo?

—Sí, Santiago Sama...

—Muy bien, dame tu celular...

— ¿Qué? ¿Para qué lo quiere? —el pánico inundó su rostro otra vez. El "Gitano" sonrió.

—Es para evitar que nos descubran en esto, ¿Entiendes?

—Claro. —el chico le entregó su teléfono y preguntó. — ¿Entonces no voy a confesar ante ellos?

Esa pregunta decidió la última jugada. Los Yakuza no podían traicionar a sus jefes y si lo hacían, su dedo meñique era mutilado como símbolo de deshonra. Santiago no podía permitirlo, no de un subordinado leal que no había hecho nada malo que estar en un lugar y momento equivocados. Suspiró. Debía sacrificarse para poseer una victoria mayor. Tomó al Yakuza del hombro y murmuró con la mirada baja:

—No, lo haré yo...

—Pero, Santiago Sama, ¿Es que usted la va a traicionar? ¿Traicionará a Midoriko Sama, quien una vez le perdonó la vida? ¡No puede ser tan ruin...!

—Ya es hora... —ignoró ese comentario y lo miró a los ojos. —Acátate al plan y trata de mantenerte vivo para cumplir tu misión... no puedo asegurar tu condición física con ellos...

—Pero...

Abrió las puertas de la camioneta y lanzó al suelo al chico. Aún tenía una posibilidad de hacer algo bueno. Por alguna inexplicable razón sonreía. Era como si se burlara de esos idiotas religiosos. Los Santos de Plata ya esperaban el veredicto final sin darse cuenta del plan a ejecutarse. Argol sacó una escuadra de su cinturón y le apuntó al hombre caído. Santiago tragó saliva un momento. Si todo salía conforme al plan, Midoriko no sufriría daños físicos. Con voz segura, el español pronunció:

—Confesó que la parte más vulnerable de la residencia es... el jardín y el primer piso de la casa principal...

—Muy bien, Santiago. —lo felicitó Argol, pero Dante preguntó:

— ¿Qué hacemos con el hereje, Argol?

—Veamos... ya que cooperó con amabilidad, le pondremos el chaleco. —sonrió cruel. —Así que Santiago, pónselo. Te concedo el honor...

Entre Sirius y Babel trajeron el dichoso objeto: aditamento similar a un chaleco antibalas en cuyo interior se alojaban dinamita, pólvora y cables de distintos colores conectados a un dispositivo electrónico colocado en el peto. El español tragó saliva rápidamente y tomó el chaleco poniéndoselo al Yakuza. Tenía que pensar en algo rápido para salvar la vida de todos. El instinto trabajó más rápido que su intelecto. Sonrió y comenzó a susurrar para que sólo entendiera el capturado:

—En cuanto entres a la residencia, vas a quitarte el chaleco y arrojarlo lejos de la señorita Midoriko. —fingía apretarlo, a la par que seguía hablando. —Mantente vivo y ambos vengaremos... —se dirigió a Argol aventando al japonés al suelo. Éste asintió sin que los demás lo notaran y Santiago caminó al líder. — ¡Ya está listo, Argol! ¿Qué deseas hacer en nombre de Dios?

—Me gustan las presas que corren. —dijo el santo lamiéndose los labios saboreando mentalmente el olor de la pólvora mientras encendía el reloj del chaleco.

Santiago procuraba estar lo más frío posible. Si el plan salía a la perfección, Midoriko lo recompensaría, sin contar que también Katya le agradecería. No pensó más. No deseaba hacerlo. Sin quererlo, sonrió pleno. La idea de ver a los Santos de Plata muertos le parecía deliciosa y eso era el último movimiento que haría para satisfacción personal y laboral. ¡Cómo odiaba a aquellos seres sin voluntad ni conciencia alguna!

Sin dejar mostrar sus fantasías, el barcelonés sacó su escuadra y apuntó a los pies del Yakuza para decirle a Argol:

—Muy bien, amigo. ¿Quieres verlo correr? ¡Pues entonces no le pierdas la pista porque vas a ver algo interesante!

Dicho esto, disparó al suelo provocando que el Yakuza corriera en dirección a la casona de los Sesshoukawa. Aquella señal bastaba para alertar a su líder del peligro. Cerró los ojos deseando que se cumpliera el plan de los hombres por encima de la voluntad de Dios. Al verlo correr, Asterión los guió hasta las barreras de la residencia sin quedar descubiertos contra su presa. Santiago, siendo el comisionado con las armas, tomó un rifle con mira telescópica para ver claramente los movimientos de su verdadero colega. La ansiedad de apoderó de su cuerpo. No deseaba flaquear más y empuño con más firmeza el arma, esperando.

Mientras Santiago hacía su parte, el Yakuza corrió todo lo que sus piernas le permitieron. Sabía con exactitud el tiempo que llevaba para buscar a alguien y alertarlo de un atentado. El problema era que no tenía esa seguridad necesaria para lograrlo. Buscó por toda el jardín, pero no había un alma. Comenzaba a desesperarse y más que el tiempo corría en su contra. Por fin encontró a un conocido extranjero haciendo guardia y le dijo:

— ¡Señor, ayúdeme! ¡Me manda Santiago Sama para alertarlos de un atentado contra Midoriko Sama! ¡Ayúdeme, por favor...!

—Está bien, muchacho, pero primero quítate eso. —Respondió el extranjero tranquilamente y ayudó al Yakuza a quitárselo. En cuanto notó que el reloj marcaba regresivamente, se apresuró y lanzó lejos el chaleco. — ¡Demonios! Ya no queda tiempo... —se volvió al chico. — Ya estás a salvo, pero corre lo más lejos que puedas... —el Yakuza comenzó a alejarse del chaleco. — ¡Porque esto va a explotar a la cuenta de diez...!

Dicho esto, el Yakuza corrió hacia el fondo de la casa y el extranjero arrojó lejos el chaleco bomba sin dejar de correr hacia arriba. La bomba cayó en el suelo inerte, fija y letal. La misión sería un éxito si estallaba lejos de todos y no provocaba pérdidas humanas. Sólo la cuenta podía salvarlos a ambos irónicamente en ese momento tan crucial... 5... 4... 3... 2... 1...

***

—Death...

Y de nuevo silencio. Milo dormía con la cabeza recargada en la pared con los brazos entrelazados. Su arma, por precaución, reposaba a su costado. Cuidar de tres heridos no era tarea fácil, puesto que tenía que estar alerta. La única persona que lo apoyaba era esa enigmática mujer y Shun.

¡PUM! Un estruendo se oyó no tan lejos de la residencia. Milo abrió los ojos de súbito y volteó a ver los cuerpos heridos. Unos cristalinos orbes los veían tendidos. El escorpión se aproximó hasta ellos y se arrodilló, presa de la incertidumbre. El otro intentó levantarse, mas un dolor agudo en el hombro lo tomó por cruel sorpresa. Milo lo tapó con el futón mientras se agachaba junto a él. Diversos hombres se oían en las cercanías utilizando sus katanas...

— ¿Dónde estoy? —preguntó Dite confundido.

—En la residencia Sesshoukawa, en Japón...

— ¿Cómo se supone que llegué aquí? ¿Cuántos días he estado así? ¿Qué fue de los demás? ¡Explícamelo! —su asombro rebasaba los límites. Milo sonrió:

—Tal parece que tienen siete vidas, Dite... Una llamada de Rusia y el aviso de una emboscada los salvaron a tiempo... —el moreno se aproximó a la puerta y le sonrió al otro. —Voy a avisar que despertaste...

Dicho esto, cerró la puerta corrediza y Aphrodite miró a su alrededor. Había otro bulto a su lado. Se estremeció al reconocerlo y se acercó lo más rápido que su estado le permitía. Tomó su mano al borde del llanto y lo llamó débil:

—Angello... mi amor, estoy aquí...

Tal parecía que el destino se obstinaba en castigarlo. Sin respuesta alguna, Dite lo movía una y otra vez, pero el italiano no despertó. Asustado y sin saber qué hacer, el suizo se llevó las manos al desencajado rostro y emitió un desgarrador grito que trozó parte de su alma. Tres segundos después y la puerta se abrió.

Milo ingresó nuevamente a la habitación en compañía de Tamashii, Shaka y Midoriko. La ninja se arrodilló tratando de calmar a Dite, pero éste no podía cesar sus lamentos.

—Aphrodite, —habló pausado el monje señalando a su líder. — ¿Reconoces a esta mujer?

— ¡No me importa quién sea! ¡Death Mask está muerto! —gritó el suizo.

—Aphrodite, debes decirnos... —insistió el monje, a pesar que Dite seguía llorando abrazado de Death.

— ¡Ahora ya nada vale si no está él!

Un golpe en su mejilla lo hizo callar sus lamentos. Tamashii todavía mantenía su puño cerrado del lado derecho del rostro e, inesperadamente, lo tomó de las ropas y lo acercó enojada:

—Mira, si quieres llorar, puedes hacerlo después, pero creo que no valdrá la pena hacerlo...

— ¿Qué estás diciendo? ¿Crees que la muerte de Death Mask no vale la pena?

—No, —el aire se mantuvo en los pulmones de Dite. —porque el italiano no está muerto.

—Entonces, ¿Por qué no da señales de vida?

—Está en coma... ni Dohko aseguró cuándo despertaría, pero está vivo...

— ¿Y Alde está...? —el desconcierto se apoderó de su rostro. Tamashii lo miraba fijamente a los ojos.

—Acaba de despertar esta tarde...

—Pero... yo vi cuando lo asesinaban en el intercambio...

—Bueno, realmente murió por unos segundos, pero lo revivieron y está bien...

—De hecho, está en mi templo resguardado y con todas las atenciones necesarias. —dijo Shaka aproximándose a ellos.

De pronto, el edificio cimbró desestabilizando a todos los integrantes de la mafia. Shaka se asomó por una de las ventanas y contempló que el "Salón del Tigre y el Dragón" estaba envuelto en llamas y unos extraños hombres reían del otro lado del jardín. La puerta corrediza se abrió en tercera ocasión haciendo que el monje voltease al causante sospechoso.

—Mademoiselle, tenemos que huir de aquí. Los Santos de Plata están acabando con todo. —anunció Camus entrando a la habitación.

— ¡¿Qué?! —exclamó Midoriko, pero Tamashii les ordenó a todos los presentes autoritariamente:

—Shaka, protege a la señora; Milo, carga a Death Mask; traeré todo lo necesario para su recuperación y Camus, tú ayuda a Aphrodite. Vamos a "La Caja Amarilla"... ¡De prisa!

Los nombrados obedecieron la orden de la Mano derecha Yakuza. Hyoga recogía a toda velocidad los monitores, Shaka tomó la Naginata junto con su rosario y abrió la puerta para salir del cuarto e inspeccionar el área, Camus tomó de un brazo a Aphrodite y lo levantó cuidadosamente. El francés fue el primero en salir, sacando su arma y apuntando con ella en cada esquina. Enseguida Midoriko desfundó su katana y avanzó atenta. Tamashii y Milo les siguieron con cautela y los más silencioso posible. Shaka cerró la puerta para empuñar su arma y cubrir al grupo. En el trayecto al lugar, Midoriko le preguntó a Camus:

— ¿Qué son los Santos de Plata, exactamente?

—Son fanáticos religiosos que forman parte de la Mafia Griega y se especializan en emboscadas para matar a supuestos enemigos de la fe...

— ¿O sea que un montón de locos están destruyendo mi casa?

—Sí, mademoiselle...

Dame una razón, que pueda entender 

Que es lo que tengo yoQue quieras tu tener Y conseguir aún más poder...

Midoriko sólo bufó antes de ingresar a la "Caja Amarilla". Camus auxilió a Aphrodite para entrar con él y dejarlo en un sillón. En cuanto a Tamashii y Milo, ambos cargaban al herido con ayuda del futón, después de haber dejado adentro los aparatos de presión y regulación de respiración. Pronto, se dieron cuenta que Shun estaba sentado frente a la computadora y tecleaba sin cesar, incluso sudaba del esfuerzo y presión del momento. Shaka fue el último en entrar y cerró la puerta de acero.

Midoriko avanzó detrás del ordenador y tomó una figura de acción de tamaño considerable para apretar un botón oculto en el juguete. Lo que a continuación se presentó fue que la pared se abrió automáticamente dejando ver unas escaleras hacia abajo. Sonriendo volteó. Las caras de los extranjeros, excepto Shun, denotaron extrañeza y Midoriko opinó divertida:

—No pensarán que la Residencia Sesshoukawa no tendría sótano, ¿O sí?

—Pero, señorita Midoriko, ¡No tenemos tiempo para ver el sótano! —dijo Camus a punto de estallar.

—Claro que sí. Esta es mi verdadera fortaleza... Bajen ahora y, Shun, — se dirigió al peliverde. — ¿A qué estás jugando?

—Estoy codificando un satélite, pero tengo algunas dificultades... No se preocupe, estoy guardando la información ahora mismo... deme tres segundos... ¡Ya está!

—Nos hará falta tu computadora. En cuanto termines de desconectarla, tráela a la fortaleza y cerraremos la pared...

—En seguida, Midoriko Sama...

Todos bajaron las escaleras encontrándose con un espacio amplio de madera. Al fondo de la habitación se encontraba un armario abierto lleno de futones y ropa extraña. El suelo se encontraba inexplicablemente limpio, raro si se tenía en cuenta que la habitación no parecía ser utilizada mucho. Al centro, se hallaba una mesa con altos respaldos en sus sillas, además de un refrigerador, estufa y una enorme alacena. Pero decir en que ese sitio había silencio era una gran mentira. En algún sitio de la fortaleza se oía agua correr, aunque era difícil saber la exactitud.

Milo esperó a que Tamashii colocara un futón en el piso y así recostar a Death Mask. Inmediatamente, volvieron a colocar los aparatos a un lado de él. Camus ayudó a sentar a Dite, quien no sabía lo que ocurría. Shaka se dispuso a calentar agua y Midoriko esperaba a Shun, que acarreaba el equipo y demás aditamentos necesarios para sus investigaciones. Milo notó que el japonés siempre traía consigo una mochila en la espalda, por lo que, al terminar y cerrar la compuerta, preguntó:

— Desde que te conozco, siempre has llevado ese caparazón a todos lados, ¿Qué tiene?

—Bueno, es mi Hard Disk de cien Terabytes con algunos programas de hackeo y apertura. —sonrió conectando el teclado al CPU. —Es para una emergencia como ahora. De hecho, nos servirá muy bien para descubrir a los causantes e investigarlos...

—Entonces, tú sigue trabajando. —le ordenó Midoriko. —Quiero las cabezas de esos malditos bastardos. —Shun asintió. —Y, todos ustedes, escúchenme...

Poco a poco se fueron acercando hasta que se reunieron en la mesa. Tanto Milo como Aphrodite tenían muchas preguntas que hacerle a la Yakuza, mas la mano de Tamashii los detuvo de expresarse. Midoriko carraspeó antes de hablar:

—Antes de que pregunten algo, déjenme decirles dos cosas sobre esta estructura. Uno: no nos vamos a incendiar aquí y Dos: Jamás van a encontrarnos. Esta fortaleza se adaptó desde la Segunda Guerra Mundial y, hasta la fecha, nadie ha podido atraparme. Ahora, quiero que me expliquen el por qué desean arruinar el único patrimonio del clan Sesshoukawa...

—Es obra de Saga. —contestó Camus sentado con una pierna encima de la otra. —Nos enteramos de buena fuente que está trabajando con los Góticos de Alemania, enemigos principales de la Mafia Rusa...

—Muy bien, todo lo que dices está muy bonito, pero, ¿Quién es esa buena fuente? —inquirió Tamashii escéptica.

—Él. —respondió Camus señalando a su hermano. Éste sonrió sacando de su mochila el Hard Disk y conectándolo. Midoriko se quedó con la boca abierta:

— ¿Cómo es posible que Shun sepa todo? Mírenlo, apenas es un niño que va al colegio...

—Con todo respeto, mademoiselle, ese niño es la coraza de la información que nosotros resguardamos. Sabe todo, desde la ubicación de nuestros enemigos hasta su tipo de sangre. Créame, si le digo que nuestra fuente es confiable, lo es...

—Entiendo. Lo que no me explico es por qué Aphrodite, Death Mask y Aldebarán resultaron heridos en el intercambio...

—Yo tampoco lo entiendo, señorita Midoriko. —contestó Aphrodite nervioso. —De hecho, ni siquiera sé cómo seguimos vivos...

—Fue gracias a un favor de la señorita Tokarev. —respondió Camus sereno.

— ¿Y cómo se enteró que estábamos en Portugal? —inquirió el peliceleste.

—Fue Santiago quien se enteró del peligro y pidió que los rescataran como pago a una deuda. Katya movió sus influencias y aquí están a salvo, entre comillas, claro. —dijo Camus.

—Lo que yo opino, analizando toda la información reunida, —comenzó a hablar Milo. —es que Saga tiene un motivo muy poderoso para eliminar a Death Mask y Aphrodite... Ustedes saben algo que él no quiere que salga a la luz... Lo que estaban buscando, la información perdida en el chip... Saga siempre ordena quitar los obstáculos que le impiden llegar a la cima.

—Pues para suerte de ustedes, Mu vendrá a Japón a ver el estado de sus hombres. Agradezcan que él es su verdadero líder... —sentenció Midoriko para suspirar. —Sólo me alegro que Shun Rei no esté aquí... ¡Kami Sama (1)! Soy tan mala cuidando gente...

—No digas eso, Midoriko. —la confortó Tamashii, pero la Yakuza movió la cabeza:

—Es cierto, Matashii, ¿Cómo seré capaz de dirigir una mafia si ni siquiera puedo proteger un favor de un kohai?

—No vuelva a decirlo, Ojousama. —intervino Shaka colocando una taza de té frente a ella y distribuirlas a los demás. —Nosotros vamos a protegerla y no nos importaría morir si usted lo desea. Buda la colma de bendiciones y no va a dejar de hacerlo...

—Tienes razón, Shaka... —contestó la japonesa alzando la cabeza. —lo que debemos hacer ahora es esperar que todo se calme, Mu llegue y reconozca mi casa, Dohko vuelva y Shun Rei mejore. Todo dependerá del tiempo para sanar...

***

Aclaraciones:

(1) ¡Kami Sama!: Expresión coloquial para decir: ¡Oh, Dios mío! En japonés el original.





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