CAPÍTULO 6
-¿Lista para la última cita? -preguntó Josh entrando en la cocina y tomando una de las empanadas que se habían vuelto sus favoritas.
-Sí. Más que lista.
-¿Te encuentras mejor hoy?
-Sí. Ya me resigné a que no toda la gente que te trata medio bien es buena -suspiró-. Mejor dime de quién se trata hoy.
-Su nombre es Maximiliano Sandoval. Hijo único. Y único heredero de Sandoval Internacional. Es el que más limpio está.
-¿Y te gusta?
-¿Qué? ¿Cómo crees?
-Por la forma en que hablas de él.
-Igual no tiene importancia porque es tu candidato a esposo.
-Jmmm. ¿Dónde es la cita?
-Lo encontraremos en el Zoo. En el hábitat del oso de anteojos.
-¡Oh! Eso suena genial.
-Por lo visto mis planes para hoy sufrirán un cambio -Malena dio un respingo y soltó la estatua en miniatura, que habían habilitado enfrente del hábitat del oso de anteojos para los ciegos, al escuchar la voz grave a su derecha-. Perdona no quise asustarte.
-¡Oh! Disculpa. Es que estaba tan concentrada que ni siquiera te oí llegar -dijo girándose hacia el sonido de su voz-. Por cierto. Tú debes ser Maximiliano -afirmó extendiéndole la mano-. Mi nombre es...
-Malena. Sí, lo sé. Que por cierto es un nombre muy bonito -interrumpió estrechando la mano que ella le ofrecía.
-Gracias -contestó bajando la cabeza-. Eh... Antes has dicho que tus planes sufrirían un cambio, ¿Por qué?
-Pues... No me esperaba que fueras... Eh...
-¿Ciega? -sonrió.
-No. Digo sí. Digo... No pretendía ofenderte.
-No te preocupes. ¿Qué planes tenías pensado? -preguntó por simple curiosidad.
-Tenía pensado llevarte al cine. Y al mirador a observar la ciudad nocturna. Pero, aunque no lo creas es mejor así.
-¿ Ah sí? ¿Por qué?
-Porque de esta manera puedo mostrarte cómo disfruto mis días libres.
-Entonces ¿A dónde vamos? -dijo dedicándole una sonrisa.
Él le pasó un brazo por los hombros. -Iremos a Cartagena, a las Islas del Rosario -respondió dirigiéndola a la salida donde se encontraba su Mazda 3 Sedan rojo.
Llegaron al puerto marítimo de Cartagena y alquilaron una lancha que condujo Maximiliano y la detuvo varios kilómetros al frente de la isla. Le dio un vestido de baño y le enseñó cómo usar el tanque de oxígeno.
-No creo que sea buena idea -se excusó ella cuando estaba a punto de lanzarse al mar.
-Tranquila. Sólo relájate y disfruta de las sensaciones que tendrás cuando estemos a metros bajo el agua -le dijo agarrando sus manos-. Además. Yo no me voy a separar ni un minuto de ti. Sólo quiero que sientas como lo hago yo.
-Está bien. Pero no me sueltes la mano.
-Prometido.
Ella sintió el agua fría abrazar su piel. ¡Era grandioso! Se sentía viva. Las corrientes acariciando su cuerpo. Los bancos de peces rozando sus pies. La presión del agua en sus oídos. Y lo más genial era que no tuvo miedo porque, como lo prometió Maximiliano, nunca le soltó la mano.
Cuando regresaron a la lancha, ella gritaba de emoción y él reía de ver la alegría de ella.
-¿Sabes? Deberías reír más a menudo.
-Gracias. ¿Y ahora qué?
-Bueno. Es casi medio día. Cuando atraquemos en el puerto ya será un poco más de medio día así que iremos a almorzar los mejores pescados de la zona.
-Hmmm. Se oye delicioso.
-No me digas que no has comido pescado.
-Sólo en sushi.
-¡Oh por Dios! No sabes de lo que te has perdido.
Durante el almuerzo hablaron de cosas sin sentido, de sus gustos, de sus sueños.
-Si tu sueño es ser el diseñador de moda de la empresa de tu abuelo... Eso quiere decir que eres gay, ¿no?.
-Eh... Sí.
-¿Y por qué estás dentro de los candidatos a esposo que escogió mi padre?
-Porque el testamento de mi abuelo tiene una cláusula para poder heredar.
-¡Oh! Y esa cláusula tiene relación con el matrimonio -afirmó ella.
-Así es.
-¿No hay manera de impugnar esa cláusula?
-No.
-Hmmm -dijo pensativa.
Después de almorzar la llevó a una colina donde practicaban planeación con ala delta.
-Ven. Si te gustó el buceo. Entonces esto te va a encantar -anunció Maximiliano mientras le ajustaba el arnés de seguridad.
-¿Qué es esto?
-Es un arnés. Debes llevarlo puesto para poder planear.
-¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?! -objetó espantada-. Te recuerdo que soy ciega.
Él río suavemente. -Lo sé. No tienes que hacerlo. Además, también te recuerdo que estás conmigo. Es más irás en el mismo ala delta que yo.
-Pero... Puede ser peligroso.
-Tranquila. Estás ante en mejor planeador del país.
La giró dejándola de espaldas a él. -Bien. Ahora sujétate con fuerza. A la voz de tres correrás en línea recta y cuando te diga saltas. ¿Entendido?
-¿Sí? -respondió insegura.
-¿Lista?
-La verdad es que no.
-Uno -comenzó a contar ignorando el miedo de ella-. Dos y tres.
Empezaron a correr como si los persiguiera el mismo diablo.
-¡Ahora! -gritó Maximiliano.
Entonces, doblaron un poco la piernas y saltaron. La sensación de caída libre se le instaló en el vientre. Gritaba. De pronto se sintió elevar. El viento en tu rostro, acariciando cada centímetro de su piel. Tenía una sensación de libertad que la envolvía y era maravillosa. Maximiliano hacía oscilar el ala delta de arriba abajo haciéndola sentir un vacío en la boca del estómago.
-Bien. El viento está menguando. Es hora de aterrizar. Te voy a ir guiando, ¿ok? -ella asintió.
Aterrizaron sin contratiempo. La llevó a su auto y condujo de regreso a Barranquilla hasta un restaurante cerca de donde ella vivía.
Entraron, se sentaron y ordenaron la cena.
-He venido pensando -empezó a decir Malena-. ¿Me podrías leer la cláusula de tu abuelo?
-¿Por qué?
-Estudié derecho mientras aún veía. Quizá yo pueda ver algo que no vio tu abogado.
-No necesito leerla. Me la sé de memoria: para que mi nieto Maximiliano Ricardo III Sandoval y Castillo herede todos mis bienes, incluido la empresa de modas de la cual quiere ser el diseñador deberá casarse dentro de dos semanas después de leído el testamento.
-Vaya. Eso sí que es obligar a una persona a hacer lo que no quiere -se asombró ella
-Sí. Lo peor es que ese plazo se vence en tres días -dijo pesaroso.
-¡Cielos! No nos queda tiempo.
Terminaron la cena en silencio. Ella no sabía que decirle. Y él sabía que no debía presionarla. Finalmente, ella alargó la mano sobre la mesa y él la tomó. -Encontraremos una solución. Por lo pronto yo seré tu plan A.
-¿Eso quiere decir que...?
-Sí. Me casaré contigo.
-Gracias. Por cierto, sé que no debería decir esto a mí prometida, pero, tu guardián está como quiere. Creo que me enamoré.
-¿Cómo te diste cuenta de él? Siempre ha sido discreto.
Él sonrió. -Yo fuí marine antes de llegar a Colombia -se encogió de hombros-. Hmmm. Me acostumbré a estar siempre alerta.
-Yo también me enamoré -escuchó por el dispositivo y rió.
-¿Qué es tan gracioso? -preguntó Maximiliano desconcertado.
-Creo que también le agradas.
Él giró su mirada hasta Josh y éste le guiñó un ojo. Maximiliano retiró de una vez su mirada porque no quería que viera lo rojo que lo había puesto ese gesto.
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