CAP. 18: ¿Hogar, Dulce Hogar?


Palermo, capital de la isla de Sicilia. Ese era el lugar que recordaba Angello desde su niñez. El inicio de la mafia italiana se había formado gracias a que numerosas familias se dedicaron a ello y lo heredaban como un oficio destinado. En especial la familia Strozi. Había servido desde principios del siglo XX, cuando la Cosa Nostra se expandía al mundo. Un lugar árido de muerte y bañado en sangre inocente para enseñarles a sus habitantes que el poder de una persona se definía en el control de sus destinos. Una guerra para obtener gloria, aunque ésta fuera amarga...

Caminaba junto al puerto que era despedido por el Sol hasta verlo al día siguiente. Pero no estaba muy tranquilo. Algo no estaba bien, como si lo siguieran de cerca. Una emoción de sentirse presa de sus miedos latía en su cuerpo. Sacó del bolsillo de su camisa una cajetilla de cigarros apartando sus dudas de una patada y se llevó uno de ellos a la boca para disfrutarlo y después dirigirse a la casa de su abuela, si es que todavía vivía.

...Nunca fue cariñoso con sus abuelos. Había perdido a sus padres desde su nacimiento y automáticamente lo acunaron como uno de sus hijos. A menudo imaginaba a su madre y les preguntaba por ella, pero siendo desconfiados ellos, le decían que era una mujer muy fuerte. Y Angello les volvía a preguntar: "¿Y cómo siendo tan fuerte, mi mamá murió, abuelos?", dejándolos sin respuesta. Pero cuando quería saber de su padre, los ancianos le desviaban la mirada o le sonreían nerviosos de la contestación: "Tu padre fue un hombre de fe". Angello no podía entender el significado tan profundo...

Se detuvo frente a una casona de arquitectura románica y escupió el cigarro, pisándolo y avanzando a la puerta de madera. Tocó y esperó. Se imaginó muchas cosas: tal vez su abuela ya había muerto o salió de Sicilia para buscarlo o se había quedado dormida en el sillón viendo la televisión o... otro motivo estúpido que para nada tuviera que ver con sus costumbres. Y se enfrentaba a otro problema: si la encontraba, ¿Cómo la abordaría? ¿Ella le confesaría todo de una vez o proporcionaría pistas falsas como siempre? Sólo podía saberlo si le preguntaba. No había otra opción.

--¿Quién es? –una voz masculina se oyó del otro lado de la puerta. Angello se acercó más a ella y le respondió casi gritando:

--Angello Strozi. Abra, por favor.

El portón se abrió ante él descubriendo que el viejo mayordomo de los Strozi aún vivía. Para el sirviente, fue una grata sorpresa recibir al señorito que tantos años había servido. Una sonrisa apareció en el rostro de ambos caballeros y Angello ingresó a la casona una vez que el mayordomo se lo hubo permitido. Sin más contratiempos, el joven preguntó ansioso:

--¿Y mi abuela? ¿Todavía sigue con nosotros, Mario? –los ojos del llamado Mario bajaron al suelo contestando su duda. No hubo más palabras sobre ese tema. No quería hablar y no lo hicieron. Para cambiar el ambiente, volvió a cuestionar. -¿Cómo has estado?

--Bien, signore. Cuidando la casa hasta que usted volviera a verla. Fueron las órdenes de su abuela antes de morir... ¡Pero no se preocupe! Ha dejado un testamento para usted. Se lo daré ahora mismo...

Avanzaron hasta la sala de la casa. "No ha cambiado nada...", pensaba al observar los mullidos sillones en los que se sentaba siendo apenas un niño. El mayordomo se retiró por unos momentos para más tarde volver con un legajo y dárselo a Angello. El italiano lo tomó y se sentó en uno de los sillones para leer el testamento de su abuela:

Palermo, Sicilia, Italia.

Yo, Caterina Strozi, en pleno uso de mis facultades mentales, dicto ante el notario de la familia que la casa, así como todo en su interior, la dejo en propiedad de mi nieto Angello Strozi. Bajo la ley de Italia dejo estipulado que el mayordomo de la familia sea el administrador de todas las cuentas a mi nombre hasta el día de su muerte, siempre y cuando mi nieto lo considere aceptable.

Una vez que Angello leyó el contenido y hubo comprobado las firmas que se estipulaban en el testamento, se levantó y asintió a Mario y preguntó:

--¿Estás de acuerdo que seas el administrador de la herencia, Mario?

--Usted debe dar el visto bueno, Signore. Yo obedeceré a lo que usted me dé. –contestó el sirviente bajando la cabeza. Angello colocó su mano en la barbilla y meditó la situación unos momentos. Después contestó:

--Te dejaré la administración a cambio que me digas toda la historia de mis abuelos.

--¿La historia de sus abuelos, Signore Angello? –el mayordomo lo miró extrañado. Angello asintió.

--Sí, tú debes saber bien lo que pasó hace más de veinte años, desde antes de que yo naciera...

--¿Tanto quiere saber, Signore? –preguntó el mayordomo, pero al ver el rostro de determinación que su amo tenía, suspiró y finalmente dijo:

--Le prepararé un café. Póngase cómodo que esto va tardar... la historia es muy larga...

***

La mañana en Kyoto era una de las más hermosas en el mundo. Estar en ese paradisiaco lugar era como un sueño para él. Sorbió su café con desgano mientras que en los largos dedos sostenía un cigarro casi consumido. Pero precisamente en aquella mañana recibió una llamada inesperada. Tras tres timbres de su grupo favorito, contestó con desgano:

--¿Diga?

--Tío, pero qué modales son ésos...

--¿Qué pasa, Shura? Debe ser urgente por tu modo de decir las cosas.

--Sí, tío. Saga los está vigilando y quería informarte que puedes correr peligro.

--Gracias por el pitazo. Te lo recompensaré infinitamente. Sólo dime qué quieres y trataré de dártelo.

--Bueno, sabes que ya sacaron un nuevo disco Mägo de Oz y... tú sabes...

--¿Quieres que te lo compre, no? ¿Con tan poco te recompenso? –rió a carcajadas, pero prosiguió. –Bueno, dame la dirección a donde te lo mande...

--Pero me compras el libro disco (1), ¿Vale? –y el español le dio la dirección. Una vez que Santiago ya tuvo el dato, se despidieron y colgó el teléfono. Con una sonrisa en el rostro, ingresó a la "Sala del Tigre y el Dragón" donde se encontraba Midoriko desayunando con los otros. Se sentó y observó a su alrededor. No había bajado Shun Rei. Perfecto.

--Nuevas noticias, mi señora. Saga mandó vigilarnos, ¿Cuáles son sus instrucciones? –informó Santiago en voz baja. Midoriko, sin inmutarse y olvidándose de los protocolos de El Padrino, sonrió:

--Que refuercen la seguridad y, si puedes, infíltrate... nosotros nos haremos cargo del resto.

--¡Qué bien! Ahora podré conocer Grecia y sus antiguas ruinas... -exclamó el español extendiendo sus brazos a lo alto.

Después se retiró de la mesa y tomó su celular para marcar en automático un número conocido. Salió del comedor para hablar en el pasillo con más libertad. Se llevó el auricular a la oreja y saludando, contestó:

--Hola, hola, tío... al parecer, creo que te llevaré el disco libro en persona, Shura.

--¿Por qué lo dices, Santiago?

--Mi señora me ha pedido que me infiltre al grupo de vigilantes...

--No te lo recomiendo, de verdad... esos idiotas son la escoria de la mafia griega... si fuera por mí, macho, estarías conmigo, pero no con esos tipos locos...

--¿Tan malos son como para catalogarlos como locos? –quiso saber su compatriota divertido. La voz de Shura se hizo más oscura.

--No son malos, pero conociendo como eres, diría que primero los aniquilarías y tú harías el trabajo solo... pero Saga no quiere eso. Necesita peones... tú debes saberlo muy bien...

--Está bien, coño, pero que no me lo hagas de emoción, ¿Vale? Porque si no, no actuaré adecuadamente, Shura...

--Te advertiré una cosa: son fanáticos religiosos. No son como nosotros de calculadores y siempre hacen del sabotaje su deber. Son una panda de lunáticos que justifican sus errores como un castigo de Dios... pero si te lo han ordenado, pues no hay remedio, tío... buena suerte y cualquier cosa que tramen, me avisas... de todos modos, te esperaré en el aeropuerto...

Colgó. Santiago, al oír la palabra "Dios", se quedó paralizado. Si tuviera que elegir sobre participar en un tiroteo en alguna guerra mundial a estar con esos tipos idiotas que todo hacían en Nombre de Dios, sin dudas y mil veces ya estaría frente a los sujetos matando al enemigo. Pero tenía la culpa, ya le había dado su opinión a Midoriko. No podía echarse para atrás. Su orgullo de macho no se lo permitía. Se llevó una mano a la cintura y la otra a la barba, pero unos dedos le tocaban la espalda. Dio un respingo y sonrió al ver de quién se trataba:

--Buenos días, Santiago. –le saludó la pequeña Shun Rei. Sí, comparada con el hombre tan alto que era Santiago, era pequeña. La edad también los separaba, pues el español ya contaba con treinta y uno. La china, al ver a Santiago tan preocupado, inquirió. – ¿Ocurre algo malo, Santiago? –el español cambió de expresión a una más alegre y respondió inclinándose levemente:

--No, Señorita, es sólo que mi esposa no contesta el teléfono. Es probable que haya salido al supermercado con mis hijos...

--¿Tienes familia, Santiago? –preguntó asombrada la chica. Santiago asintió y se disculpó:

--Lo siento, señorita, pero tengo que partir cuanto antes. La señorita Midoriko me ha dado permiso para visitar a mis seres queridos a España. Nos veremos en cuanto regrese.

El europeo volvió a inclinarse y salió de la pagoda para arrancar su auto y alejarse de ahí. Todavía con el teléfono en las manos, marcó uno de los números registrados y se lo llevó a la oreja por tercera ocasión. Esperó cuatro sonidos y la voz de una mujer contestó:

--¿Aló?

--Pequeñaja, ¿Cómo estáis? –la emoción de su esposa no se hizo esperar y dio un gritito de felicidad.

--¡Santiago! ¿Vas a venir a Toledo, mi amor?

--Esta vez no, Lorena mía. Tengo trabajo y no creo que vuelva pronto. Debo vigilar a unos locos, pero, cuéntame, nena, ¿Cómo están creciendo mis críos?

--José quiere verte. Valeska habla claro y fuerte como locutora de radio. Preguntan por ti y quieren que los lleves a la Catedral de Santiago de Compostela. Que esa idea se les ha metido en su cabeza. Te amo, Santiago, nunca lo olvides...

-Vale, vale, diles a mis hijos que pronto tendrán a papá de vuelta y que iremos juntos a un concierto de Mägo de Oz.

--Está bien, que yo les digo...

--Ah, y Lorena, -finalizó el español casi por llegar al aeropuerto. Se detuvo en una de las calles y sonrió de sólo pensarlo: -Cuando llegue, te voy a hacer el amor para que te acuerdes de mí toda la vida, ¿Escuchasteis?

--Amor, que no digas eso, porque quiero tenerte en mis brazos y no dejarte ir...

--Tengo que colgar. Te aviso cuando esté por allá. Espero que pronto... Ciao...

Colgó de nuevo y salió del auto para entrar en el aeropuerto con una sonrisa de oreja a oreja. Ciertamente, Santiago tenía una hermosa familia, una esposa que lo amaba, una prolífica carrera musical y una fama casi envidiable. Pero como todo no puede ser perfecto, aunque se intente, también tenía un oscuro presente, a lo que realmente se dedicaba. La Mafia Yakuza les daba una vida de lujo a sus pequeños, gracias a las misiones que se le asignaban a su padre. El español no se quejaba de su doble vida, al contrario, le encantaba estar en situaciones de peligro. Una vida un tanto arriesgada para un padre de familia...

...Santiago tuvo una infancia feliz al lado de su amigo Shura en el internado de Madrid. Sus padres eran de descendencia noble, un privilegio del que gozaban únicamente algunos habitantes del norte de España. Su madre, una mujer altanera y de mirada intensa, nunca permitió tal amistad con "ese crío de tercera clase". Su padre, alto empresario, tal vez uno de los más productivos en el país, discutía con su mujer casi todos los días...

...Cuando Santiago quiso incursionar en la carrera de la música flamenca, su madre, Doña Mariana Villavicencio, le gritó a su hijo que no se rebajara a un nivel menor del que estaba. Su padre sólo los contemplaba desde su escritorio. Pero Santiago nunca cambió de opinión e, incluso, su madre le aventó la caja del disco de Mägo de Oz diciéndole que si quería ser como esos "enfermos", lo desheredaría de la familia. No le importó y, para evitarse problemas con su progenitora, se dirigió a estudiar a la Universidad de Santiago de Compostela, por supuesto, sin perderse un solo concierto de su grupo favorito...

..Fue en uno de los conciertos de sus compatriotas, que conoció al amor de su vida: Lorena. La vio como un hada gitana bailando a la melodía de "El Príncipe de la Dulce Pena", la misma de la que sabía tocar. Fue un amor a primera vista. Como estaba fuera de casa, Santiago y Lorena se hospedaron en un hotel, y al no haber habitaciones, Santiago le propuso que se quedara con él. Así, Lorena ocupó la cama y Santiago en el sillón. A la mañana siguiente, los padres de la chica y su futuro esposo la visitaron en la recámara. Grande fue su sorpresa cuando Santiago abrió la puerta y les invitó a pasar. El novio de la chica pensó lo peor de ella y le gritó toda clase de insultos antes de marcharse...

...Santiago, después del escándalo, habló con los padres de la chica aclarando que todo fue un malentendido y que si el tipo no podía confiar en ella, pues no valía la pena que se casara. Fue entonces que Lorena lo tomó de la mano, a sorpresa del propio Santiago, y les dijo que se casaría con un hombre capaz de entenderla. La felicidad de Santiago se hizo completa... un mes después, ya estaban viviendo en Toledo, a pesar de que su madre lo prohibía...

Tomó asiento, esperó a que el avión partiera a Grecia y se relajó. Sonrió al recodar la última noche que vio a su familia y amigos. Ese recuerdo lo soñaba casi a diario y se despertaba anhelando el día en que todos vivieran juntos...

Flash Back.

Esa noche, se habían congregado la familia de Lorena con sus compañeros de trabajo y algunos personajes del medio artístico. Era una noche de bohemia, ya que en la estirpe de su esposa corría en sus venas sangre gitana. Tras dormir a los niños, se inició la fiesta. En una tarima y al son de la guitarra flamenca, bailaba su suegra en compañía de su cuñada, haciendo vibrar con sus tacones la madera. Todos comenzaron a aplaudir en una sola percusión siguiendo los arpegios de la guitarra.

Santiago y Lorena se unieron a la celebración acompañados de sus típicos tarros de cerveza. Chocaron sus tarros y se bebieron el contenido de un sorbo. En cuanto terminaron de bailar, su suegra y su hermana saludaron a los esposos y Lorena se paró en la tarima para comenzar su baile. Santiago se sentó y tomó la guitarra para cantar y tocar a la par de los golpeteos de su amada esposa. Cuando terminó el baile, Santiago dejó la guitarra en su asiento y se levantó para ayudar a bajar a Lorena. La familia estaba contenta.

--Oe, oe, coño, qué te has puesto muy romántico con mi hermana... -exclamó su cuñado alzando su cerveza como símbolo de aprobación. Santiago sonrió abrazándola:

--Es mi tesoro más preciado, tío. –se dirigió a todos. -¡Fumen, follen y beban que la vida es breve! (2)

Todos se echaron a reír por el comentario tan típico de Santiago. Fue entonces que una voz adormilada hizo que Lorena se separara de su esposo y se dirigió a las escaleras.

--Mami, quiero comer algo... -Lorena asintió con la cabeza, cargó al niño y los dos fueron a la cocina por un aperitivo. Santiago, en ese momento, quedó hechizado y a pesar de que le hablaban, los siguió. Se recargó en el dintel de la cocina viendo cómo su pequeño José se sentaba y comía su merienda y a su lado, sentada también Lorena observando a su hijo. Volteó a verlo y le sonrió. El español correspondió al gesto y siguió observando.

--¿Quieres algo de comer, amor? –le dijo Lorena y negando con la cabeza, se acercó, le dio un tronado beso en la frente a su pequeño y salió de la cocina para subir las escaleras. Al llegar al cuarto de los mellizos, abrió la puerta y se encontró a su hija ya despierta mirando el techo. Santiago cerró la puerta y se sentó en la cama de su hija. La niña le extendió su manita, a lo que su padre la tomó y la besó con dulzura.

--Papá, ¿Te vas otra vez? –preguntó su hija. Santiago dudó en contestar:

--Sí. Tengo que viajar mucho para traer comida a la casa, pequeñaja.

--¿Cuándo voy a verte, papi?

--Espero que pronto, linda. Así que quiero que ayudes a tu madre en lo que necesite, ¿Vale?

--¡Vale! –exclamó la niña sonriendo. Santiago la tapó y le dio un beso en su pequeña frente, pero la niña miró a su alrededor y preguntó. – ¿Y mi manito, papi?

--Está merendando, ¿Por qué lo preguntas, pequeñaja?

--Porque tengo hambre, papi... -Santiago se levantó y la ayudó a que se pusiera sus pantunflitas para bajar a la cocina.

La cargó y los dos bajaron las escaleras oyéndose la guitarra y los zapateados a lo lejos. Una vez que llegaron a la cocina, Lorena extendió sus brazos y la cargó sentándola al lado de su hermano. Santiago rodeó con sus brazos la cintura de su esposa y se recargó en su hombro depositando un beso en la mejilla. Lorena acarició sus manos y le susurró al oído:

--¿Hasta cuándo regresarás, Santiago?

--No lo sé. Mi jefa es un capricho andando y no creo regresar pronto, pero... -la volteó para observar sus aceitunados ojos preocupados. –Prometo estar aquí cuando cumplan años los mellizos. –besó sus manos para después acariciar su rostro moreno. –Y claro, para nuestro aniversario. Haré todo lo posible para salir juntos a Santiago de Compostela...

--Confío en ti, amor. Sé que vas a triunfar por allá y volver... -dirigió su vista a sus hijos. –Ellos te necesitan mucho, Santiago...

--Y yo a ellos, pequeñaja... pero sobre todo, a ti para poder ser feliz...

Lorena no pudo contestarle, ya que Santiago tomó sus labios delicadamente y los unió con los suyos para seguir con un beso lleno de amor. Los pequeños miraron a sus padres y sonrieron mirándose entre ellos. Cuando Santiago se separó para tomar aire, Lorena lo abrazó fuerte y le susurró:

--Sólo quiero que regreses con vida, amor. No le pido más al destino... ya lo sabes, pero, -tomó su mano y la estrechó fuerte. –Juntos hasta la muerte, amor mío...

End Flash Back.

--Lorena mía, cómo quisiera tenerte en mis brazos... -se dijo para sí mismo observando el cielo por la ventilla del avión. Descubrió que sobrevolaba por las antiguas ruinas de la antigua Grecia. A los pocos minutos, llegaron al aeropuerto y Santiago bajó los escalones mirando al horizonte. Debía tener el suficiente coraje para regresar con su anhelada familia. Se echó la mochila al hombro y se dirigió a la sala de llegadas, donde, seguramente, Shura lo estaría esperando.

***

--Bueno, habla Mario, ¿Qué es lo que pasó con mis abuelos? -preguntó Angello casi impaciente, cuando Mario le había traído su café y se hallaba sentado frente a su señor. Carraspeó antes de iniciar la revelación:

--Pues, verá, Signore Angello. El mayor secreto de la familia ha sido el de su concepción. –Angello asintió atento mientras encendió un cigarro. –Su madre, la signora María, era una monja en el convento de Palermo, pero, por azares del destino, y pese a su ingenuidad, la embarazó el obispo de Sicilia. Las monjas, al enterarse de eso, la echaron del convento diciéndole que era un sacrilegio el que hubiera seducido al Obispo. Como su abuelo trabajaba con Don Shion, en aquel entonces, le pidió consejo y Don Shion le dijo que tuvieran al bebé, que fue usted...

--¿Y qué pasó con el obispo ese? –preguntó indignado Angello, dejando caer la ceniza en su saco. El mayordomo prosiguió:

--Subió a Cardenal por un favor de Don Shion como advertencia de que no se acercara más a la familia Strozi. Como la familia Strozi no quedó contenta, y bajo el consejo de Don Shion, se decidió que lo tuvieran a usted, pero su madre murió en el parto. Don Adriano y doña Caterina le tomaron como hijo suyo y lo criaron...

--Pero, ¿Cómo murió el abuelo, Mario? –preguntó Angello sacudiéndose la ceniza y el mayordomo bajó la cabeza:

--Él investigó todos los datos del cardenal y descubrió que tenía un pacto con los hombres de Grecia... algo que era parte del pasado... y cuando el signore Adriano le iba a decir todo lo que ocurría a Don Shion, un pitazo corrió a Grecia y buscaron como locos el chip donde tenía toda la información...

--¿Y el chip? ¿Tú sabes qué había en él? –el rostro de Angello ya estaba desencajado por la noticia.

--El pasado o, mejor dicho, el error que cometió el Cardenal, las sumas de dinero que la Mafia de Grecia había recibido de él para seguir distribuyendo mercancía ilícita y prostitución siendo el tesorero del Banco del Vaticano. Todo ello fue en secreto, y si alguien descubría el lavado de dinero, la reputación del Cardenal y los líderes de Grecia saldrían a la luz... -el mayordomo bebió un poco de café que estaba en la mesita de centro y, a pesar de la sorpresa de Angello que se encontraba en shock, tomó su tiempo para revelar la verdad.

Los cabos sueltos que rondaban por su mente, se resolvían por la explicación dada. ¡Era increíble que él, Angello, fuera el bastardo del hombre que violó a su madre! ¡Y lo era más el que ese mismo hombre era culpable de la muerte de la familia de Aphrodite! Todo por sólo un encubrimiento... un secreto que había destrozado dinastías completas...

--... Cuando llegaron a la residencia en Roma, me amordazaron y me llevaron hasta donde se encontraba mi señor. Por fortuna o por desgracia, estaba solo en Roma arreglando asuntos de Don Shion. Su abuela y usted se encontraban aquí, en Sicilia. Cuando encontraron a su abuelo en el estudio, lo amenazaron con sus armas silenciadoras y le dijeron que les entregaran el chip. Don Adriano les dijo que no sabía de lo que hablaban... lo golpearon y torturaron, pero Don Adriano no dijo una sola palabra del asunto... al final, le balearon en la sien y registraron por toda la casa... pero no pudieron hallar nada. Ni un papel que los comprometiera. Fue entonces que me golpearon con la cacha del arma y caí inconsciente...

--Pero –Angello sabía esa parte de la historia. Un chispazo brotó de su mente y preguntó. –tú debiste ver al que lo mató, ¿No es cierto? –el mayordomo asintió con la cabeza. Angello prosiguió. – ¿Cómo era aquél hombre?

--Pues... -Mario trataba de recordar el rostro del asesino, así que caviló por unos instantes. –Tenía el cabello largo y azul rey. Sus ojos, verdes; la piel, bronceada, rasgos griegos. No lo sé bien. Todo es confuso, signore Angello...

El silencio se apoderó de la sala. "¿Habrá sido Milo? No. A Milo lo conocí después de unirme a la mafia. Además, Milo tiene ojos azules. No pudo haber sido él... ¿Quién podrá ser ese maldito?", pensaba Angello al tomar del asa para sorber su café ya helado por la espera. Inhaló el humo de su cigarro consumido antes de recordar con la cabeza gacha:

--Recuerdo que cuando trajeron el cuerpo de mi abuelo, la abuela me dio el collar y me dijo que eran órdenes de mi abuelo... que buscaban ese dije y que era parte de una venganza... -levantó su mirada y pasó su mano por los cabellos desordenados. –Después de eso, corrí a la puerta y grité al cielo que no se iba a quedar así. Recuerdo que mi abuela lloraba en silencio... después del funeral, me fui a Grecia y me encontré con Saga diciéndome que había sido culpa de Shion... -se levantó de súbito y vociferó. – ¡Ese bastardo me traicionó desde antes de nacer!

--Guarde la compostura. –le pidió Mario, haciendo que Angello volviera a sentarse. –Si piensa las cosas con detenimiento, seguramente podrá vengarse... -guardó silencio unos instantes. Angello se levantó más calmado y tranquilizó a su mayordomo:

--No te preocupes por eso, Mario. Ya no soy como el niño que escapó de todo...

--¿Sabe, signore? Su abuela me confesó que quería que usted siguiera con el negocio de la familia y que se convirtiera en un Don... fue su deseo más grande. Cuando supo que estaba cumpliendo su destino, se puso muy contenta, Signore... -Angello ya no prestaba importancia a eso. Estaba muy lejos de la realidad, donde su mente creaba las barreras de protección para no afrontar la verdad. Quería huir y eso era precisamente lo que haría. Tras un largo silencio, pronunció rotundo:

--Te cedo los derechos de la administración hasta el día de tu muerte, viejo amigo. –caminó a la puerta principal. –Ya tengo la información que quiero...

Dicho esto, salió de la residencia de sus abuelos y caminó por las nocturnas calles de Palermo hasta llegar al muelle. El vórtice interior que sentía subir y bajar de su estómago se comparaba a la negrura del mar, en la que no reflejaba la Luna. La cabeza le daba vueltas. No debió haber nacido. Así no hubieran matado al padre de Aphrodite ni a muchos otros por su culpa. ¿Se sentía enojado? Sí, eso no lo iba a negar, ¿Exasperado? Era probable. Pero lo que nunca se podía perdonar era que por la violación de su madre, ella había muerto. Se llevó el celular al oído y esperó a que una voz conocida le contestara. Tuvo que contener el nudo en la garganta para poder hablar:

--¿Bueno?

--Aphrodite... -el tono de su voz no era de reconocimiento, era de súplica. Tomó fuerzas, pero el suizo se adelantó:

--¿Qué ocurre, Angello? ¿Encontraste algo importante?

--Aphrodite... tienes que perdonarme... -dijo con pesadumbre el italiano.

--¿Qué pasa? ¿Te sientes bien?

--Tienes que perdonarme, Aphrodite... yo soy el hijo del asesino de tu padre...

Entre las sombras y lo bastante cerca, un hombre hablaba mirando la escena de tragedia.

--Lo tenemos. Death Mask sabe la verdad...

***

Aclaraciones:

(1) Libro disco: En la historia de Mägo de Oz, a partir de Finisterra, sacaron dos tipos de discos. El libro disco que narra la historia escrita por Txus Di Fellatio acompañado de las letras y el formato normal sólo con las letras. Como todo fan, Shura prefiere que Santiago le consiga el primero para saber la historia detrás de las canciones.

(2) Fumen, follen y beban, que la vida es breve: es una expresión española que dicta la forma de vida que lleven. En boca del propio Santiago le oí decir "Fuma, folla y bebe, que la vida es breve". ¡Gracias tío por el dato!



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