CAPÍTULO 7
Kwan observaba el último informe que le había dejado el investigador que contratara para encontrarla, a ella. Cerró la pantalla de su computador. No sabía si seguir adelante o darlo por terminado. Llevaba seis años buscándola y se había resignado a que ya no la encontraría y eso lo frustraba.
Recordó ese día en el club. Entró y lo vio lleno de gente.
Había sido una mala idea entrar en ese pub. Por mucho prestigio que pudiera tener definitivamente había sido una mala idea.
Había decidido entrar porque quería relajarse y celebrar la nueva inversión que su padre le había enviado a hacer en Joyerías Dyer. Se pondría muy contento.
Suspiró. Se acercó a la barra y pidió un whisky. Lo bebió de un trago. Sacó su móvil y llamó a su conductor. Suspiró. Dejó unos billetes sobre la barra y se giró. Entonces la vio.
Una diminuta chica que trataba de zafarse del agarre de un tipo más alto que ella y se podía decir que más mayor. De hecho pareciera que ella no llegaba a los diecinueve años. De pronto, el tipo golpeó a la chica y eso lo enfureció. Avanzó hacia ellos con los puños cerrados. En esos momentos daba gracias por convencer a su padre de no enviarlo con los guardias que siempre lo acompañaban.
Estaba sentada con un rojo en la mejilla y sintió pena por ella, pero también sintió unas ganas inmensas de abrazarla y protegerla que lo extrañó. Se inclinó hasta que sus ojos quedaron en frente de los de ella. Y vaya que eran de un hermoso café claro. Estaban cristalizados por las lágrimas que querían rodar por sus mejillas. Sus labios bien delineados y rellenos que se antojaron probarlos y comprobar si eran igual de dulces y suaves como se veían...
De pronto el sonido del celular lo sacó de sus pensamientos haciéndolo volver a la realidad.
—Diga —contestó.
—¿Shin Kwan?
—Con él.
—Soy Frederick Dyer. Necesito que vengas lo más pronto posible para dejar listo lo del matrimonio de Malena. Viajo dentro de poco a practicarme una operación en Canadá y si algo sale mal quiero que todo quede arreglado.
Lanzó un suspiro de frustración. —Bien, estaré en cuanto pueda.
—La verdad es que es imperativo que viaje de inmediato. Quisiera dejar todo listo.
Hizo un suave gruñido. —Está bien. Estaré ahí mañana por la tarde —colgó y se agarró el puente de la nariz. Suspiró.
***
Malena bajaba corriendo los cuatro escalones del porche de la mansión agarrada de Josh.
—Espera, provocarás que nos caigamos —lo reprendió sonriendo.
Josh se detuvo a medio camino entre el porche y el auto en el que saldrían. Se acercó a ella y pegó su mejilla con la de ella. —Sí, lo sé y lo siento. Pero no te emociona saber que Maximiliano nos espera.
—Tienes razón. Mejor nos damos prisa.
Él apretó su agarre y corrió nuevamente, ella reía. —Además, recuerda lo que dijo tu papá cuando llegamos anoche.
Tenía razón. Su padre había llegado la noche anterior de su cita con Maximiliano. Los había hecho pasar al despacho y les había informado que los médicos le dieron esperanza de una nueva operación. Sin embargo, como toda operación podía tener riesgos. Una de ellas era que no saliera del quirófano debido a su edad avanzada. Su padre contaba con setenta y cinco años de edad y estaba débil del corazón.
Esa misma tarde iba él a reunirse con Kwan, el hermano de Josh, para detallar los pormenores de su matrimonio con Maximiliano. Matrimonio que aún no encontraba la manera de evitar de modo que los tres salieran favorecidos. Sí. Porque Josh se había enamorado realmente y a primera vista de Max.
Irían a almorzar y luego a practicar paravelismo en Santa Marta. Estaba emocionada por la nueva experiencia que tendría. Lo mejor era que ahora iría acompañada de Josh que se había vuelto su mejor amigo.
***
Kwan salió del café de muy mal humor. La reunión que tuvo con el investigador no salió como pensaba. No le pudo dar la información que esperaba y al final decidió dar por terminada la investigación. Ya se había resignado a no encontrar a la mujer de la discoteca y se maldijo en voz baja por no haber sido capaz de volver a preguntar siquiera su nombre. ¿Cómo fue tan estúpido en hacer eso? ¿A qué idiota se le ocurría hacer el amor con una chica y no preguntarle su nombre?
Abordó su jet privado y se dirigió a Colombia. Aún se sentía frustrado. Esas cosas sólo le pasaban a él.
Cuando aterrizó en el Ernesto Cortizo aún estaba enojado, y tener que reunirse con un socio para hablar no de negocios sino de un matrimonio concertado que no le incumbía no era que ayudara a la causa.
Tomó un taxi y se dirigió al hotel donde había hecho la reserva.
Era más del mediodía cuando entró a su suite. Se sirvió un trago de whisky y se lo bebió de un tirón. Luego tomó el teléfono y marcó el número de Frederick.
—¿Frederick? —preguntó en cuanto le contestaron del otro lado de la línea.
—¿Sí?
—¿Puedes reunirte conmigo en mi hotel? Me estoy quedando en el Dan Carlton.
—Sí. Puedo. Estaré ahí en media hora.
***
Era de noche cuando regresaron de Santa Marta. Cenaron y decidieron ir a bailar. En la discoteca tomaron y bailaron. Se divirtieron como nunca.
Acompañaron a Max a su casa y luego se fueron a la suya.
—Gracias por hacer que me divierta.
—No fue nada. Además, también quería un poco de diversión antes de seguir con lo de tu matrimonio. A partir de pasado mañana por la tarde serás una mujer casada —dijo Josh triste.
—Lamento mucho esta situación. Pero te aseguro que encontraré la forma de evitar esta catástrofe.
—Bueno. En cualquier caso tú serás su esposa y yo su amante.
Los dos rieron y luego ella subió las escaleras hasta su habitación.
Malena despertó sobresaltada debido a una pesadilla. La pesadilla que la perseguía desde hacía seis años. La pesadilla de su accidente. Del accidente en el que perdió la vista. Lo recordaba con claridad, pero aún no lo superaba.
Un ruido proveniente de la planta baja la hizo salir de su cama se colocó las pulseras de ecolocalizacion y se dirigió hacia las escaleras. No había colocado el pie en el primer escalón cuando escuchó el grito de Josh. —¡Malena no! ¡Enciérrate en tu habitación!
Después de eso escuchó un disparo. Gritó y corrió asustada hasta su habitación encerrándose en ella. Luego escuchó estruendos, peleas y cosas partiéndose. Se escuchó una sirena a lo lejos, luego un disparo. Se asustó más, corrió y se escondió en el armario. Luego escuchó un grito. Otro disparo. Pasos apresurados hacia su habitación.
Las sirenas se escuchan cerca de su casa.
Hubo golpes en su puerta queriendo derribarla, luego un cuerpo que cayó al piso como derribado seguido de un gemido de dolor. Luego gritos que no diferenciaba por los nervios. Finalmente escucho golpes en su puerta y la voz de Josh.
—Malena abre soy Josh. Todo está bien la policía ya está aquí.
Ella abrió la puerta y estiró la mano para ubicarlo. Él la abrazo y sintió que se humedecía su pijama. Se separó de él y empezó a palpar su cuerpo. Revisando.
—¡Por Dios, estás herido!
—No te preocupes por mí. Estoy bien pero, debemos ir al hospital hirieron a Gaby. Está grave.
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