Cap. 17: Las nuevas noticias
A la mañana siguiente, en el hotel de cinco estrellas, Mu había convocado a una junta para hablar sobre la información del chip. Todos los documentos se encontraban en la mesa y todos sentados para discutir la nueva situación que se les presentaba. Mu estaba a la cabeza de la mesa y a su lado, sentados Aioros y Aldebarán con sus trajes negros. Midoriko, ya con su típico kimono negro, Obi blanco y su katana en las piernas, se encontraba del otro lado. A sus costados, Death Mask y Aphrodite ordenaban los papeles y se los pasaban a Mu. Detrás de la silla del líder, un pizarrón había sido empotrado a la pared del mismo color blanco y un marcador en la base. Las tazas de café, al igual que la tetera estaban delante de ellos. Antes de empezar la junta, Mu dio un sorbo a la infusión que perfumaba el ambiente.
--Bien, -dijo Mu con los codos recargado en la mesa. –he pedido a Aioros investigar sobre el caso y el resultado es el siguiente: Mi padre, hace unos años, mandó asesinar al embajador de Suiza en Grecia y pudimos encontrar que fue un obispo que subió a cardenal por influencia de mi padre para ocultar todas las evidencias...
--¿Un obispo? –preguntó Death Mask. -¿Y qué tiene que ver la relación de mi familia con la información, Mu...?
--Don Mu para ti. No seas igualado, italiano. –intervino Aldebarán regañándolo. Mu, sin prestar atención le respondió:
--Bueno, la cuestión es que el cardenal, ahora, es intocable para nosotros... -se quedó en silencio y continuó. –Pero el caso no se ha cerrado todavía. Según los informantes que tenemos, el embajador fue asesinado porque impedía que nuestro bando hiciera trato con contrabandistas suizos para distribuir la mercancía...
--Entonces... ¿Mi padre murió por fines de negocios? –preguntó Aphrodite lleno de curiosidad.
--Exacto. –contestó Aioros. –De la familia Strozi sabemos que fueron nuestros hombres más capaces dentro de La Cosa Nostra. En especial Adriano Strozi. Un hombre fiel ante los ojos de Don Shion y lo fue tanto que lo asesinaron a sangre fría sin soltar ni traicionarnos. Ahora hay que preguntarnos sobre la relación Embajador-Obispo-Adriano, ¿Habrá algún lazo que los une por sí solos?
--Definitivamente, deben investigar más a fondo el problema citado, si me permiten opinar sobre el asunto... -dijo Midoriko desde el otro lado de la mesa de juntas tomando la taza antes de beber su café. Mu asintió seriamente y la Yakuza se levantó después de dar dos sorbos y dejar la vajilla en el platito. Avanzó al pizarrón, tomó el marcador y comenzó a escribir en inglés. –Bueno, tenemos a los principales personajes y dos de las víctimas de los atentados. Podremos saber la relación si deducimos los acontecimientos... -dejó el plumón en la base y se volvió a todos. Aldebarán por fin habló:
--Según la información que recolectamos, Adriano Strozi viajó en diversas ocasiones a Grecia escoltando a Don Shion. Él pudo haber asesinado al embajador, ¿No creen? –se levantó y unió con una flecha a los dos. Todos asintieron con una mano en la barbilla.
--Bueno, hay que tomar en cuenta que el chip se lo dio la abuela a Death Mask por parte de su abuelo. –analizó Aioros. –y si deducimos que la información del chip contenía documentos y planos de Grecia, así como pactos y acuerdos de Saga y los jefes anteriores, queda como veredicto que Don Adriano fue muerto por los hombres de Saga...
--¿Y qué tiene que ver el Cardenal en todo esto? –preguntó Aphrodite al quedar frente al rótulo del religioso.
--Yo tengo una idea de eso, pero tal vez sea un tanto descabellada... -opinó Death Mask y carraspeando continuó. –Puede que el Cardenal haya asesinado a mi abuelo como algún pago a Don Shion antes de subir a su puesto habitual...
--No creo que suene tan descabellado. Como tuvo influencias de mi padre, puede que hubiera pagado un favor antes de escudarse en el Vaticano... algo que tenía que ocultar... no se me ocurre otra cosa. –dijo Mu después de pensar en esa pequeña posibilidad.
--No sé ustedes, pero pienso que deberían investigar al Cardenal ese... -les propuso Midoriko sacando su Bong del kimono y lo encendió dando inhalaciones antes de continuar. –Lo que deben preguntarse es qué tan importante debió ser lo que estuvo ocultando. Si saben eso, puede que resuelvan sus dudas...
Mu se levantó del sillón y extendió sus brazos apoyándose en la mesa. Los demás sabían que esa posición era para dictar órdenes. Midoriko sonrió y esperó a lo que Mu decía:
--Bien, Aioros, Alde... -llamó Mu con seriedad. –Investiguen al Cardenal, la relación con mi padre, algunos escándalos que no salieron a la luz... todo los que puedan encontrar. Aphrodite, -dirigió su mirada al suizo. –haz un análisis de la base de datos que encontraron y averigua su paradero actual. Si se encuentran muertos, investiga quién los mató.
--Yo mientras trataré de investigar algunos movimientos de mi abuelo. –se ofreció Death Mask y Mu asintió. El italiano le informó. –También me habló Saga. Le dije que nos reuniríamos con usted y que le informara sobre lo que hablara con usted. Ahora, ¿Qué quiere que se entere?
--Bueno, dile a Saga que estamos unificando a La Cosa Nostra y que por eso estamos tomando precauciones estipuladas. También infórmale que tenemos un pacto y que espero, lo respete...
--Yo le informo, Don Mu...
--Y yo me retiro. –Midoriko se levantó y tomó su katana.-No es prudente ni de mi incumbencia saber sobre este asunto. Y como pronto seremos aliados, no duden en pedirme protección. Japón es un lugar muy discreto para huir y esconderse...
--Tomaremos tu cortesía, Midoriko. –le respondió Mu con una sonrisa. Después le ordenó a Aldebarán. –Acompaña a Midoriko a Japón. Que lo le falte nada en el jet, ¿Entendido?
--Lo que ordene, Don Mu. –contestó el brasileño inclinando su cabeza e indicándole la salida a la Yakuza. –por aquí, signorina...
--Arigato, Aldebarán... -caminó a la salida y se volvió a todos. –Bueno, estamos en contacto, Janna, Matta ne...
Todos se levantaron de sus asientos y acompañaron a Midoriko a la salida. Cuando hubo partido en el auto con Aldebarán, los demás se dirigieron a realizar las tareas que les encargaron: Aioros a la oficina principal en Roma; Aphrodite a Toscana y Death Mask a la casa de sus abuelos en Palermo, Sicilia. Mu ordenó al chofer ir sin contratiempos a su empresa vinícola a atender sus asuntos administrativos y legales en el mismo barrio Direzionale.
***
--Señor, me alegra que nos prefiera al requerir de nuestros servicios...
La tarde, como siempre, era calurosa en Atenas. Pero eso no le impedía vestir su costoso traje con una corbata azul, así como su cabello. Sentado atrás de su escritorio fumando habitualmente su habano de las mejores regiones de Cuba y a su lado, Aioria y Shura como fieles perros del infierno. Enfrente, la señora Pandora Heinstein sentada al otro lado del escritorio con un vestido negro entallado y atrás de ella, tres de sus guardaespaldas arrodillados: Minos, Aiacos y Radhamantys.
--No es que los prefiera, Señora Heinstein, entiendan eso... -Saga se levantó de su asiento y caminando, observó con detalle a los mercenarios. Lamió su labio inferior y concluyó su opinión. –Son los únicos que podrían hacer el trabajo que ni mis hombres podrían. Es por eso que están aquí...
--¿Cuál es ese trabajo que le interesa que hagamos, Hört Yannakos? –preguntó Pandora sin inmutarse del comentario anterior. El gemelo sonrió. Con tranquilidad, volvió a tomar asiento y entrelazó sus manos sobre el escritorio antes de empezar a explicar:
--Quiero que vigilen a éste hombre. –les enseñó una fotografía y la posó enfrente de ellos. Pandora la tomó y Saga continuó. –Es el nieto de un imbécil que ocultó una información vital para mi puesto actual. Todos sus movimientos, con quién frecuenta, quienes son sus informantes, todo... Si es posible, averigüen dónde está esa información y entréguenmela a prontitud posible... no quiero que se dé cuenta de que lo están siguiendo. Es uno de los hombres que han ejecutado mis órdenes sin replicar y ha vuelto siempre con resultados positivos...
--¿Algo más que debamos hacer, Hört? Porque no creo que nos llame sólo para esa misión... -comentó Pandora fríamente. Saga cerró los ojos y sacó del cajón inferior de su escritorio un fólder. Lo entregó a los góticos y les indicó:
--Eso es lo siguiente que deben de hacer... que no se mencione nada de lo que está en ese fólder con mis hombres...
--Pero todo los que nos dice será sencillo hacerlo si hay algún incentivo de por medio, Hört Yannakos... -le insinuó la alemana sonriendo cínica. El gemelo tronó los dedos y a continuación, Aioria le entregó un portafolios a la señora Heinstein, abriéndolo en el proceso. Los ojos de Pandora se iluminaron al ver la obscena cantidad de Euros y lo cerró de tajo. Saga mantuvo su mirada en la chica y al ver que cerró el portafolios, le informó:
--Son Treinta millones de Euros como adelanto. Al término del trabajo recibirán otros treinta millones. Sólo si realizan con éxito su misión...
--Lo haremos con todo el respeto que usted se merece... Recibirá resultados al término de la semana. Hasta ese entonces, espere con paciencia. – le expresó Pandora caminando a la salida. Saga asintió e inhaló varias veces el puro hasta exhalar todo en un solo soplido. Los demás góticos siguieron a su líder y cuando se hubieron retirado, le informó a sus sublevados:
--Quiero que me comuniquen con los "Santos de Plata"...
--¿Los Santos de Plata? Eso quiere decir que... -La incredulidad no cabía en la mente de Shura. Si el líder llamaba a los Santos de Plata, entonces...
--Así es. Quiero que hagan un trabajo de investigación. –Completó el gemelo sonriendo malicioso. Aioria y Shura se miraron entre ellos asustados y bajaron la cabeza para esperar más instrucciones. –Díganles que tienen que investigar a Mu Wang, Midoriko Sesshoukawa, Katya Nicolaievna Tokarev y Saori Kido. Quiero informes de todos ellos lo más detallado posible...
--Sí, Señor... -exclamaron los subordinados para dirigirse a la salida. En cuanto salieron del edificio principal, Aioria tomó del brazo de Shura y le dijo aún con el terror en el rostro:
--Shura, debemos informarle a mi hermano de lo que está pasando. Saga se está moviendo muy rápido...
--Sí, creo que también será prudente decirle a mi centinela que esté atento. –Sacó de su pantalón una cajetilla de cigarros y se llevó uno a la boca. Aioria le encendió el fuego y arrimándose, Shura le susurraba al oído. –Es probable que quieran realizar algún ataque sorpresa por parte de los góticos o los Santos de Plata...
--Hay que tener cuidado. Recuerda que "Las paredes oyen". –Susurró Aioria en el oído del español y provocó en éste una débil risa después de exhalar el humo de su cigarro. Los dos entraron en el auto y Aioria arrancó lo más rápido que pudo para llegar e irse pronto...
...Si los católicos griegos hubieran escuchado la frase de "Los Santos de Plata", seguramente hubiesen pensado que se trataba de imágenes hechas de ese metal, pero en el interior de la Mafia Griega se le conocían así a los peones de la media clase entre todos. Aun con ese estatus, Los Santos de Plata era el tipo más temido por su fanatismo y religiosidad. Se comparaban a sí mismos como los elegidos por Dios y, debido a ello, podían hacer lo que quisieran. No tenían ni una pizca de estrategia y sentimientos. Podían robar, matar y violar sin sentir compasión a la víctima en cuestión...
...Los otros miembros de la Organización delictuosa los veían como unos descerebrados que sólo seguían órdenes y no les hablaban para no manchar su reputación. Para Shura y Aioria, la opinión respecto a esa célula criminal era parecida al resto de los demás: Seres sin una disciplina especial como contratistas internacionales, mentes llenas de drogas y alcohol y locura religiosa, de supremacía...
Shura encendió el radio e introdujo su reproductor de música para encontrar a su grupo favorito y tocarlo. En cuanto el sonido inundó los oídos del español, éste subió el volumen y se recargó en el respaldo. Aioria, molesto, le preguntó:
--¿Qué diablos es esto, maldito español?
--Tranquilo, gato. Se llama música y sirve para escuchar... -contestó el de ojos moros, relajado. Aioria le bajó un poco y le respondió aún más enojado por el comentario tan estúpido del otro:
--Eso no es música, Shura. No te engañes de un pseudo grupo que dice que toca música, pero que sólo es un fraude y que... -Aioria no pudo terminar, ya que Shura rápidamente había sacado su mágnum y la dirigió a la sien de Aioria. Éste tragó saliva mientras miraba de reojo el asfalto de las calles conduciendo a velocidad media. Shura le respondió con el entrecejo fruncido:
--Mägo de Oz no es un fraude. Es el grupo de Folk Metal más importante de mi Madre patria y si vuelves a insultarlo, créeme que dejaré tu cadáver en el departamento de tu hermano con un lindo ramo de rosas y mis disculpas escritas, ¿Entendiste?
--¿De nada se puede bromear contigo? –comentó Aioria tomando la carretera federal. Shura bajó el arma y la guardó en la cintura. Sonrió antes de contestar:
--Mägo de Oz es mi religión. Lo demás no me importa, pero nadie ha dicho algo malo de ellos después de un tiro de gracia... -Aioria rodó sus ojos al techo y los dirigió al frente, fastidiado. Shura, en cambio, subió más volumen, cerró sus ojos y se relajó entonando con soltura las letras de su canción favorita.
El Sol se ocultaba dándole paso a la noche, quien cubría lentamente con la negrura de su manto. Ya a las afueras de Atenas, los dos contratistas se detuvieron cerca de un Bar de mala muerte y Aioria apagó el reproductor. Bajaron del auto y caminaron el pequeño trayecto lentamente, debido a que Shura sacaba su segundo cigarro y guardaba el encendedor una vez que lo hubo ocupado en el pantalón.
Entraron sintiéndose por unos momentos como los vaqueros que tantas películas habían mostrado. El silencio no se hizo esperar y los individuos los seguían con la mirada. Aioria caminaba con paso presuroso detrás de Shura, quien ya estaba acostumbrado a buscar a esos rufianes idiotas. Se acercaron a la barra y se sentaron en ella. A su lado, un hombre musculoso los miraba de cerca. Shura pidió un tarro de cerveza oscura y Aioria uno de cerveza clara. Fue entonces que el sujeto se les acercó y los miró barriéndolos con la mirada preguntando en son de burla:
--¿Qué se les ofrece, caballeritos? ¿Por qué están aquí? ¿Será que ya se cansaron de la cuidad y vinieron a relajarse? ¡Qué monos!
--Amigo, -pidió Shura terminando de beber su cerveza y haciendo un eco en la madera de la barra al azotarla. –Si vienes a molestar, será mejor que te alejes de aquí sino quieres terminar con un tiro en la sien...
--¡OH! ¿Tan machito te crees? ¡No me hagas reír! –siguió burlándose el hombre hasta que alguien le tocó el hombro y le reprendió:
--Será mejor que le hagas caso. No tendría compasión contigo, Casius...
Shura y Aioria voltearon al individuo que se sentaba al lado del español. Casius se retiró de ahí y el recién llegado pidió una copa de Ron y en cuanto la hubo terminado de un trago, se atrevió a decir:
--¡Vaya! Así que el señor Saga requiere de nuestros servicios como la otra vez, ¿No es así?
--Por supuesto, Argol. –respondió Aioria pidiendo otra ronda de cerveza. –Les ordenó que investiguen a Mu Wang, Midoriko Sesshoukawa, Katya Nicolaievna Tokarev y Saori Kido. Les recompensará en cuanto tengan alguna información que los perjudique o que salga a la luz...
--Bien, ¿Y de qué tipo de recompensa estamos hablando? –preguntó Argol sobándose la barbilla, interesado. Los dos relacionistas sonrieron y ésta vez, Shura le informó:
--Lo que ustedes quieran dentro de sus posibilidades. Ya sabes: Coca, GHB, Hashish, mujeres o dinero. Pero todo eso puedes discutirlo con él personalmente...
--¿Hay algún plazo de resultados?
--No por ahora, pero cada semana quiere sus reportes hasta cuando el señor Saga diga... -respondió Aioria levantándose del banco. Argol sonrió y dio un largo chiflido ocasionando que todos se callaran. Fue entonces que gritó:
--¡Hay trabajo, señores! ¡Misty, Moses, Asterión, Babel, Dante, Argetti y Sirius! ¡Esta vez, nos darán lo que nosotros pidamos!
Los sujetos nombrados anteriormente por Argol levantaron sus tarros de cerveza y gritaron alegres por la misión. Aioria y Shura se miraron entre ellos y chocaron sus tarros sin inmutarse de la acción de los Santos de Plata. "Estos tipos están locos. Mira que ponerse así con una misión... bueno, son nuestros peones. No les podemos pedir que usen su cerebro", pensaba Aioria al darle un buen trago a su cerveza. Shura, casualmente opinaba lo mismo al mirarlos de reojo con desprecio. Sacó de su pantalón trescientos euros y los colocó en la barra para hacerle una seña con la cabeza a su compañero. El cantinero los recibió interrogante, por lo que Shura le dijo:
--Quédate con el cambio, buen hombre. Es un pago por aguantar a esos idiotas...
El cantinero sonrió cómplice con el español y el griego y ambos salieron de ese lugar de locura desmedida. Subieron al auto y Shura encendió por tercera vez un cigarro esta vez manejando él. Cuando iba a prender su reproductor, Aioria se lo arrebató de las manos y lo aventó a la parte trasera del auto. Ante dicha acción, Shura frunció el entrecejo y le espetó:
--¿Por qué quitaste mi IPod, Aioria?
--Porque ahora quiero escuchar mi música y no a esos locos otra vez... -dicho esto, el León sacó de su saco su reproductor y lo encendió para buscar los artistas pop del momento. Shura ya fastidiado, desvió la mirada a la carretera y aceleró todo lo que pudo. Cuando Aioria encontró su grupo favorito, ya estaban en las calles principales de Atenas y cuando por fin tocó su primera canción ya habían llegado, lo que produjo un enojo por parte de Aioria. Shura se había vengado. Con su clásico acento madrileño le informó al detenerse en una cerrada de primera clase:
--Llegamos a tu departamento, ¿O quieres quedarte a escuchar tu música?
--¡Cállate, maldito español! Por tu culpa no pude escuchar a Madonna... -el griego quitó su reproductor, lo guardó en su saco y se cruzó de brazos molesto. Shura observaba todo eso recargando su codo en el volante con una sonrisa sagaz en el rostro. Ver a Aioria con esa expresión tan infantil le daba ternura.
--Le informaré a Saga que ya hicimos nuestra parte. Ahora, saca tu malnacida existencia de mi auto y espero no volverte a ver por hoy. –dijo Shura con sarcasmo. Aioria salió del auto y azotó la puerta antes de caminar al condominio en el que vivía totalmente enojado y con las manos en los bolsillos del pantalón. Fue entonces que el español arrancó y sacó su celular para marcar un número conocido. Una vez que le hubieron contestado, su rostro se tornó serio.
--¿Diga? ¿Qué noticias me tienes?
--Señor, ha sido un éxito la misión. Acabo de dejar a Aioria y esperamos instrucciones de su parte. –contestó Shura manejando por la avenida principal. Se oyó una risa macabra del otro lado de la línea.
--Bien, Shura. Te dejo el resto libre hasta la siguiente misión...
--Gracias, señor... -el jefe colgó y Shura tomó su IPod para escuchar su grupo favorito desde la infancia mientras llegaba a su departamento con vista a la cuidad...
***
--Saori Sama, Midoriko Sama acaba de llegar a Japón...
--¿Cómo está eso? ¿Qué no se había quedado, Ikki?
--No, según los informes de Shiryu, Midoriko Sama salió fuera del país, ¿Quiere que la mande llamar?
--No. Seguramente habrá sido asunto suyo. Mientras no arruine el mercado en Japón, puede hacer lo que sea...
El gran Sol del Oriente salía como cada mañana bañando con sus rayos las rosas del invernadero de la mansión Kido. Ikki, de pié al lado de la líder de Oriente vestido con jeans y una chaqueta de cuero, esperaba las instrucciones calmadamente. Y, como era su costumbre, Saori tomaba el té en ese lugar. Esa semana no había salido de la mansión pues no tenía tratos por hacer. La joven se levantó y le preguntó a su protegido:
--¿Qué ha pasado con la prometida de Shiryu?
--Sigue en evaluación por la clínica de la Fundación, Saori Sama...
--Bien, tómate el día libre. Por hoy, no te necesito...
Ikki se retiró del invernadero y caminó con las manos en los bolsillos del pantalón hacia la salida de la mansión. Siempre estaba prevenido de cualquier ataque, en especial de sujetos opositores del liderazgo en Oriente. Sí, la vida se la tomaba con calma. Sólo había que acatar las normas de Saori y no tenía ocupaciones. Como lobo solitario que era, no necesitaba más que dos armas cargadas para llevar intercambios, asesinar a los deudores que no podían pagarle y enfrentar a algunos traidores.
Al poner un pie en la acera de la calle, una limusina se detuvo frente a él y de ésta salió un chico de desordenados cabellos castaños con un ramo de rosas rojas. No había ninguna duda, era el estúpido prometido de Saori: Seiya Tenmaru. El chico saludó al "Fénix" acercándose a la reja de seguridad:
--¡Hola, Ikki! ¿Te vas tan pronto?
--No es de su incumbencia, señor Tenmaru... -le espetó groseramente mientras reanudaba el camino. El de cabellos castaños no se inmutó por el comentario y lo despidió con la mano extendida, moviéndola animado:
--¡Me dio mucho gusto verte, Ikki!
--Idiota... -masculló el mayor andando sin hacerle el menor caso. Le caía en la punta del hígado por idiota. Pero era bueno tener al secretario de asuntos policiales de su parte. Si Saori le decía a lo que se dedicaba realmente, seguramente Seiya le daría todo su apoyo sin sospechar la verdad. Así era él, un sujeto que siempre miraba hacia delante sin tener idea de con quién se estaba metiendo.
...El verdadero apellido de Ikki era Fujikawa. Sí, era el hermano mayor de Shiryu y Shun, como ustedes lo habrían deducido. Sólo tenía un medio hermano por parte de su padre que se llamaba Hyoga, pero no contaba con ellos dos para nada. Su padre había muerto a manos de otro capo y su madre, al nacer Shun. Para proteger a su hijo menor, el pequeño Shun fue enviado con la madre de Hyoga por órdenes de su padre y así terminó en la gélida Rusia. Ikki lo sabía muy bien, pero no le importó lo más mínimo qué pasara con él. Era un hombre y debía salvarse de lo que dictara el destino...
...La venganza nunca fue su medio para entrar a la Organización de Oriente. Sólo quería probar la emoción de asesinar y sentirse poderoso por unos momentos. El dinero nunca le faltó ya que su padre había amasado una gran cantidad de él como mafioso y lo podía conseguir con facilidad si se lo proponía. Ya no tenía sentimientos de salvar a alguien, como pasaba en el lado de Shiryu, ni quería formar una familia con sus hermanos. Él solo se enfrentaba contra el mundo y lo irónico era que podía hacerlo...
Caminó hasta llegar a su apartamento y entrar en él para cerrar la puerta dando paso a su privacidad. Encendió el televisor para ver las noticias aventado la chaqueta al sillón, pero no encontró ningún programa de ello, así que la apagó y salió del lugar tomando de nueva cuenta su inseparable chaqueta. Se dirigió al garage y sacó su moto para ir a cualquier lado lejos de la aburrición, pero se dio cuenta que un sujeto lo miraba insistente desde la calle. Parecía como si lo estuviese observando.
Molesto, Ikki desapareció del lugar en dónde estaba y cuando el tipo se volvió a asomar, Ikki le habló cortante a su espalda. Su carácter no era nada agradable... y lo sabía:
--¿Qué demonios buscas aquí? –el sujeto se quedó sin habla y sonriendo nervioso se volvió al "Fénix", pero en un rápido movimiento, Ikki ya le estaba apuntando con su arma plateada. Volvió a preguntarle pasando el arma hasta llegar a su sien. -¡Te pregunté algo, imbécil! ¡¿Qué demonios estabas buscando?!
--N-Na-da, señor... -contestó balbuceante el sujeto. Ikki pudo notar que era extranjero y además apestaba a Sake, así que lo aventó a la acera y le apuntó de lejos. Sus ojos se tornaron violentos y exclamando, siguió apuntando:
--Tienes tres segundos para desaparecer de mi vista... -le quitó el seguro a su arma. –Uno... -la apretó listo para disparar. –Dos... -El sujeto corrió todo lo que pudo hasta que estuvo lejos de Ikki. Éste susurró. –Tres... -Bajó el arma, le colocó el seguro y la guardó en la chaqueta para encender la moto, ponerse los audífonos, prender su IPod y alejarse de su apartamento.
Pasando por las transitadas calles de Tokyo y acelerando a toda prisa con la música de AC/DC, llegó a su destino final: un cementerio. Bajó la velocidad y dejó en el estacionamiento su moto para descender de ella y caminar a la entrada del lugar. Avanzó entre las tumbas hasta que se paró frente a un nicho. Alrededor de ésta, crecían diferentes flores, entre ellas crisantemos, las flores de los muertos japoneses. Se agachó y cortó una de ellas para colocarla en el suelo. Después de ello, se levantó y se dirigió a una pequeña fuente para regar sobre la tumba un poco de agua.
Inmediatamente, se puso en cuclillas, apagó su IPod y comenzó a hablar:
--¿Cómo estás, Esmeralda? Espero que tan hermosa como siempre... No te he podido visitar todos estos días porque he estado ocupado... ya sabes que la mocosa Saori ha estado mandándome por aquí y allá... pero he estado bien... ¿Qué te cuento? Pues mi hermano Shiryu trajo de China a su prometida y la están curando de una enfermedad extraña. También vi a Shun... está bien, no te preocupes. Está con Hyoga... Pero, nada es relevante para mí sin tu presencia, Esmeralda... –una lágrima rodaba por su mejilla izquierda y la apartó bruscamente, sonriéndole a la tumba. -¿Sabes? Últimamente, te he extrañado mucho. No sabes lo que daría porque estés a mi lado... Esmeralda... te amo tanto... -no pudo seguir ya que innumerables lágrimas caían sobre el pasto cerrando su garganta.
Echó su cabeza hacia atrás e intentó pararlas, pero involuntarias como eran, no cesaban. Fue entonces que crispó sus puños y los dejó caer con violencia en el pasto arrodillado con la cara mirando al suelo y cerrando fuertemente sus ojos, siendo embargado por la desolación de la soledad. El crisantemo que había depositado se desojó, muriendo con sus lágrimas. Sí, el valiente y casi invencible Ikki estaba ante su talón de Aquiles, su amor eterno, Esmeralda.... Para él, todo era una pesadilla en la que quería despertarse cuanto antes...
--¿Sabes? – prosiguió secando sus lágrimas en vano y sonriendo de nueva cuenta, aunque con dificultad. –Sé que no te gustaría que llorara por tu partida, pero quiero despertar un día y verte a mi lado, como siempre lo hacías desde que el viejo murió. Que me prepararas el desayuno con tu sonrisa eterna y después hiciéramos el amor... pero no es así, Esmeralda... ahora estás muerta y yo de luto por ello. –miró su nombre escrito en el nicho y le clamó juntando sus palmas. –Por favor, te lo pido, no me culpes por derramar estas lágrimas en ti... Es sólo que nada ni nadie podrá llenar el hueco que dejaste aquí. –tocó su pecho y se levantó lentamente. –Ya me voy, Esmeralda. Me alegra saber que sigues en el mismo sitio... Sólo te ruego que me esperes hasta que muera... tú me enseñaste que no hay que darse por vencido y por ti, haré lo que me pediste antes de morir...
Se alejó de aquel lugar en el que se hallaba su querida Esmeralda. Muchos visitantes lo miraban con tristeza. En ese momento, no había ningún ser sobre la Tierra que pudiera igualar su dolor. Era como si quisiera morir, estar en otro sitio, pero al mismo tiempo, vivir cada instante del mundo y disfrutarlo al máximo. Una paradoja. Una vida muerta. Un pesar disfrutable. Así era Ikki y no había nada que agregar al asunto. Sólo le quedaba vivir en un mundo podrido. Nada más.
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